Obituario, Mario Camacho Pinto (1912-2010)

Juan Mendoza Vega*

Mario Camacho PintoEl 20 de Noviembre de 2010, la Academia Nacional de Medicina tuvo el dolor de despedir a su miembro honorario y por muchos años editor emérito de la revista “Medicina”, el profesor Mario Camacho Pinto.

Nacido en Santa Rosa de Viterbo, Boyacá, el 18 de Diciembre de 1912, estudió medicina en la Universidad Naciional de Colombia y recibió su grado de doctor en 1938; dos años después viajó a los Estados Unidos y se especializó en Neurocirugía y Neurología en los célebres hospitales Johns Hopkins de Baltimore, Bellevue de Nueva York y en el Instituto Neurológico neoyorkino, donde fue uno de los discípulos sobresalientes del gran Foster Kennedy.

Retornó a Colombia en 1945 y comenzó el ejercicio de su novedosa especialidad en su consultorio particular, así como en el Hospital de San Juan de Dios, donde inició en 1949 el servicio de Neurocirugía para la Universidad Nacional y en el Manicomio de Mujeres de Bogotá.

Durante su carrera docente, que inició con la posición de profesor agregado por concurso en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional en 1955, el doctor Camacho Pinto formó a decenas de neurocirujanos que recibieron el ejemplo de un examen neurológico detallado y cuidadoso, un juicio clínico prudente y un acto quirúrgico cuidadosamente reglado, cuyos pasos se cumplían con severa precisión y ejemplar limpieza aunque duraran muchas horas, como era frecuente entonces.

Preocupado por el fortalecimiento científico y gremial de la especialidad, colaboró poco después de su llegada a Bogotá en la fundación de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Medicina Legal; cuando esta organización dejó de funcionar, el doctor Camacho promovió y consiguió la creación de la Sociedad Neurológica de Colombia, de la cual fue primer presidente, que a partir de 1963 agrupó a todos los especialistas en ciencias del sistema nervioso y que hoy sigue funcionando como Asociación Colombiana de Neurocirugía, después de que neurólogos clínicos y neuroradiólogos formaron en el decenio de 1985-1995 sus propias asociaciones.

En el campo internacional, estuvo vinculado desde los inicios a los Congresos Latinoamericanos de Neurocirugía, presentó en varios de ellos trabajos científicos de calidad y mereció que se lo eligiera para presidir el que sesionó en Bogotá en 1969, evento científico que marcó pauta por su excelente organización y desarrollo.

Estimuló la formación de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Neurocirugía FLANC y participó en ella activamente por mas de veinte años, por lo cual se le otorgó la Medalla de Oro de la FLANC en 1991.

Fue miembro del Colegio Colombiano de Cirujanos, de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina, magistrado del Tribunal Nacional de Ética Médica; en la Academia Nacional de Medicina ingresó como correspondiente en 1965 y fue promovido a numerario en 1975 y a Honorario en 1996 con votación unánime.

Tuve el honor y la fortuna de ser discípulo del doctor Camacho Pinto, beneficiario de su generosidad como compañero de consultorio en la Clínica de Marly, colaborador suyo en congresos y trabajos científicos; en la ceremonia fúnebre y como vocero de la Academia, pronuncié las siguientes palabras:

Muchas páginas son necesarias para enumerar los méritos científicos y las cualidades humanas de este destacado hombre de ciencia; en su privilegiado cerebro y en sus hábiles y pacientes manos trajo él, hace mas de medio siglo y como pionero en estas tierras, la exigente especialidad de la Neurocirugía.

Dio sin demora salida a su vocación docente y empezó a formar discípulos, tanto con la clase magistral como con reiteradas y exitosas demostraciones en la consulta clínica y en las salas de cirugía.

En 1963 reunió a los nuevos especialistas y los llevó a formar la Sociedad Neurológica de Colombia, visionaria organización científica y gremial que no ha dejado de crecer desde entonces y es hoy la fuerte Asociación Colombiana de Neurocirugía. (Ver: Obituario, Jaime Campos Garrido (1939-2010))

Gracias al aprecio y respeto que sus ejecutorias le ganaron entre los neurocirujanos de otros países, llevó la naciente neurocirugía colombiana al ámbito latinoamericano y recibió, en 1967, el encargo de organizar aquí el 12º Congreso Latinoamericano, lo que hizo realidad en septiembre de 1969 con tanto éxito, que “el congreso de Bogotá” se convirtió en patrón de medida para estos eventos y en fuente de elogios internacionales en los años que siguieron.

Formó, con su esposa Margarita Samper, una familia ejemplar en cuyo seno estimuló el cultivo intelectual y la práctica del deporte, especialmente el polo en el que reflejó su gusto por los caballos y la equitación.

Pero aún más que sus operaciones y diagnósticos, sus conferencias y trabajos científicos leídos en reuniones dentro y fuera de las fronteras, se recuerda de modo imborrable la calidad de su persona, la rectitud jamás puesta en duda de su conducta, el buen juicio y cuidadosa ponderación de sus consejos y opiniones, la calidez de su amistad disimulada a veces en la mesura de sus gestos y de sus palabras.

Ya retirado por voluntad propia de los ajetreos neuroquirúrgicos, dedicó los últimos años de su larga y fructífera vida a la Academia Nacional de Medicina, donde fue hasta ahora “editor emérito” de la revista Medicina, y a la redacción y publicación de interesantes volúmenes con la historia de los Congresos Latinoamericanos de Neurocirugía y con meditaciones suyas sobre las ciencias del sistema nervioso en los umbrales del Siglo XXI.

Ni siquiera el dolor fue capaz, en su etapa final, de borrarle la bonhomía característica y la sonrisa con que miró siempre su realidad.

Espero ahora la benevolencia de los presentes para rememorar los muy especiales vínculos que me unieron a “mi Jefe”, el Profesor Mario Camacho.

Todavía no terminaba yo la especialidad, cuando él me tomó bajo su protección sin decirlo pero con una eficacia que le agradeceré siempre; me ofreció espacio en su consultorio particular de la Clínica de Marly y me estimuló para que acrecentara la clientela privada, todavía existente en esos años, sin dejar la vinculación hospitalaria.

Me permitió ser su ayudante, excelente manera de enseñar con el ejemplo supervisado; me hizo viajar con él y abrirme espacios en Latinoamérica; junto con su esposa Margarita, sus hijas María Margarita y Elsa, sus hijos Luis Miguel, Felipe, Diego y Alberto, tuvo para mi familia y para mí reiteradas muestras de aprecio que por supuesto les fueron y serán siempre correspondidas con gran afecto, el mismo que hoy hace a mis hijos y nietos compartir con María Victoria y conmigo el gran dolor por su partida, una sensación ciertamente muy cercana a la orfandad.

Doctor Camacho: los centenares de enfermos que recibieron vida y salud de sus manos; los que tuvimos la inestimable fortuna de gozar su amistad y aprender de sus lecciones; los académicos, sus pares; sus hijos, nietos, su familia entera, todos le aseguramos que usted queda grabado en nuestros corazones y en páginas brillantes de la historia de la Medicina Colombiana.


* MD, expresidente de la ANMC, exdirector Fundación Instituto Neurológico de Colombia.

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