Reseña Bibliográfica: Winston Spencer Churchill
Sus Enfermedades y la Medicina de su Época
Académico Dr. Ricardo Rueda González
Escribir de la vida de Winston Spencer Churchill es verdaderamente fascinante toda vez que este personaje fue un hombre apasionado, controvertido e intenso que llegó a ser, sin temor a equivocarnos, el líder más importante del siglo XX en Inglaterra y tal vez en el mundo.
Centenares de libros se han escrito de la vida y obra de Churchill, analizándolo desde diversos puntos de vista, como guerrero, político, orador, escritor, historiador y muchos otros, pero no desde el aspecto del ser humano, de su cuerpo, de las enfermedades que padeció durante su larga vida, y ello me llevó a hacer una investigación recolectando datos de múltiples fuentes, que se convirtió en el libro que presentó esta noche ante la Academia Nacional de Medicina y que he titulado Winston Spencer Churchill, sus enfermedades y la medicina de la época.
Churchill fue hijo legítimo del matrimonio de Randoolph Churchill, aristócrata británico, descendiente de John Churchill, primer duque de Malborough, y de Jenny Jerome, norteamericana, hija del acaudalado Leonard Jerome, corredor de bolsa de Wall Street y dueño del The New York Time.
Nació de parto normal, a la una y treinta de la madrugada del 30 de noviembre de 1874, en una habitación del Palacio de Blenheim, en Oxford Shire, casona que perteneció a su abuelo paterno, el séptimo duque de Marborough.
El médico londinense que había escogido la familia para la atención del parto de Jenny, el famoso obstetra William Hope, tenía muy bien calculada la fecha probable del nacimiento, pero éste se adelantó y el afamado profesional, en pleno invierno, no pudo desplazarse de Londres hasta el palacio, así que el que tuvo el privilegio de traer al mundo a Winston Leonard Spencer Churchill fue el Dr. Frederic Taylor, médico de la histórica localidad de Woostok, vecina del palacio, quien cobró como honorarios profesionales la suma de 25 guineas.
Algunos historiadores basados en informes muy veraces, señalan que no hubo parto prematuro, sino que Jenny a la fecha de su matrimonio contaba con 8 semanas de gestación. (Ver: Reseña Bibliografica, El Suicidio y su prevención)
El Dr. Taylor, un sencillo médico rural, jamás imaginó que quien había nacido de un parto normal que no requirió aplicación de cloroformo en esa lluviosa madrugada de invierno, fuera un niño desaplicado y rebelde estudiante, cadete de la Escuela Militar de Sandhurs, soldado en la batalla de Omdurman, prisionero en la guerra de los Boers, Secretario para las colonias, Ministro de Economía, Primer Lord del Almirantazgo, Ministro de Guerra y del Aire, dos veces Primer Ministro y muchos otros cargos e infinidad de honores; que viviera 90 años y que falleciera en Londres de un masivo accidente vascular cerebral, el 24 de enero de 1965, y que fuera sepultado en el Cementerio de Bladon, cercano a Woostok junto a sus padres y a su hermano Jack Martin Gilbert, autor de su Biografía oficial escribió: “En un cementerio de pueblo, en la tranquilidad de un anochecer de invierno, en presencia de sus familiares y allegados amigos, Winston Churchill entró en la tierra inglesa que en el mejor momento de su vida había conservado inviolada”.
El robusto y rosagante niño Winston fue bautizado en solemne ceremonia el 27 de diciembre de 1874 en la Capilla del Palacio de Blenheim, por el capellán de los duques, el Reverendo Henry Williams Lule y de inmediato fue entregado a la niñera Mrs. Elizabeth Anne Everest, quien se constituyó en su segunda mamá. Everest era una mujer inteligente y bondadosa que supo manejar con profundo cariño y habilidad a Winston hasta su edad adulta. Falleció de una peritonitis a los 68 años, en 1895 cuando su niño consentido contaba apenas con 21 años.
