El Profesionalismo Médico
José Félix Patiño Restrepo, MD, FACS (Hon.)*
Palabras clave: profesionalismo médico, profesión médica, ciencia médica, competencia profesional, medicina, ejercicio profesional.
Resumen
La ética y el profesionalismo constituyen el fundamento de la actividad de la medicina, que es una empresa intensamente moral. El profesionalismo no es sólo la base del contrato social de la medicina, sino, principalmente, una fuerza estructuralmente estabilizadora y moralmente protectora de la sociedad. Un profesional es la persona que se ubica en una de las disciplinas eruditas y que actúa observando los estándares técnicos, éticos y deontológicos de una profesión. El concepto de profesionalismo incluye cuatro componentes fundamentales: 1) conocimiento especializado; 2) autonomía en la toma de decisiones; 3) compromiso de servicio a la sociedad; 4) autorregulación. La transformación corporativa de los sistemas de salud que ha ocurrido principalmente en Colombia y en los Estados Unidos constituye una amenaza de destrucción del profesionalismo médico. Es el fenómeno, ya declarado como una ominosa incipiente realidad, de la desprofesionalización de la medicina, que pasaría de ser una noble profesión a convertirse en un simple oficio al servicio de los intereses corporativos. Como reacción se ha conformado un movimiento médico global, el Medical Professionalism Project que pretende el fortalecimiento del profesionalismo en el nuevo milenio a través de la implementación de tres principios y diez responsabilidades profesionales fundamentales.
La medicina es una empresa moral, intensamente moral. Esto significa que la ética y el profesionalismo constituyen el fundamento de su actividad, y que la medicina actúa en la sociedad como una comunidad moral.
Los términos “profesión” y “profesionalismo” se refieren aquí a un grupo caracterizado por una moral interna, constituido por las profesiones de la salud: medicina, enfermería, odontología y otras, las cuales, en un contexto de moralidad fiduciaria, tienen como primer objetivo el servicio al público (Langley, 2004).
Es creciente la frustración de los médicos frente a los cambios en los sistemas de atención de la salud que han creado un abismo entre los derechos y expectativas de los pacientes y la posibilidad de ofrecerles una atención de alta calidad con pleno disfrute del enorme avance científico y tecnológico de la medicina.
En febrero de 2000 se lanzó el proyecto “Profesionalismo médico en el nuevo milenio” por participantes provenientes de nueve países con el propósito de identificar los valores del profesionalismo médico para ser observados por todos los médicos como el fundamento sobre el cual se conviertan en activistas y agentes para promover reformas en los sistemas de salud que tiendan a dar soporte a tales valores (Langley, 2004; Medical, 2002a,b).
El Profesionalismo es la Base del Contrato de la Medicina con la Sociedad.
Pero es evidente, como lo afirma R.A. Castaño (1999a), que
“la crisis en la financiación de los servicios en el mundo, acelerada por la necesidad de reducir el tamaño de los estados, el espiral ascendente del costo de la tecnología médica, y las exigencias a los gobiernos para que garanticen los derechos sociales y económicos y no simplemente los derechos civiles, han puesto a la profesión médica en una encrucijada que hace tan sólo unas décadas no sospechaba”.
Castaño ha planteado una renegociación del contrato social con la profesión médica en términos de pasar de ser agente del paciente como una obligación, a una función doble de agencia y distribución de recursos. Sin embargo, también lo dice, con ello se crea una doble lealtad: hacia el paciente y hacia el pagador, la cual se puede manejar con mecanismos transparentes de discusión. Se trata, según Castaño, de un redimensionamiento de las relaciones entre la profesión médica y la sociedad (Castaño, 1999b).
Con la implementación de la Ley 100 de 1993 que establece la “medicina gerenciada” (managed care), estamos frente a un dilema ético: por una parte el beneficio social, y por otra, la suplantación del imperativo hipocrático de defensa de los intereses del paciente por el mandato burocrático de las empresas que administran los cuantiosos recursos económicos del sistema.
