Artículo de reflexión, El Liderazgo como una Competencia Fundamental para el Residente de Cirugía General

Sergio Cervera1, Lilian Torregrosa2

Palabras clave: liderazgo; cirugía general; educación basada en competencias; educación de posgrado en medicina.

“El logro de la excelencia en cualquier disciplina es fundamentalmente un problema de liderazgo, y el cirujano es un líder nato”.
Alberto Escallón

Resumen

El cumplimiento de los requisitos que se esperan hoy en día de un líder en cirugía, requiere una dedicación individual al aprendizaje y al desarrollo de ciertas habilidades. Este viaje de crecimiento personal va a durar toda la carrera del cirujano, pero se puede iniciar tempranamente desde la residencia. Por lo anterior, es responsabilidad de los programas académicos de cirugía, garantizar que los residentes en formación tengan las herramientas y oportunidades suficientes para el reconocimiento y el desarrollo de todo su potencial como líderes.

Aunque el rol principal del cirujano se ha ubicado tradicionalmente frente al paciente ejecutando una cirugía con pericia y habilidad, el papel de la especialidad trasciende este aspecto profesional e incorpora, además de conocimientos y destrezas, cualidades y habilidades en comunicación, liderazgo, profesionalismo y ética.

La mayoría de estas características se han transmitido ancestralmente en nuestra profesión, por medio de lo que se conoce como el “currículo oculto”, pero más recientemente su instrucción se ha formalizado y explicitado mediante el mandato del Accreditation Council for Graduate Medical Education, ACGME, grupo que desde 1981 ha propuesto incluir seis áreas de competencia como fundamentales en los programas de residencia en medicina y, actualmente, cuenta con más de ocho mil programas acreditados1.

Dentro de estas áreas (conocimiento médico, atención del paciente, aprendizaje basado en la práctica y perfeccionamiento, práctica basada en sistemas, habilidades interpersonales, de comunicación y profesionalismo), están incluidas las competencias en liderazgo que se deben enseñar a los futuros cirujanos mediante el proceso de formación, con el fin de que se vayan interiorizando y apropiando, para lograr su ejecución durante la jefatura de residencia.

¿Cómo se han formado los residentes en liderazgo? Apuntes sobre la historia de la jefatura de residentes

La importancia de preparar a los residentes de cirugía en este aspecto del liderazgo, se ha reconocido ampliamente2- 4; una prueba de lo anterior es el desarrollo de programas de entrenamiento especiales dirigidos a los futuros jefes de residentes, en los cuales se exploran aspectos de sus capacidades, fortalezas, debilidades y estilos como líderes, y se adquieren habilidades en el manejo de individuos, grupos de trabajo en cirugía, comunicación, resolución de conflictos, negociación, colaboración dentro del sistema y retroalimentación5.

Este modelo de entrenamiento con responsabilidad progresiva, en el que se le asignan al residente de último año importantes labores dentro del servicio, que sobrepasan las actividades clínicas e incluyen: manejo en equipo, labores administrativas, coordinación del grupo de residentes a su cargo, docencia, toma de decisiones, resolución de conflictos, estrecha relación con su jefe inmediato, refleja el modelo de educación médica en las residencias estadounidenses5 que tiene una amplia tradición.

En el campo de la cirugía es imposible mencionar esta historia de la residencia quirúrgica, sin reconocer el importante papel del personaje que introdujo este modelo de enseñanza en los Estados Unidos, que se mantuvo por casi 100 años y partes del mismo se conservan hoy en los programas académicos más exitosos: William Stewart Halsted 6.

Sir William Stewart Halsted (1852-1922)

Una de sus contribuciones más perdurables fue el desarrollo de un sistema organizado de entrenamiento tomado del modelo alemán de Behave en la Universidad de Leaden7,8, aplicado inicialmente en Johns Hopkins University y que cambió la forma en que los cirujanos se educaban en el siglo XIX, cuando existía una gran barrera impuesta por varios grandes cirujanos, que preferían la práctica privada y evitaban dedicarse a la enseñanza y la investigación, dado que consideraban que sus alumnos serían futuros competidores en su práctica quirúrgica. Esta tradición fue criticada por Halsted en su conferencia The training of the surgeon, expuesta en Yale University en 1904, por considerarla carente del suficiente tiempo y contenido académico para el entrenamiento adecuado de un cirujano idóneo 9.

