Asociación Colombiana de Diabetes, Bodas de Oro
Bodas de Oro
La diabetes mellitus es una frecuente enfermedad metabólica cuya prevalencia comenzó a aumentar por la mayor urbanización de la humanidad. Por el cambio de hábitos alimenticios consistentes en comidas rápidas, en la ingesta de azúcares refinados y por el sedentarismo.
La asociación de estos estilos antihigiénicos de vida con obesidad, hipertensión, enfermedad coronaria y la misma diabetes hizo que tanto el estado como organizaciones no gubernamentales se interesaran en dar a conocer esta patología y prestar ayuda a aquellos que la padecen.
Por esto en 1950 se creó la Federación Internacional de Diabetes (FID), y el 8 de junio de 1954. La Asociación Colombiana de Diabetes (ACD), bajo la dirección científica del doctor Mario Sánchez Medina. De quien dice Efraim Otero: La situación de los diabéticos… se le muestra tan crítica y abandonada. Que sacude los diapasones más íntimos de su sensibilidad social. Tiene el decidido apoyo de sus padres. Al abogado Antonio José Sánchez Naranjo (asesor jurídico de la ACD toda la vida) e Isabelita Medina de Sánchez, quien fundó el servicio de damas voluntarias.
Su primera sede es un pequeño cuarto en el primer piso del –entonces todavía en construcción- Hospital Universitario San Ignacio.
Por otro lado la FID engloba 164 asociaciones nacionales de 130 países, las que tienen por misión trabajar en el mejoramiento de la calidad de vida de estos pacientes y la de liderar la lucha mundial contra la diabetes. Con el paso de los años está alcanzando proporciones epidémicas, y que recibe el apoyo de sus miembros que son personas, asociaciones o empresas.
La idea era la de involucrar a la comunidad, a los pacientes:
al mismo Estado y al personal de salud en un solo esfuerzo por lograr el control y prevención de la enfermedad y de sus complicaciones, promoviendo la educación del diabético y de los médicos, insistiendo en los conocimientos dietéticos y de ejercicio físico, prescribiendo el tratamiento adecuado e indicándole al paciente cómo hacer uso de los medios diagnósticos y del autocontrol.
La Asociación es pues de Diabéticos, y su unión es la razón de ser de ella. La comunidad participa sobre todo a través de la Junta Directiva, que siempre ha estado constituida por importantes dirigentes y empresarios, diabéticos ellos mismos o con seres queridos que han sufrido la enfermedad.
Mario Sánchez Medina
Nació en Bogotá el 17 de octubre de 1919 estudió medicina en la correspondiente facultad de la Universidad Nacional. Donde se graduó en 1945 con un trabajo de tesis titulado “El síndrome de reacción leprosa”.
Se especializó en nutrición y diabetología con P. Escudero en el Instituto Nacional de Nutrición de Buenos Aires, en íntimo contacto con el Hospital de Clínicas y la Facultad de Medicina. Allí comienza su larga amistad con Rafael Camerini-Dávalos, Jefe de Diabetes de Cornell (New York Hospital), gran amigo de Colombia. Comenzó en la capital argentina los estudios en alergia e inmunologìa, que luego finalizara en el Instituto Robert Cooke de Nueva York.
Este doble interés científico lo ha mantenido Sánchez Medina toda su vida.
Podríamos incluso decir que es tanto o mejor conocido internacionalmente por su labor investigativa como inmunólogo, y que la mayoría de sus publicaciones científicas indexadas se refieren al campo de las alergias y de la relación de estas con los ácaros.
Su hoja de vida crece pues en estas dos áreas de la medicina. De 1956 a 1961 fue profesor de Nutrición y Dietética de la Universidad Javeriana, donde su hermana Margarita de Tripp fue decana fundadora de esta escuela.
Entre 1954 y 1978 fue docente de medicina interna en la Universidad Nacional, y en la escuela de enfermería de la Cruz Roja entre 1956 y 1958.
Fue jefe de alergia e inmunologìa en el ISS (1952-1972), en la Caja de Previsión Social de la Universidad Nacional en los mismos años, y en el Hospital Militar (1966-1979).
Fue Presidente de la Sociedad Colombiana de Endocrinología (1964-65).
