Desarrollan una Prueba de Sangre para la Depresión
Investigadores han desarrollado una prueba de sangre que podría algún día ayudar a diagnosticar a los adolescentes que sufren de depresión.
Para crear la prueba, los investigadores identificaron 26 marcadores biológicos potenciales para la depresión. Entonces, evaluaron los marcadores en un pequeño grupo de adolescentes, y hallaron que algunos podían distinguir entre los adolescentes con depresión mayor y los que no tenían depresión. La investigación aparece en la edición del 17 de abril de la revista Translational Psychiatry.
“Creo que el diagnóstico de depresión mediante una prueba de sangre sería más preciso”, apuntó la autora del estudio Eva Redei, profesora de psiquiatría de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad de Northwestern. Ahora, hay que estudiar los biomarcadores en un grupo más numeroso de adolescentes, añadió.
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Actualmente, el diagnóstico de depresión es subjetivo, y conlleva que los médicos hablen con los pacientes sobre su estado de ánimo. La evaluación es especialmente difícil en adolescentes, porque se trata de una época que ya es emocionalmente difícil, planteó Redei.
Contar con un diagnóstico objetivo que dependa de biomarcadores podría también hacer que el diagnóstico sea más fácil de recibir para los adolescentes y aliviar parte del estigma asociado con la depresión.
“Traería a esta enfermedad a la misma familia que otras afecciones graves”, aseguró Redei. “Sería mucho más difícil que alguien les dijera que simplemente hagan un esfuerzo, o que se controlen”.
Entre el 17 y el 25 por ciento de los adolescentes y adultos jóvenes experimentan depresión, según la información de respaldo del estudio. Los adolescentes que desarrollan depresión tienen un peor pronóstico, caracterizado por enfermedades, abuso de sustancias y conductas suicidas, en comparación con las personas que son diagnosticadas a una edad mayor.
En el estudio actual participaron 28 adolescentes, negros y blancos, del área de Chicago. La mitad sufrían de depresión.
Los investigadores compararon los niveles de los 26 biomarcadores potenciales en muestras de sangre de los adolescentes, y hallaron que once de ellos estaban presentes a niveles más altos o más bajos en los adolescentes deprimidos. Es así como el estudio reveló que una prueba de sangre puede ayudar a diagnosticar la depresión.
Además, hallaron que 18 de los biomarcadores podían predecir con precisión si los adolescentes deprimidos también tenían un trastorno de ansiedad. En un ámbito clínico, una prueba de exploración para la depresión conllevaría un panel de biomarcadores, explicó Redei.
Algunos darían al médico una respuesta positiva o negativa sobre si un adolescente podría tener depresión y se debe someter a más evaluación, mientras que otros podrían revelar información sobre la depresión y cómo tratarla, por ejemplo su gravedad y si está acompañada por ansiedad.
“La esperanza es que estas pruebas no solo puedan identificar quién está deprimido, sino también discriminar potencialmente entre distintos tipos de depresión”, planteó Redei.
Pero primero, el grupo de Redei debe determinar si estos biomarcadores son precisos en grupos numerosos de adolescentes que representen una variedad de razas de distintas áreas del país. Ahora, están iniciando estos estudios.
Unos estudios de mayor tamaño nos dirán mucho sobre qué tan útiles podrían ser estos biomarcadores, señaló el Dr. Sheldon Preskorn, profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Kansas, en Wichita.
En cualquier ocasión en que se evalúe una variedad de biomarcadores potenciales en un grupo pequeño de personas, se hallará que algunos parecen clínicamente importantes, añadió.
Tener una prueba que ayude a identificar a los que sufren de depresión podría ser inmensamente útil, aseguró Preskorn. “Este tipo de método es más o menos el santo grial de la psicología”. Todavía no hay biomarcadores disponibles para diagnosticar la depresión a ninguna edad.
El grupo de Redei también evalúa los biomarcadores en adultos. Aunque es demasiado pronto para asegurarlo, piensa que algunos terminarán siendo útiles para diagnosticar la depresión en los adultos.
El grupo identificó originalmente el conjunto de 26 biomarcadores candidatos al estudiar ratas con afecciones que imitan a la depresión en los humanos. Y al igual que en los humanos, en las ratas, la afección se relacionó con factores genéticos o ambientales.
En estos animales, los investigadores observaron un tipo de molécula llamada de transcripción, que es una molécula intermediaria entre un gen y su proteína correspondiente. Las diferencias en el nivel de moléculas de transcripción indican cambios en la expresión genética.
Hallaron once moléculas de transcripción que eran distintas en la sangre y los cerebros de los animales que fueron criados en un estado de depresión perpetua, en comparación con los animales normales. Además, hallaron quince moléculas de transcripción que se hallaban aumentadas o reducidas en grupos de ratas con depresión inducida por el ambiente.
En conjunto, los cambios que los investigadores hallaron en los genes fueron “muy inesperados”, comentó Redei. Añadió que “esto simplemente caracterizó lo poco que sabemos sobre la depresión”.
El descubrimiento de estos biomarcadores da a los investigadores una nueva lista de objetivos a explorar como antidepresivos potenciales, aseguró Redei.
Tener un diagnóstico confiable basado en sangre para la depresión también podría abrir las puertas para el tratamiento de las personas antes de que aparezcan síntomas, señaló Preskorn. “Tal vez sea deseable observar a las poblaciones en alto riesgo, por ejemplo, si tienen antecedentes familiares de depresión”.
Este método es similar a la forma en que los médicos gestionan otras afecciones, como la enfermedad cardiaca, comentó Preskorn. “Si se sabe que alguien tiene colesterol y lípidos altos, no hay que esperar a que la persona desarrolle ateroesclerosis para iniciar una estatina”.
FUENTES: Eva Redei, Ph.D., professor, psychiatry and behavioral sciences, Northwestern Medicine, Chicago; Sheldon Preskorn, M.D., professor, psychiatry, University of Kansas-Wichita School of Medicine and chief scientific officer, clinical trial unit, University of Kansas Medical Center; April 17, 2012, Translational Psychiatry
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