Halsted promovió gran parte del sistema de residencia que actualmente conocemos, incluyendo un período específico de duración, un sistema piramidal de promoción y un estilo de vida restrictivo que exigía dedicación exclusiva las 24 horas del día, residiendo en el hospital (de allí, el término “residente”), con una mínima remuneración que desanimaba al residente hacia otras actividades, incluyendo el matrimonio 8,10. Con respecto a la formación del jefe de residentes, el sistema piramidal tenía en su base al residente de primer año que, al cabo de aproximadamente ocho años de formación, culminaba como residente jefe (chief resident) durante un año más.

Este sistema tuvo su auge en las décadas de los cuarenta y cincuenta, cuando la gran demanda de cirujanos generó modificaciones al mismo, con acortamiento de los períodos de entrenamiento, un estilo de vida más flexible y aumentos salariales. Estos cambios guiaron la estructura de la residencia hasta julio de 1989, cuando se implementaron las leyes y regulaciones del Health Department del estado de Nueva York, más comúnmente conocidas como las regulaciones de Bell (cinco años después de la muerte de la joven Libby Zion, caso conocido como “el florero de Llorente”), que alteraron el sistema de residencia con tanto impacto como alguna vez lo tuvo el modelo de Halsted 3,11.

Formación de cirujanos en Bogotá

En Bogotá, los primeros residentes se formaron en los hospitales San Juan de Dios y San José bajo el estilo de “tutoría”, en el cual los “aprendices” participaban permanentemente de la actividad del profesor, hasta que varios años después lograban las competencias de un cirujano formado en el extranjero.

En la escuela del Hospital de San José, se formaron algunos de los más prominentes cirujanos del momento quienes, justamente por su liderazgo, fueron la cabeza de los principales programas de entrenamiento que se crearon en esa época, entre ellos, Mario Negret López, Hernando Anzola Cubides y sus respectivos discípulos.

El programa de residencia de la Pontificia Universidad Javeriana, desarrollado en el Hospital Universitario San Ignacio, fue establecido en 1965 –coincidiendo con la inauguración del Servicio de Cirugía y los quirófanos en el Hospital– por Jorge Segura Vargas y Alberto Escallón Azcuénaga, discípulos de los anteriores maestros; bajo su tutoría se entrenó el primer residente del programa: Enrique Díaz Guzmán, y a partir de él, 116 residentes hasta la fecha 12,13

Poco a poco el programa se fue consolidando, incluyendo al final de la residencia la jefatura de residentes, cargo que ocupó por primera vez Mauricio Tawil; este cargo se ha mantenido hasta la fecha con sucesivas modificaciones, pero conservando en el fondo la investidura que se ha querido imprimir en esta escuela desde sus inicios.

En los últimos años, la jefatura se ha trasformado en una asignatura formal, con competencias específicas, que tiene entre sus prerrequisitos la formación en bioética, profesionalismo, administración y liderazgo; esta asignatura representa lo que en otras instituciones, como la Cleveland Clinic, constituye una “rotación en liderazgo” 14, en la cual el residente trabaja en contacto directo con los coordinadores del programa y del departamento quirúrgico, con obligaciones puntuales que le permiten ejercitar y consolidar sus habilidades como líder.

El jefe de residentes tiene una asignación de labores clínicas y administrativas acordes con la normativa actual, participa en la coordinación de las actividades académicas del servicio y en la docencia de los residentes, internos y estudiantes, así como en las evaluaciones de los mismos y su respectiva retroalimentación. Por medio de este rol como docente, el residente afianza sus conocimientos15,16 y, a la vez, potencia sus capacidades como líder, como lo menciona la doctora Bejarano en su editorial: “El líder, en buena parte, es también un maestro; es difícil distinguir entre liderar y enseñar, actitudes muy arraigadas en nuestra profesión de cirujanos” 17.

Es por esto que, en los programas de cirugía, el liderazgo se ha considerado como parte importante de la formación del residente, característica que, por décadas, ha formado parte del carácter de los cirujanos, y ha sido aprendida durante la práctica quirúrgica por imitación de los modelos y mentores18-20.

Al atravesar este proceso, el residente de cuarto año de nuestro programa fortalece su competencia global como cirujano y profesional, lo cual nos ha permitido, como profesores y mentores de una escuela, cultivar líderes de la cirugía.

