Posición Social y Científica de la Medicina en el Siglo XVII

¿Sí ha cambiado en cuatro Siglos?

Fernando Guzmán Mora, MD
Médico Cirujano. Universidad del Rosario
Anatomo Patólogo (U del Rosario)
Cirujano General (U Javeriana)
Cirujano de Tórax (U de Newcastle)
Cirujano Cardiovascular (U de Newcastle)
Postgrado en Gerencia en Salud (U Santo Tomás)
Diplomado en Derecho Médico (U del Rosario)
Ex Presidente. Federación Médica Colombiana

Introducción

El Siglo XVII puede calificarse como un siglo de convergencia: Es la síntesis del Renacimiento y el comienzo real de la edad moderna.

Una pléyade de cerebros ilustres aparece en Europa ocasionando una Revolución científica: Kepler, Bacon, Galileo, Newton, Leibnitz, Mariotte, Hobbes, Pascal, Descartes, Spinoza y Locke. Se funda la Royal Society y la Academia Francesa. Nacen la Universidad de Harvard en Boston y la Universidad del Rosario en Santa Fe.

Las artes se enriquecen con los pintores holandeses, italianos y españoles (Rubens, Van Dyck, Rembrandt, Velásquez, Caravaggio, Ribera, Zurbarán, Murillo). Con la pluma de Shakespeare, John Milton, Molière, Racine, Corneille, La Fontaine, Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Tirso de Molina y Calderon de la Barca.

Europa continúa bañada en sangre, esta vez con las guerras de Flandes, la Guerra de los Treinta Años, la Guerra Civil Inglesa y las múltiples guerras de Luis XIV. La Guerra de los Treinta Años comenzó en 1618 con una rebelión en Bohemia (Periodo Checo-palatino), la cual se extendió a todo el mundo germano.

Previamente, los estados europeos se habían preparado para la guerra constituyendo. Por un lado, la Unión Evangélica (Apoyada por Inglaterra y Suecia) dirigida por el elector Federico del Palatinado y, por otro, la Liga Católica encabezada por Maximiliano de Baviera.

Los protestantes son derrotados en la batalla de la Montaña Blanca (1620).

En el llamado “Período Danés” la guerra prosiguió, encabezada por Albert Von Wallenstein, duque de Friedland, quien derrota en 1629 al rey danés Christian IV, con lo que los católicos toman posesión de la totalidad de Alemania.

En 1630 entra en escena el rey Gustavo Adolfo II de Suecia (Periodo Sueco), quien derrota a los católicos en las batallas de Beitenfeld y Lutzen, la última de las cuales le cuesta la vida al rey. Ingresa, entonces, Francia en la guerra (Periodo Francés), combatiendo a los ejércitos Habsburgo en Alemania, España y el Norte de Italia.

Finaliza con la paz de Westfalia (1648), que divide territorios entre varios de los estados triunfadores, especialmente Francia y Suecia. Alemania quedó en ruinas. Suecia y Holanda pasan a ser potencias. Finaliza la hegemonía de la casa de Austria. Francia entra a convertirse en el país más poderoso de Europa.

En este siglo nace la teoría del “derecho divino de los reyes”. Es además el siglo de la política económica denominada mercantilismo, que ya venia evolucionando desde los tiempos del Renacimiento. Como se recordará, la Escuela mercantilista tenía como finalidad de la política el aumento del poder del Estado. Los mercantilistas avanzados defendieron enfáticamente la intervención del Estado en la vida económica del país, con el objeto de asegurar un balance positivo monetario y comercial.

Se estableció el trabajo obligatorio para huérfanos y mendigos, se fijaron salarios bajos y se castigó la pereza y la vagancia. Consideraron trabajos productivos la industria y el comercio, e improductivas todas las carreras liberales, en especial la literatura y la medicina. Se fomentó el aumento de la población, con el objeto de aumentar la mano de obra y disminuir así los salarios.

Francia

Enrique IV no dormía tranquilo frente a la posibilidad de alianza de sus archi enemigos:

Los Habsburgo, y sus ramas principales: los imperiales austriacos, los españoles y los alemanes. Enrique intenta una liga contra ellos, compuesta por un “Consejo de Naciones” o “Congreso de Estados” (quince en total), en lo que seria la semilla de la “Liga de las Naciones”.