La medicina de la segunda mitad del siglo XIX, cuando nació Churchill, se basaba fundamentalmente en criterios clínicos. No se conocía la causa sino de algunas pocas enfermedades, y muchos de los microorganismos responsables de algunas infecciones letales estaban por descubrirse. Se estaban apenas iniciando algunas ayudas diagnósticas y pruebas de laboratorio que podían apoyar al clínico en la confirmación de su diagnóstico.
Las armas terapéuticas corrían paralelas a los métodos diagnósticos, y así el manejo de muchas enfermedades era empírico y se limitaba más que todo al manejo de los síntomas.
Mencionemos algunos logros importantes del siglo XIX:
– Morton y Hayward en 1845 en USA aplica por primera vez éter como anestésico.
– H. Simpson en Inglaterra, en 1847 aplica el cloroformo como anestesia obstétrica.
– Somelweis en 1847, en Viena, descubre la causa de la fiebre puerperal.
– Pasteur, en Francia, 1861, descubre las bacterias anaerobias.
– Lister, en Inglaterra, 1867, habla de la antisepsia en las salas de cirugía.
– Hansen descubre, en 1878, el bacilo de la lepra.
– Everth, 1880, el bacilo de la fiebre tifoidea.
– Koch en 1882 descubre el bacilo de la tuberculosis.
– Roentgen, 1893, descubre los rayos X.
– Los esposos Curie, 1898, descubren el radium y sus aplicaciones.
– Reed y Carroll, 1899, establecieron la transmisión de la fiebre amarilla por mosquitos.
En la primera mitad del siglo XX los avances de la medicina fueron extraordinarios; estudios paraclínicos, medicamentos y técnicas quirúrgicas modernas llegaron a manos de los médicos practicantes y de muchos de ellos se benefició Churchill en sus padecimientos.
Churchill gustaba de la autoformulación y desconfiaba con frecuencia de los médicos, pero tuvo la fortuna de contar con profesionales de la salud que lo cuidaban con sabiduría y esmero.
El primero de ellos fue el Dr. Robson Roos, ilustre médico de Harley Street de Londres, famoso por su valiosa contribución al estudio de la malaria. Roos fue por muchos años el médico de confianza de la familia Churchill y prestó sus eficaces servicios profesionales a Winston hasta su adultez.
En 1940, cuando Churchill se posesionó por segunda vez del cargo de Primer Ministro, el Gobierno británico decidió nombrarle un médico de cabecera que lo acompañara y cuidara su salud, y el nombramiento recayó en Charles Mc Wilson Morán, más tarde Lord Moran, Lord Doctor lo llamaban cariñosamente las hijas de Churchill.
Morán era médico egresado de la Escuela de Medicina del Hospital St. Mery’s de Londres, en donde fue profesor y luego decano. Ocupó por varios años la Presidencia del Real Colegio de Cirujanos de Inglaterra, y logró establecer con Churchill una gran relación, llegando a ser no únicamente su médico personal, sino su amigo, su consejero no solamente en asuntos de salud sino de política, financieros y de familia.
Además de Roos y Moran, Winston tuvo la fortuna de contar con el concurso de notables especialistas de diversas disciplinas que ocupaban destacadas posiciones en la medicina inglesa de la época.
Es interminable la enumeración de todas las enfermedades que padeció nuestro ilustre paciente, pero sí quiero señalar que algunas fueron graves y lo tuvieron al borde de la muerte, unas de tratamiento médico y otras de manejo quirúrgico, y destacar su personalidad, francamente bipolar, que lo llevaba a frecuentes crisis de depresión que él mismo denominaba el perro negro.
Finalmente, quiero señalar que esta historia médica hace un recorrido por innumerables enfermedades, accidentes y acontecimientos familiares que afectaron de alguna forma al ilustre y admirado estadista inglés, comentarlos y analizarlos a la luz del momento en que los padeció, y aproximarlos a lo que la medicina inglesa podía ofrecer a finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.
CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO