Humedales de Bogotá: Evolución Histórica
Evolución Histórica
Antiguo Lago de Luna Park, al sur de Bogotá, lugar de esparcimiento de los bogotanos durante las primeras décadas del siglo XX
Se estima que a principios del siglo XX, el área ocupada por lagos y humedales en los que hoy es Bogotá, sumaba más de 50.000 hectáreas. De las cuales hoy sólo quedan 800. La evolución histórica de los humedales no muestra protección o conservación de estos ambientes, sino que revela un claro proceso de reducción, deterioro y contaminación, lo que implica un fuerte impacto en la flora y la fauna de tan valiosos ecosistemas.
Puente de Colón sobre el río San Agustín, actual calle 18 con carrera 13.
En las siguientes páginas se presenta un recorrido por la historia de la ciudad, sus fuentes de agua y su evolución urbana, para conocer de cerca la interesante y compleja memoria de los humedales, esos ambientes pletóricos de biodiversidad en los que habitan, entre los macizos de juncos y la vegetación flotante, el pato de pico azul y la monjita, la caica y el chorlito, el pato zambullidor y muchos otros animales, algunos en peligro de extinción.
El itinerario recorre mitos y leyendas entorno al agua, epopeyas y gestas conquistadoras que alteraron las costumbres ambientales prehispánicas, además, permite conocer los preparativos para recibir a Alexander Von Humboldt durante la Colonia, los primeros puentes, el “Mono de Pila” del período republicano, para finalmente abordar el siglo XX y observar el impacto del crecimiento urbano y el desarrollo industrial sobre los humedales.
Los Muiscas y el Agua
Laguna sagrada de Guatavita, donde el zipa se baña luego de cubrir su cuerpo con polvo de oro.
Hace más de 20.000 años la Sabana de Bogotá era un gran lago, más sufrió el quebrantamiento de uno de sus bordes y se desaguó por lo que hoy conocemos como el Salto de Tequendama. La mitología muisca no sólo atribuye este grandioso evento a Bochica1, sino que nos cuenta cómo el dios arrojó su vara de oro al Salto de Tequendama, separando dos grandes peñascos para liberar las aguas. La leyenda narra además, que el lago se formó por el desbordamiento de los ríos Sopó y Tibitó, pues el dios Chibchacum, ofendidos por los habitantes de la sabana, decidió inundarla, y las aguas cubrieron las viviendas y los cultivos de los muiscas.
Luego de la intervención de Bochica, la Sabana siguió gozando de ricas fuentes de agua, ríos y quebradas, lagos y humedales,2 ambientes que los nativos, además de disfrutar, consideraban sagrados. 2 ambientes que los nativos, además de disfrutar, consideraban sagrados. El agua era parte esencial de la creación del mundo muisca, y muchos episodios de su mitología acontecieron en lagos y humedales.
Entre los dioses relacionados con el agua se cuentan Bochica el héroe civilizador, Sie, la diosa del agua, Bachué3, quien representa el origen de la humanidad pues emergió de una laguna con un niño en sus brazos y su descendencia pobló la tierra; además la diosa Chía,4 quien solicitó a los muiscas ofrecer sacrificios y ofrendas a ríos y arroyos, lagos y lagunas en señal de devoción y respeto a las deidades indígenas.
Pieza de orfebrería muisca que representa a Bachué emergiendo de la laguna de Iguaque con su hijo en brazos
Salto de Tequendama, lugar por el que se desaguó la gran
laguna de la Tumba que cubrio la Sabana de Bogotá durante milenios.
Las lagunas eran santuarios naturales sacralizados por la mitología:
“Ya cuando los padres de los muiscas tenían una edad muy avanzada y sus espaldas estaban cansadas por la vejez, Bachué tomó a su marido de la mano. Así entraron al páramo, a la laguna de Iguaque, y mucha gente los acompañó. Allá se metieron al agua y cuando ésta los cubrió hasta el pecho fue cuando Bachué hablo a sus hijos y a toda la descendencia”.5
Durante los baños rituales de zipa6 en la laguna de Guatavita, ceremonia que originó la leyenda de El Dorado, se arrojaban al agua ofrendas dirigidas a los dioses en forma de elaborada orfebrería, polvo de oro o piedras preciosas como las esmeralda, pues las lagunas eran para los muiscas el origen de la vida de los dioses y de los hombres.
Todas las etapas de la vida del individuo se consagraban en el agua. Sie, la diosa del agua, acompañaba la vida del muisca desde el nacimiento hasta su muerte. En el momento del parto, la madre se acercaba a la orilla de una laguna a dar a luz, y luego del alumbramiento, madre e hijo tomaban un baño en sus aguas, y se encomendaba la vida del recién nacido a la diosa.