Comienza tratando de solucionar sus problemas internos coronando en 1610 como reina a su esposa Maria de Medicis, en ceremonia que sería inmortalizada por la inspiración de Rubens. Desafortunadamente, Enrique es asesinado ese mismo año por el fanático Francois Ravaillac, a la edad de 57 años, dejando a su heredero Luis XIII con apenas 9 años de edad. La regencia recae en María de Medicis, una vanidosa italiana que deja el gobierno en manos de su compatriota Concini y la esposa de este, Leonora Galigai. Todos ellos terminarían mal sus días.

Con Luis XIII entra en vigencia la época del Cardenal Armando Juan du Plessis de Richelieu:

Primer Ministro de Francia desde 1630 y quien logra doblegar a los aristócratas ante la autoridad real. Es la personificación de la hipocresía política que, al mismo tiempo que atacaba a los hugonotes de la Rochela apoyaba, por razones políticas, a los protestantes de Alemania, Holanda y Suecia. En la misma forma, fue la única cabeza cristiana que apoyó a los turcos en su invasión y ataque a Viena en 1683, comandados por el Visir Kara Mustafá a la cabeza de 200.000 soldados y 300 cañones apoyados por 20.000 soldados del conde húngaro Tokoly y cuya salvación provino de los polacos, comandados por Sobieski.

Richelieu emprende de nuevo una guerra a muerte contra los Habsburgo, atacando simultáneamente a España y Austria, sus últimos bastiones, preparando el camino para convertir a los galos en la nación mas poderosa de Europa.

En la Francia del Siglo XVII:

vive y escribe el padre de la filosofía y la ciencia contemporáneas, Renato Descartes. La filosofía cartesiana, basada en la soledad del hombre y la duda permanente sobre todo. Los sentidos nos engañan. La única evidencia inicial de verdad es la conciencia de la propia existencia (Pienso, luego soy).

El pináculo de la gloria francesa se representa en la figura de Luis XIV:

El Rey Sol, hijo del incapaz Luis XIII y Ana de Austria (hija a su vez de Felipe III de España) y quien gobernó Francia por 72 gloriosos y corruptos años. En estos años, famosos por el esplendor de un Palacio de Versalles que había costado la astronómica suma de 300 millones de francos oro, también los recuerda la historia por haber sido los años en los que el pueblo se empobreció hasta niveles infrahumanos, se masacraron hugonotes sin misericordia y se vaciaron las arcas del país en forma tal, que hicieron posible la revolución francesa en el siglo siguiente.

Con Luis XIV comienza el Grand Siecle de los franceses. En 1657 se establece una alianza con Inglaterra y su hombre fuerte, Cromwell, luego de lo cual continúa la guerra con España, a la que derrota en varias oportunidades, pretendiendo incluso ocupar su territorio, basándose en los derechos que había adquirido al casarse con la infanta española Maria Teresa de Austria.

Luis XIV, cuyo reinado estuvo influenciado por el Cardenal Mazarino, amante de la reina Ana de Austria, establece alianzas con cualquiera en contra del resto del mundo, guerreando contra españoles y holandeses hasta que logra poner en su contra al resto de Europa: Inglaterra, Holanda, Austria, el Palatinado, Saboya, Castilla, Aragón y Portugal.

La otra figura de importancia en la Francia versallesca es el ministro de hacienda de Luis XIV, Juan Bautista Colbert, quien además tenia bajo su poder las carteras de Justicia, Marina y del Interior. Es Colbert quien reúne los dineros indispensables para todas las extravagancias y guerras de Luis XIV, a expensas de un pueblo cada vez más empobrecido. La predominancia de Francia en Europa comienza a desfallecer en el siguiente siglo, cuando Luis XIV toma partido en la sucesión del trono español.

El Médico en Francia

El medico graduado necesitaba una buena cantidad de dinero para poder iniciar su práctica. Por lo tanto, en ese tiempo había las siguientes posibilidades para salir adelante: Ser rico de familia. Trabajar como médico militar en las múltiples campañas en Italia, Holanda o Alemania. Emplearse al servicio de algún noble u obispo. Conseguir posición casándose con alguna mujer rica o ejercer en Hospitales con sueldo de hambre

El profesional de la salud vivía muy modestamente y, en algunas ocasiones, pobremente. Compartía su casa con artistas y artesanos y le estaba prohibido anunciar sus servicios, incluso con letrero a las puertas de la casa, pues esto se consideraba indigno de un hombre de ciencia.

Debido al status que les tocaba mantener, los médicos debían ocultar su miseria.

