Obituario: Académico de Número, Germán Peña Quiñones
Por Juan Mendoza Vega1
Recién cumplidos sus setenta y cinco años –había nacido en Bogotá el 9 de mayo de 1939-falleció en esta capital el académico de número doctor Germán Peña Quiñones. El doctor Peña, médico graduado de la Universidad Javeriana y especialista en Neurocirugía de la famosa Clínica Mayo de Rochester, Minnesota, fue profesor de su especialidad en la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana y neurocirujano jefe en la Fundación Instituto Neurológico de Colombia entre 1973 y 1984, neurocirujano de la Fundación Santa Fe y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes desde 1985 hasta el 16 de junio de 2014, fecha de su muerte.
Cuando se menciona en el ambiente médico al doctor Germán Peña, surgen abundantes y espontáneas las manifestaciones de aprecio, los elogios a sus habilidades neuroquirúrgicas y a sus cualidades humanas. Tenía, como suele decirse, “muy buenas manos” dirigidas por agudos ojos y excelente criterio; su amplia formación en neuroanatomía y en neurología clínica, que lo llevaba a realizar cuidadosa valoración de cada enfermo que se ponía en sus manos, se completaba con el exigente respeto a todos los pasos de la técnica quirúrgica aprendida en uno de los más destacados centros quirúrgicos del mundo, repetidamente perfeccionada además por el estudio de las novedades que él revisaba en un esfuerzo permanente y serio de actualización continua. Decenas de pacientes suyos atestiguan el éxito de sus intervenciones.
Como líder reconocido, ocupó con brillo todas las posiciones directivas en la Asociación Colombiana de Neurocirugía y fue representante de ella en la Federación Latinoamericana de Sociedades de Neurocirugía FLANC, cuyo congreso científico presidió cuando fue sede Cartagena, en 1994; la Federación le dio luego, como adecuado reconocimiento, la honrosa posición de Presidente Honorario suyo.
Con tan destacada hoja de vida, era lógico que llegara a la Academia Nacional de Medicina; ingresó como miembro correspondiente en 1993, ascendió a la categoría de miembro de número en 1996 y fue elegido para formar parte de la junta directiva, primero como secretario y luego como vicepresidente; sólo la enfermedad lo privó finalmente de ser elegido para la presidencia, como lo alcanzaron a proponer muchos de sus pares.
Muchos de los jóvenes médicos que fueron alumnos suyos han salido en estos días a las redes sociales del ciberespacio para recordar la singular habilidad que tenía el doctor Peña Quiñones para la docencia; su mucho saber lo traducía en presentaciones cuya sencillez ejemplar no reñía con lo sustancioso del contenido, de modo que a los estudiantes llegara del modo más comprensible todo lo que podía serles útil en un tema determinado, sin la menor reticencia o egoísmo por parte del docente. De la misma generosidad hizo gala con los colegas, en cuyas actividades participó siempre con espíritu constructivo.
Toda esa estructura de buen médico, diestro cirujano, investigador avisado, ejemplar docente y hábil diplomático en las asociaciones gremiales y científicas nacionales e internacionales, tenía asiento en un ser humano de amplia cultura, señorío a toda prueba y exquisita sensibilidad. Hombre de familia abroquelado con todos los valores tradicionales, amó intensamente a su esposa Hilda Marina durante los cuarenta y ocho años de feliz matrimonio; a sus padres, a sus hijos y nietos, a sus hermanos, a todos los miembros de su entorno; fue amigo gentilísimo, que gozaba compartiendo su estructurada afición por la música clásica, por los buenos vinos y licores, por los platos sabrosos, algunos de los cuales sabía preparar y lo hacía a veces con habilidad digna de un profesional de los fogones. Aun cuando era forzoso censurar el obrar de alguien, su palabra salía cuidadosamente medida, justa, sin excesos, por supuesto sin expresiones malsonantes, con la mesura del caballero bien nacido que castiga sin ultrajar innecesariamente.
Si existe una vida después de la terrestre, si la energía humana es capaz de mantenerse individualizada cuando la materia se ha disgregado, Germán Peña está en cualquier sitio donde sea el Paraíso, porque se lo ganó sobradamente con los hechos de toda su existencia; así lo sentimos quienes llevaremos su recuerdo atesorado ya para siempre en sitio privilegiado de nuestra memoria.
1 Presidente de la Academia Nacional de Medicina.
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