Palabras del Dr. Valentín Malagón en el Homenaje del Cuerpo Médico del Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos, el 1o de Septiembre de 1993, Santa Fe de Bogotá, D.C.
1o de Septiembre de 1993, Santa Fe de Bogotá, D.C.
Señor Presidente de la Junta Directiva
Señor Director del Hospital
Doctor Luis Alfonso Pacheco, Jefe del Servicio de Ortopedia
Señoras y Señores
Colegas y amigos
Agradezco en nombre de mi señora y en el mio propio las amables palabras pronunciadas por el Doctor José Tomás Posada, Director de nuestro Hospital y del Doctor Alfonso Pacheco, Jefe del Servicio de Ortopedia; agradezco igualmente a las personas que idearon y coordinaron este homenaje, en especial al Dr. Rafael Guerrero, Presidentes de la Corporación de Médicos del Hospital, y en general a todos los presentes, por haber venido esta noche a saludarnos.
Esta reunión social, que congrega al Cuerpo Médico del Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos, la considero de excepción, por ser este tipo de actos muy infrecuentes en la historia de nuestro Hospital. Los médicos nos agrupamos comúnmente: para analizar problemas clínicos, administrativos, académicos, y ocasionalmente gremiales y administrativos; pero muy accidentales, para rendir homenajes a compañeros, aún vivos, y sobre todo, cuando éstos culminan etapas, y ya por lo tanto carecen de nexos directos que puedan favorecer posibles beneficios. Son estos pues, ofrecimientos desinteresados que no buscan retribución. De esta forma lo interpreto, y es el motivo mayor de nuestro cordial agradecimiento.
Ahora bien. ¿por qué este homenaje? Se le hace a una persona que ha trabajado en el Hospital por muchos años, que vio nacer la Institución, y que ha permanecido en ella desde entonces. Que ha sufrido con sus dificultades, con la endémica pobreza y la falta de elementos, con la indiferencia de algunas directivas y con la intransigencia de los sindicalistas profesionales. Pero que igualmente, ha sido distinguida repetidamente con honores por parte de las directivas de la Institución *; que ha disfrutado practicando su profesión, tratando de mejorar el nivel científico de la especialidad, aprendiendo en forma constante de profesores invitados, de sus compañeros, de sus alumnos, y de sus enfermos; enseñando a los médicos en entrenamiento e intercambiando ideas con sus homólogos especialistas.
Quizá una de las labores más difíciles, pero a la vez más halagadoras, fue la creación del Servicio de Ortopedia del Hospital, el logro que fuera aprobado por las directivas de ASCOFAME ydel ICFES y haber llegado a ser uno de los Centros más importantes de la especialidad en el país. Un servicio que ha ayudado a preparar a numerosos ortopedistas, hoy distribuidos en todo el ámbito de la nación.
Quiero aprovechar esta ocasión para hacer entrega al Doctor Luis Alfonso Pacheco, mi querido e ilustre sucesor en la jefatura del servicio, del Acta original de su aprobación. Suscrita en septiembre de 1970.
Los Drs. Gustavo Becerra, Alfonso Díaz, Iván Múnera, Ernesto Pieschacón y Juan Carlos Rodríguez, quienes me han acompañado por muchos años, deben proteger también este documento, que tanto representa para mí y para la historia del Servicio de Ortopedia.
Pero tanto las dificultades sufridas como las alegrías que he vivido por años, son comunes a todos los aquí reunidos. Es por esto que yo quiero compartir este homenaje con todos ustedes, ya que todos hemos sido copartícipes de los mismos problemas y de los mismos beneficios, por un período de tiempo largo o corto e el Hospital Infantil. Este homenaje pues, lo debemos ampliar a todos nuestros cumplidos médicos que tratan de llegar de mañana a la Institución, dejando atrás todos los problemas del hogar y terminan su jornada a medio día y en ocasiones a altas horas de la noche, entregados al servicio de sus semejantes.
El soportar por lustros esta pesada tarea y, el sentir el continuo acontecer de determinadas situaciones, me han permitido elaborar en los últimos años algunos pensamientos, que hoy, aprovechando esta ocasión, quiero compartir con ustedes, presintiendo que ésta puede ser una de las últimas oportunidades que tenemos de estar todos reunidos.
Sólo quiero, en virtud del limitado tiempo de que disponemos, referirse a tres temas que considero importantes y que creo nos concierne a todos los presentes:
El primero, resaltar lo inapreciable de nuestra misión social como profesionales de la salud y el compromiso que tenemos como educadores que somos: labores, desafortunadamente, realizadas en una forma fraccionada, despersonalizadas e independiente.
La segunda, señalar la inconveniencia de solo dedicar tiempos parciales a al Institución, lo cual impide o limita un adecuado buen ejercicio asistencial y académico.
Finalmente, discutir algunos aspectos relacionados con la humanización de nuestra actividad médica.
Permítanme unos minutos para tratar de ampliar estos conceptos un tanto abstractos, pero que considero trascendentales en nuestra vida profesional.
Siempre he tenido la sensación, de que los empleados, no sólo de nuestro Hospital sino los de la mayoría de las instituciones médicas, funcionamos como robots o autómatas, insensibles, aislados, independientes, como entes superespecializados, inconexos, con metas orientadas en forma personal, pero que por último y en forma mecánica terminamos logrando el objetivo previsto que es la curación del paciente. Se diría que este es el sentido de la medicina, y en parte es verdad. Lo que nos falta es orientar permanentemente nuestra actividad hacia el niño enfermo, y no un acto impersonal y desnaturalizado como puede ser el hacer un examen de laboratorio, tomar una radiografía o prescribir un medicamento; y, acompañar el acto de curar con el de cuidar al paciente. En el idioma inglés hay dos términos muy parecidos: cure y care, que en castellano correspondería a curar y cuidar. Las dos palabras parecen sinónimas, pero finalmente no lo son y cada una de ellas tienen una función diferente: El curar, es el diligenciar medios y servicios para tratar una persona. El cuidar es atenderla solícitamente, compadecerse de ella, convivir con su situación, entenderla, tratar de quitarle el peso de su enfermedad y de su estrés. Yo diría que la primera va dirigida al cuerpo, y la segunda al alma. El curar puede corresponder a la aplicación de una inyección, el cuidar, el prodigar una caricia.
El servidor de la salud es un empleado de la institución y obra en función de ella en forma mecánica, sin pensar en que el objetivo permanente de su atención debe ser el paciente, y su misión, la de curar y cuidarlo. Nosotros, los médicos, tratamos siempre de curar, de tratar, pero en menor grado de tranquilizar al paciente o a su familia. Y procuramos muy limitada diligencia, atención y solicitud en el caso de curar.
Yo personalmente, para dar un ejemplo concreto, he padecido esa experiencia en varios períodos de mi vida, en los cuales he presentado quebrantos de salud. Más de una vez me he encontrado en etapas críticas durante las cuales he tenido que sufrir penosas estadías hospitalarias. He sido intervenido en centros importantes de los Estados Unidos, de España y de esta ciudad.
Mi constitución vagotónica y el estrés que envuelve la excesiva actividad han sido causa de mis problemas; pero dejemos estos procesos fisiopatológicos de lado. Los he traido a cuento para referirme, no al cientificismo desplegado y eficientemente aplicado, con resultados que ustedes pueden comprobar al verme exponer esta charla, sino a la completa deshumanización que he comprobado en las Instituciones y en las personas con las cuales he estado en contacto en mis experiencias médicas. He tenido siempre la impresión, de que cada una de las células de estos centros hospitalarios, se desempeñaba en forma mecánica, aislada, cumpliendo quizás exactamente su única y exclusiva misión de curar, pero ignorando en forma completa al individuo al cual estaban sirviendo.
Pero de nuevo , volviendo a mi punto, lo que deseo resaltar y en lo que quiero hacer énfasis es que la misión nuestra, la de los servidores de la salud, desde el portero al gerente de la institución, desde la técnica de laboratorio y la enfermera hasta el médico interno y el subespecialista del hospital, deben tener siempre presente, que el enfermo, el paciente, es nuestro único objetivo y que esa persona no sólo tiene un cuerpo sino un centro afectivo el cual debemos cuidar, mimar, tratar con amor.
La segunda idea que deseo esbozar esta noche aprovechando la posibilidad de estar reunidos: Directivas y cuerpo docente y asistencial de nuestro querido Hospital Infantil, es acerca de lo ilimitado y temporal de nuestra estadía en el lugar en que laboramos. Todos los aquí presentes, con exclusión de los médicos internos y residentes, dedicamos tiempos muy parciales a la Institución. Permanecemos en ella unas cuantas horas del día.
Llegamos con afán y la abandonamos en desbandada. Cumplimos con una obligación y salimos a desempeñar una tarea en un sitio diferente. En cada una de las instituciones donde servimos apenas tenemos tiempo de cumplir una labor asistencial y a veces académica, pero carecemos de tiempo suficiente para pensar, estudiar, escribir, lo que llamamos pomposamente investigar, y por supuesto nada de tiempo para crear, para construir y ni un minuto para hacer algo diferente a actuar en nuestra medicina dejando muchas otras actividades humanas y divinas completamente de lado .