Sin embargo, en no pocas oportunidades alguien la descubría y era causa de burla por parte de comerciantes y miembros de oficios varios.

La biblioteca era el lugar más importante del consultorio y se componía de libros de medicina, literatura, política y arte.

El orgullo de los galenos de aquel entonces era su vestuario, compuesto por túnicas y vestidos de colores traídos de las grandes ciudades, con los cuales trataban de conservar su dignidad aparente.

El medico debía madrugar a las cinco de la mañana con el objeto de aprovechar las luces del día y poder visitar cuantos enfermos se presentaran. Estos eran tan escasos, que el medico debía acudir a otros oficios para poder subsistir: Profesor de escuela, profesor de filosofía, etc.

Los honorarios eran ínfimos, exceptuando los casos de las personas ricas, que muchas veces tasaban por si mismas el pago al medico. La mayoría de los enfermos pagaba en especie, con trigo, huevos y vino. Cuando los reyes y cortesanos enfermaban, solicitaban la presencia de varios médicos. Por ejemplo, para asistir a Luis XIII se reunieron seis médicos.

Bien entrado el Siglo XVII el cuerpo medico real se componía de un medico jefe:

Cinco internistas y ocho médicos generales de turno. Enrique IV poseía 38 profesionales de la salud a su servicio: médicos, cirujanos, boticarios, dentistas, etc. Luis XIV, por su parte, llego a tener a su servicio privado un total de 78 médicos de todas las especialidades.

Cuando el medico caía en desgracia por algún tratamiento desafortunado, podía ser condenado a muerte por el rey y, en el mejor de los casos, arrojado de la corte, soportando las injurias de sus antiguos pacientes, como le sucedió a Nicolás Petit, medico de Enrique IV.

No sobra mencionar que varios médicos hallaron la muerte al acompañar a sus soberanos en campaña, como le aconteció al Dr Heroard, quien murió en 1627, durante el sitio de la Rochela.

Otros alcanzaron fama, amparados por la confianza real, en otras actividades. Por ejemplo, el Dr Renaudot, llegó a convertirse en padre del periodismo francés cuando fundo la “Gazette”, en 1631.

Por aquel entonces, la viruela, la peste, la fiebre puerperal y el sarampión eran los azotes de la gente. Las enfermedades pediátricas daban cuenta de 1 de cada 3 niños en época de lactancia.

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Los médicos han dejado constancia de la forma de ejercer la medicina en numerosas circunstancias.

Una de ellas es la práctica de los médicos reales, como la del grupo que atendió a Luis XIV, compuesto en especial por los doctores Vallot y Fagot, quienes escribieron la evolución de su regio enfermo entre 1647 y 1711.

La sociedad despreciaba a los médicos de aquel entonces. Una cita de Voltaire así lo muestra: “…Que opina usted de los médicos?…Señor…nos conservan. Nos dan unas recetas y unas instrucciones, y como nosotros nunca las seguimos, pronto estamos curados…”

En particular, eran maltratados por los grandes señores, por los nobles y los miembros de la realeza, que los veían poco menos que como sirvientes.

Hospitales como la Salpetriere se idearon más con un criterio de concentrar en un solo sitio a los indeseables sociales, principalmente enfermos, inválidos, huérfanos y mendigos, que salían del miserable hacinamiento de las “casas de salud” solamente en tres formas: al ejército, al cementerio o a las galeras.

Inglaterra

Para Inglaterra el Siglo XVII comienza con la muerte de Isabel I en 1603.

En el siglo XVII vive y muere el genial William Shakespeare, quien produce en esta época sus mejores obras: Hamlet, Otelo, Macbeth, El Rey Lear y La Tempestad.

Este Siglo no es particularmente bueno para la realeza británica, que pierde en los Estuardos los últimos vestigios del poder absoluto, inicialmente con el petulante Jacobo I y luego con Carlos I, bajo cuyo reinado tiene lugar la Revolución Inglesa, que termina con la monarquía y desvía el poder hacia el Parlamento y los Comunes

Jacobo I es coronado rey en 1603.

Como buen Estuardo está convencido del derecho divino de los reyes. Además, su manejo del sentir protestante británico no se compadeció con su tolerancia hacia los católicos y se acompañó, además, de una disipación en la corte de tal magnitud que escandalizó a los puritanos ingleses. Su hijo Carlos I, casado con la princesa Enriqueta Maria, hija de Enrique IV de Francia, comete los mismos errores contra el pueblo y logra enfurecer al Parlamento, el cual es disuelto por orden regia. Sin embargo, frente a la revolución escocesa de 1639, el rey vuelve a convocar el Parlamento, esta vez fortalecido y lleno de furia contra el rey Carlos. Simultáneamente, una rebelión estallaba en Irlanda, cuyos pobladores asesinaron a más de cuarenta mil súbditos británicos.