Chía, diosa lunar de la mitología muisca
India muisca
La Dieta Muisca y los Humedales
Olla de barro muisca
Las ceremonias de la llegada de la pubertad o la consagración de los varones que aspiraban a sacerdotes, guardaban una estrecha relación con el agua, pues el ritual se realizaba entorno a las lagunas, y concluía cuando los iniciados se sumergían en sus aguas. De otro lado el rito funerario de los caciques era un especie de baño eterno, ya que eran enterrados junto con gran cantidad de ofrendas de oro en el lecho de una laguna, a la que previamente le habían desviado el curso y para finalizar la ceremonia, se liberaban las aguas que cubrían la tumba.7
En la ronda de lagos y humedales los muiscas realizaban actividades relacionadas con la preservación del medio ambiente:
Pues plantaban árboles para el control de las inundaciones y el mantenimiento de los caudales. Dentro de las especies que utilizaban se encontraban los alisos, arbolocos, borracheros blancos y arrayanes entre otros. Dichas acciones revertían en su beneficio, pues con ello aseguraban la preservación de lagos, ríos y humedales, manteniendo su biodiversidad, “en ese entonces llegaban las garza de Casanare, que venían a desovar entre los juncales”.8 Es importante aclarar que hoy, aunque los humedales han reducido su área de ocupación y la contaminación de sus aguas es la elevada, muchas aves al igual que las garzas, siguen viniendo a desovar entre sus juncales.
El agua de ríos, lagos y humedales no sólo sustentaba gran parte de la mitología muisca, sino que regaba los cultivos y le proporcionaba caza y pesca a los nativos. El registro arqueológico de la fauna cazada en tiempos prehispánicos indica que el venado de mayor tamaño era una de las especies más consumidas, al igual que el curí, probablemente domesticado. Otras especies reportadas son el venado pequeño, el conejo, la comadreja, además de varias clases de caracoles, y en menor proporción peces y aves.9
La Fundación de Santafé
En 1538 los españoles fundaron la ciudad de Santafé, y en 1919,
la República de Colombia le cambió el nombre a su capital llamándola Bogotá
La ciudad de Santafé fue fundada el 6 de agosto de 1538 cerca al lugar de recreo del Zipa, un sitio muy agradable llamado por los muiscas Teusaquillo. La ciudad fue trazada a partir de la actual Plaza de Bolívar, pues el lugar ofrecía muchas ventajas para la instalación del caserío inicial, ya que gozaba de quebradas y arroyos de aguas cristalinas que descendían de las cuencas formadas por los cerros orientales. Además el terreno no presentaba inundaciones durante la temporada de lluvia, pues el exceso de agua era, como ya se mencionó, recogido y almacenado naturalmente por lagos y humedales.
Santafé se consolidó como cabeza del Nuevo Reino de Granada y sus pobladores hallaron, como más tarde lo diría Fray Pedro Simón, “las comodidades que deben tener una ciudad cuerdamente poblada”. Los cronistas de la época mencionan la existencia de “ríos que pasan cerca” o “manantiales de buenas aguas que nacen dentro de muchas casas”.10
Para el trazado de la ciudad se usó la tradicional cuadra española de cien varas11 de lado. Las travesías o calles actuales se alinearon en sentido de la mayor pendiente, es decir hacia el occidente, permitiendo un buen drenaje de las aguas lluvias. Por su parte las calles principales (Carreras) se guían el eje norte sur desaguaban en los ríos que bordeaban la ciudad: El San Francisco y El San Agustín, que luego de vertir sus caudales en los grandes lagos y humedales del occidente de la región, desembocaban en el río Bogotá.12
Los habitantes se abastecían del agua de la mana13 o de la quebrada, laguna o río más cercano, llevando el líquido en múcuras, el cántaro muisca por excelencia, cuyo uso subsistió hasta bien entrado el siglo XX.14
La Contaminación de las Quebradas
Calle típica de Santafé en donde se observa el caño público
El sistema domiciliario de desagüe en Santafé era tan primitivo como el de suministro de agua potable. La mayoría de las viviendas no contaban con ningún dispositivo sanitario y simplemente, se arrojaban las aguas servidas y las basuras al caño público, que corría por el centro de las calles a cielo abierto.
Las aguas y las basuras que se acumulaban en las épocas de verano daban a la ciudad un aspecto repugnante, y sólo después de fuertes aguaceros las calles recobraban algo de limpieza. Los arroyos utilizados como único sistema de desagüe y basurero, desembocaban en los ríos que bordeaban la ciudad, y sus caudales transportaban los desechos a lagunas y humedales, y por último al río Bogotá.
