Reseña Bibliográfica: Presentación del Libro Indígenas de la Nueva Granada
Por su autor, el Académico Dr. Hernando Forero Caballero
En este solemne recinto de la expresión de la sabiduría y de la investigación científica, me causa profunda emoción y sentido de agradecimiento, ya que para mí es motivo de honor y satisfacción que la Academia de Medicina haya aceptado la presentación de un libro de Historia, sobre generaciones del ignoto pasado que conformaron el núcleo vivificante de la población colombiana; pues somos conscientes de que la medicina no solamente comprende el diagnóstico, prevención y tratamiento, sino que también es de particular importancia el estudio de las condiciones de vida de las personas y el ambiente en que ha transcurrido el desarrollado de su actividad.
Es oportuno recordar al historiador Michelet quien escribió: “La historia significa conocer los cimientos de nuestra vida actual, saber de dónde venimos, quiénes somos y aumentar las probabilidades de saber a dónde vamos”
Quiero expresar mi reconocimiento a los señores directivos del Fondo Nacional Universitario, al señor profesor gerente de la Cooperativa de Profesores de la Universidad Nacional y a sus colaboradores, por el interés que pusieron en la publicación de la segunda edición de este libro, al agotarse los volúmenes de la primera.
Personalmente, debo confesar que el ejercicio de mi profesión docente asistencial hospitalaria me impregnó del ánimo de la investigación y al pensionarme sentí el vacío de la labor humanista y su proyección a la comunidad, lo cual me condujo a buscarla en los archivos de la historia, sobre diferentes aspectos de la medicina y en este caso, de los primitivos pobladores de nuestro país.
Con particular entusiasmo inicié la planificación de la investigación, interpretación y análisis, sobre las inmensas dificultades de esos intrépidos seres humanos primigenios, que impulsados por su osadía, el instinto de la supervivencia y las expectativas de mejores medios de sustento, se lanzaron a la aventura de explorar nuevos horizontes, inspirados en las ideas de libertad y de progreso de sus familias, sus pueblos y su nación.
Tuve la oportunidad de estudiar y describir las múltiples facetas de la procedencia, las afinidades entre los habitantes del antiguo y nuevo continentes, el establecimiento sedentario, el tipo de vida, actividad principal y el proceso del desarrollo cultural de numerosas tribus de las diferentes regiones de la Nueva Granada. (Ver: Reseña Bibliográfica: Presentación del Libro “Tres Médicos Árabes” Rhases, Averroes, Avicena)
Solamente intentaré esbozar algunos aspectos del juicio humano y la mitología de nuestros aborígenes. Me llamó la atención el impacto psicológico y anímico de las gentes primitivas, ante el intento de abordar e interpretar los fenómenos cosmológicos y la evolución de los seres de la naturaleza y, en consecuencia, la manera como trataron de entender y asimilar esos enigmas
Fue así como los terremotos, los truenos y relámpagos, las altas mareas, los torrenciales aguaceros, los cerros de hielo, los deslizamientos, la desaparición de las pequeñas islas, la majestad de las montañas: con sus enormes animales carnívoros, serpientes venenosas y reptiles peligrosos, les infundieron confusión, miedo y temor de afrontarlos por lo cual se sintieron obligados a apelar, en su imaginación, a la protección de su dios y de los espíritus o seres superiores.
Los inmigrantes a la América, procedentes de China, Japón, Asia, Egipto y pueblo Hebreo, traían gratos recuerdos de la religión de sus ancestros y, basados en ellos, acrecentaron sus creencias religiosas y fomentaron la adopción de divinidades.