Con razón se ha planteado que en los comienzos del nuevo siglo, el profesionalismo médico está en peligro (Wynia et al., 1999). En forma cada día más pronunciada, perversos incentivos financieros, feroz competencia comercial y erosión de la relación médico-paciente atentan contra los valores que constituyen el profesionalismo médico.
El Profesionalismo como Baluarte Social
El profesionalismo médico no puede ser simplemente concebido como una actividad enmarcada por las fuerzas del mercado o la regulación gubernamental. Es más bien una relación con la sociedad asentada en un fundamento moral.
El profesionalismo médico así concebido y estructurado, viene a ser una fuerza estabilizadora en la sociedad. Junto con la actividad del sector privado y del sector público, es un bastión en la trama de una sociedad estable. En efecto, las profesiones como la medicina protegen no sólo a personas vulnerables, sino, especialmente, a los valores sociales vulnerables. Cuando se desestabiliza el profesionalismo en la actividad central de una comunidad, sobrevienen graves problemas sociales (Wynia et al., 1999).
En la atención de la salud, la calidad sólo puede ser asegurada mediante el fortalecimiento del profesionalismo, porque sólo el profesionalismo posee la capacidad para definir estándares, fortalecer la educación y ejercer el control por pares.
Se ha discutido, y también criticado, la dominación profesional que ha ejercido el médico por medio del manejo monopólico de sus conocimientos. Pero es que aquí está involucrado el concepto de autonomía, que es la que permite al médico tomar decisiones y llevar a cabo un tratamiento a partir de una hipótesis diagnóstica. Ello implica una tremenda responsabilidad, que recae exclusivamente sobre sus hombros. También está involucrado el concepto de la autodirección, que es más o menos lo mismo que la autorregulación. Fortalece el concepto de dominación profesional otro elemento muy importante del profesionalismo, cual es la confianza por parte de la sociedad.
El profesionalismo médico es más que una actividad incrustada en el concierto de las actividades humanas; es más que una manera de aplicar los resultados del progreso tecnológico y científico para beneficio de la sociedad; es más que una acción orientada a la distribución equitativa de un bien, el cuidado de la salud. El profesionalismo médico es una fuerza estructuralmente estabilizadora y moralmente protectora de la sociedad, es uno de los pilares que asegura su estabilidad (Wynia et al., 1999).
Definición y Características
¿Qué se entiende por profesionalismo y por profesión?
Según el Diccionario Webster, profesional es la persona que se ubica en una de las disciplinas eruditas y que profesa y actúa según los estándares éticos de una profesión. Profesión es una actividad que implica conocimiento especializado y una prolongada preparación académica.
La definición del Diccionario de la Real Academia Española es más lacónica: profesional es la persona que ejerce una profesión, y profesionalismo es el cultivo o utilización de ciertas disciplinas, artes o deportes, como medio de lucro.
En nuestra visión, que coincide con la de Cruess et al. (2000), el concepto de profesionalismo médico incluye cuatro componentes fundamentales:
1. Conocimiento especializado, o sea erudición y sabiduría en la medicina como ciencia.
2. Autonomía en la toma de decisiones, que, en el caso específico de la medicina constituye la esencia del acto médico.
3. Compromiso de servicio a la sociedad, en el contexto ético, moral y deontológico* de la medicina.
4. Autorregulación, que diferencia a las profesiones de los oficios.
El primer componente del profesionalismo es el conocimiento, la inteligencia médica. El conocimiento biomédico es vasto, y crece día a día con gran rapidez. La investigación científica acrecienta el conocimiento, el cual debe ser puesto al servicio de la sociedad. Es deber del médico velar por este objetivo, evitando que sea interferido por mal concebidas regulaciones gubernamentales o por intereses corporativos.
La revolución de las comunicaciones y el desarrollo de las tecnologías de la información, o sea la informática, ponen el conocimiento al alcance del médico, sin límites de fronteras o de tiempo.