Posteriormente trabajó durante 17 años como Director de Investigaciones de los laboratorios Merck, Sharp & Dhome. 140 artículos científicos y varios libros constituyen su legado a la medicina y a la biología molecular.
Jaime Cortázar García (En la foto, con Alfredo Jácome Roca y Hernán Mendoza Hoyos)
Por otro lado, una vez obtenido su título de médico, viajó a la escuela de graduados en Boston, donde obtuvo su especialización en Harvard, habiendo trabajado dos años al lado de Stanbury, sucesor en el Mass General de J.H.Means.
Se vinculó al Instituto Nacional de Cancerología donde fundó en 1951 la sección de isótopos radiactivos y endocrinología.
Pronto se le asoció Efraim Otero, quien narra en su reciente libro autobiográfico “La Medicina Nuclear” todas las vicisitudes de aquella época, la “goma” de los isótopos radiactivos, los vaivenes políticos y el ingreso de Cortázar a la administración del Instituto como Director, en reemplazo de Jácome Valderrama.
El fuerte allí fue siempre el tiroides, pero Cortázar, Jaime Ahumada y Carlos E. Cortés Boshell mantuvieron por años una relación con la ACD. Ha sido Cortázar el historiador de los primeros años de la Asociación, y muchos de sus trabajos fueron publicados en compañía de Sánchez Medina.
Por mi amigo Álvaro Mesa conocí a este grupo por primera vez hacia 1960, pues siendo todavía estudiantes asistimos a una reunión de la Sociedad de Endocrinología precisamente en el consultorio de Cortázar y Otero en la calle 52 (arriba de Marly) donde Sánchez Medina hizo una presentación de sus estudios sobre microangiopatìa diabética en la retina.
De allí surgió una primera amistad, y nuestra vinculación transitoria al Instituto para realizar la tesis de grado sobre anticuerpos a la tiroglobulina en tiroidopatìas, que marcó nuestro interés inicial en la endocrinología.
Cortázar escribió:
La inquietud médica ante la situación de los diabéticos económicamente débiles, constituyó la razón para fundar la ACD.
Eran necesarias tres condiciones, que estos diabéticos (de escasos recursos) quisieran asociarse, que se pudiera contar con un grupo médico cuyo deseo de servicio fuera óptimo y que se dispusiere de personal no médico (de apoyo) con igual deseo de servir.
En otra oportunidad, Hernán Mendoza Hoyos dijo que la Asociación es una organización desarrollada al margen de la acción estatal y constituye una típica manifestación de acción comunal en lucha contra la diabetes.
Frente a noxas como esta, agrupable bajo denominaciones tan diversas como hereditaria, metabólica y nutricional, la medicina debe manifestarse plenamente como actividad social, para poder actuar sobre los diversos aspectos del comportamiento del enfermo y con miras a desplazar la enfermedad en virtud de la modificación del medio.
Mendoza Hoyos fue uno de los pioneros en el estudio de las hormonas:
Y dictó el mejor curso –por lo didáctico-que yo recuerde en mi segundo año de medicina, sobre “Fisiología Endocrina”.
Por años enseñaría yo después a través del mismo curso en la Javeriana, y escribiría dos ediciones de mi texto sobre el tema, publicado por la Editorial El Ateneo de la Argentina.
En los Estatutos de la ACD se consignó el interés de contribuir al mejor conocimiento de la diabetes en el país, prestar a los diabéticos que lo necesiten una eficaz ayuda para el logro del tratamiento adecuado, suministrar consultorios atendidos por especialistas al alcance de gente de escasos recursos, conseguir un precio razonable para la adquisición de la insulina y de los fármacos hipoglicemiantes, colaborar en campañas con las autoridades de salud pública, ser vínculo de unión y mejor conocimiento recíproco entre todos los diabéticos colombianos, y crear un cuerpo de científicos dedicados a la investigación dentro de la misma ACD.
Desde un comienzo se pensó en incluir una estructura administrativa, otra de atención médica propiamente dicha y la de servicios sociales y damas voluntarias.
Estos objetivos se han cumplido prácticamente en todos los puntos.