Las escuelas de cirugía que transmiten una “cultura del liderazgo” tienen la ventaja de competir efectivamente en el medio académico y profesional, pues logran ambientes de trabajo exigentes y, a la vez, agradables, donde los residentes experimentan un sentido de pertenencia a un grupo, que trasciende cualquier individualidad, como lo expone Souba21.

Competencias necesarias para ser un buen líder en Medicina

Sólo recientemente se ha popularizado la inclusión del entrenamiento formal en competencias de liderazgo dentro de la estructura curricular de los programas de residencia. Lo anterior ha sido una respuesta formal ante varios fenómenos: el reconocimiento del liderazgo efectivo como crítico en el éxito de una institución, el conocimiento acumulado sobre la importancia de incluir estos aspectos como un componente fundamental del entrenamiento, y la percepción de la inatención prestada en los currículos a la formación en liderazgo 22. Ejemplo de este último aspecto es el estudio de Itani, et al., realizado en departamentos quirúrgicos de universidades estadounidenses, donde señalan que los residentes no se sienten seguros ni competentes en las habilidades de liderazgo básico y perciben que su entrenamiento en esta área es pobre; además, consideran que las habilidades de liderazgo aprendidas se basan en el estilo militar de comando-control que, aunque es vital en algunas situaciones en medicina, se ha demostrado en modelos de negocios como un estilo de liderazgo inefectivo que no puede ser aplicable en todos los momentos 23.

Numerosos estudios han demostrado que las competencias necesarias para ser un adecuado líder en Medicina deben combinar aptitudes generales de liderazgo con otras particulares del ambiente de la salud. Sobre estas últimas, existen numerosos estudios, algunos tan extensos y detallados que, según nuestro concepto, hacen difícil su aplicación práctica en programas de residencia. A manera de ejemplo se encuentra la propuesta de 300 competencias relativas al liderazgo planteadas por The Healthcare Leadership Alliance 24.

La mayoría de estas propuestas, que pueden ser consultadas en el trabajo de Stoller, tienen en común competencias centrales, como las de autorreconocimiento, dominio de sí mismo, relación con el medio externo y manejo de relaciones, y varios dominios que se deben incluir en el currículo de la residencia en cirugía, como conocimiento profesional y del medio de la salud, resolución de conflictos, comunicación, compromiso con el aprendizaje de toda una vida e inteligencia emocional como la habilidad para evaluarse a sí mismo y a los otros, y ser capaz de desenvolverse en el contexto de un grupo24.

Según el Diccionario de la Lengua Española25, “líder” se define como la persona que dirige u orienta un grupo, que reconoce su autoridad; los buenos líderes tienen el respeto de su equipo, son comunicadores efectivos, generan y mantienen la confianza de su equipo, y muestran resistencia, tenacidad y paciencia.

En el área de la atención en salud, no existe un único estilo de liderazgo apropiado para cada situación; por lo tanto, es un deber del líder entender el medio externo, evaluar la situación y circunstancias especiales, y aplicar ciertas habilidades para alcanzar las metas propuestas en cada caso: si se trata de un caso de trauma o reanimación, será necesario un liderazgo de tipo comando-control, por medio del cual se garanticen medidas salvadoras, pero, en casos de interacciones personales diarias, otros estilos como el liderazgo de colaboración son fundamentales.

El liderazgo cooperativo está caracterizado por integridad, comunicación y alineación4:

• La integridad se ha definido como un compromiso total de carácter moral, con los más altos estándares personales y profesionales; significa establecer un grupo de valores fundamentales, de manera que el respeto de estos valores brinde una formación sólida para el desarrollo de la confianza dentro de la unidad.
• La habilidad de comunicación es un requisito fundamental para el éxito de cualquier equipo de salud; es vital a la hora de transmitir seguridad y efectividad al cuidado del paciente.
• La alineación se define como determinar una misión y garantizar que el equipo de trabajo realice el esfuerzo necesario para alcanzar esta misión.

Liderazgo del jefe de residentes

Existen en la literatura médica múltiples estudios dedicados al liderazgo como parte del entrenamiento del médico, en especial, del cirujano con énfasis en el jefe de residentes.