El prestigio del rey había caído por el suelo. El rey vuelve a irrumpir en el Parlamento por la fuerza y este se declara en rebeldía. La guerra estalla en 1642. Los escoceses apoyan a los parlamentarios o “cabezas redondas”, liderados ulteriormente por Oliverio Cromwell y sus “ironsides”, en contra de los realistas “Caballeros”. Luego de varios reveses, el rey se refugia en su nativa Escocia, en donde es retenido como prisionero y enviado a Inglaterra para su juicio y posterior ejecución a comienzos de 1649.

En este siglo ocurre una terrible epidemia de peste en Londres y el histórico incendio que destruye gran parte de la ciudad. Además, nacen los partidos políticos de los siguientes 300 años: Los whigs y los tories.

El Médico en Inglaterra

La situación era un poco diferente. Su posición era un poco mas apreciada por la sociedad. Existían muchos médicos intelectuales, escritores y filósofos, como el mismo John Locke, uno de los más insignes pensadores de todos los tiempos, quien también estudio medicina.

Los médicos famosos viajaban por todo el país y atendían una cantidad enorme de enfermos, que pagaban en proporción a su posición social e ingresos.

La malaria era uno de los azotes de la época, Ella dio cuenta de personajes tan ilustres como Jacobo I y fue una de las enfermedades de Oliverio Cromwell.

España

La España del Siglo XVII es la de Miguel de Cervantes, quien publica el Quijote en 1605 y la Novelas Ejemplares en 1613. Es la de Lope de Vega, el monstruo literario de las 1500 comedias. Es la España que contempla la edición del Lazarillo de Tormes, las obras de Francisco de Quevedo, Tirso de Molina y Pedro Calderón de la Barca. La España de los pintores Diego Velásquez, Bartolomé Esteban Murillo y Francisco de Zurbarán. Es, a pesar de todo, una España todavía grande.

Por qué la religión tan profundamente arraigada en la sociedad del Siglo XVII, especialmente en tierra española?

Los españoles entendieron que una función fundamental de la religión era la de mantener el orden de la sociedad. Dde esta forma entendieron que a través del ritual, se afianzan los valores que la sociedad tiene como suyos, y se intensifica la solidaridad a su interior porque se crea un ambiente en el cual la gente experimenta una común identidad.

Es por ello que al participar en una practica religiosa comunitaria de algún tipo, el individuo experimenta la sensación de pertenecer a algo que trasciende a lo meramente individual, de ser parte de un grupo, y esto conlleva un fortalecimiento de los lazos que lo unen a la sociedad en la cual se mueve.

En 1598 había muerto Felipe II y es sucedido por su hijo, el inútil Felipe III:

Quien entrega el manejo del reino a sus favoritos, especialmente al corrupto Duque de Lerma, bajo cuya influencia acontece la expulsión de más de 500.000 descendientes de moros, cuyas propiedades son usurpadas por los sicarios de la época. Se pierden guerras con Flandes e Inglaterra. El país entra en una de sus peores crisis económicas.

En 1621 lo sucede Felipe IV:

A quien también maneja otro “valido”: Gaspar de Guzmán, Conde Duque de Olivares, quien centraliza el poder político durante 22 años. Bajo el gobierno de estos dos hombres contradictorios, decae el poderío español, en medio de festines, celebraciones y orgías.

Simultáneamente ocurre la rebelión catalana, las insurrecciones de Aragón, Andalucía, Nápoles y Sicilia y la separación de Portugal, esta ultima con el apoyo de franceses y británicos, que terminan llevando a la tumba a Felipe IV en 1665.

El reemplazo de Felipe IV, Carlos II, no es mejor que los anteriores. Además, tiene que capotear la política francesa de Luis XIV.

La población española disminuye debido a las epidemias, las guerras y la emigración colonial. El siglo XVII es el cementerio de la hegemonía española, cuyos certificados de defunción son los tratados de Westfalia (1648) y de los Pirineos (1659).

Los acontecimientos históricos que hacen aislarse a España del resto de Europa repercuten profundamente en la ciencia médica. Esto, sumado a la presencia de la actividad inquisitorial, frena la evolución del pensamiento científico español.

