Editorial: La Excelencia del Cuidado: Un Reto para Enfermería

Claudia Ariza Olarte, Enfermera Cardióloga
Estudiante del Programa de Doctorado en Enfermería Universidad Nacional de Colombia.
Coordinadora del Programa de Especialización en Cuidado Critico de la Pontificia

Junto con el progreso en los conocimientos biomédicos sobre el origen, el desarrollo, el cuidado y la naturaleza de la vida humana, se han perfeccionado técnicas, ha habido avances cien tíficos y tecnológicos, que bombardean el quehacer del profesional de enfermería olvidando, en algunos momentos, que la esencia de éste no es otra cosa que el respeto a la vida y el cuidado del ser humano.

La Enfermería “necesita una revolución humanística que la vuelva a centrar en su función cuidadora, en la atención y apoyo al paciente, además, si dicha revolución no se produce, los pacientes podrían demandar los servicios de una clase nueva y diferente de profesionales sanitarios”.(1)

Un reconocimiento del valor del cuidado humano en Enfermería surge desde siempre y enriquece el cuidado actual. La enfermera puede realizar acciones hacia un paciente sin sentido de tarea por cumplir o de obligación moral siendo una enfermera ética. Pero puede ser falso decir que ella ha cuidado al paciente si tenemos en cuenta que el valor del cuidado humano y del cuidar implica un nivel más alto: el espíritu de la persona. Cuidar llama a un compromiso científico, filosófico y moral, hacia la protección de la dignidad humana y la conservación de la vida.

La profesión de enfermería exige una vocación específica que implica ejercer nuestro trabajo con espíritu de servicio sin ad mitir la mediocridad, sin admitir las cosas mal hechas; debemos estar convencidos de la nobleza de nuestro trabajo. No debemos detenernos simpre en lo fácil sino buscar y enfrentar siempre lo difícil. Nuestra vocación no debe admitir nunca la rutina en la tarea diaria y no debe haber dos días iguales en el quehacer asistencial, docente y/o in vestigativo.

El ideal y el valor del cuidado no son simplemente cosas sueltas, sino un punto de inicio del contacto con el paciente, un estadio, exige una actitud que debe tornarse en un deseo, en una intención, en un compromiso y en un juicio consciente que se manifiesta en actos concretos. El cuidado humano, como un ideal moral, trasciende el acto y va más allá de la acción de la enfermera y produce actos colectivos de la profesión de enfermería que tienen consecuencias importantes para la civilización humana.

Cuidar implica conocer a cada paciente, interesarse por él. Interesarse implica, paradójicamente, desinteresarse de uno mismo, algo difícil. Interesarse supone entrar dentro del ser, en este caso dentro del paciente, tener un conocimiento propio de cada uno, un darse cuenta de sus actitudes, aptitudes, intereses y motivaciones y además de sus conocimientos; requiere su manifestación como persona única, auténtica, capaz de generar confianza, serenidad, seguridad y apoyo efectivo. Esto exige entonces un esfuerzo de atención, una concentración que a veces agota más que el esfuerzo físico. Pero el que lo consigue se recrea en ese juego de gran belleza, que si se sabe percibir, consiste en ir descubriendo, poco a poco, un ser cuya riqueza de matices, nunca se acaba de conocer del todo. “Es precisamente ese misterio del ser, en parte conocido, y en parte desconocido, pero siempre inefable, en su unidad, el que debe arrastrar y entusiasmar cada vez más al profesional de enfermería”.(2)

La acción real y concreta de cuidado puede trascender el valor y superarlo y es dentro de esa idea que la noción de los valores y las acciones de cuidado pueden ser contagiosas en forma individual y en grupo, si se dan suficientes condiciones. El valor del cuidado se fundamenta en la enfermera creativa cuyo ser es trascendente.

Las condiciones necesarias y suficientes para que se dé el cuidado incluyen:

• Conciencia y conocimiento sobre la propia necesidad de cuidado.
• Una intención de actuar y acciones basadas en el cono cimiento.
• Un cambio positivo como resultado del cuidado, juzgado so lamente con base en el bienestar de los demás.

Se puede agregar a esto que debe haber un compromiso subyacente de valores y moral para cuidar y un deseo para hacer lo. Dentro de los valores que el profesional de enfermería debe luchar por desarrollar para brindar un excelente cuidado, se encuentran muchos.

Sin embargo, es importante resaltar los siguientes:

• Calidad considerada tanto desde la vida personal como profesional.