Obviamente que el cambio de sistema impidió que la ACD:
Ya había logrado adquirir cuatro edificios, en dos de los cuales funcionaban camas hospitalarias y servicio de urgencias, lograra mantener esta atención integral que incluía no sólo la atención ambulatoria sino la de hospitalización.
Esta parte dejó de funcionar después de varios años pues resultó financieramente inviable.
Las cifras de prevalencia en aquellas épocas fueron así. En 1956 murieron 425 habitantes del país por esta enfermedad, según lo indicaban los certificados de defunción.
Esto era un 3.3%, porcentaje que subió en 1965 a 3.7%, seguramente por una mejor calidad de estos informes.
Ese mismo año se encontró que la prevalencia de diabetes en la ciudad de Fusagasuga, a la sazón con 10.000 habitantes, fue de 2.4%, mientras que en Oxford fue de 1.7%. Para entonces Sánchez Medina intentó hacer una estadística sobre la atención de la enfermedad en los consultorios particulares, y de los 500 formularios que envió, logro 76 respuestas, sobre diabéticos tipo 2.
Eran unos 200 pacientes, 18% sin complicaciones específicas.
De las complicaciones, 72% eran oculares, 44% cardiovasculares, renales 32%, neurológicas 21% y otras, 7%. Las dietas estuvieron entre 1000 y 2200 calorías diarias, ordenadas todas de manera cualitativa.
La dieta fue la única medida terapéutica en el 23% de los casos:
38% se añadieron hipoglicemiantes orales del tipo tolbutamida o clorpropamida, y en 39% se instituyó insulinoterapia.
En 1960 se atendieron 412 pacientes diabéticos en el Hospital San Juan de Dios, 83 en el San José, 330 en el ISS y 373 en el Cancerológico, todas instituciones de Bogotá.
En cuanto a la ACD, esta atendió en los primeros diez años de funcionamiento, 2495 diabéticos que se habían afiliado en Bogotá.
Sánchez Medina estudió en estos pacientes (además de 505 de consultorios particulares) la incidencia de diabetes en niños y encontró una incidencia de 1.4% o 43 niños (entre 3000 diabéticos).
Los pesos y tallas al nacer fueron similares a los de los bebés normales, la mayoría eran de sexo femenino (31 niñas), la edad de aparición de la enfermedad fue en grupos de números similares (7 eran menores de un año, 8 entre 1 y 3 años, 8 entre 3 y 6 años, 12 entre 5 y 10 años y 8 entre 10 y 15 años).
El diagnóstico correcto se logró, en la mayoría de los casos, antes de los dos meses de la aparición de los síntomas. Estos fueron los clásicos de poliuria, polidipsia, pérdida de peso, vómito, fatiga, acidosis y coma (complicación por la que murieron 3 niños), dolor abdominal, polifagia, irritabilidad, nicturia y enuresis.
La ACD se empeñó desde un comienzo en dar educación al paciente diabético, programa que estuvo bajo la dirección de doña Mercedes Triana de Torrado.
La educación del diabético
No sólo ha consistido en dar información (lo cual es importante) sino en capacitar, transformar e incentivar al diabético para que logre volver motivación la información suministrada, de esta manera buscando su mejor control y prevención de las complicaciones.
La educación del diabético es fundamental, ya que el médico –con su tiempo limitado- se entrega a su tarea de diagnosticar, prescribir, aconsejar, pero el paciente tiene que aplicar, y esto sólo se logra con una intensa motivación.
Si las frustraciones, el estrés, el desempleo y los vicios llevan al enfermo a fumar y beber más, ser agresivo y comer más, este va derecho a una vida más corta y de peor calidad.
Por supuesto que previendo esto, la ACD siempre ha tenido especialistas que atiendan estas complicaciones, como oftalmólogos, cardiólogos, podólogos, vasculares periféricos y ortopedistas, nefrólogos, psicólogos.
Se presta especial atención al cuidado de los pies y al tratamiento de los otros factores de riesgo coronario, como la hipertensión, la hiperlipidemia, el sedentarismo, el tabaquismo y la obesidad.
El estudio rutinario del ojo y la detección precoz de micro albuminuria.
Como los grandes estudios del tipo del UKPDS (Programa de Vigilancia de la Diabetes en el Reino Unido) y el DCCT (Estudio del Control de las Complicaciones de la Diabetes) han demostrado que si la persona logra mantener unas metas adecuadas por muchos años (control de la glicemia, hemoglobinas glicosiladas normales), se puede lograr una reducción hasta de un 75% en las graves complicaciones renales y retinianas.