El Médico en España

Toda una gama de profesionales, empíricos y brujos ejercía el arte de curar en la España del Siglo XVII.

Los profesionales, médicos o físicos y cirujanos latinos, estaban respaldados por títulos universitarios de las universidades de Alcalá y Salamanca, principalmente, a las que luego se suman las de Valencia, Zaragoza y Huesca.

A estos los seguían los algebristas (ortopedistas empíricos equiparables a nuestros actuales sobanderos). Los barberos sangradores (que colocaban sanguijuelas y extirpaban muelas), y las parteras comadronas, los hernistas, los litotomistas o sacadores de piedras, los oculistas o batidores de la catarata, y los especializados en la cura de la tiña, entre otros muchos.

Los médicos y cirujanos se concentraban en las grandes ciudades y en la corte real. Los campos se encontraban desprotegidos, pues los médicos no recibían un salario decoroso, como lo muestra la queja del cirujano Francisco Martínez en 1602:

“…por la falta de cirujanos se mueren muchas personas sin tener quien las cure, o se curan con personas que no lo saben hacer…”

La emergencia fue de tal magnitud que, en 1603, Felipe III autoriza el ejercicio de oficios paralelos a la medicina:

“…pueden de aquí en adelante los Protomédicos admitir al examen de Cirugía a los romancistas, aunque no hayan estudiado artes ni Medicina. Con que traigan probado los romancistas, que de aquí en adelante se examinaren, cinco años de practica, los tres en hospitales, y los dos con Medico o Cirujano, y con esto puedan admitirlos a examen los nuestros Protomédicos. Y hallándolos hábiles y suficientes, los pueden dar licencia para ejercitar la Cirugía en nuestros Reinos…”

Sin embargo, debido a los excesos de estos empíricos, la Corona española vuelve a promulgar un decreto en 1688:

“…ordenando se notifique a los cirujanos romancistas y sangradores, que por si solos, sin parecer de Medico, no ordenen ni ejecuten sangrías, ni otras evacuaciones. Ni receten purgas ni bebidas, pena que serán castigados conforme a derecho…”. Con todo, el barbero tenía un lugar social destacado en las áreas rurales, en donde se le llamaba “medio escolar”

El enfrentamiento entre los profesionales y los empíricos se sintió en toda la historia española, como el caso del pleito entre el Colegio de San Cosme y San Damián de Zaragoza contra Juan de Vidos, por ejercer sin examen y aprobación de médicos graduados. Otros, mas cautos, como el medico de Toledo Antonio Trilla Muñoz, recomienda en 1677: “…No tengas pendencias, ni desazones con Boticarios, Cirujanos, Sangradores, Potreros, Algebristas, destiladores, Montabancos, Garlatores, Balsamoros, Comadres, Desalojaderas, ni otros. Porque no has de remediar nada, y te han de deshonrar, y quitar el crédito. Eellos no se han de enmendar, ni la justicia ha de hacer viva diligencia, porque ellos son los primeros que los llaman, los aplauden, y regalan, y que darán pie a la conversación contra ti…”

El Tribunal del Protomedicato, instituido por los Reyes Católicos el 30 de Marzo de 1477 y con modificaciones varias, fue reformado profundamente en 1617 por el rey Felipe III, quien regulo la forma y el tipo de exámenes que debían presentar los aspirantes, luego de sus estudios universitarios.

Debido a la resolución de la Corona española de no admitir en determinados niveles sociales a judíos y moriscos, continuando la persecución que se había iniciado siglos atrás y que había tenido uno de sus momentos culminantes en 1492, se bloqueo la entrada a los exámenes a médicos provenientes de algunas zonas especificas, como se muestra en el aparte de la resolución del Protomedicato en 1678:

“…que por cuanto de algunos tiempos a esta parte se ha experimentado, se vienen a examinar muchos Médicos, Boticarios, y Cirujanos de Nación infecta, con informaciones siniestras de limpieza. Y que estos los mas son de los expulsos del Reino de Portugal…para obviar este daño, manda, que de hoy en adelante no se admita información para entrar a examen…”

Sin embargo, a pesar de las medidas represivas, muchos médicos de religiones no cristianas pudieron encubrirse y pasar los exámenes. Los infames Tribunales Inquisitoriales, tanto en España como en las colonias, sentenciaron a varios de ellos.