Con su desarrollo se pretende que el profesional de enfermería llegue a desarrollar un interés permanente por su crecimiento y esto sólo se logrará con “una auto exigencia constante que la conduzca a ponerle amor y cuidado a lo grande y a lo pequeño, lo cual la conducirá a acabar las cosas bien”.(3)

• La dedicación al trabajo permitirá prestar atención al mismo cuidando el orden y adquiriendo tenacidad y constancia en los encargos que se le hagan, con lo cual siempre podrá vencer la pereza y evitar la improvisación en su quehacer. “Además desarrollará un gran espíritu de cooperación que no es más que la actitud permanente de servicio a los demás” lográndose en últimas una labor de equipo con la que se alcanzará una gran repercusión en el bienestar del paciente, la familia y/o el grupo al que se le brinde cuidado, a la vez que se favorece así el desarrollo de características tales como estimar y valorar a los demás, reconociendo sus capacidades y aportes, con lo cual finalmente se pretende alcanzar el progreso propio y el de los demás.
• La alegría debe ser característica esencial del profesional de enfermería. Ésta debe traducirse en el optimismo con el que desarrolle su trabajo, el buen humor que se esfuerce por desarrollar en los momentos en los que no sólo el paciente sino también sus compañeros de trabajo lo necesiten. Esto le permitirá sobrellevar las dificultades de tal forma que se encuentren las soluciones más acertadas y todos sean beneficiados.

Estas características se reflejarán en el trabajo bien hecho, lo cual se verá beneficiado por la creación de un ambiente propicio para el buen uso de la libertad con la que todos contamos para desarrollarnos personal y profesionalmente. Y ¿cómo lograrlo? Siendo profesionales de calidad, poniendo mucho amor y esmero a nuestro trabajo para convertirnos en personas que quieren el trabajo y quieren a su trabajo.

Hasta aquí he tratado de exponer el cuidado como el quehacer del profesional de enfermería y las características que éste, a mi modo de ver, debe tener para que sea considerado un cuidado de calidad, que no es más que luchar porque sea un quehacer excelente. Pero, ¿preguntémonos cómo aplicarlo a nuestra práctica diaria? Ante todo debemos comenzar por la excelencia aplicada a nuestra vida personal, la excelencia no se logra por accidente, la excelencia es un hábito, es un estilo de vida, es una forma de ser. El reto actual es llevar la excelencia al inconsciente. Hay que hacer un inventario de los hábitos mal aprendidos, de los errores aprendidos, hay que comenzar un proceso de desaprender y comenzar a rea prender hábitos de excelencia. O hay un cambio pronto o nos quedamos atrás del ciclo natural de la vida; no nos vamos a mover. El ciclo natural es nacer, crecer, morir. Ahora a nivel corporativo es nacer, crecer, renovarse y seguir creciendo. Comprometerse significa preservar los valores fundamentales, esto hay que saber combinarlo si se tiene en cuenta que la tecnología y los modelos avanzados deben estar fundamentados precisamente a través de los va lo res. Ante todo debemos tener presente a quién cuidamos, esto no es más que tratar al individuo como persona, centrar en ella nuestra atención sin dejarnos desviar por la patología, el catéter, el equipo, etc. La individualidad es lo que hace que una cosa de la misma naturaleza que otra, difiera de ella en el seno de la misma especie y género. El término persona se orienta hacia el “individuo de la especie humana”, el sentido más común que se da a este término es del “hombre en sus relaciones con el mun do y consigo mismo”. La persona es una totalidad, no una simple suma de cualidades. Desde la perspectiva de la orientación antropológica el paciente no sólo tiene una parte somática, sicológica y sociocultural, “posee también una parte espiritual que le da unidad y lo integra al mundo de los valores y los principios fundamentales de la vida”.(3)

Uno de los problemas serios en nuestro cuidado es que en ocasiones tratamos a nuestros pacientes como patologías y no como personas. Por ejemplo, el IAM complicado, el de la cama 8, la diabetes descompensada. El ser humano es persona desde el primer momento de su existencia, y como tal ha de ser tratado, respetado por sí mismo, y no puede quedar reducido a puro instrumento en beneficio de otros. El cuidado de todo paciente tiene como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia, y por tanto, deben respetar su vida y su integridad, sin ser expuesto a riesgos.

Todos los seres humanos son diferentes en parámetros como peso, color, lenguaje, etc, así como en la forma de pensar, en su historia, la actitud ante su enfermedad, ante los problemas y ante la toma de decisiones sobre los mismos. Sin embargo, por tener en común la condición humana, todos tenemos los mismos derechos fundamentales. El primero de esos derechos protege la vida y la integridad física.

