El Racismo en Colombia
Hugo A. Sotomayor Tribín Marta Patricia Rincón Acuña.
Alejandra Quevedo Hidalgo
Marcela Torres Mogollón
Por la firme convicción de los autores de que el estudio de las relaciones entre el proceso de salud- enfermedad y el racismo en Colombia requiere una mirada amplia, se decidió abordarlo dentro de un marco antropológico y con una perspectiva histórica tomando para este propósito las definiciones de Antropología Médica y Medicina más completas y humanísticas posibles, ambas del historiador de la medicina, el español, Pedro Lain Entralgo:
“La Antropología Médica es la teoría general del hombre en tanto que sujeto sano, enfermable, enfermo, sanable y mortal”, ( 1) “la Medicina es una ciencia práctica cuyo objeto es un “sujeto”: la persona enferma” (2). (Lea también: El Racismo en Colombia, Indios Avasallados)
Hoy es de reconocimiento general que el campo de la salud comprende cuatro grandes áreas:
1) la biología humana- genética, procesos de maduración y envejecimiento, etc,-;
2) el entorno, todos aquellos factores externos al cuerpo humano sobre los cuales la persona tiene poco o ningún control -realidades económicas, sociales, culturales y naturales-, indiscutiblemente el determinante más importante de la salud;
3) los estilos de vida, entendidos como el conjunto de decisiones y prácticas que toman y ejercen las personas con respecto a su salud y sobre las cuales tienen cierto grado de control; y
4 ) la organización de la atención en salud.
Justificación
En la historia de nuestro actual soterrado racismo, herencia de la abierta y legal exclusión racial de la sociedad de castas de la época colonial y de las tres primeras décadas de nuestra vida republicana, contra lo pardo, lo indígena y lo negro- la esclavitud de los negros fue abolida en 1851- creemos que no se han estudiado suficientemente las respuestas de adaptación que han generado los grupos humanos objetos de ese sentimiento de desprecio, por parte de los “blancos” y europeos, y los efectos de ellas en la salud y las enfermedades.
En el análisis de los determinantes socioeconómicos de los problemas de salud que enfrentan las comunidades indígenas y negras en Colombia es necesario superar los conceptos de marginación, pobreza e “ignorancia”. Se requiere relacionar a éstos con el del racismo para así superar los eufemismos encubridores.
Si aceptamos que, desde el punto de vista de la situación médica de los sujetos enfermos, no sólo el de las enfermedades, la época colonial estuvo profundamente marcada por la epidemiología de la servidumbre y de la esclavitud (3) y si reconocemos que ese espíritu de superioridad de los considerados “blancos” -en esos años de dominio español- y su correspondiente de desprecio o subvaloración sobre los considerados negros e indios, no ha desaparecido en la actualidad.
Entonces podemos decir que el racismo sigue teniendo diferentes consecuencias en las situaciones y conductas sociales que generan riesgos sanitarios y enfermedades y en las vivencias colectivas e individuales de las comunidades de negros e indios y en la sociedad mestiza, “blanca”, colombiana.
Como hoy no vivimos bajo una estructura colonial, ni en los años republicanos en que se permitió la esclavitud, eso que recientemente denominamos epidemiología de la servidumbre y de la esclavitud (3) y que hubiera podido ser objeto de lo que llamamos antropología médica de la servidumbre y de la esclavitud (4),
Entonces el estudio de la situación médica relacionado a la marginación racial debe ser considerado no a esas categorías, que hacen referencia a las situaciones económicas, legalmente estructuradas de la encomienda, el vasallaje y la servidumbre, para los indígenas, y la esclavitud, para los negros, sino a la que hace referencia a la persistencia de los sentimientos de superioridad y minusvalía que lleva siempre aparejados el racismo.
En el estudio del proceso de salud y enfermedad de las comunidades de indígenas y negros es necesario entender que éstas han estructurado respuestas culturales ante su situación de marginados, pobres, subvalorados y despreciados y que aunque muchas de ellas, si no la mayoría, han sido beneficiosas, otras, las menos, probablemente, han podido y pueden crearles riesgos para su salud.
Al asociar algunas de las respuestas culturales con los conceptos de estilo de vida perjudiciales para la salud no queremos “culpar a la víctima”, ni pensar que los negros y los indígenas son los únicos y principales responsables de sus situaciones sanitarias. Lo que queremos es remarcar que aquellas desempeñan un papel en los riesgos médicos entre esas comunidades.
Un enfoque histórico de este fenómeno del racismo es necesario para entender mejor como las herencias sociales tienen efectos acumulativos sobre lo que se llamaría un perfil social y sanitario.