Así pues que es necesario que el diabético adquiera sólidos conceptos sobre los mecanismos que producen la hiperglicemia, por qué se llega a las complicaciones y cómo lograr prevención y control en diabetes.
No basta con decir: ¡algún día –como todos- moriremos!
Hay que pensar en la invalidez y los dolores que causa la neuropatía, el costo y el problema de la diálisis y posible trasplante, la ceguera, la amputación, la impotencia, el infarto, la trombosis cerebral, las infecciones.
Esto asociado con muchas de las enfermedades crónicas y degenerativas cuya incidencia aumenta con la edad. Se debe procurar que el paciente cambie una posible actitud negativa ante la enfermedad, se adhiera al tratamiento y se busque una mejor relación costo-efectividad.
La diabetes es una enfermedad muy costosa, por lo crónica, por la polifarmacia, por la necesidad de usar métodos tecnológicos de alto precio, por la incapacidad para trabajar.
La educación también incluye el buen cuidado de los pies, la forma de seguir una dieta, de hacer el ejercicio, de aplicarse la insulina, de la aceptación de la enfermedad (particularmente en los niños), de los veraneos en los campos para quienes tienen la diabetes juvenil.
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La ACD se preocupó desde un comienzo en la educación del profesional de la salud.
Así en sus primeros diez años organizó los siguientes cursos: Jornadas Diabetològicas del Atlántico, Barranquilla, Mayo de 1961. Primer Seminario Grancolombiano de Diabetes, Bogotá, Mayo de 1962. Curso de Educación Continuada, Bucaramanga, Mayo de 1965.
Posteriormente, y merced a su vinculación estrecha, con la Asociación (Sociedad) Colombiana de Endocrinología primero, y con la Asociación Colombiana de Medicina Interna después, participó en todos sus congresos científicos donde se presentaron sus aportes investigativos y sus profesionales participaron como conferencista y docentes.
En la reunión anual de los endocrinólogos en Santa Marta, Sánchez Medina fue elegido su presidente, espaldarazo que llevó a una muy fructífera relación práctica y científica entre la Sociedad y la ACD.
Fue especialmente importante la participación en la reunión de Popayán en 1966 y en el Primer Congreso Bolivariano de Endocrinología en Guayaquil, año de 1967.
La aparición paulatina de otros centros de atención al diabético y servicios especializados universitarios de endocrinología:
Fue haciendo más universal esta actividad, pero de todas maneras para bien del diabético y del profesional de la salud.
La ACD (y la Federación Diabetològica Colombiana) son los miembros afiliados por nuestro país a la IDF (International Diabetes Federation). Médicos e instituciones que trabajan en esta patología mantienen estrecha actividad especialmente con la ADA (American Diabetes Association) y la ALAD (Asociación Latinoamericana de Diabetes), pero también con la Asociación de Diabéticos del Uruguay y la Sociedad Española de Diabetes.
La ACD ha tenido boletines y revistas, también un portal (encolombia.com ) y una revista online llamada “Diabetes al día”, de la cual han aparecido dos números.
El cuerpo de damas voluntarias ha sido desde siempre factor fundamental en el desarrollo del lema “Ciencia y Servicio”.
Fundado en 1954 por distinguidas damas como Isabelita Medina de Sánchez:
Madre del director científico (y el programa nutricional por la esposa del doctor Hernando Groot). Se encarga de la recepción durante los días de consulta (lunes a sábado), auxiliares en la atención médica de diabetes, podología, oftalmología y cardiología. Taller Educativo (donde enseñan los métodos generales de higiene del paciente diabético, práctica de curaciones, educación en la aplicación de la insulina y en la dieta alimentaria). Colaboran en la organización de programas de recreación de los niños y en la conformación de su Coro Musical.
Se encargan también de hacer la recolección para la donación semanal de mercados para la alimentación de diabéticos de bajos recursos y de conseguir los dineros para proveer la insulina y otros fármacos a los niños diabéticos de estratos bajos, a través del Plan Padrinos.