De otro lado, cuando los españoles observaron que los indios de la Sabana de Bogotá y sus alrededores practicaban rituales religiosos cerca de lagos y humedales, consideraron que los ritmos al agua se dirigían en realidad al “diablo”. En consecuencia, crearon todo un sistema para eliminar las creencias ancestrales de los muiscas, cambiando el concepto indígena del ciudadano del agua por su desprecio y abandono, lo que contribuyó con la generación de los altos niveles de contaminación que surgieron en la época de la Colonia, cuando se vertía, sin la menor consideración, todo tipo de desechos a las fuentes de agua.
La Colonia (1580-1810)
Primera pila pública de Santafé, construida en 1584 en el lugar que hoy ocupa el monumento al Libertador en la Plaza de Bolívar, conocida durante la Colonia como plaza principal.
Para 1580 la población santafereña suplía sus necesidades de agua sirviéndose de los ríos San Agustín, San Francisco, Salitre, Fucha y Tunjuelo, sin embargo, las aguas residuales producidas por la ciudad se revertían a los mismos ríos mediante caños o zanjas improvisadas, contaminando el agua que consumían.
A finales del siglo XVI y con el fin de mejorar el servicio de agua potable de Santafé se construyó el primer acueducto. Consistía en una acequia a cielo abierto, revestida por lajas de piedra, ladrillo y cal, que se alimentaba del río San Agustín y atravesaba una densa de arbustos sembrados por los indígenas.15 Su función era conducir el agua que descendía de los cerros hasta algunos establecimientos públicos, para luego alimentar la pila pública de la plaza principal.
Desde la época de la Colonia Santafé surgió como el principal punto de concentración humana del Nuevo Reino de Granada. LA ciudad estaba influenciada por las huestes militares. Su jerarquía era la base de la organización y distribución del poder, siendo las cabezas militares las privilegiadas al momento de repartos de encomiendas, tierras y honores. De igual forma, los militares dominaban el poder político del Cabildo, que para la sociedad colonial fue el principal motor del desarrollo urbano.16
Durante la Colonia se consolidaron las principales institucionales, y Santafé se convirtió en una ciudad burocrática y eclesiástica que albergó a letrados, clérigos, frailes y jueces, quienes con base en la Legislación de Indias, determinaron la composición, estructura e interrelaciones sociales del territorio.
Los Humedales
Por su parte, los lagos y humedales ubicados en las áreas periféricas de la joven Santafé cumplieron una labor protagónica en la evolución histórica de la ciudad. Don Guillermo Hernández Alba relata:
“en las lagunas había sardinatas de color gris y guapachones de color amarillo y azul y otros peces sin escama llamados capitanes, que especialmente se consumían en la cuaresma. Con estos peces quitaban el hambre los pobladores de la ronda de las lagunas y parte de la pesca era llevada a la venta, tocando puerta a puerta, en las casas de los señoriales de la ciudad de Santafé”.17
Indios recolectores de leña en las inmediaciones de Santafé.
Los lagos y humedales ubicados en las áreas periféricas de la joven Santafé, cumplieron una labor protagónica en la evolución histórica de la ciudad.
Éstos eran fuente de muchos productos y estaban asociados con algunos aspectos de la vida cotidiana. En sus rondas se recolectaba la leña requerida para asar carnes rojas y hornear pan, alimentos básicos de la dieta española, así como para la cocción de tejas de barro y las primeras herrerías.
Sus aguas se pescaban el “Capitán” y el “Dorado”, o se realizaban apacibles recorridos en bote. En sus orillas alisos, arrayanes y otros árboles nativos, además de los sauces sembrados por orden del rey Carlos V en 1510, conformaban paisajes agradables y pintorescos en donde los niños recogían cangrejos de bajo de las piedras, con los que se preparaba el exquisito caldo de cangrejo santafereño.
Pronto en sus riberas se establecieron las haciendas de muchos españoles, en las que pasaban los días de descanso dedicados a la caza o la pesca, las cabalgatas en corceles de paso fino y otras actividades recreativas.
Los Primeros Puentes
En 1640 el gobierno de la colonia ordenó la construcción de puentes y alcantarillas, debido al desbordamiento de los ríos, quebradas, lagunas y humedales afectados por el aumento en el nivel de las aguas del río Bogotá durante la temporada de lluvia, lo que transformaba el occidente de la ciudad en una insalvable barrera acuática. Situación que obedecía al comportamiento natural del sistema de lagos y humedales de la sabana, pues como sabemos, su función consistía en captar el exceso de aguas de invierno, reservándolas para la temporada seca.
Uno de los puentes más importantes para la época colonial fue el que se construyó con el fin de comunicar a Santafé con la población de Hontibón (hoy Fontibón), llamado “Puente Grande de Nuestra Señora de Atocha”, que cruzaba el río Bogotá, pues una de las principales preocupaciones de la Audiencia colonial fue la de mejorar, en lo posible, la ruta hacia Honda, ya que por ésta, la ciudad no sólo se comunicaba con gran parte del país sino con el exterior, y por supuesto, con España.
