Editorial: El XXII Congreso Colombiano de Pediatría

De absolutamente extraordinaria podría calificarse la reunión máxima de la pediatría colombiana que se llevó a cabo en la ciudad de Santa Marta entre el 11 y el 14 de octubre pasados.

Cerca de tres mil personas nos dimos cita para el desarrollo del 22o Congreso Colombiano de Pediatría en esa hermosa y acogedora ciudad, a la sombra de los almendros, como magistralmente lo dijera el profesor Efraim Bonilla Arciniegas, en cuyo nombre se bautizara el congreso y quien fuera objeto de un merecido, oportuno y cálido homenaje y quien, además, fue declarado hijo ilustre de la ciudad.

El cálculo aproximado es de dos mil a dos mil trescientos profesionales inscritos en el evento, dentro de los cuales se cuentan los pediatras, venidos de todo el país y afiliados o no a la Sociedad Colombiana de Pediatría, -agremiación rectora de esta disciplina en el país, y en definitiva responsable de este magno acontecimiento-; los residentes de todas las escuelas pediátricas que funcionan en Colombia y un número importante de estudiantes de medicina de varias escuelas, la mayoría, por supuesto, de las universidades de la Costa Atlántica (aunque no se crea que todos, como que también se acomodó uno que otro de diversos rincones de nuestra patria) y, finalmente varias personas de otras profesiones del área de la salud, interesadas también en los temas pediátricos.

Monumentalmente solemne la inauguración del evento en el altar de la patria, La Quinta de San Pedro Alejandrino, con la presencia de autoridades civiles y militares del Departamento y la ciudad. Magistral la interpretación del himno nacional por el joven Rachid Zawady, otro orgulloso hijo de la ciudad, al cual siguieron sendas palabras de la Alcaldesa (E) de Santa Marta, el del Dr. Jorge Loaiza Correa, presidente de la Sociedad, que contribuyeron a darle un mayor toque de seriedad y altura a la ceremonia y el discurso de bienvenida del Dr. Luis Eduardo Abello, presidente de la Regional Magdalena y del Comité Organizador del Congreso que fue muy cálido y acogedor, y que reafirmaba esa amplia generosidad con que él y todos los miembros del mencionado comité, con sus respectivas señoras incluidas, nos habían recibido desde el día anterior.

Justo el homenaje de la ciudad al profesor Bonilla, al que ya aludimos y al Dr. Marco Dannon, cienaguero de nacimiento y samario de corazón y quien también estaba presente en el escenario, a quienes se les otorgó, muy merecidamente por cierto, la Orden Tayrona en su Grado de Gran Cruz “JOSÉ EDUARDO GENECCO CORREA” insignias que además fueron impuestas por el Gobernador del Magdalena en el mismo acto y de cuyos textos damos razón más adelante, en este resumen sobre el evento.

Fueron cuatro días –incluyendo el del precongreso- de magnífico aporte a la cultura médica y humanística, pero sobre todo a esos campos gremial y social, que tanto nos preocupan y nos desvelan a todos y a los directivos de la Sociedad y que nos tienen batallando: por el niño, nuestra razón de ser, y nuestros colegas, nuestro motivo de unión y de ardua lucha. El Pediatra humanizado era el lema del evento y a fe que se reforzó suficientemente ese criterio en diversas charlas, proyectadas a lo largo de esas inolvidables jornadas, en las que recorrimos muchos campos de la ciencia pediátrica, aunque no todos, desarrollados y analizados por una excelente gama de profesores nacionales y extranjeros y nacionales venidos del extranjero, a quienes quiero, desde esta tribuna, dar un especial agradecimiento por su maravillosa contribución, aunque sin dar ningún nombre, porque no quiero caer en omisiones que me generarían más vergüenza. Ellos saben quienes son y a ellos va nuestro sentimiento de amistad y reconocimiento. Además, quiero decir les que pronto los esperamos de nuevo por estas, sus tierras, que no olvidarán su valioso aporte. Un “Dios se los pague” es lo último que me resta agregarles.