Como en el caso de los miembros de la Junta, algunas de las voluntarias tienen seres queridos con diabetes o sufren ellas mismas la enfermedad. Tal es el caso de Ángela Jaramillo de Jaramillo, una de las voluntarias más activas.
Sin embargo sería imposible nombrar a tantas y tan distinguidas damas que allí colaboran, con una mística, eficiencia y amor hacia los pacientes y la institución.
Una sección muy tradicional de la ACD ha sido su laboratorio clínico. Allí se practican las pruebas rutinarias, y en particular las hemoglobinas glicosiladas y las determinaciones de micro albuminuria. Pruebas especiales se remiten a laboratorios de referencia, pero se presta el servicio de la toma de muestras y entrega de resultados.
Particularmente ocupados se encuentran los servicios de oftalmología:
Donde se practican además estudios de retino-angiofluorescenografìa, fotografías retinianas, etc. La atención del pie diabético comprende educación, corte y cuidado de las uñas, infecciones, problemas vasculares e infecciosos, debridaciones, curaciones y remisiones a cirugías especiales cuando la gravedad del asunto así lo amerite.
Desde un comienzo la ACD se preocupó por tener seccionales. Entre ellas estuvieron las de Barranquilla, Bucaramanga, Cali, Neiva y Santa Marta. Estas seccionales se han venido convirtiendo en grupos locales independientes, como el de “Amanecer” en Cali, bajo la dirección de la endocrinóloga Matilde Misrachi de Bernal.
La seccional de Barranquilla perdió impulso a raíz de la muerte violenta de su orientador, el internista Carlos Valderrama Rico, quien falleció ante la agresión de un colega anestesiólogo, en la institución médica donde ambos laboraban.
En Bucaramanga, el líder por muchos años fue el doctor Gustavo Manrique.
Entre 1958 y 1965, diversos médicos graduandos elaboraron sus trabajos de tesis en la ACD. Hubo investigaciones en la relación entre diabetes y cáncer (R.Garrido), estudios sobre las manifestaciones orales (P. Gamboa, Rodríguez) e histopatológicos de la encía (J. Medina, M. Ospitia), laboratorio en nutrición y diabetes (R. Saravia), diabetes infantil (J. Callamand), aplicación de sulfonilureas por vía endovenosa (R.Almànzar y también, C.H. Nieto y J. González), cuerpos cetònicos en orina (L. Ríos) y la prueba de la tolerancia a la glucosa en cretinos (A. Contreras, E. Díaz) entre otros.
Las correspondientes referencias de estas tesis y las de los estudios clínicos con medicamentos, elaborados en la ACD, se encuentran al final de este libro. Hemos de destacar aquí sin embargo, algunas de las investigaciones que en opinión del autor han sido de mayor relevancia.
Otras tesis de grado preparadas para esa misma época:
Aunque en otras instituciones fueron la del estudio comparativo para azúcares en la orina (M.Kauffmann), Glucosurias post-gastrectomía (J.Ospina) y observaciones clínicas sobre el coma diabético (P.J.Sarmiento Acosta).
En la Tercera Reunión Anual de la Sociedad Colombiana de Endocrinología, realizada en Popayán en 1966, la ACD presentó resultados multidisciplinarios obtenidos en el análisis de 2484 historias clínicas, y particularmente de un grupo de 100 pacientes que fueron muy bien controlados.
Bahamòn Amat por ejemplo informó sobre la evolución de las lesiones oculares, y encontró que aunque estas generalmente son fatalmente progresivas, esto depende de la duración y control de la enfermedad, más que de la edad a la que esta se inició. Encontró que los cambios anòxicos comenzaban por un aumento en la permeabilidad capilar, formación de múltiples micro aneurismas y cambios degenerativos locales, pero que nunca son exudativos.
Lo interesante es que se encontró que en los niños, embarazadas y adultos se obtenía mejoría con el buen control, aunque con algunas diferencias. Por ejemplo, en aquellos que por herencia, sobrepeso u otros factores de riesgo ya se observaban algunos cambios oculares, algunas medidas higiénicas como la dieta y el ejercicio lograban la total regresión.
En los niños y jóvenes, la compensación producía reabsorción y desaparición de los cambios tempranos, y en las embarazadas, regresión de edema en polo posterior y de micro aneurismas entre otras cosas.