La idea que emana de este contexto, la de establecer empleos de tiempo completo y dedicación exclusiva para los jefes de servicio, no es en absoluto nueva ni original: De todos Uds. Es bien conocida pero siempre considerada poco pragmática, teórica e imposible de aplicar en nuestro Hospital. Que sólo es posible en países desarrollados e instituciones poderosas. Yo pienso que no; que así como hay en otros lugares, incluso en nuestra ciudad capital, centros asistenciales y académicos en donde se exige dicha dedicación exclusiva, el nuestro no debe ser una excepción. Me dirán que un hospital que está a punto de cerrarse por una quiebra inminente, es incompatible con ofrecer este tipo de empleos. Yo diría que es un problema, y que como tal, puede tener soluciones, y que éstas deben buscarse, teniendo siempre en mente el bienestar del paciente y del médico. Y yo considero que el bienestar del médico está en su adecuada y propia estabilidad, que le permita una atención eficiente y permanente al enfermo. El tiempo completo y la dedicación exclusiva, en efecto, faculta al médico a estudiar y tratar mejor al paciente, permite enseñar más y mejor al estudiante, permite investigar, progresar, crear, salir del estancamiento que vive en nuestro medio la profesión. Finalmente y no debe ser lo último, hacer posible el bienestar del médico y de su familia.
En este respecto y para terminar, quizá añadiendo un postre amargo a nuestra cena quiero referirme brevemente a otros aspectos de la humanización de nosotros, los médicos y su repercusión familiar y social.
En el estudio realizado por Christie-Siely, profesora de medicina familiar de la Universidad Otawa, manifiesta ella su alarma por la condición moral y efectiva del facultativo actual: su alto consumo de drogas y de alcohol, la alta rata de suicidios en edades juveniles, que doblan el promedio de la población ordinaria; la frecuencia de divorcios; la incidencia inusitada de enfermedades orgánicos y mentales. En resumen, el infortunio de los médicos contemporáneos y de sus familiares. Para la autora, la mayoría de estos problemas son ocasionados por la casi total consagración del médico a su profesión y al descuido del hogar: de su cónyuge y de sus hijos. En gran parte esta dedicación exclusiva del galeno a su profesión está relacionada con la necesidad de equilibrar su presupuesto, de un alto nivel dado su posición social y que debe cubrir sus necesidades vitales; Igualmente, la dedicación que le exige el cuidado de sus pacientes el tiempo que debe proporcionarle al estudio, a la preparación de conferencias, publicaciones, etc. Todo esto y sin ser muy consciente de ello, sin poder eludirlo, hace que el médico se concentre en su profesión y abandone el hogar, con las consecuencias ya comentadas.
Es difícil encontrar soluciones prácticas a estos problemas; sin embargo, siendo una de las causas básicas, el aspecto económico, que represente el 90% de la preocupación y del tiempo del médico, una remuneración adecuada del personal dedicado a la salud, incluyendo en esto a los residentes universitarios; la dotación de empleos de tiempo completo y dedicación exclusiva en la labor asistencial y académica de la profesión, podría, en parte, mejorar al panorama tan grave que aqueja al médico actual y amenaza con agravarse en el futuro.
Por extensión, se podría pensar que nuestras sociedades médicas buscaran la manera de que otras instituciones vinculadas con la salud, tales como Seguros Sociales, Universidades y Facultades de Medicina, Asociaciones de Medicina Prepagada, etc., hicieran otro tanto con los médicos vinculados a ellas. Una profesión socializada a alto nivel podría ser, en parte, la solución de los problemas a los cuales me he referido y que no he querido dejar de mencionar esta noche.
Estos son pues los tres temas que he querido tratar con Uds. En esta reunión tan especial. Quiero que me perdonen si he abusado de su paciencia y de su tiempo, pero creo que son materias sobre las cuales debemos ocasionalmente pensar y tratar de hallar soluciones.
Para terminar, quiero proponer una brindis por nuestras señoras y por los hijos que nos acompañan, ellas y ellos conocen nuestros triunfos y nuestras derrotas, han participado en nuestras batallas y han sufrido sus consecuencias.
Quiero también brindar por un futuro amable para nuestro querido Hospital y, finalmente, por todos Uds., que han sido tan generosos con nosotros.
Dios los bendiga.
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