Página del Presidente de la Federación Médica Colombiana
Fernando Guzmán Mora M.D.
Introducción
Una de las causas de la grave crisis que vive la medicina es, sin lugar a dudas, la proliferación de facultades y escuelas de medicina.Que han inundado de profesionales de calidad variable y formación discutible todo el territorio nacional.
Los altísimos niveles alcanzados en la formación de los médicos colombianos, probados por el tiempo y los países en donde los profesionales demostraron su excelencia intelectual ética y técnica, han sufrido un deterioro progresivo.
Y lo que generalmente se encuentra es que, mientras detrás de la apertura de una facultad pública se encuentra un líder político local ávido de poder. En su contraparte privada se halla un comerciante ansioso en obtener dividendos.
Hemos llegado hasta la aberración conceptual de un demagogo bogotano, que planteaba formar algo así como “médicos descalzos”. Como si en Colombia no existieran suficientes profesionales universitarios educados en buenas facultades de medicina y con una formación básica de buen nivel.
La Falacia del “Médico que Colombia Necesita”
Quienes desean iniciar el negocio (económico o político) de una facultad de medicina se amparan en múltiples justificaciones:
- La región necesita producir sus propios médicos para elevar el nivel del ejercicio profesional.
- El departamento requiere de médico que conozcan la patología local.
- El cubrimiento que esta capital brinda cobija a un enorme grupo de población.
- Debemos formar el médico que Colombia necesita.
Todos estos argumentos son bastantes débiles al analizarlos en profundidad. En un país en donde hablamos el mismo idioma y compartimos la misma pobreza no se pueden diferenciar las regiones como si fueran países diferentes. Pues aparte de algunas costumbres distintas, lo único que nos separa es el acento con que hablamos el castellano.
Por otro lado, las patologías regionales no solamente son estudiadas en los programas de las buenas facultades de medicina. Sino que los buenos médicos se pueden adaptar al manejo de dichas patologías sobre el mismo campo de práctica. Además el argumento del cubrimiento territorial es suficiente para solicitar más médicos en ejercicio (De hecho hoy existe desempleo médico importante en todo el país) y no para producir médicos que se concentren en las capitales regionales.
El argumento del “médico que Colombia necesita” pareciera llevar la connotación de un profesional que ejerce en condiciones específicas de pobreza y ausencia de medios. O, en el mejor de los casos, el de un médico experto en enfermedades tropicales. En fin, para quienes así piensan, la mala noticia es que el médico que Colombia necesita debe ser doblemente bueno. Pues debe conocer a fondo la patología tropical propia de nuestro país y, además, todas las enfermedades propias de la civilización y los países desarrollados, que ya han llegado a nuestras ciudades (caracterizadas por las incomodidades de pueblo y los vicios de grandes urbes).
¿Quién puede decir que las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, el trauma y las enfermedades degenerativas no son un problema de salud pública?
Sería absolutamente incoherente educar médicos para formular antidiarreicos y antibióticos, que carecen de la capacidad de diagnosticar una cardiopatía congénita (escondida detrás de enfermos rotulados con el diagnóstico neumonía a repetición) de tratar adecuadamente un infarto del miocardio (con drogas tan delicadas y efectivas como la estreptoquinasa).
Todos recordamos la posición de algunos extremistas cuando se iniciaron las unidades de cuidados intensivos en nuestro país. Ellos vociferaban que no eran necesarias y que solamente representaban un tentáculo más del imperialismo capitalista. Sin embargo, hoy en día, los mismos que así argumentaban no podrían plantear construir un hospital de tercer nivel sin una unidad de cuidado crítico en donde se puedan cuidar adecuadamente las víctimas de nuestra patología nacional más común: el trauma, la agresión, el intento de homicidio y todas sus consecuencias.
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El Negocio de la Medicina en un País que Juega al Neoliberalismo
Las ideas neoliberales que han colonizado todos los sectores productivos de nuestros países latinoamericanos, también contaminaron con su veneno al ejercicio y la educación médica.
Recordemos que basados en las teorías de Milton Friedman se plantea el retiro del estado de la producción de bienes y servicios. Con el objeto de fortalecer el capital privado y en esta forma someter la producción a las leyes del mercado (oferta y demanda).
El rendimiento del trabajo aumenta, desde el punto de vista del capitalista, basado especialmente en el abaratamiento de los de los costos de producción. La artesanía y la manufactura son completamente desplazadas por la industria pesada. La proletarización de la masa trabajadora conduce a la miseria absoluta a enormes cantidades de población.
En el caso de los médicos, el abaratamiento de su formación y su salario son indispensables para obtener ganancias en el negocio neoliberal de la salud. Con su monumental ejemplo de la Ley 100 de 1993, verdadera privatización de los servicios de salud encubierta bajo la bandera de una solidaridad que el Estado no se encuentra en capacidad de financiar.
Lo anterior unido a todos los cambios económicos y sociales colocaron a la profesión médica, de una manera irreversible. En un mercado con su propio sistema de precios y tarifas.
En el mercado que no constituye en realidad un sitio geográfico específico sino una institución social que opera a todos los niveles:
Se asignan los recursos, se brinda información permanente sobre el valor de las cosas y se fijan los precios de todos y cada uno de los bienes y servicios, incluyendo el trabajo de los médicos, que nos hemos convertido en un grupo más de ese mercado social.
A ninguno de estos hechos somos ajenos los médicos. En primer lugar, somos parte de la economía como oferentes de “salud”, entrando al mercado de productores de dicho servicio, con aplicación muy clara de las leyes de ofertas y demanda. Adicionalmente, nuestro “producto” se ha masificado en los últimos años. Por último, hemos perdido el control del manejo de la “industria de la salud”, que ahora se encuentra en manos de funcionarios que obedecen a un ética utilitarista, completamente opuesta a la que rige el ejercicio de la medicina.
Conclusiones
Dejando todo en manos del mercado el desastre social que el neoliberalismo ha producido se refleja también en la educación médica. La libertad de oficio y el libre desarrollo de la personalidad, sumados a la liberación de la educación en manos de particulares, llevará a un deterioro irreversible de la medicina colombiana. Se formarán médicos baratos, ejerciendo una medicina barata y de una calidad aún más barata. La buena medicina será testigo de su propio entierro.
Por todo lo anterior, la Presidencia de la Federación Médica Colombiana, debe exigir a de las autoridades competentes la más urgente intervención para frenar la apertura de estos engendros académicos y el seguimiento sobre las facultades ya existentes para obligarlas a la recertificación o el cierre.
La sociedad será la única perjudicada de un deterioro n la calidad de sus médicos y en la salud de sus asociados.
Es justo y dable exigirle a Estado una intervención real y no el mantenimiento de un silencio cómplice, tal como lo ha venido haciendo en varias esferas de la vida nacional.
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