El problema en los adultos era que no sólo la diabetes sino la hipertensión:
La hiperlipidemia y otros factores que incidían en la arteriosclerosis hacían más lenta en incompleta esta regresión. La evolución de la retinopatía hacia la aparición de secuelas llevaba a daño visual bilateral, retinitis proliferativa, invasión del vítreo y desprendimiento de retina.
Guillermo Ramírez analizó el manejo que se le dio a los coronarios diabéticos, que mejoraron de sus síntomas y en general su pronóstico con el tratamiento adecuado. Callamand atendió 27 niños diabéticos cuyas complicaciones y desarrollo pondo-estatural siguieron un curso normal merced al buen control de la enfermedad.
Soler presentó datos sobre la prediabetes, López Escobar el manejo que se dio a la planificación familiar, Ahumada a la coexistencia de hipertiroidismo y diabetes, dos enfermedades comunes que se observaron en cuatro pacientes de la ACD, un 0.17%. Osorio Matamoros presentó su experiencia con el diagnóstico precoz del cáncer ginecológico, Gustavo Manrique anotó los síntomas y signos de 125 diabéticos controlados en Bucaramanga y Valderrama Rico presentó información del estudio que hicieron de la prueba de prednisona y la aparición de glicosuria en seis de quince pacientes con predisposición a la diabetes.
Por último Cortázar, Gaitàn y Sánchez-Medina presentaron datos sobre la asociación de hiperglicemia y cáncer, tema que siempre fue del interés de los endocrinólogos que han laborado en el Instituto Nacional de Cancerología.
Este primer informe muestra 78 casos del Instituto y 14 de la Asociación. El tipo de cáncer observado en su casuística está directamente relacionado con la incidencia del cáncer mismo, es decir, que se ve diabetes en cáncer de cuello uterino, mama y piel de manera más frecuente que con otros tumores como páncreas, pulmón, hematológico, tiroides, aparato digestivo y urinario.
Se informan cuatro casos de la asociación adenocarcinoma endometrial-diabetes, donde la relación de las dos enfermedades es más clara.
En la Reunión de los Endocrinólogos en 1967, Sánchez Medina y Cortázar informan un caso de alergia a la insulina bovina en una diabética de 40 años, y describen la técnica “in Vitro” utilizada para transformar linfocitos en linfoblastos, como método diagnóstico de alergia a drogas y en este caso particular, a la insulina.
Por esta misma época, estos dos autores realizan un par de estudios clínicos con drogas, que publicaron en la Revista de Endocrinología.
El primero se relaciona con una sulfonilurea de la casa Squibb, la Glihexamida, que es ensayada en 53 diabéticos y es suspendida en dos de ellos debido a efectos colaterales consistentes en un “rash” y en intolerancia digestiva.
En los demás pacientes se obtiene control satisfactorio de la glicemia en 39 de ellos, es decir, hay buenos resultados en 3 de cada 4 pacientes.
Posteriormente se ensayó de manera doble-ciega la fenfluramina, suministrada por la casa AH. Robins, habiendo recibido placebo 20 sujetos y fenfluramina, 28. Hubo una notoria reducción del apetito en el grupo medicado, asociado a pérdida significativa de peso.
La droga fue bien tolerada, y sólo 3 de ese grupo de pacientes presentaron cambio desfavorable de la glicemia en ayunas, mientras que 8 de los 20 que recibieron el placebo presentaron elevación de esta glicemia.
Sánchez y Cortázar acostumbraban trabajar hasta alta horas de la noche–cuando preparaban sus informes científicos-en la sede de la ACD. Por aquellos tiempos, el club capitalino de fútbol Santa Fe cuya casa queda enfrente, mantenía un emblemático león cuyos rugidos fueron un frecuente inconveniente para los vecinos.
Alguna noche Cortázar dijo –refiriéndose a Sánchez Medina- que si allí tienen un león, aquí tenemos un tigre.
La ACD se interesó para finales de los años sesenta en averiguar el estado de la glicemia en los parientes de pacientes diabéticos en el país.
Una investigación de morbilidad del Ministerio de Salud había mostrado los resultados en 500 de 20.000 pobladores mayores de 20 años, quienes recibieron 50 g de glucosa y se les determinó glicemia una hora después.
