Obituario: Académico Jorge R. Segura Vargas
Zoilo Cuellar Montoya1
El martes 26 de julio de 2011 se extinguió, en su residencia de tantos años, la valiosa existencia del Profesor Jorge R. Segura Vargas, brillante cirujano general y gastroenterólogo, médico en toda la extensión de la palabra, profesional idóneo y profundamente hipocrático, caballero sin tacha en su ejercicio de galeno, en su vida particular, en lo social y en lo académico, más allá de un insigne profesor de varias generaciones de médicos, en una de las cuales yo tuve el honor de tenerlo como maestro en la Facultad de Medicina, de cirujanos y de gastroenterólogos, verdadero prototipo de maestro, con toda la connotación que el término representa, un académico completo, tanto mirándolo desde los claustros universitarios de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana como desde los salones, las sesiones y las ejecutorias de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, desde las Sociedades Científicas o desde la de Historia de la Medicina y, por sobre todo, un hombre que no sólo supo ser amigo de sus amigos sino, fundamentalmente, un gran amigo de nosotros, sus alumnos, tal como lo fue en su momento de sus propios maestros. Fue, indudablemente mi amigo personal y su sensibilidad y afecto en este campo la manifestó conmigo hace muchos años: permanecerá para siempre en mi corazón el texto de la hermosa, sabia y afectuosa carta que me envió, asociándose a mi dolor y el de mi familia, con ocasión de la muerte de mi padre. Pero, faltaría a la justicia si omitiera una cualidad superlativa de Jorge: su inagotable condición de esposo y de padre. Recuerdo su cara de tristeza cuando me contó sobre la enfermedad de su adorada Celmira y la necesidad de trasladarla a una localidad de mucho menor altura sobre el nivel del mar debido a su problema pulmonar sin que él, que por sus actividades profesionales se veía impedido de abandonar Bogotá, pudiera acompañarla permanentemente. Por otro lado, mi amistad con Jorge Francisco, con María Margarita, mi discípula, y con Claudia Lucía, tres de sus hijos, me permitió enterarme de la magnitud de la vocación de padre que nuestro querido amigo Jorge desarrolló desde el instante en el que llegó a su hogar el primero de sus hijos. Y, ante el recuerdo de la entereza con la que afrontó el diagnóstico y el tratamiento del cáncer que padeció, y que venció en franca lid, puesto que al final, como anotó nuestro común amigo Jorge Cavelier Gaviria al referirse a la muerte de su padre, Jorge Segura Vargas también “murió de muerte”, puedo afirmar que fue un ser profundamente humano, que vivió y trasegó por la vida distribuyendo a manos llenas esas cualidades que hacen del hombre sencillo y sabio el verdadero baluarte de la rectitud y las buenas costumbres, en una sociedad inmersa en un verdadero torbellino de miserias, también necesariamente humanas.
Nació Jorge Segura Vargas en la Hacienda San Joaquín, en Bonza, Duitama, Boyacá, el 14 de agosto de 1924, en el hogar de don Pablo Emilio Segura Archila y doña María Dolores Vargas Nieto. Segura Vargas abrió sus ojos a la vida y pasó sus primeros años en una de las regiones más hermosas del Departamento de Boyacá: respiró el aire “sin estrenar” de los campos de esa tierra que contempló la culminación de nuestra gesta libertadora – muy próximo a los valles de Bonza y de Duitama se encuentra, hacia el oriente, el Pantano de Vargas, palestra gloriosa de la batalla fundamental de los ejércitos libertadores de Colombia -; fueron innumerables las mañanas luminosas en las cuales el pequeño Jorge corrió por los campos de la Hacienda que le había servido de cuna, contempló la luminosidad del paisaje, recorrió los caminos veredales, enmarcados por la clásica “tapia pisada”, a cuyo lado o sobre las cuales crecían matas de tuna, traspasó múltiples puertas de golpe enmarcadas en portales castellanos, también construidos con adobe, y dejó perder su mirada en lontananza, abstraído en la contemplación del valle nativo perdiéndose en las montañas boyacenses, que pasan de diferentes tonos de verdes de las múltiples parcelas campesinas a un azul profundo, a medida que se alejan hacia el horizonte, enmarcadas en un firmamento azul y luminosos, tachonado de nubes pasajeras.
Sus primeras letras las aprendió en su casa, con su madre y con maestros que iban a la hacienda y, a los 10 años, la familia se trasladó a Duitama donde, en el Colegio de las Hermanas de la Presentación de Tours, completó su primaria. Los estudios de secundaria los realizó en el Colegio Salesiano León XIII de Bogotá, donde debió recibirse de bachiller hacia fines del año lectivo de 1942. Sus estudios profesionales los cursó en la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana, recién inaugurada, la cual le concedió el grado en 1950, después de sustentar un trabajo de tesis titulado, “Vesícula no visible a los rayos X. Intubación duodenal”1. Se especializó en cirugía general en el Servicio del profesor Hernando Anzola Cubides, en el Hospital de San José de Bogotá, a cuyo Departamento de Cirugía había ingresado como interno, al iniciarse el año lectivo de 1947. Muy pronto se convirtió Segura Vargas, dotado de una talentosa destreza quirúrgica, en el discípulo predilecto del Profesor Mario Negret López, a quien reconoció siempre como su maestro3. Cuando era residente de Cirugía del Hospital de San José, le tocó vivir los dramáticos días del denominado “bogotazo” del 9 de abril de 1948.
En 1950, inmediatamente después de su grado, Segura Vargas pasó a ser adjunto en el servicio de cirugía del doctor Arístides Rodríguez Acevedo, en el mismo Hospital de San José. Poco después, dejó este cargo para continuar con su vinculación con éste Hospital en el pabellón que en la institución tenía la Oficina de Carreteras del Distrito, en calidad de Jefe Médico3. Trabajó como Adjunto de gastroenterología en los Hospitales de San José, La Samaritana y, al mismo tiempo de su vinculación a Carreteras del Distrito, se vinculó al Instituto Nacional de Cancerología, en el cual fue Jefe de Gastroenterología por 23 años, de 1958 a 1976.
Expresidente de la Academia Nacional de Medicina.
Durante el período presidencial de la Sociedad de Cirugía de Bogotá del Doctor Eugenio Ordóñez Márquez (del 9 de agosto de 1954 al 1º de agosto de 1955), el Doctor Segura Vargas fue aceptado por ésta como candidato a Miembro de Número, con el trabajo titulado “La importancia de la radiografía simple del estómago”: sin embargo, jamás pasó de dicha categoría, dato confirmado por su amigo y compañero de siempre, el Señor Académico Profesor Alberto Escallón Azcuénaga. Desde muy temprano en su carrera profesional, en el año 1955, se vinculó a la docencia en la Pontificia Universidad Católica Javeriana, en la que fue promovido a profesor auxiliar de cirugía, en 1958, a asociado, en 1963 y a titular en 1966. Ingresó a la Academia Nacional de Medicina como Miembro Correspondiente, en la sesión ordinaria del 10 de septiembre de 1964, con el trabajo titulado “Cirugía del cáncer de esófago y cardias”: a cargo de la Presidencia de la Corporación se encontraba en ese entonces el Señor Académico Profesor Pedro José Almánzar Vargas (del 14 de marzo de 1963 al 11 de marzo de 1965). Al Profesor Segura Vargas le había sido aprobado su ingreso, como Miembro Correspondiente de la Academia, en la sesión ordinaria de ésta del 27 de agosto de 1964. En el Hospital de San Ignacio ocupó la Jefatura de Cirugía General, a partir de 1967 y, posteriormente, la del Departamento Quirúrgico, a partir de 1973, cargo en el cual permaneció hasta 1986.
Fue Médico de los Seguros Sociales, del Ministerio de Obras Públicas y de otras entidades. Dirigió las revistas “Universitas, ciencias biológicas”, de la Pontificia Universidad Javeriana, y “Repertorio de Medicina y Cirugía”, órgano de la Sociedad de Cirugía de Bogotá. Se le promovió a Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina, en la sesión ordinaria del 28 de julio de 1977, con el trabajo titulado “La vagotomía en el tratamiento de la úlcera duoneal”, cargo del cual tomó posesión en la sesión solemne del 27 de octubre de 1977, ocasión en la cual pronunció un hermoso discurso, que se centró en la evocación del Profesor Rafael Carrizosa Argáez, cuya silla ocupaba Segura Vargas, en la fundación y la obra de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana, y en la labor docente del profesor Hernando Anzola Cubides, sesión en la que el discurso de recepción lo pronunció su maestro y amigo, el Señor Académico Profesor Hernando Anzola Cubides: los dos discursos hacen parte integral del acta de la sesión: en ese período reglamentario, la Presidencia de la Corporación estaba a cargo del Señor Académico Profesor Guillermo Rueda Montaña (del 20 de noviembre de 1975 al 1º de diciembre de 1977). En la sesión ordinaria de la Academia, en la noche del 17 de agosto de 1978, el doctor Segura presentó a la Corporación el trabajo titulado “Tratamiento quirúrgico de la litiasis biliar”, resumen del cual, con comentarios, publicó el entonces Secretario de la Academia, el doctor José Francisco Socarrás, en el número 2 de la Revista Médica, en 1979. En la sesión ordinaria del 14 de junio de 1984, Segura Vargas presentó a la Academia el trabajo titulado “Tratamiento de la litiasis biliar con el método instrumental de Masarielo”. Las pasiones quirúrgicas del Profesor Segura Vargas – anota Díaz-Granados G. – fueron las cirugías de esófago, del páncreas y de las vías biliares, en las que hizo importantes aportes. “Además de ser un verdadero hombre de ciencia y de academia – agrega Díaz-Granados G. -, es un gran señor .. es otro de los grandes de la cirugía del San José y del país”. Perteneció a la Sociedad Colombiana de Gastroenterología, de la cual fue su presidente y, posteriormente, su Miembro Honorario; fue miembro, también, de la Sociedad de Cirugía y de la de Historia de la Medicina. Perteneció, igualmente, a Academias y entidades científicas de Venezuela, Argentina, Perú, Brasil, Francia y Estados Unidos. La Pontificia Universidad Javeriana le otorgó las distinciones de Alumno Fundador, Mención Honorífica 25 años, Orden de Caballero y Profesor Distinguido en Cirugía, y fue Miembro de Honor de la Asociación Interamericana de Gastroenterología. En el curso de su productiva vida, participó en numerosos certámenes científicos internacionales, en los que presentó importantes trabajos, en las áreas de la gastroenterología y de la cirugía general. Algunos de sus trabajos fueron, “El Tubo de Goñi – Moreno en la Obstrucción Esofágica”, que publicara Temas Médicos en su Tomo
I, aparecido en 1970; “Tratamiento Quirúrgico del Cáncer del Esófago”, trabajo que salió publicado en el Tomo IV de Temas Médicos, en 1972; “Tratamiento Quirúrgico radical y paliativo del cáncer gástrico 1961 – 1970”, trabajo que publicó Tribuna Médica en Bogotá, en 1979; “Tratamiento Quirúrgico radical y paliativo del cáncer gástrico 1961 – 1970”, trabajo que se publicó en el Tomo XXI de Temas Escogidos de Gastroenterología, en Bogotá, en 1980; “Tratamiento Quirúrgico de la Litiasis Biliar”, el cual publicó Temas Médicos, en su Tomo XII, en 1981; “Lo viejo y lo nuevo en estómago y vías biliares” , trabajo publicado por Temas Médicos, en su Tomo XIV, en 1992; “Cáncer gástrico”; “Litiasis biliar residual”; “Tratamientos paliativos de la obstrucción esofágica”; “Recuerdos de la Historia de la Facultad de Medicina. Pontificia Universidad Javeriana”, publicado en Temas Médicos, Tomo XV, en 1995. Habiéndose retirado totalmente de su actividad quirúrgica, después de haber superado, con éxito, serios quebrantos de salud, y después del irrecuperable golpe de la muerte de su compañera de toda la vida, su querida esposa, la brillante enfermera profesional, iniciadora de la Escuela de Instrumentación quirúrgica del Hospital de San José, en 1950 y 1951, doña Celmira Acevedo de Segura, Segura Vargas frecuentó cada vez menos su consultorio y el Hospital de San Ignacio y se recluyó en su casa, refugiándose en la soledad de sus recuerdos, en la de la permanente ausencia de su esposa y en la de una depresión cada vez más profunda.
A nombre de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, de su Junta Directiva, de sus miembros, de su personal administrativo y demás empleados, y en el mío propio, quiero hacer llegar a sus hijos, Martha Eugenia, María Isabel, Jorge Francisco, María Margarita y Claudia Lucía Segura Acevedo y a sus familias, un afectuoso saludo de condolencia en estas horas de dolor por la sensible pérdida de su querido padre y abuelo. Pueden tener la certeza de que él, desde el reino del Señor, permanecerá a su lado permanentemente con su presencia inmanente, como ángel tutelar y protector, dando continuidad así a la labor que inició con Ustedes, al lado de su amada Celmira, hace ya tantos años.
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