El proceso de comunicación dentro del cuidado es un elemento funda mental ya que permite establecer relación verbal y no verbal entre el cuidado y el cuidador, siendo una expresión de la vida misma y cuidar es un acto de vida. La comunicación es posible sólo en un clima de libertad, en el que se pueden expresar pensamientos, sentimientos, sensaciones, etc. La comunicación que se de be establecer con el paciente, la familia y/o el grupo al que se le brinda cuidado, debe estar matizada de elementos tales como:

• Autenticidad de los interlocutores
• Respeto a la originalidad ajena
• Respeto a la originalidad propia
• El deseo de compartir
• La preocupación de hacer comprender
• La actitud de escuchar y de atención permanente.(4)

Dentro de este proceso de comunicación la mirada y la voz de quien cuida son indicadores de cuidado para quien es cuidado. Pero también es importante escuchar, que no es más que dejar hablar; dar tiempo al interlocutor para exponer en la medida y en el modo que considere oportuno su pensamiento y su estado de ánimo, no interrumpirlo y dejarlo terminar. Saber escuchar es difícil. Pero es valioso encontrar un cuidador que sepa hacerlo, sobre todo en los momentos difíciles de la vida. Los cuidadores de la salud nos vemos en la obligación de aprender a escuchar con todo el ser. Saber escuchar no es un comportamiento activo, requiere superar dificultades porque la verdadera escucha tiene su origen en actitudes interiores, que no son de ninguna manera innatas, sino que hay que formarlas para poderlas adquirir.

Otro aspecto que deseo resaltar en el contexto de cuidado es el referente a las características personales de la enfermera dentro de las cuales es importante resaltar el asumir una actitud de querer dar y recibir para facilitar el encuentro, mantener una actitud libre, flexible, cálida, expectante, neutral, desprovista de comportamientos autoritarios y centrada en lo que acontezca en la personalidad del otro.

El reconocimiento del otro en el llamado de cuidado es un elemento primordial en la relación entre el cuidado y el cuidador. El desarrollo de estas características facilita la empatía considerada como la esencia del cuidado. Esta no es más que una condición que otorga al ser humano la capacidad para penetrar en la intimidad del paciente, una facultad del espíritu que germina en todos los seres humanos. La existencia de la empatía radica en un saber de nosotros mismos y de nuestro prójimo, un saber sobre la vida hu mana que tiene como base el individualismo.

La empatía no es un comportamiento que pueda ser adoptado a voluntad según las necesidades del momento, así como no podemos pretender mostrarnos más inteligentes o más creativos de lo que real mente somos. Está determinada por convicciones, valores y necesidades profundamente arraigadas en la organización personal, es decir, tiene que ver con lo que pensamos, con lo que sentimos y con lo que hacemos, es decir, tiene que ver con lo que somos.

Todos estos aspectos hablan de la excelencia personal y profesional que no es otra cosa que la calidad aplicada al cuidado y la acción se constituye en la esencia de la profesión de enfermería. Ésta requiere incorporar, identificarse y revertir todo aquello que nos caracteriza como personas y como profesional de enfermería en el acto de cuidar la salud y/o la enfermedad de una persona o grupo de personas. Además de tener una visión integral del ser humano como persona única, singular e indivisible y ejercer la acción de cuidar en forma integral, es decir, teniendo en cuenta sus aspectos físico, biológico, espiritual y social, que hacen que el hombre sea e interactúe en la dimensión vida-muerte y que al tiempo están permitiendo que el profesional de enfermería brinde un cuidado integral.

En mi experiencia como enfermera en el área de Cuidado y Práctica de Enfermería de adultos en estado crítico y con problemas cardiovasculares, considero que se necesita una investigación sobre medición del cuidado. Esto con el propósito de definir indicadores que permitan medir para hacer socialmente visible el gran desempeño de Enfermería, sistematizar los comportamien tos y las acciones del cuidado.

Referencias Bibliográficas

1. Marriner A. Modelos y Teorías de Enfermería. Tercera Edición. España: Mosby/Doyma Libros. 1994. p. 356.
2. Ariza C. “Es posible humanizar la atención de Enfermería al paciente en estado crítico?”. Actual Enfer. 1998; 1(4):
3. Cornejo MA. Infinitud Humana. La grandeza de los valores. México: Grijalba S.A. 1997.
4. Pinto N. “Intersubjetividad, Comunicación y Cuidado”. En: Dimensiones del Cuidado. Grupo de Cuidado. Facultad de Enfermería. Uni versidad Nacional de Colombia. 1998.

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