Editorial: Heraldo Médico Vol XXIV no. 229 – Abril
Tiempos de cambio se viven. Por todos lados
En la vida cotidiana del mundo, que ya no es la misma después del pasado 11 de septiembre. En la concepción actual de la guerra exterior, que ya no corresponde a la declaración de enfrentamiento entre países sino entre un país y el “Terrorismo Mundial”, lo cual ha convertido en aceptable la intervención militar directa o indirecta de países poderosos sobre países pobres. Recordando el maniqueísmo de Supermán representando a “el bueno” que actúa en nombre de “los buenos” para pelear contra “los malos” o sea, contra quienes sean diferentes y piensen distinto a “los buenos”.
Cambios se viven en la denominación de las cosas como el vapuleo de los conceptos PAZ y CULTURA para los cuales. Por lo menos en Colombia, su significado se ha vuelto carente de sentido o confuso, cuando menos.
Eso ocurre cuando las masacres se cometen en nombre de la paz o cuando el incumplimiento de compromisos, económicos o de otro tipo. Es llamado por nuestros periodistas y comunicadores con el apelativo de dizque la “cultura del no pago” y otras sandeces por el estilo.
Y también se viven en esta Colombia cambios catastróficos para sus gentes:
Como el colapso del sistema hospitalario de la red pública nacional y del SGSSS en su versión POS-S (SISBEN). Es decir la de los desamparados, con la quiebra del FOSYGA porque los intermediarios (ARS) trabajan con ánimo de lucro unos recursos que provienen de la solidaridad. Y por lo tanto, no dan para negocio lucrativo sino para servicio social.
Cambios estos, previstos y predichos por la gran mayoría de los médicos colombianos. Expresados a través de sus distintas y dispersas organizaciones gremiales y científicas.
Dispersión que no permitió, entonces, ni una voz ni una acción lo suficientemente contundentes, gracias a lo cual y aprovechando tal situación. Todas las advertencias hechas fueron desvirtuadas por los agentes y promotores de la catástrofe (desde ministros hasta gerentillos y administradorzuelos de locuaz y ridículo lenguaje). Diciendo que “los médicos estaban llorando por su pérdida de status”, “que el problema no es que la ley sea mala sino que todos los gerentes hospitalarios son incompetentes”… y todavía, hoy, hay cínicos que lo repiten.
Todo esto apoyado en el hecho de que la anterior ministra de Salud:
Violando la ley, excluyó del Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud a los asesores médicos permanentes, quienes representan a la Academia Nacional de Medicina. La Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, la Federación Médica Colombiana y la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas.
Por fortuna y gracias al buen criterio del actual Ministro de Salud, Doctor Gabriel Ernesto Riveros. Estas instituciones han vuelto a las Sesiones del Consejo e iniciaron de inmediato su actividad asesora.
Es que el Dr. Riveros es médico de profesión y, por lo tanto, su visión trasciende el terreno puramente económico. Pues sabe que en salud la rentabilidad se mide en mantenimiento y recuperación del bienestar y no en lucro.
Pero, con esos cambios, se han venido gestando otros.
Durante los últimos años han intentado emerger movimientos políticos de los médicos.
En las elecciones parlamentarias de hace 4 años el Movimiento Democrático MD estuvo cerca de tener Senador de la República por falta de escasos votos. En las elecciones para Concejos Municipales y Ediles el movimiento UNÁMONOS se expresó en buena parte del territorio nacional, pero en las de este año, para Senado y Cámara, salió mal librado.
Por otra parte, ha habido un incremento de la presencia de médicos en el parlamento y un Neurocirujano, el Dr. Dieb Maalof fue Presidente del Senado.
Las organizaciones médicas como el Colegio Médico de Cundinamarca, miembro de la Federación Médica Colombiana, la AMC y el Sindicato de Industria de la Salud. Aunque aún mediante acciones desarticuladas, mantuvieron contacto frecuente con los parlamentarios de las comisiones séptimas de Cámara y Senado para proponer y estar al tanto del desarrollo de iniciativas parlamentarias atinentes a la salud de los colombianos y a nuevas normas relativas a la profesión médica.
En esas reuniones se habló de propuestas de reforma a la Ley 100 de 1993 o de la necesidad de una nueva ley que la derogue.