El liderazgo es una de las cualidades más importantes para el éxito del jefe de residentes de cirugía, quien debe liderar no sólo a los residentes, también debe fortalecer al residente menor, brindar autoconfianza y motivarlo a la excelencia3; es de anotar, también, que los desenlaces quirúrgicos dependen de manera crítica de un equipo quirúrgico más que de un individuo; por lo tanto, el papel del jefe de residentes como articulador es fundamental para el óptimo manejo de los pacientes de un servicio quirúrgico.

Hay diferentes clases de liderazgo: aquel que pide al grupo que le siga, anima a que el grupo le siga, o los que los obligan a seguirlo. Es importante recordar que el líder más efectivo es el que usa los diferentes estilos en diferentes tiempos; debe ser consciente de sus fortalezas y debilidades como líder y reconocer qué tipo de liderazgo usa con más frecuencia, al igual que debe implementar las estrategias de liderazgo acordes con cada situación.

Como parte de ese ejercicio de liderazgo como jefe de residentes, debe desempeñar algunos papeles: manejo en equipo, labores administrativas, coordinador, delegar, priorizar y enseñar.

Es importante que el jefe de residentes identifique sus debilidades y fortalezas como líder, reconozca cuál estilo de liderazgo utiliza con mayor frecuencia y seleccione la mejor aproximación como líder a cada situación particular que enfrente. Los líderes más efectivos utilizan diferentes estilos de liderazgo en diferentes momentos.


1 Cirujano general, jefe de residentes, Programa de Cirugía General (2009-2010), Hospital Universitario San Ignacio, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, D.C., Colombia
2 Profesora asociada de Cirugía; coordinadora del posgrado en Cirugía General, Hospital Universitario San Ignacio, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, D.C., Colombia

Toma de decisiones

Un aspecto difícil es aprender a diferenciar entre caer bien y ser respetado. El jefe de residentes quiere ser respetado y busca diferentes vías para lograrlo, pero debe tomar decisiones populares o impopulares; la toma de decisiones debe ser bien orientada para mantener la integridad y consistencia del grupo26. Puede tener amigos, pero debe ser consciente de sus sesgos en el trato con las diferentes personas y debe esmerarse por mantener el objetivo.

Hay varios puntos que el jefe de residentes debe tener muy presente a la hora de asumir el rol de liderazgo dentro de un grupo de residentes:

• Debe aprender el arte de resolver conflictos: es importante recordar que en un conflicto hay más de un punto de vista y, siempre, más de una percepción de la verdad. El jefe de residentes debe tratar de hacer entender a cada uno los diferentes puntos de vista; pero no siempre tiene que resolverlos, tiene que determinar el ideal para mantener la cohesión de la misión del grupo.
• Role model: se define como un guía; son personas que muestran la vía adecuada que se debe seguir, por medio de sus acciones y comportamientos; ésta es una enorme responsabilidad y una gran oportunidad para demostrar sus actitudes y aptitudes. Se demuestra por medio de un adecuado trato con el paciente, excelentes bases académicas y buenas relaciones interpersonales.
• Consejero: internos y residentes jóvenes vendrán diariamente donde el jefe de residentes con conflictos, preguntas del cuidado del paciente, problemas personales, etc. En estas situaciones debe ser consejero y confidente; el jefe de residentes no es –ni debería llegar a ser– el médico para cualquiera de sus residentes. Él debe ser afable, un oído confidente que puede brindar consejos sobre la salud mental y física de sus residentes. También, ayuda a vigilar el nivel de estrés de los residentes.
• Es la mano derecha del director del programa: indica el nivel de estrés de los residentes; debe recordar el viejo adagio de “elogiar en público y criticar en privado”. Debe retroalimentar de manera atenta, oportuna y honesta, pero crítica. Los elogios son una vía efectiva para fomentar un comportamiento positivo, en el esfuerzo académico, interpersonal y profesional de sus residentes26,27.
• El jefe de residentes debe reunirse semanalmente con el director del programa: estos encuentros fomentan un diálogo entre colegas que van camino a construir un programa de residencia, y facilitan el intercambio de ideas, temas, problemas y acontecimientos.

En nuestro entrenamiento como cirujanos, es fundamental convertirnos en líderes. Como lo menciona Rugeles en su editorial La cirugía debe ser académica:

“La estructura académica obtenida en los años de entrenamiento marca una actitud de vida; no es sino con individuos estructurados, con espíritu crítico y con capacidad de generar un impacto en el medio, que un país logra alcanzar el desarrollo sostenible, y eso no es más que liderazgo en cirugía”28.