La parte comercial, en la que contamos con el invaluable apoyo de muchísimas Casas Comerciales, la industria farmacéutica y otras empresas productoras o comercializadoras de productos destinados a los niños, en diferentes campos, fue arrolladoramente exitosa y no se puede dejar pasar el momento para dar a ellas nuestros más sinceros agradecimientos por su apoyo, sin el cual toda esta descomunal y exitosa empresa no hubiera sido posible. Muchos amigos en estas Casas se dedicaron a darnos su apoyo y, gracias a ellos, este empeño de reunir en un lugar tan especial a un grupo de gente tan selecta, fue posible y obtuvo el éxito que estamos registrando. Reciban ellos nuestra más sincera manifestación de gratitud y reconocimiento por su magnífico aporte.

Finalmente quiero registrar muy complacido la realización de una muy productiva y cordial reunión de la Asamblea General de Delegados, que constituye la máxima autoridad de la Sociedad Colombiana de Pediatría y a quien le correspondió analizar los resultados de la gestión de la Junta Directiva en los dos años anteriores y nombrar la nueva Junta que debe regir los destinos de la Sociedad a partir del próximo mes de febrero y por dos años más.

En páginas siguientes registraremos cómo quedó conformada esa Junta, pero quisiera aprovechar este renglón para agradecer a la Junta saliente, toda ella, y a su Presidente, el Dr. Loaiza, por su invaluable labor al frente de los destinos de nuestra Sociedad a la que, con su inteligencia y capacidad, le imprimieron un dinamismo acorde con las necesidades actuales, dejando sembrada la semilla para adaptar nuestra querida agremiación a las necesidades y contingencias del nuevo milenio. Reciban todos y cada uno de los miembros de ese cuerpo directivo el más especial y verdadero reconocimiento por su abnegada e inteligente labor, vuelvo y repito, liderada por ese excelente amigo Jorge Eduardo Loaiza Correa. Algunos de los anteriores miembros continúan en la nueva junta, otros se alejan temporalmente. A unos y otros les repito el “Dios les pague y los Bendiga”, pronto, estoy seguro, nos volveremos a ver.

En las próximas páginas haremos una recopilación de las situaciones más interesantes que hemos mencionado y que pienso deben quedar impresas, inclusive como documento histórico, que podrá usar la posteridad para registrar la evolución de nuestra sociedad. Reproduciremos entonces la conferencia Magistral del Doctor Bonilla, por supuesto el Discurso inaugural del Presidente del Congreso y el del Presidente de la Sociedad Colombiana de Pediatría, Doctores Luis Eduardo Abello y Jorge Loaiza, respectivamente; los decretos de otorgamiento de las condecoraciones de los Doctores Bonilla y Dannon y por el decreto el cual se le entregaron a la Sociedad las llaves de la ciudad.


Cartas al Editor

Bogotá, Septiembre 25 de 2001
Doctor
León Jairo Londoño V.
Editor revista Pediatría
Bogotá

Apreciado León Jairo:

La Revista CREDENCIAL – HISTORIA acaba de publicar en un libro la recopilación de sus doce ediciones mensuales de 1.999, con el título “Protagonistas, obras y sucesos del siglo XX en Colombia” (mayo de 2001).

Uno de sus diez capítulos recoge la investigación acerca de LAS DIEZ OBRAS SOCIALES DEL SIGLO XX (Edición 118, Octubre de 1.999) en cuya página 134 aparece el “Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos” —cuya copia te adjunto – en el cual la antropóloga Ximena Pachón explica su cierre en 1.999, entre otros factores por la “insolidaridad en que se hundió el País a las puertas del siglo XXI”.

Como el cierre, ojalá temporal, del “Lorencita” sigue lacerando diariamente mi corazón de pediatra y mi conciencia de colombiano, quizás a manera de lenitivo, revisé el discurso que, en mi calidad de Presidente de la Sociedad Colombiana de Pediatría en 1955, pronuncié en su apertura.

Te adjunto fotocopia de esta intervención, aparecida en el diario “El Tiempo” (Marzo 11 de 1955). Este ya documento histórico pudiera publicarse en tu Revista y quizás pueda ser una invitación a que no se prolongue más el silencio cómplice que hemos guardado los colombianos ante este crimen de lesa Patria.
Muy cordialmente

Alfonso Vargas Rubiano

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