Puente colonial sobre el río San Francisco, en el actual sector de Puente Aranda.
Según Don Martín, en carta al Rey de España, “…el río (Bogotá) queda a dos leguas de Santafé, y a media legua de fontibón”.18 Y el puente sería “una construcción que dará paso a todos los provincianos de las Indias y de todo el Reino, sí como al trajín de los mercaderes”.
Además de superar el río, el Puente Grande remontaba una laguna que continuamente se veía afectada por las crecientes del río Bogotá, haciendo la ruta infranqueable durante largos meses del año, al punto que ni las mulas podían transitarla.
Puente Grande de Nuestra Señora de Atocha sobre el río Bogotá, en el camino de Santafé a Fontibón.
La Expedición Botánica
Una de las haciendas más renombradas a finales del siglo XVIII fue la que habilitó el científico José Celestino Mutis, pues en ella creó un Jardín Botánico de investigación con base en la flora típica de las riberas del río Bogotá y de los lagos y humedales que se encontraban en su área de influencia, desarrollando importantes estudios y avances científicos sobre la flora de estos ambientes.
En 1783 el arzobispo y virrey Antonio Caballero y Góngora creó una comisión científica, dirigida por el sabio Mutis, su promotor, que inició sus investigaciones en los cerros orientales de Santafé, primeros pasos de una aventura que después se conocería mundialmente como la Expedición Botánica. Para 1799 rea tal la resonancia de la Expedición, que el barón de Humboldt “modificó sus planes de viajar por la vía de Panamá a Guayaquil a encontrarse con el capitán francés Baudín y hacer parte de la expedición alrededor del mundo, sólo por conocer a Mutis e informarse de las actividades de la Expedición Botánica”.19
José Celestino Mutis, promotor y director de la Expedición Botánica.
Alexander Von Humboldt, cientifico que interesado por la Expedición Botánica llegó a Santafé.
Humboldt estudió y fijó los puntos astronómicos de Monserrate y Guadalupe, Soacha y la laguna de Guatavita, entre otras regiones aledañas a Santafé, antes de partir al Ecuador en compañía de su fiel amigo y su compañero el botánico francés Aimé Bonpland. Allí fueron recibidos por Francisco José de Caldas, quien ya había adelantado serios trabajos “sobre la nivelación de las plantas que crecen en la vecindad del Ecuador”20 y al que se debe la primera descripción geográfica del río Bogotá y sus grandes lagunas aledañas.
Para finales del siglo XVIII el problema sanitario de la ciudad se agudizaba a causa del crecimiento de la población, que rozaba los 20.000 habitantes, pues reinaba la ausencia de redes de acueducto, alcantarillado o sistemas de recolección de basuras adecuados. Simplemente se arrojaban y vertían los desechos de la ciudad en caños, plazas y calles, o en los ríos San Francisco, San Agustín, Fucha y Arzobispo, y a través de ellos eran transportados hasta los lagos y humedales del occidente de la ciudad.
Las Pilas Públicas
Durante el siglo XVIII la ciudad duplicó su población,21 aunque su área urbana apenas si aumentó, lo que generó alta densidad, hacinamiento y problemas de saneamiento ambiental.
El Gobierno Municipal en su esfuerzo por mejorar la distribución del agua captada de los ríos que bordeaban la ciudad, abrió nuevas y sencillas zanjas, pensando así ofrecer un mejor servicio. Además, el Virreinato Municipal cumplía la tarea de mejorar las cañerías de aguas residuales de la ciudad.22
Pila pública en la Plazuela de Las Nieves, una de las fuentes de abastecimiento de agua de la época, que al igual que la pila de San Victorino, se nutría de las aguas del río Arzobispo.
En las postrimerías del siglo XVIII la ciudad contaba para su abastecimiento de agua con tres precarios acueductos que conducían el agua por gravedad, ellos eran Aguavieja, Aguanueva y San Victorino. Sus cauces abastecían tres pilas públicas, y allí las gentes se proveían del agua. La más antigua, construida en 1584 se hallaba en la plaza principal, en el sitio que hoy ocupa la estatua de Bolívar, y gozó de gran popularidad por el célebre “mono de pila” que remataba su ápice y que hoy reposa en el Museo Colonial, la segunda, en la Plazuela de Las Nieves y la tercera, en la Plaza de San Victorino.
Además de las pilas, la ciudad contaba con un total de 36 chorros de uso público con nombres indicativos de las calles o lugares conocidos como los chorros de Belén, de San Agustín, de Los Ciriales, del Fiscal y de los Soldados entre otros.
