La Bioética Frente al Conflicto Colombiano

Para todos los colombianos, desde el punto de vista ciudadano, existe una confrontación armada, que produce muertes, secuestros, desplazados. Hemos escuchado por siempre que estamos en guerra civil, posiblemente no tan cruenta como la de los Mil Días, pero sí con crímenes de lesa humanidad y frecuentes expresiones de terrorismo.

El 70% del país se encuentra ocupado por los diferentes grupos armados, son civiles armados, quienes los fi nancean y apoyan también son civiles, la mayoría de las víctimas son civiles. (Lea también: De la Bioética a la Biopolítica)

¿Entonces estamos en guerra civil? Según el analista Alfredo Rangel, esa capacidad de confrontación no la tiene ningún grupo terrorista y se expresa en cerca de 2.500 acciones de combate al año, producto de las cuales mueren más de 3.000 combatientes.

Estas cifras son superiores a los mil muertos que algunos politólogos internacionales establecen como cifra mínima para considerar que un país vive una situación de guerra civil. ¿Sería una guerra de baja intensidad? (13).

Existen grupos armados, uniformados, que obedecen a una jerarquía, que ocupan un territorio, que presentan confrontación militar a las fuerzas regulares, que producen víctimas, que no se pueden negar ni esconder. ¿No es esto un conflicto?

Esta capacidad de confrontación no la tiene ningún grupo terrorista, aunque la subversión puede producir actos terroristas. Cuando el Estado habla de Derecho Internacional Humanitario, está reconociendo el conflicto, puesto que el D.I.H. está ligado al conflicto.

También hace parte del mismo el Alto Comisionado para la Paz, la veeduría de la O.E.A., el comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, etc.

En el debate intelectual y político se han planteado diversas definiciones: guerra antiterrorista, guerra contrainsurgente, guerra civil, guerra contra la sociedad civil. ¿Cuál es la más adecuada?

El profesor Eduardo Pizano Leongómez, del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Nacional, dice que no se trata de una simple discusión semántica, pues la caracterización del conflicto tiene de inmediato connotaciones de orden jurídico, político y militar, tanto en el plano interno como externo.

No es igual definir el conflicto como una amenaza terrorista que como una guerra civil. En el primer caso son grupos terroristas que desafían al Estado, ausentes de toda legitimidad y apoyo social; en el segundo los actores armados son concebidos como fuerzas que representan y gozan de apoyo de un sector de la población, afirma Pizarro L. Existe una confusión entre guerra civil con el concepto de conflicto armado.

Este politólogo ha planteado que dado que no existe el primero (lo cual es correcto), tampoco existe el segundo (lo cual es equivocado). Colombia no vive una guerra civil. Las FARC y el ELN no representan a nadie. Hablan a nombre del pueblo, pero el pueblo los rechaza. Para Pizarro la definición más correcta es que existe un conflicto armado interno cuyos actores no estatales han sufrido en los últimos años una profunda degradación terrorista. (14)

El profesor Meter Waldamm, profesor emérito de la Universidad de Augsburg (Alemania) y experto en conflictos internos, fue invitado al Foro “Sostenibilidad de la Política de Seguridad Democrática”, realizado en Bogotá en febrero de 2005 y afirmó que la política del presidente Uribe es sostenible; sin embargo, duda de que pueda lograr una derrota de la guerrilla, aunque sí arrinconarla y evitar un enfrentamiento abierto.

Un ejército de 10.000 hombres no es un grupo terrorista aunque su táctica puede ser terrorista, y terrorista es un término peyorativo. En Colombia hay un conflicto armado y sobre todo hay violencia y eso es más que terrorismo. Está a favor de una negociación solo cuando el Estado sea fuerte para poder hacer exigencias desde una posición de fuerza.

Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, “a la ley del D.I.H., la situación existente en Colombia presenta todos los elementos constituyentes de un conflicto armado no internacional”, es decir, interno, Lo que lo caracteriza es su larga duración en forma de guerra de guerrillas, de gran movilidad, amparado en nuestra difícil geografía que le sirve de refugio.

Colombia es posiblemente el país que más habla de paz, todo se explica porque carecemos de ella; el problema está sobre diagnosticado, pero no hay soluciones a corto plazo y cualquier aporte que pueda hacer la Bioética, por poco que sea, es válido.

El conflicto colombiano tiene características estructurales complejas. Se manifiesta en todo el territorio nacional y no puede ser tema exclusivo de los sociólogos, violentólogos y politólogos. Es considerado el principal obstáculo para el despegue del país como sociedad civilizada, nos concierne a todos, pues todos somos responsables y también culpables, y como se dice, la guerra es de mucha responsabilidad para dejársela exclusivamente a los generales.

El conflicto armado se desarrolla en el área rural, sus integrantes son campesinos, sus víctimas y desplazados son básicamente campesinos, el ejército regular que lo combate también está integrado por campesinos. ¿Se podría decir que es un conflicto exclusivamente de campesinos? El problema es de todos y nos afecta a todos.

Somos administradores de nuestra naturaleza biológica y de la vida como tal, cuyo sentido es trascendente, no obstante haber perdido su connotación ética en la sociedad actual, donde se ha “dejado de vivir para empezar a sobrevivir”. El siglo XX ha sido el más violento de la historia, como que en solo las dos guerras mundiales murieron más de 70.000.000 de personas, la mayor tragedia y vergüenza de la humanidad.

Los organismos internacionales, especialmente la UNESCO, esperan que durante el siglo XXI no ocurra lo mismo y lo han declarado como el siglo de la vida.

En este sentido todo el auge de la ética y Bioética en el siglo actual, adquiere una nueva dimensión, pues su consigna fundamental es la recuperación, protección y perpetuación del fenómeno de la vida sobre la tierra.

Bioética y Violencia

La Bioética como disciplina, como norma de vida en la toma de decisiones, se impone en todo el contexto social para contrarrestar razonablemente los desequilibrios que puedan provenir de la discriminación de razas, de género, religión, condición económica o política, etc., es decir, lo que de por sí constituye alto riesgo para la convivencia social.

¿Cómo puede un país sobrevivir con la carga negativa de la violencia, la injusticia social, miles de secuestrados y desaparecidos? La Bioética no puede ser ajena a esta crisis humanitaria. Debe por lo tanto contribuir a solucionarla

La Bioética, que se encuentra todavía en gestación, se está consolidando como una filosofía existencial pragmática, preocupada por el bienestar de la humanidad, de las sociedades que la integran y del medio ambiente.

Además, pugna por la humanización de las ciencias y las tecnologías tal como lo señala la “declaración de Gijón” de julio 2.000: “Las bio ciencias y las tecnologías deben servir al bienestar de la humanidad, al desarrollo sostenible de todos los países, a la paz mundial y a la protección y conservación de la naturaleza; lo que implica que los países desarrollados deben compartir los beneficios de las bio ciencias y de sus tecnologías con los habitantes de las zonas menos favorecidas del planeta y servir al bienestar de cada ser humano”(15).

La palabra conflicto significa muchas cosas, elementalmente es un problema no resuelto, es intolerancia, es agresión, es tragedia, es violencia, es muerte, entre otros significados. Sociológicamente siempre ha estado presente en la historia del hombre.

La violencia es un fenómeno cultural, es una actitud de frustración humana y solo podrá combatirse desde la misma cultura. La sociedad civil es el escenario de todos estos acontecimientos; es asechada y acosada por el egoísmo, la intolerancia, la arbitrariedad, la injusticia y la insolidaridad como factores de los conflictos.

Muchos autores afirman que ante la condición transgresora propia de la naturaleza humana, deberíamos acostumbrarnos a convivir con este fenómeno y lo máximo que podemos conseguir con la educación, la Bioética y la cultura es atenuarlo y hacerlo lo menos traumático posible, apoyándonos en la autoridad, el orden, el sometimiento a la ley y a las normas éticas de la vida.

Los conflictos cuando no se pueden solucionar pacíficamente, como lo disponen las organizaciones internacionales, conducen a una situación de fuerza, es decir a la utilización de las armas, lo que constituye la negación de todo principio civilizado y la vulneración de los derechos más elementales de los ciudadanos, como son los derechos humanos y, en primer lugar, el derecho a la vida.

Los tratadistas políticos han fundamentado, desde los albores de la humanidad, el derecho político del hombre a la violencia como medio para dirimir y solucionar las contradicciones sociales y políticas. Corresponde a Clause Witz la definición clásica de la guerra: “Continuación de la política por otros medios”, tesis que ha estado vigente en el pensamiento político contemporáneo, no obstante ser la mayor contradicción ética.

El mundo habla de paz, pero se prepara para la guerra como única solución de los conflictos, haciendo caso omiso de los tratados internacionales que afirman que “la lucha armada no tiene ninguna justificación” (16).

Algunos historiadores políticos responsabilizan a Marx, de darle validez a la guerra cuando justificó el desarrollo de la sociedad humana a partir de la lucha de clases. Marx consideró las situaciones sociales, como situaciones de conflicto, cuya ideología se respalda en una posición de fuerza.

Así, las relaciones de conflicto pasaron a ser consideradas una constante sociológica, presente en toda la humanidad. Según el Instituto Político de Hamburgo, en los últimos diez años se han producido en el mundo 420 conflictos armados con una estimación de más de 7.000.000 de víctimas y su campo de acción de más del 90% ha estado en el tercer mundo.

Hay que aceptar que Colombia vive la peor crisis humanitaria del continente, producto a su vez de un gran desbarajuste social, con resquebrajamiento de principios éticos fundamentales, con olvido de elementales normas de tolerancia, de convivencia y sobre todo, de respeto por la vida.

La Bioética como ciencia multidisciplinaria e interdisciplinaria, nacida hace 35 años como “ética de la vida”, surge como una carta universal de deberes y obligaciones, incorporándose a la ciencia, a la tecnología, a la política y al derecho. Desde entonces ha tenido gran aceptación mundial como ya se dijo. Su importante crecimiento, la ha ubicado como la “Ética del siglo XXI”; además, se presagia o que “el tercer milenio será la era de la Bioética Global” (17).

Es fácil advertir que la Bioética ha ido adquiriendo gradualmente una orientación biopolítica y aparece como un ente catalizador y regulador de la problemática humana actual, buscando la dignidad del hombre, como elemento fundamental para la convivencia en el marco de un estado de derecho.

Otros campos de la bioética

La Bioética según Ludwig Schmidt en su artículo “La dignidad como fundamento de la Bioética” (18) se ocupa entre otras cosas de:

1. La suerte de miles de embriones criopreservados a nivel mundial.
2. Cuestiona el uso de la clonación al reproducir animales con enfermedades para fines investigativos.
3. Se pronuncia sobre los resultados en materia de células madre o troncales adultas.
4. Se cuestiona el uso masivo de cultivos transgénicos a nivel mundial, bajo el pretexto de reducir el hambre.
5. Le preocupa el empobrecimiento creciente de toda la población con la consecuente dificultad de acceso a los alimentos, salud, educación, fuentes de trabajo y el ejercicio de la justicia.
6. La multiplicación de los conflictos bélicos y la amenaza de armas de destrucción masiva.
7. El incremento de los desplazamientos de población como consecuencia de la guerra y como medio propicio para la propagación de epidemias, desajustes sociales, laborales y reacciones xenófobas.
8. Enfrentamiento entre las multinacionales farmacéuticas por el mayor acceso y biocompatibilidad de los medicamentos.
9. Las migraciones humanas descontroladas y el incremento forzado de refugiados adquiere significado especial.
10. Desde la perspectiva Bioética estudia los más importantes temas de la agenda política global: ecología, derechos humanos, desarme, pobreza, biotecnología, guerra, desplazamientos, refugiados, terrorismo, entre otros.

