Homenajes: Académico Honorario Dr. Juan Di Doménico Ruggiero

Académico Dr. Roberto Jaramillo Uriocoechea

Gran honor el que me ha hecho la Junta Directiva de la Academia Nacional de Medicina con su Presidente a la cabeza, al permitirme dirigir a ustedes unas cortas palabras en esta especial ceremonia en la cual se van a entregar las condecoraciones de la orden de la Academia Nacional de Medicina en el grado de comendador a tan distinguidos académicos los profesores Camacho, Di Domenico y Ordóñez y más el alto honor de referir me en especial a mi profesor y amigo Juan Di Doménico con quien me unen lazos de amistad y de afecto imperecederos.

Conocí al profesor Di Doménico hace más de 50 años en el claustro centenario del Hospital de San José de Bogotá, cuando era jefe de Cirugía de los pabellones de Santa Cecilia y Santa María, pabellones femeninos dedicados a la Cirugía General.

No puedo olvidar la impresión que me causó el paso por estos servicios, los cuales manejaba junto con otros de los colosos de la Cirugía los académicos Hernando Anzola Cubiles y Mario Negret López.

El profesor Di Doménico se presentaba con el seño fruncido y una seriedad aterradora que escondía su corazón grande y amable y su bondad infinita con los pacientes a su cargo.

En las salas de cirugía se caracterizaba por su figura al tratar los tejidos, su limpieza y manejo y su minuciosidad y perfección en la técnica quirúrgica.

El profesor Di Doménico nació en agosto de 1913 en la ciudad de Panamá y muy pronto fue traído a la ciudad de Bogotá en donde vivió hasta el año 1924, época en la cual viaja a la ciudad de sus mayores, Nápoles, para continuar los estudios que había iniciado en la Escuela Ricaurte y en el Gimnasio Moderno; allí terminó sus estudios secundarios e inició los de Medicina para graduarse con honores en la Universidad de Nápoles el 14 de julio de 1937.

Completados todos los requisitos para ejercer la profesión en Italia, resuelve buscar otros aires y especializarse en el exterior; su padre don Francesco, quería que estudiara en Alemania, pero prefirió migrar a Norteamérica y en 1938 inicia su periplo por los Estados Unidos, trabajando y asistiendo a diversos hospitales de fama como la Clínica Mayo de Rochester Minn.

Dr Juan Di Domenico RuggieroEn 1941 en plena segunda guerra mundial el Presidente Roosevelt llamó a servicio militar a todos los médicos que ejercían la profesión en el territorio de los Estados Unidos y él con ese juicio crítico que siempre lo ha caracterizado, se dijo que él “no va a pelear contra sus compatriotas Italianos” y por eso empacó sus maletas y llegó a Bogotá y pronto instaló su consultorio en la calle 19 arriba de la carrera 7ª.

Gracias a la amistad con los profesores Anzola y Aparicio Jaramillo, fue invitado a vincularse al Hospital de San José y así desde 1942 llegó a su segunda casa y allí permanece para orgullo de todos los que hemos tenido el privilegio de trabajar con él.

En el Hospital inició su labor como adjunto a los pabellones de Cirugía de Santa Cecilia y Santa María como se anotó más arriba. Allí ocupó cargos de la mayor importancia como el de Jefe de la Unidad Quirúrgica entre 1949 y 1952, Director del Hospital de San José (1959-1960), miembro de la Junta Directiva durante varios periodos, Jefe del Departamento de Cirugía y de la Unidad Quirúrgica entre 1961 y 1967, Jefe de Educación Médica en 1964.

Fue elegido miembro de número de la Sociedad de Cirugía de Bogotá en 1952 y en 1988 es exaltado a la categoría de miembro honorario, categoría que aún conserva; ha sido distinguido por toda esa labor desarrollada en la Sociedad de Cirugía de Bogotá – Hospital de San José con menciones, condecoraciones en especial la Cruz de Plata que le fue impuesta durante la celebración de los cien años de la Sociedad en julio del 2002.

Su vida ha estado dedicada a la docencia y así fue subiendo en las diferentes categorías dentro del escalafón profesoral en las Facultades de Medicina de la Universidad Nacional, Universidad Javeriana y Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, regentando las cátedras de Cirugía, Técnica Quirúrgica y Patología Quirúrgica, hasta alcanzar las máximas distinciones.

