“Lo Tengo Siempre Bien Abrigadito”
¡Valiente gracia! —Existe la temperatura ideal u óptima, que no es frecuente en la Isla de Cuba, por ser tierra caliente. A esa temperatura le convendría y le gustaría a su bebito vivir, aunque puede sentirse bien un poco por debajo y por arriba de ella. Esa temperatura está aquí, en Cuba, entre 20° y 28°.
Si usted lo abriga siempre igual le hace sufrir más calor del que hay en nuestro país. Y esto irrita sus nervios y lo puede incluso enfermar. Usted debe tomar en cuenta la temperatura reinante (mirando el termómetro, no juzgando por usted) al vestir a su hijo y abrigarlo, en vez de pensar que mientras más abrigadito esté, mejor.
Esto es erróneo. Después de los 15 ó 20 primeros días de nacido, lo correcto es mantenerlo “fresquito”. El fresco no hace nunca daño; el calor sí.
Durante nuestros escasos días fríos, usted quizás quiera disfrazar a su nene de esquimal. Esto en Cuba es innecesario; mejor dicho, dañino. Si ya cerró bien el cuarto ¿por qué mantiene tan abrigado al niño? Y si a la una de la tarde brilla refulgente el sol y se fue el frío, ¿por qué no lo aligera de ropa? ¿Se olvida, eh? Ya sé que ocurren aquí cambios de temperatura más suaves que en otros países; pero no sé si usted cambia la ropita de su hijo. La regla que sigue la mayoría es absurda: cuando refresca algo la temperatura lo abriga demasiado, pero, ¿lo desabriga cuando calienta el día?
Usted no le teme al cambio del fresco al calor, y le teme mucho al cambio del calor al fresco.
¿Por qué piensa así? Por los catarros, responderá. El niño enseguida coge catarro. Mire señora, es usted quien ha hecho de su hijo un “catarriento”.
Con tanto cuidarlo de los suaves cambios de temperatura y de las agradables corrientes de aire, le han impedido que desarrolle y fortalezca su resistencia a los cambios de temperatura.
El niño nace con varios tesoros en su cuerpo, uno de ellos se llama reflejo de nivelación de la temperatura corporal. Si aquella sube, el cuerpo por sí solo se refresca, y si baja, el cuerpo por sí solo se calienta. Mientras más se use y practique ese reflejo, mejor funcionará, y mejor protegerá a su hijo.
¿Por qué se empeña en impedir que se desarrolle y fortalezca ese reflejo, al que llamé tesoro de la naturaleza? Le hará muchísima falta a lo largo de toda la vida. ¿O es que está usted criando a su hijo en un frasco? Los tiempos están cambiando, amiga. Eso no se puede seguir haciendo. Su hijo va a ser un trabajador, un hombre a veces bajo techo y otras a la intemperie, y no un sujeto metido en un estuche, ocioso y enfermizo. Su hijo probablemente trabajará fuera de su casa. (Lea También: “Despiértalo, que le Toca”)
No los haga «catarrientos». Rompa la rutina. Después de los 7 u 8 meses de nacido se debe iniciar el endurecimiento térmico del nene, lo que es fácil de realizar en Cuba, país tropical. Haga esto progresivamente y cuando el niño esté fuerte, sano y alegre, báñelo con agua fría. ¿Incluso cuando hace mucho calor? Bueno, esto marca el punto final del endurecimiento. El niño deberá entonces aceptar con agrado el salutífero enfriamiento. Llorando y obligado no; ¡Prohibido!
Nunca lo abrigue demasiado; en cambio, refrésquelo bien en verano.
Déjelo incluso desnudito y que llueva y se moje. Sí. No tema. Él tiene reflejos de nivelación térmica que necesitan funcionar. Él se lo agradecerá cuando sea grande. Y usted se sentirá orgullosa por haberle suprimido a sus muchachos la molesta visita llamada gripa.
Y otro caso que se presenta en algunas culturas, es el de envolver al niño con una tela, como si éste fuese un tabaco. Además de “muy abrigadito”, queda impedido de moverse, de agitar sus manitas, de quitarse lo que le esté rascando o haciendo doler. Imagínate a un adulto en tales circunstancias. ¡Qué tormento tan cruel!
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