El conocimiento médico constituye el capital intelectual de la medicina, el cual debe ser salvaguardado e incrementado por cualquier sistema de salud a través de programas de capacitación, educación continuada, investigación y el establecimiento de bibliotecas y facilidades de informática. Es obligación del médico actualizar en forma permanente su capital intelectual, que es el primer escalón en la construcción de la idoneidad.
La medicina, como las otras profesiones, es dueña de un arsenal de conocimientos especializados y de su administración para beneficio del paciente y de la comunidad. En épocas anteriores, en lo pertinente a la medicina, el manejo del conocimiento ocurrió en forma monopólica. Pero hoy en día ello no es así, dada la globalización y la explosiva revolución de las comunicaciones. Hoy el público tiene amplio acceso al conocimiento en salud y, en términos generales casi con tanta facilidad como el médico. La salud ha venido a ser parte de la cultura general, lo que el físico Marcelo Alonso ha llamado la “tercera cultura”.
El segundo componente, la autonomía en la toma de decisiones, diferencia a una profesión de un oficio. En el caso de la profesión médica no puede ser abolida por decisiones burocráticas provenientes de empresas intermediarias, cuyo objetivo principal es la contención de costos. Pero el profesionalismo médico implica que los profesionales sean conscientes de la disponibilidad de recursos y tengan la capacidad de negociar las prioridades sociales a fin de lograr un equilibrio entre los valores de la medicina y otros valores de la sociedad (Wynia et al., 1999).
El tercer componente del profesionalismo es el compromiso de servicio social en términos de velar con altruismo por la salud de las poblaciones. Esta es la razón de ser de la medicina, este es su principal objetivo. Aristóteles dijo que el fin de la medicina es la salud de las gentes, y el imperativo hipocrático establece un propósito de beneficencia social para la medicina, en un contexto ético, moral y deontológico.
Este compromiso se inicia con la relación médico-paciente, donde el médico es el agente del paciente como fideicomisario de la confianza que en él o ella deposita. Esta relación constituye la esencia del contrato social de la medicina, y se extiende no sólo al individuo sino a la comunidad.
En tal capacidad, el médico tiene la obligación moral de disentir de políticas o actividades corporativas que erosionen los valores fundamentales de la atención de la salud. Como lo afirman Wynia, Latham y Kao, aquí reside la diferencia entre el verdadero profesional y un simple doctor al servicio de una compañía.
El cuarto componente del profesionalismo es la autorregulación. Las profesiones se regulan a sí mismas por diversos mecanismos de control; en contraste, los oficios son regulados desde fuera. La medicina ha establecido en el devenir de su historia una recia estructura autorregulatoria a través de códigos de ética, estándares de práctica profesional, comités de auditoría, acreditación y certificación por pares y tribunales de ética médica. El fortalecimiento de los mecanismos de autorregulación es garantía de idoneidad para la sociedad, y éstos nunca deben ser sustituidos por regulaciones emanadas de entes estatales o privados.
Reconociendo que el profesionalismo médico es un concepto complejo que comprende una variedad de actitudes, valores y comportamientos, otros autores (Swick et al., 1999) lo definen según cuatro atributos:
1. Subordinación de los intereses propios para favorecer los intereses del paciente.
2. Observación de elevados estándares éticos y morales.
3. Respuesta a las necesidades de la sociedad.
4. Posesión de valores humanísticos (empatía, integridad, altruismo, confianza).
* Editor Revista Colombiana de Cirugía. Expresidente Asociación Colombiana de Cirugía.
* Ética: (lat. ethica, del gr. ithiká). a. Parte de la filosofía que estudia la valoración moral de los actos humanos. b. Conjunto de principios y normas morales que regulan las actividades humanas.
Moral: (lat. moralis, de mos, moris, costumbre). 1. Relativo a las costumbres o a las reglas de conducta: valores morales. 2. Que es conforme o favorable a las buenas costumbres en oposición a lo físico y material: formación moral. s.f. Conjunto de reglas de conducta propuestas por una determinada doctrina o inherente a una determinada condición.
Deontología. s.f. Parte de la ética que trata de los deberes y principios que afectan a una profesión: deontología médica.
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