Pintores de la Patología Endocrina
Algunos famosos pintores representaron personajes que sugieren patologías endocrinas:
Alberto Durero, Rembrandt (Dánae) y particularmente Rubens (María de Médicis, Susanne y Helene Fourment) dibujaron mujeres discretamente bociosas.
Leonardo da Vinci
Realizó aportes interesantes merced a sus estudios anatómicos; en el Codici di Anatomia hizo dibujos de la superficie inferior del cerebro que muestra la rete mirabilis que rodea la pituitaria.
Se creía que el tercer ventrículo era el sitio aferente, donde se elaboraba el sensus communis o las sensaciones físicas periféricas. Una caricatura de Leonardo muestra el rostro de un hombre acromegálico. Velásquez dibuja al enano Sebastián de Mora y a Francisco Lezcano, el Niño de Vallecas (considerado un enano hipotiroideo, es decir, un cretino).
En uno de los cuadros más famosos del mundo -las Meninas o la familia de Felipe IV- Velásquez pinta a la Infanta Margarita de Austria, quien fue enfermiza y murió prematuramente; se dice que presentó pubertad precoz, talla corta, bocio y exoftalmos, por lo que se ha especulado que padeciese un síndrome de Albright.
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Es famosa la mujer barbuda -cuadro del español
José de Ribera– que muestra un caso severo de virilización e hirsutismo, correspondiente a Magdalena Ventura de los Abruzos, quien llegó a Nápoles con cincuenta años, procedente de dicha región.
El duque de Alcalá -Virrey de Nápoles- encargó al artista pintar a esta mujer, que aparece aquí junto a su marido y con un niño en los brazos y a quien la barba le empezó a crecer a los treinta y siete años.
El lienzo –que se encuentra en el Hospital-Museo de Tavera, en Toledo- hace pensar que se trata de un mal relativamente benigno, pues un cáncer de suprarrenales o de ovario no le hubiera permitido vivir todos esos años. Ribera –quien siguió el naturalismo – pintó con crudeza a mendigos, truhanes y seres deformes.
Casos y teorías
Aunque el hipertiroidismo es una enfermedad de descripción más reciente, algunos informaron casos de exoftalmos en el siglo dieciocho, aunque sin mencionar la presencia de bocio (St. Ives –oculista que reportó tres casos- Louis y Gilibert). Nicolás Sauserotte informó en 1772 un primer caso que describe a un acromegálico. En 1750 Anton de Häen describió un caso de amenorrea asociada a tumor pituitario y el neuro-anatomista y dibujante
Thomas Soemmering en 1778 acuñó el término hipófisis para denominar la glándula pituitaria.
En 1791 Schreger dijo que la tiroides hacía un corto-circuito vascular que impedía la llegada excesiva de sangre al cerebro y Johann Peter Frank (1745-1821) –profesor de Gottingen- (fundador del estudio de la higiene -quien decía que “la miseria es la madre de la enfermedad”- describió con exactitud la diabetes, distinguiendo la sacarina o verdadera de la insípida o falsa; se refirió a la disentería urinaria (la diarrea urinosa de Galeno), como el paso de bebidas no elaboradas a través de los riñones.
Diferenció las formas agudas de las crónicas, reconoció una diabetes insidiosa, con orina azucarada pero sin poliuria y otra intermitente.
La fermentación alcohólica del azúcar urinario, que obtuvo añadiendo un poco de levadura, sirvió desde entonces como prueba para el diagnóstico de la enfermedad. Su hijo Giuseppe propuso como hipótesis que la diabetes dependería de una debilidad general que podría curarse con fricciones de mercurio y dulce del suero de los diabéticos.
La época en la que se conocería el funcionamiento de las glándulas de secreción interna:
-A partir de los signos asociados con sus patologías- se demoraría muchas décadas más en llegar.Antes de los informes ochocentistas acerca de experimentos y enfermedades relacionados con los órganos encargados de las secreciones internas, existían ya de siglos anteriores algunos datos inconexos sobre las glándulas sin conducto e incluso algunas hipótesis que intentaban encontrar explicaciones teóricas sobre un sistema en ciernes.
No se pensó relacionar sin embargo anatomía, enfermedades y terapias de órganos, pues si se hubiera hecho, la biología molecular quizás se hubiera desarrollado desde mucho antes.
Por siglos, a la glándulas sin conducto siempre se les buscó uno, y -a veces erróneamente- se aseguraba haberlo encontrado, lo que podría dar una explicación más simplista de su función; sabemos que –incluso al finalizar el siglo XIX, cuando ya se conocía la anatomía de algunas de estas ductless glands– las glándulas excretoras o exocrinas eran ampliamente conocidas; Valsalva confundió un vaso sanguíneo como un conducto que comunicaba suprarrenales y gonadas y Santorini informó un conducto excretor del tiroides. Mejor orientado, Thomas Willis planteó que la sangre recibía un fermento especial de las venas espermáticas.
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