Prueba de APE no reduce las Muertes por Cáncer de Próstata

APE y Cáncer de Próstata

Para contribuir al debate continuo sobre la utilidad de la prueba de antígeno prostático específico (APE) para el cáncer de próstata, una investigación reciente de Suecia halla que la prueba reduce la cantidad de muertes por causa de la enfermedad a casi la mitad.

El argumento sobre si la prueba de APE salva las vidas de los hombres o simplemente contribuye al diagnóstico exagerado de cánceres de desarrollo muy lento (y la preocupación y tratamiento exagerado que conllevan) ha asediado al mundo de la medicina durante años.

Según directrices recientemente revisadas por la Asociación Estadounidense del Cáncer, los hombres en riesgo promedio de cáncer deberían hablar sobre la prueba de APE con su médico a partir de los cincuenta. Para los hombres en alto riesgo de la enfermedad, los negros y los hombres cuyo padre, hermano o hijo tuvieron cáncer de próstata antes de los 65, la discusión debe comenzar a los 45.

“Debido a que el cáncer de próstata avanza lentamente, a los hombres que no tienen síntomas de cáncer de próstata que no tienen una esperanza de vida de diez años no se les deben ofrecer pruebas porque probablemente no se beneficien”, anota la asociación en su sitio web.

La ambivalencia sobre la prueba no se ha limitado a los EE. UU.

“En Europa, hemos estado reacios a recomendar que todos los hombres se hagan la prueba de APE, pues no parece que haya pruebas suficientes”, estuvo de acuerdo el Dr. Jonas Hugosson, profesor de urología de la Universidad de Gotemburgo.

Sin embargo, considera que con los resultados del nuevo estudio de 14 años, “siente uno la obligación ética de por lo menos informarle a los hombres mayores de 50 sobre la APE y sus posibilidades. Personalmente, le recomendaría a mis amigos que se hagan revisar la APE”, agregó Hugosson.

El informe aparece en la edición en línea del 30 de junio de The Lancet Oncology.

Para el estudio que aún continúa, Hugosson asignó al azar a unos 20,000 hombres a pruebas de APE cada dos años o a no hacerse la prueba. Los hombres tenían entre 50 y 65 años al inicio del estudio.

A los hombres cuyos niveles de APE eran superiores a lo normal se les ofrecieron más pruebas, como exámenes rectales digitales y biopsias de próstata.

Durante catorce años de seguimiento, los investigadores hallaron que se redujeron las muertes por cáncer en cerca de 44 por ciento entre los hombres a los que se hizo la prueba, comparados con los demás. En general 44 de los hombres que se hicieron la prueba de APE murieron de cáncer de próstata, frente a 78 que no se la habían hecho.

Entre los hombres evaluados, a 11.4 por ciento se les diagnosticó cáncer de próstata, frente a 7.2 por ciento de los que no fueron evaluados. De los hombres del grupo evaluado a los que se diagnosticó cáncer de próstata, al 79 por ciento se les diagnosticó porque participó en el estudio, anotaron los investigadores.

Además, los hombres del grupo evaluado tuvieron más probabilidades de que se les diagnosticara el cáncer mientras estaba en una etapa inicial. En el grupo evaluado, a 46 hombres se les diagnosticó cáncer avanzado, frente a 87 hombres del grupo no evaluado, halló el equipo de Hugosson.

“Nuestro estudio tiene un seguimiento más largo que el de estudios anteriores, pero muestra que en los hombres invitados [al estudio], el riesgo de morir es la mitad del grupo de control. En hombres menores de sesenta al comienzo del estudio, el efecto fue aún más pronunciado, de apenas la cuarta parte de las muertes esperadas”, aseguró Hugosson.

Además, el riesgo de diagnóstico exagerado fue inferior al que se pensó anteriormente, pues apenas a doce hombres se les tuvo que diagnosticar cáncer para salvar una vida. Sin embargo, los investigadores anotaron que, debido a que el beneficio de la prueba de APE exige al menos diez años para ser confirmado, sigue pareciendo cuestionable hacerle la prueba de APE a a los mayores de setenta.

El Dr. David E. Neal, profesor de cirugía oncológica de la Universidad de Cambridge en el R. U. y autor de un editorial acompañante, considera que “la prueba de APE detecta el cáncer de próstata al principio de su historia natural cuando no causa síntomas. Al hacerlo, pueden salvar las vidas de algunos hombres que de otro modo hubieran muerto por causa de la enfermedad”.

El estudio contribuye a la evidencia anterior de que las pruebas de APE y la evaluación del cáncer de próstata salvan vidas, dijo. Aún así, la prueba de APE sigue siendo una herramienta no del todo precisa a la hora de determinar la agresividad de un tumor en particular, dijo Neal. “Necesitamos mejores pruebas que identifiquen con mayor precisión a los hombres destinados a desarrollar problemas en el futuro por causa de esta enfermedad”, dijo.

En los EE. UU., examinar la APE sigue siendo parte de la rutina de la mayoría de los exámenes físicos, según el Dr. Nelson Neal Stone, profesor de urología y radiación oncológica de la facultad de medicina Mount Sinai de la ciudad de Nueva York.

“Yo diría que entre 70 y 80 por ciento de los médicos ordena ahora una prueba de APE”, dijo. “Entonces, es más o menos el estándar de atención en los EE. UU. hacerse una prueba de APE”.

Stone anotó que la evaluación detecta muchos cánceres en las primeras etapas, que no necesitan ser tratados. “Cuando vemos pacientes con enfermedad de bajo riesgo, no los tratamos, los observamos”, dijo.

“Los hombres más jóvenes se benefician más de la evaluación porque están en el mayor riesgo de muerte”, aseguró Stone. “Este estudio apoya claramente las pruebas de APE para prevenir las muertes por cáncer de próstata”.

Otro experto, el Dr. Anthony D’Amico, jefe de oncología de radiación del Hospital Brigham y de Mujeres de Boston, agregó que “la gente que tiene buena salud se beneficiará de la prueba [de APE], pero los que no tienen buena salud podrían no beneficiarse del todo. Eso es porque si el tumor de próstata no es agresivo, tienen más probabilidades de morir por otras afecciones más graves, explicó.

FUENTES: Jonas Hugosson, M.D., Ph.D., professor, urology, University of Gothenburg, Sweden; David E Neal, M.B., professor, surgical oncology, University of Cambridge, U.K.; Anthony D’Amico, M.D., Ph.D, chief, radiation oncology, Brigham and Women’s Hospital, Boston; Nelson Neal Stone, M.D., professor, urology and radiation oncology, Mount Sinai School of Medicine, New York City; June 30, 2010, The Lancet Oncology

HealthDay

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