Surgió en la mente de esos aborígenes ingenuos, la creencia de que todos los seres del universo poseían su propio espíritu y alma, lo cual los indujo a imaginar la existencia de unas fuerzas provenientes de almas buenas o malas, que causaban actos benéficos o de maldad
Lentamente se fueron sugestionando con el dominio del animismo, el cual consistía en que cada ser o fenómeno de la naturaleza o cada acontecimiento poseía su espíritu, su propio dios. Esto condujo a que los indígenas de las diversas culturas crearan su particular mitología
También la magia era otro de los atributos del pensamiento mítico primitivo, que surgió del animismo con la finalidad de someter las fuerzas naturales por medio del encantamiento, rituales mágicos, talismanes, hechicerías, etc. pues, gracias a sus ingenuas creencias sobre las fuerzas de esos espíritus practicaban actos mágicos, que creían eran dirigidos por los dioses protectores de cada ser o fenómeno
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El pensamiento del hombre mítico trataba de establecer una comunicación con los dioses que idolatraba, por medio de los chamanes o los jeques, que eran personas especiales elegidas por voluntad divina, preparadas explícitamente para la sanación y la orientación de sus actividades, quienes celebraban ceremonias y rituales, encausados a controlar las relaciones entre las fuerzas de la naturaleza, los hombres y los dioses, bajo la tendencia a establecer la unidad hombre-cosmos
En la medicina predominaba el concepto mágico, según el cual los seres y elementos de la naturaleza y el universo cosmológico poseían vida propia y espíritu, cuyas fuerzas energéticas influían en la conducta y la salud humana.
El chamán apelaba a las sustancias alucinógenas para invocar los espíritus incógnitos, a fin de que iluminaran su mente y así encontrar algunas respuestas a la problemática de sus dudas.
También por su entrenamiento y experiencia propios, aplicaban empíricamente sus conocimientos sobre las propiedades medicinales de las plantas, animales y minerales; de la misma manera que procuraban la prevención de las enfermedades por medio de los baños frecuentes, la abstención sexual y los ayunos, en determinadas épocas.
Los primitivos habitantes de estas tierras veneraban los astros y respetaban las montañas, las lagunas y los arroyos, porque los consideraban fuente primordial de su alimento, protección de su vida y su salud y, en el subconsciente, para preservar el equilibrio ecológico, germen dormido de la bioética contemporánea.
Basados en su profunda filosofía y sus tradiciones ancestrales sobre los enigmas del cosmos y el concepto de la vida, creían firmemente en la existencia de un dios superior y en la inmortalidad del alma.
Es justo reconocer y destacar el valor y la capacidad de conquista del más allá, de esas audaces, indomables y heroicas familias africanas, asiáticas, del contorno del Mediterráneo, de las islas del Pacífico y del Atlántico que, superando numerosos obstáculos de toda índole se comprometieron en la hazaña de cumplir con sus íntimos sueños de descubrir un amplio paraíso, pleno de fuentes de vida, de libertad de pensamiento y acción.
Con su mentalidad realista, ingenio e imaginación futurista se establecieron en las regiones más propicias a sus circunstancias y, paulatinamente fueron organizando estructuras sociales prácticas y funcionales como las tribus, cacicazgos y confederaciones que alcanzaron a ser estados de tipo feudal independientes, autónomos, regidos por normas sociales y morales estrictas, bajo rigurosa disciplina de los súbditos.
Construyeron caseríos y pequeños pueblos en sitios estratégicos, que en la época de la colonia constituyeron las bases de la división territorial. De la nación.
Se organizaron civilizaciones con ciertas bases progresistas, de acuerdo con las regiones mas adecuadas del país, donde demostraron su capacidad de estructura y organización social, convivencia, proyección comunitaria y un particular desarrollo de las artes, en relación con su propia imaginación, habilidad y condiciones locales.
Proyectaron hacia la posteridad sus ideas íntimas por medio de jeroglíficos estampados en piedras, localizadas en diferentes regiones que han sido motivo de admiración y de diversas interpretaciones.
Así mismo, transmitieron sus pensamientos vitales y de acontecimientos de importancia comunitaria, por medio de leyendas y mitos orales que se han ido proyectando a través de los tiempos, como ejemplo de su brillante imaginación, sus íntimas creencias, con la realidad de la trayectoria de sus vidas, cuyo sentido social ha sido objeto de inspiración de famosos historiadores.
A manera de conclusión, me han surgido algunos interrogantes: si en el transcurso de los siglos de nuestra independencia se les ha otorgado la valoración humana e histórica justa que merecen esas generaciones primigenias, núcleo y esencia de la nación colombiana y si en la época contemporánea de un mundo tecnológico globalizado, los Indígenas que aún viven en los campos inhóspitos y en las selvas del país están disfrutando o tienen la mínima oportunidad de los avances de la civilización, de la solidaridad humanitaria, de los medios de comunicación, de higiene y de servicios de salud.
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