Claves para ser un buen jefe de residentes

• Debe dar ejemplo; al ser consecuente entre lo que dice y lo que hace, logrará mejores resultados en su equipo de trabajo.
• El líder más efectivo utiliza diferentes estilos de liderazgo, apropiados para cada situación.
• Debe reconocer la diferencia entre ser respetado y ser querido por los demás, dado que un buen líder va a tomar decisiones populares e impopulares.
• Debe ser íntegro y conservar la objetividad en su trato a los demás, dado que el jefe de residentes puede tener dentro de su equipo de trabajo amigos muy cercanos.
• Es importante que mantenga su dedicación al cuidado de pacientes y a las actividades académicas, dado que, al entrar en la rutina de programación diaria de residentes y turnos, puede caer en una monotonía que no lo beneficia.
• Existen varias clases de liderazgo y, dependiendo del momento y del lugar, hay que aplicar la que más convenga a su grupo de trabajo.
• Debe generar un ambiente de trabajo agradable, en el que permita a sus residentes desarrollar sus fortalezas e identificar sus debilidades, enfocados en un objetivo definido.
• Un buen líder es quien elogia en público y critica en privado: retroalimenta de forma crítica y motiva hacia la excelencia.
• Debe trabajar con responsabilidad, tenacidad, constancia y pasión con su grupo y para el grupo.

Hinchey propone unos consejos finales para un excelente desenvolvimiento del jefe de residentes:

1. Ser visto: debe gestionar mediante recorrido por las salas y las unidades, debe estar disponible para compartir la experiencia clínica con sus residentes y ser visto como alguien más accesible; los internos obtendrán una mejor comprensión como personas.
2. Manejo del tiempo: debe programar su día; siempre aparecen cosas nuevas diariamente, por lo que debe aprender a priorizar en el momento en que éstas suceden.
3. Debe dedicar tiempo para su crecimiento y desarrollo personal.
4. Debe crear una relación con su jefe: adicional al trabajo cercano con el director del programa.

Para concluir, es importante referenciar a Souba29, mediante la siguiente frase:

“Los líderes de clase mundial tienen un hambre insaciable de aprendizaje y crecimiento a lo largo de la vida. Esta hambre no es sólo por el conocimiento, es por la claridad, la sabiduría, y una comprensión más profunda de sí mismos. Este deseo de aprendizaje, crecimiento y autodescubrimiento es lo que da a estos, los líderes, la valentía de salir de su zona de confort en espacios donde puedan correr riesgos a pesar del miedo y la incertidumbre”.

Leadership as a Fundamental Competence for the General Surgery Resident

Abstract

Accomplishing the characteristics that are expected in a surgical leader today implies the individual dedication to learning and developing certain abilities. This voyage in personal development lasts along the surgeons entire professional careers, but it can be initiated during the early surgical residency years. Therefore, it becomes the responsibility of the academic training programs to guarantee that surgical residents have the adequate tools and opportunities for the recognition and development of their overall potential as leaders.

Key words: leadership; general surgery; competency-based education; Education, Medical, Graduate.

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Correspondencia: Sergio Cervera Bonilla, MD
Correo electrónico: scbonilla@yahoo.con
Bogotá, Colombia

La bata

La representación del estatus médico, tanto por los diversos medios de comunicación como incluso por los cómics, se hace proyectando un estereotipo de la profesión y no descendiendo a los individuos de forma particular.

Diversos estudios realizados al respecto, muestran de forma general que cuatro objetos son los que identifican con mayor fuerza la clase médica; estos elementos son: la bata blanca, el fonendoscopio y, hace algunos años, el espejo de cabeza y el maletín negro. La bata blanca es el identificador más potente en cuantos estudios se han realizado 20.

Desde lo cultural, cuando se quiere imprimir a los demás una actitud de seriedad, autoridad y respeto, la gente suele ataviarse con ropa elegante y sobria para la ocasión. Lo mismo sucede en la relación con el médico: la bata blanca imprime una sensación de respeto y seriedad en esta situación a la que comúnmente se podría llegar en un plano social, lo que hace que el paciente confíe sus intimidades en materia de salud.

