Editorial, El Buen Trato

Eduardo Vallejo Mejía

Admirable y necesaria la campaña del buen trato patrocinada por el periódico “El Tiempo”, la Fundación FES, Restrepo Barco, algunos medios y varias organizaciones más.

Una excelente idea, pues ya era hora de que alguien pensara en los niños maltratados, fuente de nuestra pavorosa violencia y mil lacras más como los niños de la calle, la drogadicción, la prostitución infantil, el sicariato y en realidad todo lo aberrante que observamos día a día en nuestra sociedad enferma.

El tema lo vienen analizando desde hace muchos años psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, pedagogos y demás, pero se ha mantenido muy a nivel de la oficina de la Primera Dama y en el ámbito académico.

Una sostenida campaña nacional a lo largo y ancho de la geografía colombiana en inspecciones, veredas, municipios y en donde haya un hogar, no se ha visto.

Campaña que debe hacerse por todos los medios de comunicación, la televisión, en primer lugar, con programas atractivos que lleguen al corazón del más inculto y del más duro. Pues la violencia con el bebé, el lactante, el niño, el adolescente hay que acabarla; no más maltrato, no más infame agresión a los indefensos, si queremos terminar con la violencia en Colombia tan magistral y terriblemente descrita por el maestro Obregón en su serie de cuadros que llevan ese título.

A raíz de una masacre de toda una familia colombiana, en un apartamento de Queens en Nueva York, en la cual estaban involucrados, claro está, paisanos de las víctimas, aparecieron algunos artículos en la prensa de esa ciudad, comentando aterrados la ferocidad de las venganzas y ajuste de cuentas dentro de la colonia colombiana, no comparable ni igualada por ningún otro grupo étnico de la gran ciudad, en donde, como bien se sabe, hay índices de criminalidad aterradores y en donde el grupo de los orientales no se caracteriza por su mansedumbre ni “buenas maneras”.

Pues con todo y eso, los anales policíacos neoyorquinos están atestados con las más macabras descripciones de crímenes entre la colonia colombiana, lo que escandaliza a esos agentes, quienes tampoco gozan de la mejor fama.

Y por qué será? no hay que dudarlo, un país en donde hay 2.000.000 de niños maltratados brutalmente y esto solamente de casos declarados y denuncias interpuestas, cuántos más que jamás se sabe porque son niños campesinos, niños de barriada marginada y niños ricos también, maltratados por sus neuróticos padres y con frecuencia por las empleadas del servicio, las niñeras o las institutrices que “reemplazan”, reemplazan?!! a la mamá. Un país así con esas cifras de maltrato infantil, tiene que vivir en el más oscuro y violento momento de su historia y tiene que llevarlo a cuanto rincón de la tierra se desplace.

Da una tristeza infinita, escuchar los reportajes que de vez en cuando les hacen a los niños recogidos por la Fundación Niños de los Andes que dirige Jaime Jaramillo, colombiano admirable por lo demás, o a las niñas prostitutas de la calle del Cartucho, quienes sin excepción mencionan el pavoroso trato que recibían en sus casas, lo que motivó la huida hacia la calle.

Y los guerrilleros y los delincuentes y los ladrones y los tramposos y sigamos añadiendo a esta lista. Todos producto de violencia y agresión en sus hogares, no sólo física sino también psíquica y moral. Padres que abusan de sus hijos, parejas que se agreden ante la mirada estupefacta de unos niños que no entienden por qué esos seres a quienes ellos adoran no pueden vivir en paz y darse amor. Es en la familia, es en el hogar en donde se comienza a gestar el futuro de un país.

Afortunadamente tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización de Estados Americanos (OEA), están patrocinando una campaña a nivel latinoamericano, con unas cuñas y mensajes muy bien diseñados, impactantes por su dramatismo y características de realidad haciéndole ver a la gente los resultados funestos de la violencia no sólo con los niños, también con la mujer, otra víctima de la ignorancia, la brutalidad y el primitivismo machista de nuestras culturas. Son mensajes que aparecen diariamente por varias cadenas internacionales de televisión, llama la atención muy particularmente uno que dice más o menos “peor que la agresión física y psicológica a la mujer y a los niños en los hogares, es el silencio; rompa el silencio y denuncie la agresión”.

Ahora en nuestro país con las Comisarías de Familia, distribuidas en varios puntos de las ciudades, se le ha otorgado a la población un medio eficaz y seguro para denunciar los abusos en el hogar, con el fin no tanto de conseguir un castigo para el agresor, sino una solución y una posibilidad de reeducar, investigando dentro de lo posible, las causas verdaderas del conflicto de la pareja y la agresión a los niños.

Pues no olvidemos que en no pocos casos no es la pobreza ni el hacinamiento el origen de la violencia, sino el alcoholismo, la drogadicción y en muchas ocasiones la patología mental que puede ir simplemente de un síndrome de desadaptación a una esquizofrenia, pasando por cualquiera de las otras psicosis, todo esto en mayor o menor grado solucionable.

Pero mientras no aceptemos ni hagamos conciencia del hecho real, de que en Colombia hay un alto índice de agresión infantil, todavía de agresión a la mujer, no podremos buscarle una solución a este problema que nos tiene en la lista de los países más violentos y peligrosos del mundo.

Eduardo Vallejo Mejía, M.D.
Neurólogo. Fundación Santa Fe de Bogotá

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