Libro Cáncer Mamario

Disertación del Profesor José Félix Patiño con motivo del Lanzamiento de la Segunda Edición del libro CÁNCER MAMARIO del cual es autor el doctor Hernando Abaúnza Orjuela, en acto realizado el 26 de febrero de 1997 en el Club El Nogal de Bogotá.

Disquisición Bibliográfica

Presentar un libro es un privilegio. y presentar una segunda edición de un gran libro es una enorme satisfacción. Pero presentar un libro de Hernando Abaúnza significa algo muy especial.

Pocas personas han tenido tanta influencia en la medicina colombiana contemporánea como Hernando Abaúnza. A quien conozco hace 39 años. En efecto, en 1958, cuando llegué al Hospital San Juan de Dios, en mi primer cargo docente con la Universidad Nacional, encontré un grupo brillante de residentes de cirugía, movidos por la más profunda vocación, y entre ellos un R2 de singular talento, prodigiosa energía y contagioso dinamismo. Además, excepcionales dotes de caballerosidad y un alma en extremo generosa.

Era Hernando Abaúnza, ese joven de tan altas calidades personales que ya presagiaban una distinguida carrera.

Bien: Han pasado ya casi cuatro decenios, y Abaúnza ha cumplido. Ha cumplido consigo mismo, con su país, y, sobre todo, con la cirugía. Parodiando a Harvey Cushing, Hernando Abaúnza es la personificación del Consecratio Medici, de la consagración a la medicina, especialmente de la consagración a la cirugía.

Abaúnza ha ocupado altos cargos en jefaturas de departamentos de cirugía de grandes hospitales, donde creó escuela y dejó profunda huella de excelencia técnica, científica y ética.

Como Presidente de la Sociedad Colombiana de Cirugía, como Gobernador del American College of Surgeons, como Director Ejecutivo de la Sociedad Colombiana de Cirugía y de la FELAC, ha promovido esa misma excelencia y ha dado lustre a la ciencia y arte de la cirugía colombiana y latinoamericana.

Hernando Abaúnza es un cirujano maestro. Pero además, un creador, un gestor y un gran administrador.

Uno de los campos de su interés ha sido la patología mamaria.

Como resultado de ese interés, de su gran inquietud intelectual y de su voluminosa y ordenada experiencia personal, Abaúnza publicó en 1987 la primera edición de Cáncer Mamario.

En el prólogo de esa primera edición me referí a cómo el texto de Abaúnza habría de cumplir en nuestro medio un papel similar al que cumplieron las obras de dos notables cirujanos norteamelicanos: C.D. Haagensen y Francis D. Moore. Anoche bajé de los anaqueles de mi biblioteca estas dos obras para comprobar mi vaticinio: hoy, 10 años más tarde, aparece, por demanda general, la segunda edicién de la obra de Abaúnza.

Esta Segunda Edición es un excelente texto de 382 páginas, bien diagramadas y profusamente ilustradas. Está dividida en 21 capítulos que cubren todo el tema en forma comprensiva. Colaboraron 16 autores de reconocida experiencia, bajo la dirección intelectual de Abaúnza, quien es autor único de II capítulos. El diseño es de Preprensa Digital y la edición de Avanzar Editores Ltda., de Bogotá.

Hace apenas unos días tuve un privilegio similar. Se trataba de presentar la tercera edición de Medicina Interna, el texto de Chalem, Escandón, Campos y Esguerra. En esa ocasión me permití hacer unas observaciones sobre el libro y su historia. Perrnítanme, esta noche, otros escolios, como diría don Nicolás Gómez Dávila.

El libro, que en palabras de Hipólito Escolar, director de la Biblioteca Nacional de Madrid, es el más fecundo invento del hombre, la herramienta más-prodigiosa por él creada. El libro, entendido no en su sentido físico, sino como el de su contenido, no como conili1ente o como forma material.

Jorge Luis Borges se expresa en forma similar:. “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro, es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”.

Por supuesto, al pensar en el libro lo asociamos con la escritura. La escritura, a la cual Georges le an llama el “archivo de la memoria”.

La escritura ha variado a través del tiempo de acuerdo con las características culturales y las necesidades intelectuales de las diferentes épocas. Es así, como hemos pasado de las tabletas de arcilla de las civilizaciones Sumerias, de Creta y de Micenas, al papiro de los egipcios y al pergamino de la gran ciudad de Pérgamo, que pretendió rivalizar con Alejandría como la capital cultural de la antigüedad.

En papiro, en pergamino, y luego en papel, se transmitió el conocimiento universal, la cultura de Atenas y de Alejandría, y más tarde de Roma, en volúmenes que primero fueron rollos (más de 500.000 en la gran Biblioteca de Alejandría). En papiro y en pergamino se escribieron las obras de los enciclopedistas romanos, de Celso y de Plinio el Viejo, y se copiaron los textos de Aristóteles y de Hipócrates. En esos materiales se escribió la obra de Galeno.

Ya en el ocaso del Imperio Romano hace su aparición el codex, o sea el libro de hojas, similar al libro de hoy.

Durante la Edad Media en los scriptoria de los grandes monasterios de Europa se copiaron las grandes obras de la cultura antigua, y se transfirió el conocimiento humano hasta el Renacimiento, como lo relata en forma magistral Umberto Eco en El Nombre de la Rosa.

Hacia mediados del siglo XV, Johannes Gutenberg, de Meinz, publica la Biblia de 32 líneas en su imprenta de tipos móviles. Y con ello se produce una profunda revolución intelectual, un profundo choque cultural, cuando el libro impreso reemplaza al lujoso libro manuscrito medieval.

Se estima que cuando en 1450 apareció el primer libro impreso, la Biblia de Gutenberg, había unos 30.000 libros en las bibliotecas monásticas de Europa, casi todos en latín, y unos pocos en griego. Cincuenta años más tarde, en 1500, había unos 9 millones, y para entonces muchos de ellos en las lenguas vernáculas.

Ahora estamos en la era del libro digital, del texto electrónico. Es otra forma de escritura, y como en 1450, se produce otra revolución, otro choque cultural. ¡Cómo me impresiona contemplar los gruesos 32 volúmenes de mi última edición de la Enciclopedia Británica, y al lado un disco compacto que contiene la totalidad del texto de esos 32 volúmenes!

El texto electrónico, el libro digital y la biblioteca virtual, son una realidad. Es la nueva forma material del libro.

El libro tiene prehistoria, como lo analiza en detalle Hipólito Escolar. El libro prehistórico es el libro oral, que fue la primera forma que tuvo el libro y que ha perdurado durante milenios, incluso conviviendo con el libro escrito.

Evidentemente es extraño hablar de un libro que no tiene forma material tangible, pero, como lo dice Escobar, una cosa es el contenido o mensaje, y otra la forma material en que se presenta, y es ésta la que ha variado con el tiempo.

Los poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea, marcan el comienzo de la literatura occidental y, por lo menos por dos siglos, se transmitieron en forma oral. Sólo vinieron a ser escritos en Atenas, cuando ya se había adoptado el alfabeto fenicio, posiblemente a mediados del siglo VIII a. de C.

Platón, por boca de Sócrates, expresó una postura antagónica frente al libro escrito, la cual es bien aparente en el Fedro. Tal actitud, que en primera instancia aparece extraña, es comprensible, por cuanto Sócrates y Platón preconizaban el arte de la retórica y la dialéctica como la expresión suprema del ser humano: “Pues eso es, Fedro, lo terrible que tiene la escritura y que es en verdad igual a lo que ocurre con la pintura. En efecto, los productos de ésta se yerguen como si estuvieran vivos, pero si se les pregunta algo, se callan con gran solemnidad. Lo mismo le pasa a las palabras escritas. Se creería que hablan como si pensaran, pero si se les pregunta con el afán de informarse sobre algo de lo dicho, expresan tan solo una cosa que siempre es la misma. Por otra parte, basta con que algo se haya escrito una sola vez, para que el escrito circule por todas partes lo mismo entre los entendidos que entre aquellos a los que no les concierne en absoluto, sin que sepa decir a quienes debe interesar y a quienes no”.

He dicho que hoy podemos interpretar a Platón bien en forma negativa, como elitista intelectual, o bien en forma positiva, expresando un criterio de pertinencia.

El libro estático al que se refiere Platón, no es el libro moderno, el cual es dinámico, aun en su forma impresa. Un buen ejemplo es lo que ocurre esta noche, cuando celebramos ellanZámiento de la segunda edición de un libro que se ha consolidado como fuente primordial de documentación, en el curso de apenas 10 años. ¡Cáncer mamario es un libro vivo!

Y también me he preguntado: ¿Qué opinaría Platón frente al texto digital, al libro electrónico? ¿Cuál sería su actitud hoy, frente al computador, a esa máquina formidable, que como amplificador de la capacidad intelectual del hombre nos permite el hipertexto y la multimedia, el acceso múltiple y simultáneo sin límites de tiempo o distancia?

Cuánto más bella es la poesía recitada que leída. Sólo hay que escuchar las grabaciones de la voz de Neruda, o de Pedro Gómez Valderrama …

En 1995, luego de varias operaciones de cataratas, cuando precisamente se incorporaba a la Academia Argentina de Letras y era nombrado director de la Biblioteca Nacional, Jorge Luis Borges perdió la vista casi totalmente. Tiempo después, hablando de su ceguera, la definía como un lento crepúsculo que ha durado más de medio siglo. Por largo tiempo, hasta su muerte en Ginebra en 1986, la ceguera le impidió leer y escribir. Pero su memoria, su instinto, le permitieron dictar como si escribiera. Es el Borjes oral, el del libro oral. Sus conferencias en la Universidad de Belgrano en 1978 aparecen en un libro así titulado, Borjes Oral.

Me he referido a las calidades intelectuales y profesionales de Hernando Abaúnza. Su fruto es este gran libro. Pero, por encima de todo, Hernando Abaúnza es un eximio ser humano, un verdadero amigo, una persona que encarna lo mejor de la medicina, de esa profesión a la cual su entrañable amigo, Alexander J. Walt, definió como una actividad intensamente moral.

Muchas gracias, Hernando, por darme el privilegio de hablar esta noche.

Bibliografía

1. Borges JL. El Libro. En: Borges Oral. Conferencias. EmecélEditorial de Belgrano. Buenos Aires 1995
2. Cushing H. Consecratio Medici (Graduation Address, Jefferson Medical College, Philadelphia, June 5, 1926). En: Cushing H. Consecratio Medici and Other Papers. Little, Brown, and Company. Boston, 1928
3. Chale m F, Escandón J, Campos J, Esguerra R (Editores). Medicina Interna. Tercera edición. Fundación Instituto de Reumatología e Inmunología, Santafé de Bogotá, 1997
4. Escolar H. Historia del Libro. Fundación Germán Sánchez Ruipérez y Ediciones Pirámide S. A. Madrid, 1984
5. Jean G. La Escritura, Archivo de la Memoria. Aguilar S.A. de Ediciones. Madrid, 1989
6. Platón. Fedro. Alianza Editorial. Madrid, 1995
7. Walt AJ. The surgical chairmanship in a corportae world. Arch Surg 123: 805, 1988.

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