Las clases sociales bajas de la península, observando la afluencia de descendientes de musulmanes y judíos a las facultades de medicina, rechazan estudiar esta profesión, pues: “…dentro de ochenta anos serán moriscos todos los boticarios y médicos del reino, y tendrán la llave de las vidas de todo él y no habrá cosa segura…”. El quehacer medico continuo regulado muy severamente por la pragmática de Felipe III de 1617: “…Y porque asimismo hay muchas personas que curan con cartas falsas, mandamos, que el Protomédico que fuere en nuestro servicio, a cualquier jornada que fuéremos, vaya mirando y haciendo traer ante si las cartas que tuviere noticia son falsas, para saber la verdad…”

Las autorizaciones eran, asimismo, estrictas para cada oficio: Los médicos solo podían formular polvos y tabletas purgantes. Los boticarios no podían formular sin orden del medico. Los cirujanos “latinos” solo se limitaban a ordenar medicamentos de uso externo. Los cirujanos romancistas y barberos sangradores únicamente podían intervenir previa autorización de un cirujano latino.

Las normas éticas eran especiales. Se comprometían primero a exhortar al enfermo a “la cura de su alma” por medio de la confesión, para entonces proceder a la cura física.

Diego de Aroza, en su obra “Tesoro de las excelencias y utilidades de la Medicina”, escribe:

“…El medico, para ejercer su facultad con método racional, necesita la ciencia, y experiencia…. El vulgo suele decir: Medico viejo, y cirujano mozo. Si bien, yo acostumbro afirmar, que el Medico viejo, hase de entender en ciencia, experiencia, y prudencia, y no en la edad. Y que la prudencia con la ciencia, suple mucho el defecto de la experiencia…”

Tampoco debe olvidarse la serie de consejos de Don Francisco Leiva y Aguilar en su “Desengaño contra el mal uso del tabaco”, escrito en 1634, y en donde describe al médico perfecto:

“…importa que tenga puro y buen sentido para sentir, conocer y advertir, clara y perfecta estimativa, para apreciar, distinguir e inventar, fácil y tenaz memoria, para aprender, retener y ofrecer, aguda vista, vivo olfato, tacto exquisito, gusto en curar, cuidado en visitar, perseverancia en estudiar, estudiante desde que nació y estudiante hasta que muera…”

La sociedad española del Siglo XVII, sin embargo, no tenia en buena estima a los médicos. Los literatos y poetas como Quevedo, Salas Barbadillo y Lope de Vega, ridiculizan el ejercicio en forma permanente. Enrique Gomes, un poeta de la época, escribió estos versos:

“Tenia dos amigos practicantes
báculos de la mula, si no estantes,
Los cuales, a la una de la noche,
Metidos en un coche,
Alborotando el barrio, le llamaban
Y por acreditarle, articulaban:
“Señor doctor, levantese al momento
Que el Duque, mi señor, no tiene aliento”
Otro decía: “Salga de la cama,
La Condesa le llama”
Y con esta invención forjada a gritos,
Acudían a el como mosquitos”

Los primeros 30 años del siglo XVII destacan las universidades de Salamanca, Alcalá y Valladolid. Viven figuras médicas tan importantes como Luis Mercado (Opera Omnia), Pedro García Carrero (Disputationes medicae super libros Galeni de locis affectis, 1605), Antonio Ponce de Santacruz (Opuscula medica et philosophica, 1622), Cristóbal Pérez de Herrera (Compendium totius medicinae ad tyrones, 1614) y el cirujano sevillano Pedro López De León (Pratica y teorica de los apostemas en general y particular, 1628)

Hacia mediados de siglo, teniendo en cuenta la opinión de Granjel, la medicina se vuelve de nuevo dogmática y retoma conceptos galénicos que el renacimiento había intentado cambiar de raíz. Destacan García Carrero (Opera Medica, 1665), Gaspar Bravo de Sobremonte (Operum Medicinalium, 1671), Cipriano de Maroja (Opera Omnia, 1674).

En los últimos 20 años del siglo no aparece ningún médico digno de elogio. Dominan el dogma, la astrología y la charlatanería general. Todo lo anterior se vería reflejado en la medicina española de las colonias americanas.

Conclusión

Es curioso apreciar cómo, a pesar del paso del tiempo, la situación del profesional médico danza al ritmo de las épocas y en el nivel que quienes manejan las sociedades quieran concederle.

Contemplando estos hechos, casi podríamos decir que la posición del médico ha variado muy poco en cuatro siglos de historia.

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