Editorial: La Calidad
El mundo ya no cree en los valores de la moral y del espíritu y está gobernado en todas partes por técnicos cuya única preocupación no es hacer a los hombres más dignos sino con más ingresos per cápita” (KLIM)
En este acelerado mundo actual hay una desenfrenada carrera por “producir” y la sociedad consumista está cada vez más empeñada en seguir estimulando la “producción” bajo el falso principio de que a través de ella alcanzaremos mejores ingresos y consecuentemente un mejor nivel de vida.
Aquí cabe preguntarse si para ello el dinero es un fin o sólo un medio, si lograremos ser felices con los bolsillos llenos después de atropellar los principios morales y si es bueno transformar “el arte de curar” de una vocación humanista en un negocio empresarial.
Estamos instando a nuestros jóvenes médicos a que “produzcan” cada vez más y desgraciadamente por las remuneraciones tan bajas que por nuestro trabajo hacen los “comerciantes de la salud”, nos vemos obligados a correr de Herodes a Pilatos en una desesperada carrera “centaveando” de hospital en hospital para ver si de “diez mil pesitos” en “diez mil pesitos” logramos llenar nuestras necesidades básicas.
Y en esta atropellada ¿o inmoral? manera de atender a nuestros pacientes, estamos ejerciendo un trabajo que sólo dejará detrás de sí pésimos resultados y un amargo sabor en el alma de estar ejerciendo mal nuestra profesión.
Pero a los “manejadores” de ahora eso no les interesa, lo que es válido para ellos es aumentar cada vez más sus ingresos, como en la pelea actual de hospitales, clínicas, prepagadas y EPS quitándose entre ellos el porcentaje de participación de las ganancias en los elementos de osteosíntesis y prótesis usados en sus pacientes.
Tratando de “pescar” en este mar hay una tendencia a la “sindicalización” de los profesionales para “pelear por sus derechos”, buscando cada uno de los autores quitar un “centavo” más al otro en una guerra por minucias y que como tal es sólo una manifestación de la pequeñez con que estamos actuando
Mientras tanto la salud en general, nuestros enfermos en particular, cada vez peor, cada vez más mal atendidos, cada vez más sólo son un número en un negocio, un producto que causa ingresos, sin esperanza de salvación.
En dónde está mientras tanto la persona, dónde queda el ser humano, si cada vez vamos por encima de ellos con una medicina de alta tecnología y sofisticada investigación, pero carente de valores espirituales, conceptuando al ser humano como un elemento más en un trabajo frío y desprovisto de afecto y moral.
Es hora ya de que paremos, que no hagamos lo de un hospital universitario que suprimió las clínicas de las 7:00 a.m. para dedicar esa hora también a “producir”, negándoles a sus residentes esa “única horita” para aprender algo más y prepararse como médicos a ejercer su altísima profesión y no como mercaderes a lucrar con la salud.
Hay que detener este deterioro acelerado de la Medicina y sus valores, que nos llevarán a bajar del alto nivel al que hemos llegado después del trabajo de varias generaciones de honrosos maestros que nos precedieron.
Ofrezcamos “calidad”, trabajo y atención del más alto nivel, porque indudablemente donde haya calidad habrá productividad, ya que producir más sin calidad, solamente es producir basura.
Debemos ser excelentes académicos y no excelentes sindicalistas, sin olvidar de luchar y reclamar nuestros derechos, pero recordando que el primero, en corto o largo plazo será reconocido, mientras el otro, tarde o temprano caerá en la desgracia del olvido y no dejará tras de sí sino una triste huella de mediocridad.
En Medicina, en la atención médica, sólo ser el primero es bueno, la total excelencia sin ceder ni un milímetro es lo necesario, ser segundo, ya es comenzar a perder algo.
La “calidad se impone”, hay colegas que nunca se inscribieron ni a prepagadas, ni EPS, y sin embargo, mantienen un buen nivel de consulta, porque las personas siempre seguirán buscando a quien les ofrezca excelencia, afecto y calor humano.
Con mayor razón, si trabajamos en empresas con una remuneración baja y en donde nos limitan el libre ejercicio al coartarnos usar los elementos o técnicas necesarias, y en las que quieren que cada quince minutos hagamos una consulta, con mayor razón, repito, debemos extremar nuestra buena atención, y no porque los malos patronos lo merezcan sino por lo que nuestros semejantes buscan de nosotros, ellos, los dueños del negocio, seguramente nunca entenderán esta posición, porque no tienen ni sienten “el alma médica” que llevamos bien metido adentro quienes somos médicos por verdadera vocación.
Una última consideración: que la Ley 100 es causante en parte de estos problemas, posiblemente es cierto, pero por ello no vamos a pedir su derogación ni luchar “sindicalmente” contra ella, lo que debemos buscar son las modificaciones necesarias, ya que el enunciado de su principio es justo, pero deben hacerse los cambios para que un promedio de veintitrés años de estudios tengan el reconocimiento que se merecen, ofreciendo mientras tanto calidad y más calidad que demostrará porqué nuestros reclamos son también justos.
DR. RODRIGO PESANTEZ REINOSO
Director Editor
Revista Colombiana de Ortopedia y Traumatología
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