Las Concepciones del cuerpo entre los afrocolombianos y los indígenas: Una historia
Aceptando que el hombre hace de su cuerpo un lugar de expresión de todos sus simbolismos entonces es necesario aceptar, para mejor comprender lo que trataremos de desarrollar, que los indígenas y los negros avasallados y esclavizados por los españoles durante nuestra época colonial, y subvalorados en toda nuestra vida republicana han expresado en sus cuerpos sus representaciones simbólicas alrededor de su situación emocional y con relación a sus enfermedades.
Si bien entendemos que el concepto de raza no tiene la validez biológica que hasta hace varios años se le dió, comprendemos que el hoy llamado racismo corresponde a una construcción social e histórica relacionada con estructuras económicas de explotación de un grupo humano por otro y que este, en nuestra realidad, lo entendemos como los sentimientos de superioridad que muestran los grupos y personas con unos rasgos físicos asociados a los de los europeos, en los cuales predomina la tez blanca, sobre aquellas personas con fenotipos amerindios y africanos subsaharianos y su correlato o imagen en espejo de inferioridad de estos con relación a aquellos
Si se piensa la salud desde la subjetividad de la persona, con sus concepciones sobre el cuerpo, el ámbito social y el entorno natural y sus ideas sobre los factores que pueden ponerla en riesgo y se relaciona con la historia del grupo social, la etnia o la raza a las que pertenece la persona, entonces es necesario entender que el estado de salud y la salud sentida están determinados por la forma como el individuo, la persona, en su intimidad, se apropia, proyecta e interpreta el proceso vital de salud-enfermedad y ve el cuerpo a través de las ideologías (5).
La historia de las concepciones del cuerpo en las sociedades indígenas americanas y entre los africanos traídos como esclavos a América y las de sus descendientes hasta el presente muestra como en ellos el cuerpo se ha pensado y se piensa todavía, en varias de las regiones rurales que ellas habitan, como condicionado por el tipo de producción o actividad económica, o relacionado con la estructura política y social, o correlacionado funcionalmente con los procesos y elementos del macrocosmos, y cómo cada una de esas concepciones a su vez se refleja en sus mitos, ritos de paso y de iniciación. (6,7).
Muchas sociedades indígenas y algunas sociedades negras antropomorfizan sus entornos naturales y mutatis mutandis naturalizan sus cuerpos e intimidades como es el caso de las de San Basilio de Palenque en donde: “La tierra… es concebida como un cuerpo a semejanza de su gente, con sangre, pulmones y respiración, con ojos que lloran en las ciénagas, con venas de agua que son los arroyos” (8).
Estas concepciones que las sociedades indígenas y las negras, principalmente rurales, han tenido y todavía tienen sobre sus cuerpos, si las comparamos con las que se han desarrollado en el conjunto principal de la historia de la medicina en el occidente, podríamos equipararlas, sin mucha dificultad, con los tiempos que antecedieron la obra pictórica de Leonardo da Vinci y la anatómica de Andrea Vesalio, de finales del siglo XV y mediados del XVI, respectivamente, y ciertas corrientes del panvitalismo europeo del Renacimiento.
El imaginario del europeo en general y del español en particular, relacionado con la posesión demoníaca, la guerra a las idolatrías y la cacería de brujas conformaron durante la conquista y la colonia una concepción que tuvo que ver con las entidades del bien y el mal encarnadas en Dios y su opuesto, el diablo.
Esta concepción terminó marcando el cuerpo del indígena, el del negro y el del mestizo. Mientras que el mal en España era personificado por los musulmanes, los judíos y los protestantes; en las colonias españolas todo ese “mal”, se transfirió a los indios y a los negros. El español veía en los comportamientos de los indígenas y de los negros un riesgo para su monoteísmo y para su alma.
El negro, contrario y opuesto al blanco, se convirtió en el terreno propicio para representar a lo profano, a lo sucio, al pecado, a la transgresión, a la oscuridad, etc ; a él se le adjudicó el imaginario español correspondiente al sistema simbólico de la brujería y la magia. En América se luchó contra la brujería y la magia de los negros, contra las supersticiones y hechicerías de los indígenas como se había luchado contra judíos y moros en la península. (9)
Matrices coloniales de las respuestas culturales de los negros e indios contra el racismo
La situación de servidumbre y esclavitud que los indígenas y los negros sufrieron durante la época colonial hizo que ellos respondieran no sólo sublevándose, tomando las armas o huyendo, sino creando toda una cultura cotidiana de resistencia, sincretismo y readaptación a los impactos y cambios culturales del momento que necesariamente debió marcar sus concepciones sobre salud y enfermedad.
Esclavos Negros
Con los negros esclavizados procedentes del Africa llegaron agentes infecciosos desconocidos en América (10). Los sitios donde los negros fueron ubicados por los esclavistas, o los que ellos escogieron en sus huidas, se convirtieron en focos de las nuevas enfermedades parasitarias e infecciosas las cuales trajeron consigo: la dracontiasis, entre los esclavos recién llegados o bozales.
