Ignaz Phillipp Semmelweis

Carlos Alberto Gómez Fajardo*

“El deber más alto de la medicina
es salvar la vida humana amenazada,
y es en la rama de la obstetricia donde este deber es más obvio”

Semmelweis

Ignaz Phillipp Semmelweis, una de las figuras cimeras de la historia de la obstetricia, nace en Buda, (orilla derecha del río Danubio, capital de Hungría) en 1818. Estudia medicina en Viena, en donde recibe el apoyo y las enseñanzas de Karl von Rokitansky, uno de los grandes del desarrollo de la naciente rama de la anatomía patológica. También es discípulo de Hebra, dermatólogo, otro de los notables de la medicina vienesa de mediados del siglo XIX. La práctica obstétrica de Semmelweis se inicia en el Allgemeines KrankenHaus, el gran hospital general de Viena.

Este médico húngaro está preocupado por la altísima frecuencia de las muertes de las parturientas debidas a la fiebre puerperal. Decenas de madres mueren en el hospital en medio de episodios de dolor, fiebre y fetidez.

Ignaz Phillipp Semmelweis conmovido, observa, estudia, mide, cuantifica, reflexiona. Comienza a apreciar diferencias en las frecuencias de presentación de la enfermedad entre las dos salas de maternidad y concluye _luego de grandes esfuerzos y búsquedas_ con la elaboración de un nuevo concepto: existe una “materia cadavérica” que es transportada por las manos de los médicos y estudiantes que tienen a su cargo la atención de las madres en trance de parto y genera en ellas la fatal enfermedad. (Ver también: Los Gemelos, una Curiosidad Histórica)

Propone el uso de soluciones con cloruro de calcio para el lavado de manos de los médicos antes de atender y examinar a sus pacientes. Esta medida se inicia a mediados de mayo de 1847. Minuciosamente anota durante temporadas el comportamiento de las muertes y descubre que, con la medida del lavado de manos, éstas disminuyen extraordinariamente.

Consulta los archivos y registros del hospital de materniad de Viena desde su apertura en 1784 hasta 1848. Elabora tablas con los datos de partos, defunciones, y tasas de mortalidad para esos años. Registra enormes diferencias en las tasas de mortalidad, por ejemplo, del 12.11% en 1842 contra el 1.28% en 1848. Verifica el efecto fatal de la atención obstétrica por parte de los estudiantes de medicina, en comparación con las tasas menores entre las pacientes asignadas a las parteras, quienes no tenían contacto con los estudios anatómicos en cadáveres.

La muerte del profesor de medicina forense, Jacob Kolletschka, en 1847, lo impresionó en extremo. Los hallazgos de su necropsia orientan a Semmelweis a pensar con mayor intensidad en la existencia de una similitud entre ambas condiciones, la fiebre puerperal y el accidente sufrido por Kolletschka durante una autopsia, un corte en un dedo con un bisturí.

Así como brillan en la Viena de 1848 figuras de la historia de la medicina (a los antes citados se une Joseph Skoda, quien desarrolla métodos de percusión y auscultación para el diagnóstico de afecciones pulmonares), atraviesa Europa momentos de grandes convulsiones sociales y políticas.

En ese mismo año ocurre la revolución de París, cuyas consecuencias afectarían a los nacientes movimientos republicanos de diversos países. El liberalismo se extiende, en la misma medida se va colapsando el imperio centroeuropeo de los Habsburgo. Rudolf Virchow ya comienza a hablar de higiene y medicina social y manifiesta interés auténtico en la política.

Años más tarde formulará la tesis “Omnia cellula a cellula” (cada célula surge de otra célula) y llegará a entender el organismo vivo como una especie de “estado” constituido por células. La posterior obra de Virchow “La Patología Celular” será uno de los fundamentos de la comprensión y el avance de la medicina en lo que resta de la segunda mitad del siglo XIX.

En el año de 1848 Claude Bernard en Francia descubre en el páncreas de animales una sustancia que emulsifica y saponifica las grasas (hoy esta es la enzima lipasa pancreática), el método de la “medicina experimental” va tomando cuerpo; se avecinan los descubrimientos de Luis Pasteur, y Robert Koch para establecer con total coherencia una mentalidad “etiopatológica” en la comprensión de las enfermedades infecciosas. Se demuestra la existencia del “contagium animatum”, los microorganismos. También se aplica el éter para dormir a los pacientes en trance de cirugía en ese año de 1848.

Ignaz Phillipp Semmelweis escribe en 1857 su obra “DE LA ETIOLOGÍA, EL CONCEPTO Y LA PROFILAXIS DE LA FIEBRE PUERPERAL“. Este extraordinario ejemplo de observación metódica, raciocinio y reflexión, es el resultado de uno de los más auténticos casos de compromiso personal con la vocación de médico. La obra sólo es publicada en 1860.

Lo que hoy parece tan evidente, representó en su momento un cambio de visión asimilado por pocos. Tuvo que avanzar en medio de incomprensiones y de dificultades. Más adelantada la segunda mitad del siglo XIX Pasteur y Koch, aclararán finalmente los postulados básicos de la enfermedad como producto de la infección bacteriana.

Sin exagerar, guardadas las debidas proporciones, la importancia del aporte de Semmelweis a la obstetricia no ha sido aún superado siquiera por los avances de las nuevas tecnologías genéticas de los últimos años del siglo XX. La historia ha comprendido a este obstetra húngaro de modo cabal y justo después de su muerte. Su vida es la de un hombre que lucha con entereza y sin vacilación por sus ideales y convicciones. Muere en Viena en 1865.

Son sus palabras: “…Una vez que se identificó la causa de la mayor mortalidad de la primera clínica como las partículas de cadáveres adheridas a las manos de los examinadores, fue fácil explicar el motivo por el cual las mujeres que dieron a la luz en la calle tenían una tasa notablemente más baja de mortalidad que las que dieron a luz en la clínica…”

Referencias

1. El perdedor Iluminado, Ignaz P. Semmelweis Magdalena Fresán. Pangea Editores, México 1991.
2. Ignaz Semmelweis. Etiología, concepto y profilaxis de la fiebre puerperal. Traducción. El desafío de la epidemiología, problemas y lecturas seleccionadas. OPS 1988, PC # 505.
3. Claudio Bernard y la Emulsificación de la grasa (o la Bella Durmiente 150 años después). Ana Cecilia Rodríguez de Romo y Johannes Borgstein. Gac Méd Méx Vol. 136 # 4, 2000 p. 379-386.
4. Crónica de la Medicina. Plaza y Janés Editores, Bogotá 1995.
5. Historia de la Medicina. Pedro Laín Entralgo Masson-Salvat Medicina, Barcelona, 1978.
6. Owen H. Wangensteen. Has Medical History Importance for surgeons? Surgery Gynecology and Obstetrics, March 1975 vol. 140 p. 434-442.


* Sociedad Antioqueña de Historia de la Medicina

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *