Humanismo y Medicina: ¿Fue una Meningitis Tuberculosa Terminal la Causa de muerte de Simón Bolívar?
Fernando Guzmán Mora1
Introducción
Simón Bolívar , el Padre de la Patria granco- lombiana, cuarto hijo de Don Juan Vicente Bolívar Ponte y de Doña María de la Concepción Palacios y Blanco, presenta antecedentes familiares de una posible tuberculosis al fallecer su madre a conse- cuencia de una hemoptisis masiva, el 6 de Julio de 1792, cuando Bolívar solamente cuenta con nueve años de edad. Las Campañas de Bolívar, quien peleó, planeó, dirigió u organizó un total de 472 batallas, entren Noviembre 26 de 1810 (Batalla de Coro) y Enero 22 de 1826 (Batalla de El Callao), lo llevaron a los más inhóspitos y malsanos terrenos.
Mucho se ha especulado sobre la causa de su muerte. Algunos han llegado al extremo de acusar a sus propios médicos de haber administrads medicamentos equivocados para los conocimientos de aquel entonces. Otros han mencionado la malaria como la enfermedad que cauóo su deceso.
Las opiniones no son iguales y encuentran particular divergencia tres teorías sobre la causa última de su muerte: El paludismo, el absceso hepático amebiano y la tuberculosis.
Sin embargo, al revisar documentos históricos de la época que incluyen los frecuentes partes médicos del Dr. Reverend, su último galeno, se en- cuentra una evidencia casi contundente que señala a la tuberculosis como causa de muerte del ilustre grancolombiano, quién fallece a la prematura edad de cuarenta y siete años, con el ánimo deshecho y el cuerpo completamente emaciado, como lo atestigua el informe de la autopsia practicada en la Quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de la ciudad de Santa Marta, el 17 de diciembre a las cuatro de la tarde.
Biotipo de Bolívar
El General Bolívar era de cuerpo delgado, estatura mediana, frente ancha, piel morena pálida y de naturaleza inquieta, nerviosa e impaciente.
Mollien, uno de sus detractores, lo describió como: “…de ojos agatados y relumbrosos, rostro seco y amarillento, cutis áspero, pelo rojizo y crespo, tiene un cuerpo sumamente flaco, osamenta fuerte y músculos vigorosos. Posee bastante capacidad para concebir y combinar las ideas con prontitud. A un mismo tiempo recibe impresiones diversas, casi sin cesar. Su imaginación es siempre exaltada y sus pasiones violentas…”. Envejece prematuramente. Uno de los oficiales de la Legión Británica dice en 1818:
“…tenia unos treinta y cinco años, si bien parecía de siete u ocho mas…”
Antes de la Batalla de Carabobo ya se sentía sumamente cansado. El 24 de mayo de 1821 dice en una carta a Fernando Peñalver:
“…Añado que mi salud está ya descalbrada y que comienzo sentir las flaquezas de una vejez prematura”.
El 6 de agosto de 1829, a Fernández Madrid:
“…Si usted me viera en este momento parezco un viejo de sesenta años…”
Los Médicos de Bolívar
El General Bolívar no tenía un gran concepto de los médicos. Sin embargo, se asesoraba de ellos en lo tocante a su salud, aunque en muchas ocasiones no siguiera sus indicaciones al pie de la letra.
De acuerdo al Dr. Fernando Serpa Flórez, algunos de sus galenos fueron:
– Desiderio Roulin (Médico Francés) en 1824
– Dr. Valdés, en Pativilca, 1824
– Ricardo Cheyne, 1828
– Santiago Gastelbondo, en Cartagena y Barranquilla en 1830
– Dr. Mac Night, norteamericano de la goleta Gramphus
– Charles Moore, de la Legión Británica (1828)
Otros médicos, que cuidaron del Libertador en otras de sus campañas fueron: Ricardo Murphy, David Burton, Tomas Foley y el Dr. Joly en Cali
Las “Otras” Enfermedades de Bolívar
En 1824, Bolívar se ve afectado por lo que se bautizó como un “Tabardillo”. El 7 de Enero, en Pativilca, escribe Bolívar:
“…De resultas de una larga y prolongada marcha que he hecho en las sierras del Perú, he llegado hasta aquí y he caído gravemente enfermo…Es una complicación de irritación interna y de reumatismo, de calentura y de un poco de mal de orina, de vómitos y dolor cólico…”
Joaquín Mosquera escribe entonces desde Pativilca:
“...Me informo que el Libertador estaba enfermo de muerte en Pativilca, de un tabardillo que le habían causado los soles de los arenales de aquellas costas al regresar de Trujillo…Encontré al Libertador ya sin riesgo de muerte del tabardillo que había hecho crisis, pero tan flaco y extenuado que me cauóo su aspecto una muy acerba pena…Al llegar dijo el Libertador, tendido todavía en el suelo: Diga usted allá a nuestros compatriotas como me dejóo usted moribundo en esta playa inhospitalaria, teniendo que pelear a brazo partido para conquistar la Independencia del Perú y la seguridad de Colombia...”
En cuanto al posible paludismo que se sospechó en el Libertador, Bolívar escribe enoOctubre de 1821 a Santander:
“…El General Urdaneta y yo vamos bien, pero el Doctor, el Capellán, Ibáñez y varios asistentes se han quedado enfermos con calentura, conque es de esperar que llegaremos a Soaáa con la misma gracia…”
En Febrero de 1822, también a Santander:
“…En el Cauca nos hemos enfermado todos, todos, todos, y aquí caen 64 por día de una columna de mil hombres…”
Los años de guerra y privaciones habían surtido su efecto en el cuerpo del Libertador. Dos testimonios adicionales nos revelan incluso su dieta en las marchas militares.
El General Daniel Florencio O’Leary escribe en sus Memorias refiriéndose a la campaña de los Llanos Venezolanos:
“…Se exponía a sufrir las mayores fatigas, como andar quince y veinte horas seguidas a caballo, con grande rapidez, comiendo solo un pedazo de carne asada…”
Lacroix, por su parte, en e “Diario de Bucaramana”:
“…Muchas veces no prueba el café. Come bastante en el almuerzo, como en la comida, y hace uso de mucho ají y pimienta…come más legumbres que carne; casi nunca prueba los dulces…le gusta hacer la ensalada y tiene el amor propio de hacerla mejor que nadie…”
En lo que toca a su personalidad, uno de sus biógrafos lo describe en la siguiente forma:
“…Era amigo de bailar, galantear y sumamente adicto a las damas y diestro en el manejo del caballo. Gustábale correr a todo escape por las llanuras del Apure…En el campamento mantenía el buen humor con oportunos chistes. Pero en las marchas se les veía siempre algo inquieto y procuraba distraer su impaciencia entonando canciones patrióticas… Amigo del combate, acaso lo prodigaba demasiado, y mientras duraba, tenía la mayor serenidad…”
Por su parte, O’Leary escribía:
“…Hacia mucho ejercicio. No he conocido a nadie que soportase como él la fatiga. Después de una jornada que bastaría para rendir al hombre más robusto, le he visto trabajar cinco o seis horas, o bailar otras tantas, con aquella pasión que tenía por el baile…Detestaba la calumnia, especialmente cuando era pública y periodística. Tenía obsesión por la limpieza corporal y se bañaba hasta tres veces por día en climas ardientes…”
Además:
“…En el invierno dicen que se mueren todos de calentura y no dudo. En estos días pasados han entrado al Hospital cien y pico de hombres, porque hace tres días que empezó a llover…”
En la Memorias de O’Leary (Tomo I, Cap 21, P 467):
“…Pero, al fin, a tantas fatigas y vigilias, a tantos esfuerzos mentales y físicos, tuvo que sucumbir su robusta constitución. En el pueblo de Camaguán y en marcha para Calabozo, le sobrevino una extremada debilidad acompañada de fiebre que le obligo a regresar a San Fernando…”
1 MD, Abogado, MA (Der. Penal), MA Bioética (C). ESP Patología, Cirugía General, Cardiovascular, Administración de Salud y Bioética. Catedrático, facultades de Derecho, universidades Militar Nueva Granada, Libre y Sergio Arboleda. Expresidente, Tribu- nal Nacional de Ética Médica (Magistrado) y Federación Médica Colombiana. Miembro Correspondiente, Academia Nacional de Medicina de Colombia, Bogotá.
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