Editorial: ¿Es Posible la Cirugía Académica?
Saúl Rugéles, MD*
El Simposio Nacional del Residente Quirúrgico del Congreso Nacional de Cirugía del año 2004 fue declarado desierto. El Comité Coordinador del evento solo recibió en forma extemporánea un trabajo que no cumplía con los requisitos para participar.
Este simposio fue creado por la Asociación Colombiana de Cirugía, con el objetivo de presentar en él los mejores trabajos de investigación desarrollados dentro de las escuelas de medicina. Nació ante la necesidad de estimular la producción científica y crear un espacio en donde la comunidad quirúrgica pudiera encontrar buenos diseños de investigación y los resultados de la producción intelectual de los cirujanos académicos colombianos. El simposio creció paulatinamente en calidad y cantidad de trabajos, los cuales fueron publicados en revistas nacionales y algunas internacionales indexadas.
Es ineluctable formular la pregunta necesaria: ¿cuáles son las razones de la ausencia de trabajos en este año? Se me vienen a la cabeza varias posibles respuestas.
La urgencia de día a día en la vida de los cirujanos colombianos posiblemente no deja tiempo para lo importante. Porque la crisis económica que atravesamos nos exige medidas desesperadas de supervivencia, las cuales incluyen eliminar de nuestra agenda cualquier actividad que no sea generadora de ingreso inmediato. El rebusque quirúrgico nos impide dedicar tiempo a la planeación y desarrollo de nuevas ideas, o al diseño de estrategias para contestar preguntas clínicas cotidianas, actividad que engendra el inicio de un buen proyecto de investigación.
Y es que, por excelencia, la necesidad de investigar debe gestarse en el requerimiento de contestar preguntas pertinentes, que al ser respondidas solucionarán alguna problemática quirúrgica importante para el ejercicio de la especialidad en nuestro medio. En otras palabras, la investigación debería ser pertinente, factible y socialmente orientada. Este “deber ser” contrasta odiosamente con la realidad. Vemos a los hospitales universitarios participando cada día en más y más proyectos de investigación multicéntricos diseñados por investigadores foráneos, cuyos resultados en poco o nada afectan el ejercicio médico local. La capacidad de desarrollar protocolos locales ha decaído y la disponibilidad de recursos de financiación para protocolos clínicos es exigua.
Cualquier lector de estas líneas puede señalar a la crisis de la salud y dentro de ella, la crisis de los hospitales universitarios como la principal culpable del cuadro descrito y posiblemente no se equivoque. Pero, me pregunto, ¿en dónde está la universidad? ¿Cuál ha sido la actitud de la universidad colombiana ante la crisis de sus hospitales, que son los laboratorios de las facultades de medicina? Con pocas excepciones, la universidad se ha convertido en espectadora pasiva del espectáculo en donde los poderosos intermediarios del mercado decretan la condena de muerte de la medicina universitaria por considerarla poco eficiente. La universidad ha sucumbido ante la presión del mercado, que exige médicos y especialistas adaptados al sistema. Ha sacrificado la formación de individuos de espíritu crítico, con capacidad analítica, inquietud social, visión de conjunto y capacidad de impactar y modificar el medio, por un egresado “adaptado”, trabajador conforme, fácilmente absorbido por el mercado. La formación integral se cambió por la profesionalización, tarea indudablemente más fácil y rentable.
Desde muchos escenarios académicos se culpa de este fenómeno a la aparición no controlada de nuevas escuelas de medicina, ante la mirada impávida del país médico y político, fenómeno amparado por la funesta Ley 30 de Educación Superior. Pero la respuesta de muchas escuelas tradicionales ha sido una respuesta típica de mercado: aumento progresivo de los cupos disponibles en sus aulas para “competir” dentro de las nuevas condiciones. La contratación de profesores busca, sobre todo en la universidad privada, la vinculación de mano de obra económica en donde se da poca importancia a la producción intelectual, siempre y cuando el individuo cumpla con las labores docentes encomendadas y “tolere” la presencia de los estudiantes.
Después de considerar este escenario, no debe extrañarnos la ausencia de trabajos para nuestro Simposio Nacional del Residente Quirúrgico. Las causas son claras…¿y las consecuencias? La no producción intelectual y la no producción tecnológica nos condena al subdesarrollo, a la nueva esclavitud, a sucumbir inermes ante el avasallador avance de la economía de escala, potenciada por el inminente e inevitable escenario de fronteras abiertas indiscriminadas que nos será impuesto en muy poco tiempo.
Apreciados colegas, no dejemos marchitar los espacios de academia que nuestra querida Asociación ha creado para nosotros. Aunque lo gremial y económico es inminente, lo académico es verdaderamente imprescindible.
Correspondencia:
SAÚL RUGELES, MD
rujeles@javeriana.edu.co
Bogotá, Colombia
* Secretario. Asociación Colombiana de Cirugía.
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