La educación médica continua ha sido una de sus más altas ejecutorias y cómo olvidar toda la labor desarrollada mientras estuvo vinculado al I.S.S y sobre todo a Tribuna Médica en donde laboró de 1975 a 1985 fundando, organizando y promoviendo los programas de educación médica continua, programas propiciados por el Consejo de Educación Médica Continua y en los cuales tuve la fortuna de acompañarlo en muchas ocasiones. (Ver: Homenajes: Dr. Gilberto Rueda Pérez)

Más adelante y durante su permanencia en la ciudad de Miami fue el promotor de los programas de educación a través de teleconferencias vía satélite para varios países de América Latina.

Otra de las facetas dentro de las múltiples conocidas y otras menos conocidas, es la de Editor de Revistas y de traductor de obras científicas de inglés al español; dentro de las primeras tenemos la revista Internacional Pediátrics, The Journal of Miami Chil dren’s Hospital de la cual es editor científico emérito desde 1994.

Entre nosotros, además de la mencionada Tribuna Médica y otras, ha sido Editor de la vieja revista “Repertorio de Medicina y Cirugía” órgano de la Sociedad de Cirugía de Bogotá, que desde 1909 inició sus publicaciones y que desgraciadamente dejo de publicarse durante varios periodos, el último de los cuales fue en 1954.

El profesor Di Doménico la revivió y en su nueva etapa ha reaparecido desde agosto de 2000 y gracias a él como director y del profesor Darío Cadena Rey como editor ha sido recientemente indexada.

Pero una de las facetas menos conocidas es la de Di Doménico músico. Desde muy temprano, a los ocho años, inició sus estudios de piano con las señoritas Herminia y Anunciación Almanza y fue bajo su dirección que presentó varios recitales uno de los cuales, el de más grata recordación, fue en el teatro Cinerama situado en la carrera 5ª con avenida Jiménez Quesada, en donde al terminar su interpretación recibió una corona de laureles.

Ya en la Italia continuó su formación musical con grandes profesores en el Liceo Musical de Nápoles, dentro de los cuales destaca el profesor Di Doménico al profesor Benedetto Rizo, y a Florestano Rossomendi.

Tocó en varias ocasiones en la sala Degli Artisti de Nápoles interpretando a sus compositores favoritos con Beethoven a la cabeza. La despedida como solista y concertista ocurrió en 1931; abandonó su carrera musical por estudiar medicina, pues a pedido de su padre, era mejor que buscara “una profesión con mejor futuro”.

El profesor Di Doménico fue un gran deportista desde su tierna infancia; practicó el fútbol, el atletismo en diferentes disciplinas, los deportes náuticos y en la Academia Napolitana de Esgrima se inició en el deporte que le deparó sus mayores logros representando a Colombia dentro y fuera del país; fue su compañero en muchas lides nuestro expresidente el académico Juan Mendoza Vega.

Fue un gran aficionado al ciclismo y hasta hace unos años se le veía transitar por las carreteras de la sabana de Bogotá, subir a patios, ir hasta las represas del Sisga y Neusa, etc.

Estas son señores académicos, señoras y señores apenas unos destellos de lo que ha sido la vida de este docente y maestro (que no es lo mismo que profesor); que tiene un corazón grande y como decía en uno de los reportajes publicados con motivo de sus noventa años de vida “le late por cuatro países:

Panamá en la aurícula izquierda; EEUU donde trabajó y se especializó, la aurícula derecha; Italia, la tierra de sus padres que le ofreció las condiciones para tener una educación del más alto nivel, el ventrículo derecho y Colombia, que le dio el impulso a su familia, el ventrículo izquierdo, que lanza la sangre a todo el organismo, incluyendo el cerebro”.

Pero no quiero terminar sin recordar a Carmencita, su esposa y compañera en todas sus luchas y batallas por cuarenta y cinco años; como hubiera gozado hoy, mi querido maestro, con este homenaje que le rinden sus pares en reconocimiento a sus ejecutorias. Que Dios lo bendiga y nos depare la fortuna de seguir gozando de su compañía, de sus consejos y de su lucidez mental.

En nombre de todos sus discípulos reciba un gran abrazo, de gratitud y reconocimiento extensivo a Juan Francisco y señora, a Claudio y señora y a los nietos

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