Al comparar las glicemias mayores de 190 mg/dl se encontró que el número en Colombia fue notoriamente menor al porcentaje en la población norteamericana.
Los investigadores Sánchez Medina y Cortázar estudiaron 10.293 parientes de diabéticos (59% mujeres), provenientes de 1039 familias residentes en Bogotá pero representativas de todas las regiones del país.
Se midió glicemia por la técnica de Somogyi en ayunas, a la media hora y a la hora, después de haber administrado 100 g de glucosa, y se midió glicosuria en forma sistemática.
La prevalencia de diabetes fue de 6.82%, algo más en mujeres, con una correlación positiva entre edad y diabetes, pero no entre cercanía de parentesco y diabetes.
Posteriormente, en 1973 Sánchez Medina y Orjuela publican sus resultados con la prueba de angiofluoresceìna en lesión retiniana no proliferativa en 108 pacientes, la mayoría mujeres, que incluyó además otros estudios oculares como la retinoscopia, biomicroscopìa, queratometrìa y retinografìa a color. La fluoresceinografìa mostró alteraciones del tipo de micro aneurismas, dilatación venosa y obliteración capilar.
La ACD continuó estudiando a este grupo de pacientes (82 mujeres y 26 hombres, que incluían 10 controles), a los que se le realizó estudio oftalmológico completo y biopsia de pies, para analizar la microangiopatìa diabética. Diez más tuvieron biopsias renales, vaginales y de nervio periférico para estudios ultra estructurales, y a 8 se les hicieron biopsias rectales.
Los resultados fueron publicados para 1977 en la “Monografía sobre Diabetes” de la Sociedad Colombiana de Endocrinología e incluyó 31 microfotografías.
Un engrosamiento variable en arteriolas de piel se observó en 55% de los pacientes mientras que un infiltrado mononuclear peri vascular estuvo presente en 42%. 30% de las biopsias vaginales mostraron engrosamiento vascular.
Las biopsias renales mostraron alteraciones en grado variable, consistentes en engrosamiento arteriolar, infiltración linfocitaria intersticial, glomerulosclerosis nodular difusa y mixta, engrosamiento de membranas basales de cápsula de Bowmann y de tùbulos, con infiltraciones glucogénicas y/o de lípidos en el epitelio tubular.
La ultra estructura mostró aumento de la membrana basal capilar, zonas de rarefacción fibrilar, amputación de los podocitos de las células epiteliales y acumulación de gotas de grasa en las células del mesangio.
En cuanto a las biopsias de nervio se encuentran cambios de neuropatía diabética mas no de vasa nervorum, los que sólo se encuentran en los estudios post-mortem, debido a que el componente metabólico es más importante en esta complicación que el vascular propiamente dicho.
En este importante estudio participaron diabetòlogos como Sánchez Medina, Soler, Torres, Iregui y Ramírez Zárate, patólogos como Ospina y Dorado, el cardiólogo Guillermo Ramírez y el ginecólogo Hernando Osorio. Sánchez, “el mono” Osorio (aunque le conocí de pelo blanco) y Doradito (como cariñosamente se le llama a este estupendo patólogo), fueron mis profesores de pre-grado en la Javeriana.
En la década de los ochenta hubo un nuevo rumbo en la consulta y en las actividades educativas de la Asociación.
Hasta esa época, los pacientes venían siendo atendidos generalmente por voluntarios, médicos generales o especialistas no diabetòlogos, quienes con esfuerzo y lealtad se encargaron de atender estos enfermos de estratos bajos, al tiempo que participaron en los proyectos investigativos de la institución.
Para ese tiempo dichos colegas decidieron retirarse, dando paso a una nueva generación de endocrinólogos:
Quienes –junto con Sánchez Medina- se han preocupado de que la ACD marque las pautas de manejo y educación del diabético en Colombia. A Pablo Aschner se le sumaron William Kattah e Iván Darío Escobar entre otros, al igual que Ettica de Rosembaum en la parte de la educación del paciente, cuya labor –aunque transitoria- fue de suma importancia en esta nueva etapa.