Desde la antigüedad más remota, la ropa blanca, y la bata en particular, ha sido prenda distintiva de nuestra profesión.

Las Per Ankh, o casas de vida, fueron hace 3.500 años escuelas de medicina de la civilización egipcia; en ellas se purificaba a los estudiantes de nuevo ingreso, para lo cual se vestían de blanco y recibían alimentación especial.

La medicina estaba estrictamente reglamentada: se curaba de acuerdo con los tratados y no se permitía la desviación de los mismos. La improvisación era severamente castigada. Según el perfil, los médicos se dividieron en generales, cirujanos y exorcistas o sacerdotes.

De allí se desprende que había una medicina laica y otra religiosa. En Egipto aparecieron las especializaciones médicas. Heródoto lo confirmó: había un médico de los ojos, de los dientes, del ano, etc.

Tenían una gran importancia en la sociedad; la especialización tenía que ver con el cargo que desempeñaban, de tal manera que existían los siguientes médicos: el médico del faraón, como Imhotep, médico del faraón Djoser de la III dinastía del Imperio Antiguo, (el médico mayor) dictaba las pautas tanto para el ejercicio de la profesión como para su enseñanza; el médico del palacio, el supervisor, el inspector, el práctico, el de los trabajadores, el de los mineros, el de los siervos, el militar, el del templo, etc. El vestido blanco era obligatorio para los médicos-sacerdotes 21.

Los trajes de los romanos y griegos eran muy parecidos. La túnica era la prenda básica; se han encontrado algunas en determinados yacimientos arqueológicos del desierto. Los materiales que utilizaban para confeccionar sus vestidos eran, preferentemente, el lino y la lana; la mayoría estaban hechas de lana sin teñir, cuyo color era parecido al de la harina de avena y las pieles. Las prendas esenciales del vestido de los hombres y de las mujeres se designaban con los mismos nombres, chitón o himatión, que se traducen por túnica y capa, respectivamente 22, 23, diferente a la toga empleada por los aristócratas y los políticos romanos.

En la Edad Media (siglos V a XV), la medicina clásica griega permaneció latente, guardada por los monjes que practicaban la medicina teúrgica, con milagros de santos, reliquias sagradas y lo sobrenatural.

Del siglo V al X, la Alta Edad Media, la medicina está centrada en los monasterios. En el siglo VI, san Benito de Nursia crea la Orden de los Benedictinos, los monjes blancos, en el monasterio de Monte Cassino, cuna de la medicina religiosa cristiana occidental, origen de las escuelas catedralicias, desde donde se expandió la enseñanza de la medicina. En este sitio, los monjes combinaron el pensamiento clásico grecolatino y el cristiano, plasmándolo en escritos en latín que resguardaban en una gran biblioteca. El Monasterio de Monte Cassino era un centro de enseñanza general y no sólo una escuela de medicina, como algunos han propuesto; constituye la cuna de la medicina religiosa occidental. Para el año 820 d. C., los benedictinos ya contaban con un hospital anexo al monasterio y la orden había dispersado a sus elementos por toda Europa y fundado múltiples monasterios que, al mismo tiempo, funcionaban como posadas, refugios, hospitales, agencias de noticias y centros nerviosos de la vida en la Edad Media. El conocimiento de ellos emanado fue la forma como la Iglesia consolidó su poder y autoridad 24.

Entre los siglos XI y XIII, se desarrolló al sur de Nápoles una escuela médica de especial interés: la escuela de Salerno. La situación geográfica privilegiada de la Campania, en el sur de Italia, nunca del todo abandonada por la cultura tras la caída del imperio ya que fue refugio de bizantinos y árabes, permitió el surgimiento de esta “protouniversidad”, fundada según una leyenda por un griego (Ponto), un hebreo (Helino), un musulmán (Adela) y un cristiano (Magister Salernus), dándosele originalmente el nombre de Collegium Hippocraticum.

En ella, para la obtención del título de médico y, por tanto, el derecho de ejercicio de esta práctica, Roger II de Sicilia estableció un examen de graduación 24.

Algunos años después (en 1224), Federico II reformó el examen para que este fuese realizado de forma pública por el equipo de maestros de Salerno, y reguló para la práctica de la medicina un periodo de formación teórica, que incluía cinco años de medicina y cirugía y un periodo práctico de un año.