Tan sólo unos cuantos habitantes de Santafé gozaban del servicio de acueducto domiciliario, conocido en aquel entonces como “pajas de agua” o “mercedes de agua” a cambio de cinco pesos anuales, siendo beneficiadas por este sistema 70 viviendas en 1772. 23
En 1774 las parroquias se convirtieron en barrios por Cédula real, creándose los barrios Nieves Oriental, Nieves Occidental, el Príncipe, la Catedral, El Palacio, San Jorge, Santa Bárbara y San Victorino.
Pila pública en la Plaza de San Victorino, construida en 1793 por solicitud de los vecinos del sector, y que se alimentaba de las aguas del río Arzobispo.
Bogotá
En 1819, tras el Congreso de Angostura y sin concluir aún la campaña libertadora, el país renació como nación independiente: La República de Colombia, conocida históricamente como la Gran Colombia, y a la antigua Santafé se le cambio el nombre por el de Bogotá. La ciudad no presentó un avance significativo en su crecimiento urbano por aquel entonces, manteniéndose distantes de las áreas ocupadas por lagos y humedales.
Según el censo de 1843 Bogotá contaba con 40.086 habitantes, lo que equivalía al 2.07% de la población del país, que a la fecha era de 1.936.522 habitantes. La población se incrementaba, más la ciudad no se expandía, redoblando los problemas de hacinamiento e insalubridad. La causa del evidente letargo urbanístico residía en la estrechez económica de la época, que indujo a los bogotanos a subdividir las grandes casonas coloniales en 2 o 3 viviendas independientes, costumbre que perduró hasta el siglo XIX.
La ciudad contaba para este entonces con 30 carreras, 26 calles y 700 tramos de vías urbanas, 250 manzanas, 4 plazas, 8 plazuelas y cerca de 3.000 casas, según el Nuevo Plano del Agustín Codazzi.24
Bogotá ya empezaba a desbordar el marco fijados por sus ríos tradicionales, El San Agustín, El San Francisco, El Arzobispo y el Fucha, que durante siglos no sólo habían delimitado la ciudad, sino que eran los que abastecían de agua a sus habitantes.
El “mono de la pila”, que formó parte de la jerga local hasta hace pocos años, se ubicaba en la actual Plaza de Bolívar.
El crecimiento de la ciudad junto con las nuevas prácticas urbanísticas europeas, que promulgaban por la implantación de nuevas costumbres sanitarias en favor de la salud pública, llevaron a reemplazar el precario sistema de distribución de agua por un verdadero acueducto.
El Primer Acueducto
Por lo que en 1886 el municipio firmó un contrato con la compañía del señor Ramón B. Jimeno. Se trataba de un sistema de tuberías de hierro fundido que suministraban agua a domicilio mediante plumas o acometidas. El agua proveniente de los ríos San Agustín y San Francisco empezó a distribuirse en 1888 sin mayor tratamiento, pues sólo se contaba para ello con cajas desarenadoras.
Para prestar el servicio, la compañía de acueducto de Bogotá construyó dos estanques, uno de 4 millones de litros en el barrio Egipto, y otro de trece millones en la quinta de Bolívar. Pero los estanques y las fuentes de abastecimiento del acueducto del señor Jimeno así como los grandes tramos del sistema de distribución, acrecentaban su caudal tanto en invierno como en verano con excrementos humanos y animales, distribuyendo así los gérmenes del tifo y la disentería que por esa época azotaron la población.
“Resulta sorprendente que la mortalidad debida al Acueducto de Bogotá no hubiera sido mayor. Todo permite pensar que los sufridos habitantes de esta capital habían desarrollado potentes barreras inmunológicas para defenderse del asedio mortal de las bacterias que a diario les llegaban por conducto de las tuberías de don Ramón B. Jimeno”.25
Acceso al primer Acueducto de Bogotá, que funcionó entre 1988 y 1914 en manos de particulares.
Además el sistema no cubría la demanda del grueso de la población, pues aún se mantenían los pequeños acueductos barriales independientes, que operaban por medio del sistema de concesión privada.
Con todo, la construcción del acueducto impulso la urgencia de crear un sistema de alcantarillado, pues hasta el momento las aguas residuales corrían por el centro de las calles a cielo abierto, como lo venían haciendo desde los tiempos de la Colonia, generando desaseos, pestilencias, muladares y focos de infección.
Se vio entonces la necesidad de crear un sistema de tuberías subterráneas para la conducción de las aguas negras, y se construyó la primera alcantarilla de la ciudad en 1877, en la calle 10 entre 7a y 9a.26 No obstante, las novedosas tuberías de desagüe vertían su contenido en los ríos que surcaban la ciudad, contaminando los caudales que desembocaban en lagos y humedales.