Posteriormente se vincularía la psicóloga Gloria Rey de Méndez, quien dedicó una vida de trabajo a lograr resultados en este campo educativo, que fue truncado por su temprana desaparición.
Recuerdo que en mi última época de la Javeriana se firmó un convenio con la Asociación, lo que se vio favorecido por la doble vinculación de Pablo Aschner. Así se fortaleció la vocación docente de la ACD, convirtiéndola en un centro de enseñanza universitaria.
Los Fellows de endocrinología, residentes, estudiantes y algunos especialistas del Hospital San Ignacio prestan sus servicios asistenciales y participan en actividades docentes en esta institución para enfermos diabéticos.
Hablando de endocrinólogos, la antigua Sociedad (ahora Asociación) tuvo durante años como sede de sus reuniones la vieja casa de la ACD.
Allí se presentaron trabajos, se recibieron nuevos miembros, se eligieron juntas, se cocinaron los números de la Revista, se organizaron reuniones anuales, pasaron importantes conferencistas extranjeros y se hicieron ocasionales reuniones sociales.
Recuerdo un hermoso árbol de Diosme:
Plantado en uno de los patios y que parecía como un pino cubierto de nieve, por sus flores blancas. Este arbolito debió ceder su lugar a la necesaria remodelación y ampliación de las instalaciones, que convirtió al pequeño patio en una sala de espera cubierta de una marquesina.
Allí en la ACD hemos hecho consulta muchos endocrinos, yo la hice por unos meses en el año 68, cuando el volumen de pacientes que había que ver era impresionante.
Finalmente la ACD dejó de ser sede la Sociedad, pues se puso de moda de que había que hacer las reuniones nocturnas en sitios más cercanos adonde vivían los médicos, es decir, más hacia el norte.
Pero la ACD permanece en nuestra memoria como el recuerdo de una época importante en la medicina colombiana.
Una preocupación que la ACD ha tenido desde siempre es el manejo del pie diabético.
El equipo interdisciplinario está dirigido por el diabetòlogo Jorge Guerrero, de las mismas entrañas de la Asociación ya que allí hizo su entrenamiento formal, y fue el encargado de dirigir las urgencias en la época en que hubo sección hospitalaria. Después de hacer entrenamiento adicional en Buenos Aires, él se ha interesado en este aspecto tan importante en los enfermos, y en este esfuerzo cuenta con la colaboración de podólogos, cirujanos vasculares y enfermeras con gran experiencia.
Puede uno ver como se salvan muchos de estos pies que parecen perdidos que tienen una alteración neuropàtica de base.
La neuropatía
La neuropatía aparece más pronto que tarde con el tiempo y el mal control, que daña los nervios por el acùmulo de azúcares que lo edematizan y destruyen. Con el daño adicional de los microvasos que lo nutren.
Después viene la pérdida de los reflejos, de la sensibilidad y de la vitalidad de la piel, con el subsiguiente trauma, infección, ulceración, dolor quemante, signos tròficos en piel y uñas, y si además hay isquemia arterial, la aparición de la temida gangrena.
El pie hipòxico se infecta con anaerobios –difíciles de erradicar- con hongos, se produce la claudicación intermitente (agravada por el tabaquismo). El pie caído y finalmente la temida amputación, cirugía que se trata de evitar por todos los medios con la atención del podólogo. Educa sobre el cuidado de los pies, el corte de las uñas y el tipo de calzado que debe usarse.
Guerrero trabaja también en la educación del paciente a través de revista “Diabetes al Instante” (y del portal de Internet que lleva el mismo nombre). Con la colaboración de Lázaro Jiménez y de un grupo de nutricionistas, la revista es agradable de leer y está muy bien diagramada, a todo color, con artículos variados y de gran utilidad para el enfermo.
La ACD adquirió posteriormente una sede en el barrio Polo Club:
Al norte de Bogotá, donde se prestan servicios de apoyo al diabético. Tanto en la parte educativa como logística. Pues allí se pueden adquirir medicamentos, elementos diagnósticos e informativos. Por decisión propia, la ACD ha centralizado sin embargo todos los servicios asistenciales en la sede del barrio La Magdalena.
Actualmente el numero de afiliados es de 38.000, la mayoría diabéticos tipo 2, aunque en 2002 se han visto unos 70 niños con diabetes tipo 1.
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