Para el siglo XI, la cirugía era practicada por los medici, aunque había procedimientos que empezaban a efectuar los barberos y otros miembros del gremio llamados rasatores y sanguinatores; las pugnas constantes hicieron que se constituyeran en gremios, sin olvidar que los conflictos también existían entre los médicos y los cirujanos.

En París, un grupo de cirujanos se reunió en 1311 para fundar la Hermandad de san Cosme y san Damián, con el objetivo de crear un monopolio sobre la práctica de la cirugía en esa ciudad y en sus alrededores, y evitar que los 40 barberos existentes trataran heridas menores, úlceras y tumefacciones. Esta Hermandad consiguió en ese mismo año una ordenanza de Felipe el Hermoso, en donde se dice que nadie podrá ejercer la cirugía sin haber sido examinado y aprobado por Jean Pitard (quien era el cirujano real) o por sus sucesores, pero los barberos no incluidos en la Hermandad también formaron su corporación; los cirujanos solicitaron y obtuvieron el apoyo del rey para que los médicos y los cirujanos los dejaran trabajar. Las pugnas y los enfrentamientos continuaron durante todo el siglo XV, hasta que en 1515 se decidió que la Facultad era la autoridad suprema, que los cirujanos tenían privilegios universitarios y podían aspirar a obtener grados académicos y que los barberos podían tomar cursos de anatomía y cirugía en la Facultad. Cumplidos estos requisitos, podían ingresar a la Hermandad de San Cosme.

Los conflictos persistieron hasta que en 1544, Francisco I (1494-1547) otorgó los privilegios universitarios a los miembros del Collége de Saint Côme, lo cual incluía puestos académicos, mejor nivel social y beneficios pecuniarios; además, los maestros cirujanos podían usar las largas togas universitarias y, por lo tanto, esta comunidad fue formalmente reconocida como la de los cirujanos de bata larga, o robe longue, en contraste con los barberos-cirujanos, o chirurgiens ordinaries, o de robe courte, quienes se acogieron alternativamente a la protección de los médicos y de los cirujanos, hasta que en 1667 se unieron definitivamente a estos últimos 25.

Conforme el paso de los siglos (XV-XVIII), las prendas se a largaban o se acortaban, se ajustaban o se hacían holgadas. Pero en muchas ocasiones conservaban características que identificaban a quienes ejercían determinadas profesiones o pertenecían a cierta condición social.

La ropa se desarrolló para protegerse y adaptarse al medio ambiente; en los climas cálidos, la ropa tradicional para ambos sexos era una indumentaria suelta y drapeada de tipo saya, es decir, una túnica que llegaba a los talones, como la usada en los países árabes y africanos. En los climas fríos era costumbre llevar vestidos cosidos y ajustados de varias capas para conservar mejor el calor del cuerpo.

El color blanco se abandonó; los médicos a lo largo de casi 400 años adoptaron vestimentas obscuras y elegantes, siguiendo las tradiciones y dictados de la moda.

A raíz de los descubrimientos de Pasteur sobre el origen de la fermentación y la putrefacción, y con los estudios de Lister, quien se interesó por la prevención de las sepsis de las heridas y empleó inicialmente el ácido carbólico con excelentes resultados en su práctica profesional, la idea de la antisepsia se impuso en Europa. La contribución de Joseph Lister, quien realmente la trasladó a la medicina, fue la de implementar una serie de remedios caseros sobre la charlatanería, trasladando la antisepsia a la esfera de las ciencias biológicas. Por primera vez, una serie de resultados reproducibles ayudó a los investigadores a entender mejor cómo prevenir la contaminación bacteriana.

Con esto se dio el cambio. Al parecer, el delantal blanco fue usado por primera vez en el siglo XIX por los médicos que trabajaban en el laboratorio. Antes, los hospitales y sanatorios eran lugares donde prácticamente se iba a morir. Sin embargo, con los avances médicos del siglo XIX, los pacientes comienzan a sobrevivir y a mejorar notablemente, por lo que el delantal blanco pasó a ser un símbolo de curación y de autoridad.