Chapinero
A fines del siglo XIX, sobre el Camino de la Sal que unía a Bogotá con Zipaquirá, surgió Chapinero, el primer barrio satélite de la ciudad. La idea fue concebida e impulsada por un grupo de habitantes de todas las clases sociales que “con el deseo de ampararse de las epidemias motivadas por el desaseo en la capital buscaban campos de verdes abiertos, agua y aires más puros…La tierra tenía allí precios más bajos, y económico resultaba construir casas más amplias, con jardines, y distantes de las inconveniencias sanitarias de la ciudad”.27
El tranvía de mulas, primer medio de transporte colectivo de la ciudad que entró en funcionamiento en 1884.
Bogotá y Chapinero en 1880.
Los medios de transporte colectivo, como el tranvía de mulas construido por The Bogotá City Railway Company en 1884, que transitaba a lo largo de las actuales carreras 7a y 13 uniendo el parque de Chapinero con la Plaza de Santander, o el Tren de La Sabana, puesto en servicio en 1889 para comunicar a Bogotá con sus comarcas Facatativá y Zipaquirá, de terminaron la dirección del crecimiento urbano de Bogotá.
El Siglo XX
El área ocupada por el casco urbano de Bogotá en 1917 era de 203 hectáreas, en 1905 superaba las 300. La población pasó de contar con 21.394 habitantes en 1801 a 100.000 en 1905, es decir, cinco veces más.28
En las primeras décadas proliferaron las urbanizaciones improvisadas y carentes de servicios públicos como respuesta a la demanda de vivienda.
Carrera Séptima en 1928, conocida en aquel tiempo como la Calle Real.
Para 1910 Chapinero se había consolidado, contando con colegios, escuelas y otros servicios comunitarios, como la línea del tranvía, ahora eléctrico. Entre tanto, la ciudad central se extendía de la calle primera hasta la fábrica de cerveza Bavaria en el sector de San Diego .29
Debido al crecimiento demográfico y la expansión urbana fue necesario ampliar la red de alcantarillado de la ciudad. Así mismo se pensó por primera vez en tratar con cloro el agua distribuida por el acueducto, que en 1914 fue adquirido por el Municipio, debido a los problemas de salud pública del área central que en las dos primeras décadas del siglo XX colocaba a la ciudad en una situación cercana al colapso sanitario.30
La Sequía de 1914
La primera planta de tratamiento de aguas del país fue la de Vitelma, construida entre 1933 y 1938 en los cerros orientales de Bogotá. La puesta en funcionamiento de la planta de Vitelma y la represa de la Regadera que la alimentaba, fue un avance importante en la cobertura y la calidad del servicio. Sin embargo, para la cuarta década del siglo XX la ciudad padecía por la falta de agua, por lo que en 1948 se recurrió al río Bogotá cómo fuente de abastecimiento, y se construyó la planta de Tibitó.
Pila en el sector de San Diego, actual Centro Internacional.
Los lagos y humedales por su parte, continuaban suministrado el agua para las haciendas que se encontraban en su área de influencia, pero recibían a cambio sus aguas residuales y las de la ciudad. Se puede decir que los humedales, desde la época de la Colonia, además de proveer a los pobladores de sus inmediaciones de caza y pesca, prestaron a la ciudad el servicio de recolección de desechos sólidos, líquidos e industriales, actuando como grandes estanques o plantas naturales de tratamiento de agua, pese a que, al cumplir tan loable labor, perdían paulatinamente la riqueza de su flora y fauna.
Planta de Vitelma, primera planta de tratamiento de aguas del país, construida en los Cerros Orientales e inaugurada en 1938.
La Expansión Urbana
Durante las primeras décadas del siglo XX surgieron dos polos de desarrollo urbano, la tendencia de la gente acomodada fue la de abandonar el centro para irse al norte. Asimismo, surgieron barrios espontáneos en el sur, conformados por inmigrantes de distintas regiones del país, barrios como San Francisco, Villa Javier, Policarpa o el Veinte de Julio. Las viviendas fueron levantadas a través del sistema de autoconstrucción, con carencia de servicios públicos o vías de acceso. La ciudad vivía un crecimiento urbano explosivo, con un patrón de expansión altamente desordenado.
Dos vistas de la Avenida Jiménez, el corazón de Bogotá en los años cuarenta
La actividad constructora iniciada en las primeras décadas del siglo XX no fue suficiente para la demanda de vivienda. Entre 1918 y 1928 los arriendos subieron en un 350%. Según los datos de 1928, los 235.702 habitantes de la ciudad requerían 29.963 casas (tomando como base una casa para ocho personas) pero sólo había 17.767, lo que arrojaba un déficit de 11.969 viviendas.31
La anterior situación generó la aparición de barrios periféricos, cambiándole el rostro a la ciudad.
Avenida de las Américas y Aeródromo de Techo, obras que afectaron la alguna del Tintal.