Como consecuencia de ello, cursó una propuesta de reforma liderada por el Senador Maalof y apoyada por algunos representantes e individualidades del cuerpo médico, como lo demostró la reunión realizada el pasado 17 de Octubre en el Auditorio de la Academia Nacional de Medicina, convocada por iniciativa de dicha institución.
Igual ocurrió con el Senador Carlos Corsi:
Quien proponía una Reforma a la Reforma de la Ley 100 y encontró eco en algunos colegas, pero sin el apoyo suficiente para no ser sacrificado en el debate electoral.
Simultáneamente se han expresado otras corrientes de pensamiento en lo que a políticas en salud se refiere, como el Referendo Por la Salud, cuyo objetivo es derogar la Ley 100 y proponer otra Ley de Salud y Seguridad Social como alternativa.
Esta iniciativa, liderada por el Dr. Stevenson Marulanda, guajiro recio y sensible, profesor universitario y cirujano del Hospital de la Samaritana, tiene un importantísimo significado: si bien, es cierto que la figura del Referendum en Colombia tiene una reglamentación diseñada para impedir su realización debido a los innumerables obstáculos que tiene (para empezar, es necesario recolectar y verificar grafológicamente, comprobando contra la cédula de ciudadanía de cada firmante, dos millones de firmas y montar el aparato mínimo para lograrlo cuesta cerca de ochenta millones de pesos), también es verdad que esa figura constitucional puede y debe convertirse en un instrumento de decisión democrática directa de la ciudadanía.
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La FEDERACIÓN MEDICA COLOMBIANA:
Ratificó en su última reunión de Junta Directiva su decisión de apoyarlo y considera que hay que dar a conocer el REFERÉNDUM POR LA SALUD en todos los ámbitos de la población en general y de las profesiones de la salud, haciendo una campaña de publicidad y propaganda al mismo y convocándolo en todo el territorio nacional, como en efecto lo ha hecho, lo cual conllevaría dos logros:
Por un lado, se desenmascararía el hecho de que siendo el Referéndum un instrumento de democracia participativa directa, el espíritu de su reglamentación es antidemocrático, como lo demuestran los requisitos enunciados anteriormente y el hecho de que el Estado no de ningún tipo de soporte: ni logístico no económico para llevarlo a cabo.
Por otra parte, es una oportunidad única para que los médicos, los demás profesionales de la salud y sus organizaciones gremiales y científicas trabajen en unidad de acción, convocados por un solo objetivo: contribuír a acabar con la tragedia nacional de la salud.
Debe tenerse en cuenta que cualquier propuesta de reforma a la ley:
Debe retomar el espíritu de la salud como un derecho y no como una mercancía que se compra o se vende con ánimo de lucro. En consecuencia plantea la necesidad de acabar o, cuando menos, regular el monopolio que las entidades privadas poseen sobre lo que han convertido en su rentable “negocio o industria de la salud”.
Con ese criterio deben mirarse los contenidos de las nuevas reformas que se propongan o se vayan a exponer en el parlamento.
Si miramos juiciosamente, la reforma liderada por el Senador Maalof, de ser aceptada, significaría un discretísimo avance para salir del atolladero en que se encuentra la salud del país y podría ayudar a despejar el camino para futuras reformas mas avanzadas en el tema.
Por otro lado, el Referendo se constituye en importantísima y única arma para la denuncia objetiva de cómo su reglamentación dificulta al máximo. Por no decir que imposibilita la participación popular en la solución de sus propios problemas y en el diseño de políticas de interés general para y por la población colombiana.
Mas aún cuando soplan vientos de guerra y de traslado de ingentes sumas de dinero al gasto militar.
Si hoy, unidos por las desgracias de los efectos de una ley. Con la existencia de propuestas que buscan la superación de la crisis y ante una salud nacional que reclama participación de sus profesionales no nos movemos y actuamos de manera articulada, en unidad de acción. Sin pretender que cada organización es la única y verdadera, perderemos una oportunidad que la historia no es dada a otorgar frecuentemente.
Pensemos, pues, pero actuemos pronto.
DR. SERGIO ISAZA VILLA
SECRETARIO DE LA FMC
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