El blanco fue elegido, con razón, como la nueva norma de la profesión médica. Este color, que representa la pureza, es un recordatorio visual del compromiso del médico para no hacer daño. El blanco representa la bondad. Jesús, Shivá, Lao-Tze, Buda y Confucio, creadores de las religiones más grandes del mundo, por ejemplo, a menudo se describen como vestidos de blanco. El blanco también transmite sensación de limpieza y connota una ausencia de infección.

Muchos pacientes ven ahora la bata blanca como un “manto de la compasión”, y un símbolo del cuidado y la esperanza que esperan recibir de sus médicos. Más aún, la bata blanca simboliza la seriedad de un propósito. Ella transmite la intención profesional del médico y sirve como una barrera simbólica que mantiene la distancia profesional entre médico y paciente.

La bata blanca recuerda a los médicos sus deberes profesionales, según lo estipulado por Hipócrates, para dirigir sus vidas y practicar su arte en la rectitud y el honor.

De acuerdo con este sentimiento, la Arnold P. Gold Foundation del Columbia University College of Physicians and Surgeons inició en 1993 la “Ceremonia de la Bata Blanca” como un ritual de iniciación para los estudiantes que comienzan la carrera de Medicina, que ha sido adoptada por muchas escuelas de Medicina en Estados Unidos y por algunas en nuestro medio. Los estudiantes son bienvenidos a la familia de la medicina al recitar el juramento hipocrático y la recepción de advertencias para ejercer la medicina con el honor y la compasión, después de lo cual se unen con el profesorado y el personal, ya que se ponen sus uniformes nuevos.

En este orden de ideas con la premisa anterior, si bien la medicina universal tiene sus símbolos o personajes, también la medicina colombiana tiene unos muy propios, que la han llevado a la posición que hoy tiene. Son muchos, pero quiero resaltar algunos: Hernando Anzola Cubides, José Félix Patiño, Juan Jacobo Muñoz, Rafael Casas Morales, Ernesto Andrade Valderrama y Mario Negret; a tres de mis maestros, Assad Matuk, Jorge Segura y Alberto Escallón; los inolvidables Álvaro Caro Mendoza, Joaquín Silva y Jaime De la Hoz; a Érix Bozón, Hernando Abaúnza, Humberto Aristizábal, Álvaro Velázquez, Darío Maldonado, neumólogo, Juan Mendoza Vega, neurólogo, Camilo Schrader, cirujano de tórax, Enrique Núñez Olarte, médico farmacólogo, Salomón Hakim, neurocirujano, Pablo Gómez, urólogo, Fernando Sánchez, ginecólogo, Felipe Coiffman, cirujano plástico y Valentín Malagón, ortopedista, entre muchos otros a quienes deben rendir tributo de admiración y respeto.

Ellos recibieron el bastón de mando, o caduceo, símbolo vertical que representa desde tiempos inmemoriales primero al hombre y después al hombre poderoso y el poder recibido de los dioses. Símbolo de la autoridad otorgado al miembro de una comunidad y de la unidad armónica entre lo divino y lo material, entre lo sagrado y lo natural; el honor de portar el “bastón” solamente es otorgado al ser que ha alcanzado el grado máximo de sabiduría, tanto con el mundo espiritual como con su comunidad.

El bastón de mando significa trabajo, unidad, honradez y honestidad a toda prueba. Estas cualidades humanas tienen que ser expuestas con transparencia ante su pueblo. Al mismo tiempo, su incumplimiento es el castigo por su incapacidad y negligencia.

Conclusión

Como se ha podido conocer a lo largo de los párrafos previos, existen múltiples y diversas teorías o versiones de por qué han aparecido ciertos elementos que con el tiempo se tornaron en símbolos de diversas condiciones, específicamente en las áreas de la medicina y de la cirugía.

Su permanencia ha tenido distintos periodos de duración que han oscilado entre miles y unos pocos cientos de años. Seguramente esto ha dependido de múltiples factores en los cuales el hombre ha tenido un papel preponderante. Vigentes o no, los médicos jóvenes y los no tanto, debemos tener noticias y conciencia de su existencia, probable origen y posible significado, pues, parafraseando al filósofo francés Auguste Comte, “[…] para comprender a la ciencia hay que conocer su historia”.

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de_la_clase_medica_y_la_ense%F1anza_de_la_medicina.doc.

Correspondencia:
Julio Alberto Nieto, MD, MACC
Correo electrónico: nietoasg@gmail.com
Bogotá, Colombia

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