“La imagen urbana, muy rápidamente, deja de ser la de la ciudad concentrada y se polariza en dos entidades discernibles: el centro y los barrios. Todavía muchos bogotanos, por ejemplo, utilizan la palabra Bogotá únicamente para referirse a su zona central, o sea, la ciudad tradicional”. 32
Fragmentación de los Humedales
En la década de los treinta se construyó al Aeródromo de Techo, y años más tarde, la Avenida de las Américas, obras que jalonaron el desarrollo urbano hacia el occidente, y que quizá fueron las primeras en afectar los grandes lagos y humedales, ya que fraccionaron la laguna de Tintal en cuerpos de agua más reducidos, formando los actuales humedales de Tibanica, La Vaca, El Burro y Techo y el lago Timiza, fragmentación que no sólo afectó el área física del lago sino que modificó el funcionamiento normal del sistema hídrico de la zona, afectando la flora y fauna natural.
Centro Urbano Antonio Nariño, primera solución en altura frente al problema de la vivienda en Bogotá.
Luego de los devastadores hechos del 9 de abril de 1948, conocido como el bogotazo, la ciudad no sólo cambió su rostro sino que recibió un gran número de desplazados por la violencia que se desató en todo el país. La oleada de refugiados se asentó en nuevos barrios periféricos como el Sosiego, San Isidro, Buenos Aires, Tunjuelito, Bello Horizonte, San Vicente y San Carlos, todos ellos por autoconstrucción.
Por aquella época en Bogotá no sólo se construían barrios de carácter espontáneo; al problema de la vivienda también le daban respuesta entidades como el Instituto de Crédito Territorial, que en 1949 inauguró el barrio Los Alcázares en cercanías de la actual calle 72, modelo de vivienda para la clase media de la época. De igual forma se recurrió a las soluciones en altura, como el Centro Urbano Antonio Nariño, construido por una firma particular en 1952, siguiendo los principios urbanísticos promulgados mundialmente por el arquitecto suizo Le Corbusier.
El crecimiento de la ciudad exigió el trazado de nuevas vías, como la Autopista Norte, construida en 1952, obra de vital importancia para la ciudad, pero que afectó otro de los grandes lagos de la ciudad, dividiéndolo en los actuales humedales de Guaymaral y Torca.
Aeropuerto El dorado, obra que junto con la Avenida El dorado afectó los humedales de Jaboque y Capellanía.
De igual forma, la construcción del Aeropuerto y la Avenida El Dorado, obras concluidas en 1958, afectaron la laguna que ocupaba esa área, fragmentándola en los humedales de Jaboque y Capellanía.
En 1961 el proyecto de Ciudad de Techo (hoy Kennedy) generó otro polo de desarrollo que pronto creó una serie de barrios periféricos de origen espontáneo, como Patio Bonito o Britalia, todos ellos construidos sobre la ronda y el cuerpo de agua de los lagos y humedales del sector (por lo que soportan los desbordamientos del río Bogotá en tiempo lluvioso), y de los que sólo subsisten los pequeños humedales de Techo, El Burro y La Vaca.
En 1897 se inició el proyecto Ciudad Salitre. Su columna vertebral es la Avenida de la Esperanza que vincula la urbanización con Fontibón y el centro de la ciudad. La construcción de la avenida afectó una laguna que para entonces abarcaba una extensa área (remanente del gran lago afectado años antes por la avenida del dorado), y de la que hoy sólo sobrevive el humedal de Capellanía.
Al otro extremo de la ciudad, por la década del 90 Suba vivió un fuerte desarrollo urbano. En algunos casos los barrios siguieron las normas urbanísticas, pero en muchos otros, los barrios invadieron, no sólo las rondas de los humedales de Tibabuyes y la Conejera, sino que con base en rellenos ilegales fueron construidos sobre el cuerpo de agua de estos ecosistemas.
Para finalizar este breve recorrido por lo que sobrevive de los humedales de Bogotá, debemos mencionar el Meandro del Say, antiguo curso del río Bogotá en la localidad de Fontibón, que ha sufrido la invasión de su ronda y su cuerpo de agua por industrias del sector.
Futuro de los Humedales
Como se mencionó antes, de las 50.000 hectáreas de lagos y humedales de la Bogotá del pasado, sólo subsisten 800, y mientras leen estas líneas es posible que la cifra haya disminuido, pues la ciudad crece sobre estos cuerpos de agua, arrinconándolos día a día.
Los factores que han afectado de forma negativa a los humedales han afectado de forma negativa a los humedales han sido muchos: desprecio por la cultura ambiental muisca, vertimientos indiscriminado e inconsciente de desechos en sus cuerpos de agua, construcción de avenidas, relleno ilegales, urbanizadores inescrupulosos de todos los estratos, indiferencia ciudadana, intereses son los más sobresalientes.