La solución de estos problemas y de otros aún no previstos por la Bioética, dependerá de la madurez ética de los pueblos y de los futuros líderes, que depongan su egoísmo e intereses personales e insolidarios, que les permita replantear la crisis social de las clases más vulnerables dentro de las tendencias que buscan un mundo más humano, solidario y justo.

Proyecto de una ética mundial

Ante la diversidad de personas y pueblos, etnias, culturas, idiomas, religiones e ideologías, se plantean nuevos interrogantes para la Biopolítica, por lo que se hace necesario aunar tendencias y propósitos, con las mejores intenciones de un contexto social a nivel global, dentro de una ética mundial, partiendo del concepto de Bioética como la ética del siglo XXI, tal cual lo está promoviendo el teólogo suizo Hans Küng. Sobre el “Proyecto de una Ética Mundial para un Nuevo orden mundial” en educación, en el V Foro de Nüremberg, Hans Küng propone trabajar en cinco ámbitos de problemas:

1. ¿Puede llegarse a una ética que vincule a todos a partir de las distintas religiones?
2. ¿Se deducen de esta base posibilidades para la solución de conflictos mediante la cooperación interreligiosa?
3. ¿Es posible formular principios ético-pedagógicos comunes?
4. ¿Qué concepciones y modelos se derivan para la práctica pedagógica en las escuelas?
5. ¿Qué concepciones y modelos resultan para el trabajo en comunidades y familias?

Küng promueve la paz, la tolerancia y el respeto mutuo entre las naciones para poder sobrevivir. La violencia es un problema de todas las naciones, más no un medio para resolver conflictos. Debe existir el diálogo entre las religiones.

“No habrá paz mundial mientras no haya paz religiosa y no habrá paz religiosa mientras no haya diálogo, entendimiento y conocimiento del otro”, afirma Küng. No hay ningún pueblo sin religión y sin ética. No se puede eludir el tema de Dios en la cosmología, puede afectar su existencia, que es infinitamente misericordiosa, pero no infinitamente poderosa.

¿Qué sería de la moral sin responsabilidad y de la responsabilidad sin diálogo? se pregunta. Respecto a Colombia dice: “Es necesario hacer una autocrítica de la situación, por lo que todas las partes deberán reflexionar.

Se ve también que existe un problema ético. Sin un fundamento ético no es posible tener una sociedad mejor ni es posible que el gobierno represente los deseos más profundos del pueblo. El proyecto de “Ética Mundial” es precisamente el método que satisface las dos partes.

Pienso que para el problema de la violencia en este país es esencial educar para no matar, no robar, no torturar; para cualquier ser humano debe ser requisito respetar la vida del otro. Pero aquí han aceptado que los guerrilleros y los paramilitares maten…“ (19). Sin duda, estas reflexiones de Küng son importantes para el análisis de la situación del conflicto colombiano. Es indispensable que las partes puedan tratar el conflicto con tono reconciliatorio en torno a la vida y su socializado como valor supremo.

Es importante destacar el planteamiento de Küng: ¿Qué hubiera sido de la humanidad sin las máximas que se encuentran en la Declaración de una Ética Mundial bajo los cuatro epígrafes siguientes?

1. Comprometerse con una cultura de la no violencia y del respeto a toda vida: la antigua regla “No matarás” o dicho positivamente: “Respeta la vida”.

2. Comprometerse con una cultura de la solidaridad y con un orden económico justo: el antiguo mandamiento “no robarás” o dicho positivamente “obra con justicia y honradez”.

3. Comprometerse con una cultura de la tolerancia y con una vida en veracidad: la antigua exigencia “no mentirás”, “habla y actúa desde la verdad”.

4. Comprometerse con una cultura de la igualdad de derechos y de la corresponsabilidad entre hombre y mujer: la antigua máxima “No harás mal uso de la sexualidad” o dicho positivamente “Respetaos y amaos los unos a los otros” (20).

Esta regla de oro deberá ser norma fija, incondicional, para todos los ámbitos de la vida, para las familias y las comunidades, para razas, naciones y religiones, afirma Küng. La práctica de estos compromisos sería el ideal humano de la paz mundial.

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