La filariasis por la Wuchereria bancrofti conocida como “elefantiasis árabe” en la literatura médica internacional y como “potra” en nuestra Cartagena, hasta principios de los cincuenta del presente siglo; la filariasis por Onchocerca volvulus, la “ceguera de los ríos”, confinada a una población afrocolombiana del río San Juan de Micay (11, 12, 13, 14, 15).
El pian o frambesía, muy probablemente también traído por ellos, que fue un gravísimo problema de salud pública entre la población afrocolombiana del litoral pacífico hasta finales de los años cincuenta (16); la uncinariasis por Necator “americano”, que inicialmente debió ser un gran problema entre los esclavos y_los afrocolombianos “libres”, en las zonas mineras del bajo Cauca y el Chocó (5, 12);_el paludismo por P. falciparum, hoy todavía un serio problema en toda la costa Pacífica (17, 18, 19) y la “emergente” infección por el virus linfotrópico humano (20, 21, 22).
Los sitios o focos iniciales del paludismo por P. falciparum y la uncinariasis por N. americanus por las condiciones en que se mantuvieron y se han mantenido hasta la actualidad, desempeñaron y desempeñan, un efecto de centro de irradiación de estas enfermedades hacia el resto del territorio colombiano (5,12,23).
Entre los negros esclavizados una de las respuestas más estudiadas ha sido la de la creación de espacios físicos alejados y defendidos bélicamente de los españoles: los palenques. En éstos los negros crearon espacios propios y construyeron identidades.
Pero ellos también respondieron de otras formas a las acciones de destrucción que sobre sus culturas, creencias, lenguas y personas practicaron sistemáticamente los españoles. Estas fueron las respuestas culturales.
Es el caso de la creencia que tuvieron y tienen los negros de San Basilio de Palenque sobre el infierno al considerar que a ese lugar iban “los espíritus malos, así como aquellos palenqueros que no cumplieron con el mandato principal de Dios: la felicidad terrenal gozando de la vida. Por desoírlo, sus almas son arrojadas a la candelada infernal como castigo, y no tienen perdón. “La mujer virgen se va pa la candela”. “el que ha gozado se va pa’l cielo” (8).
Dentro de estas respuestas culturales en oposición al sufrimiento que la esclavitud les ocasionaba, esta concepción de gozarse la vida tuvo, en la música de ritmos sincopados y en los bailes que inventaron, a manera de un sincretismo religioso y cultural (24, 25), un papel muy importante en su salud sentida y en su lucha contra las enfermedades porque a través de ellos, los sabores, los olores, los contactos y las contracciones entre sus cuerpos los mantenían vivos y les alejaban, a manera de un exorcismo, de las enfermedades, las tristezas y melancolías.
La música y el baile por ser elementos de identidad cultural son extraordinarios promotores de la vida individual y colectiva. La lucha por vivir, por sentirse importantes y amados les daba la salud que el trabajo de esclavo les arrebataba.
Este concepto de gozarse la vida, de aplazar el trabajo impuesto por el amo; y el soportar y conformarse con situaciones que no atentaran de forma evidente contra su salud, fueron las causas que generaron ciertas conductas como el de “dejar pasar las cosas” y las que construyeron una cultura del ocio que estructuraron una convivencia con lo que hoy se llaman riesgos para la salud.
Estas conductas de no buscar activamente lo que hoy llamaríamos un saneamiento ambiental y de no promover la salud con medidas individuales y comunitarias tuvo en el intenso calor, -que hace que las personas eviten al máximo los grandes esfuerzos físicos que les puedan ocasionar alteraciones en su homeostasis corporal de líquidos y electrolitos- y en la abundante oferta ambiental de nutrientes, importantes factores coadyuvantes para que así se estructurara una economía de supervivencia, del diario, sin sentido del ahorro y acumulación, ni del mejoramiento.
Entre los negros esclavizados, por no existir un importante aglutinante religioso, las magias protectora y agresiva, que buscaban, respectivamente, los éxitos amorosos y la curación de enfermedades, y la derrota o muerte de sus enemigos, cumplieron un papel muy importante en su lucha por su salud personal y su identidad cultural (26, 27).
En la lucha por lograr superar los sentimientos de extrañamiento, aislamiento, soledad afectiva generados por las dificultades por mantener las uniones entre hombre-mujer o encontrarlas, la magia, con propósitos de encantamiento sexual y amoroso, jugó un papel muy importante en la búsqueda del bienestar individual y la salud personal.
La lucha del negro esclavo fue por construir una identidad y disfrutar al máximo los pocos momentos de solaz que su terrible situación le permitía; la lucha de los negros en la actualidad es por hacerse ver, es por superar la “invisibilidad”, a decir de Nina Sánchez de Friedemann, a la que los ha sometido la sociedad mestiza, “blanqueada”, colombiana.
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