Ha llegado el momento de hacer un alto en el camino para reflexionar,. Quizá no sea demasiado tarde para comprender que los humedales de Bogotá no son sólo un área más donde se puede urbanizar. Sino que son el hábitat natural y único de una incalculable e incontable variedad de plantas y animales que dependen de ellos para vivir. Un patrimonio ambiental que cualquier ciudad del mundo ansiaría poseer. Al fin y al cabo, no a cualquier ciudad llegan patos canadienses, garzas y cardenales de Norteamérica, o sea, la de muchas aves colombianas que vienen a esas pequeñas porciones de naturaleza, aunque estén contaminadas o sitiadas por las construcciones, para empollar.
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1 Bochica: Héroe civilizador de los muiscas, que recorrió el imperio enseñando a los indígenas oficios como la alfarería, el tejido, la pintura de telas, etre otros, además de normas para su convivencia.
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2 La palabra humedal se empezó a utilizar a partir de la Convención Internacional de Ramsar en 1971, por esta razón en los documentos sobre el periodo indígena de mencionan como lagunas.
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3 Bachué: Diosa fecunda, salida de la laguna de Iguaque (cerca de Villa de Leyva), pobló la tierra y luecho se sumergió en las aguas convertida en serpiente.
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4 Chía: La luna.
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5 Podewills & Duerniz: Leyendas de los chibchas. Legenden der Chibcha. Stuttgart, Stecker und Schroer.
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6 El zipa: Máxima autoridad de la cultura muisca en la Sabana de Bogotá.
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7 Fundación Colombia. Historia de Bogotá, Conquista y Colonia. Tomo I. 1989. P. 48
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8 Misión Siglo XXI. El futuro de la capital. Un estudio de prospectiva urbana. Medio ambiente. Vol 1. Ed. Bogotá D.C, 1991, P. 29.
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9 Peña León, Germán Alberto. Exploraciones arqueológicas. Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República. Bogotá, 1991. P. 14 (Correal y Van Der Hammen, 1977; Cardale, 1981; Correal y Pinto, 1983; Ardila, 1984; Castillo, 1984)
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10 Weisner, Francisco. Aguas para Bogotá. P. 239
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11 Cien varas: Ochenta metros.
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12 Aparecio Morato, Alberto. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1975. P. 34
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13 Mana: Manatial.
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14 Weisner, Francisco. Op. Cit. O. 239
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15 EAAB.El acueducto colonial, la diosa del agua y la tubería de hierro, desde antes de 1538 hasta 1887, P. 84
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16 Fundación Colonial. Op. Cit. P. 50
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17 Ariza, Alfonso. Páramo de Villapinzón, formación de los suelos del río Bogotá. Presidencia de la República, Bogotá, 1988 P. 46
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18 Ariza, Alfonso. Op. Cit, P.49
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19 Humboldt, Alexander Von. Ideas para una geografía de las plantas, Jardín Botánico de bogotá, 1985. P. VIII
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20 Humboldt, Alexander Von. Op. Cit, P. 15
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21 Con relación a 1580 (10.000 habitantes).
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22 Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Planos de Bogotá. IGAC, Bogotá, 1967, P. 14
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23 Martínez, Carlos. Bogotá sinopsis sobre su evolución urbana, Escala, Bogotá, 1976 P. 93
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24 Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Op. Cit. P. 18.
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25 Iriarte, Alfredo. En Historia de Bogotá, tomo III, Siglo , P. 51. Edición conmemorativa de los 450 años de la fundación de Bogotá
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26 Martínez, Carlos. Op. Cit. P. 130
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27 Martínez, Carlos. Op. Cit. P. 149
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28 Fundación Misión Colombia. Desarrollo urbano de la ciudad en Historia de Colombia siglo XX, tomo III 1989. P. 22
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29 Giraldo Isaza, Fabio. Reforma urbana y desarrollo social Presencia, Bogotá, 1989. P. 311
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30 EAAB. Nuestra empresa, Bogotá. 1984. P. 24
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31 Mision siglo XXI. El futuro de la capital. Un estudio de prospectiva urbana. Bogotá, 1991. Vol.1. P.80
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32 Arango, Silvia. Historia de la arquitectura en Colombia, Universidad Nacional, Bogotá, 1989, P. 199
MUY BUENA INFORMACIÓN, UNA EXCELENTE HISTORIA.
buena noche, quisiera saber quien escribió el articulo y de dónde fue sacada la información puesto que es muy interesante pero necesito citarlo para no caer en plagio. Gracias
Buenos días Susana, el artículo pertenece a un libro realizado por la Alcaldía de Bogotá, puedes citar a la Alcaldía o la página de internet directamente. Saludos.