Revisión Histórica sobre el Bocio en Suramérica y la Nueva Granada
Con anotaciones sobre el descubrimiento de la etiología y tratamiento del bocio endémico en Colombia,
basadas en tres memorias originales de la biblioteca del Dr. Nicolás Osorio
José Félix Patiño Restrepo, MD*
* Presidente de la Academia Nacional de Medicina,
Este artículo es una revisión del Capítulo 1 del libro
BOCIO Y CANCER DE TRIROIDES por J.F. Patiño. Bogotá, 1976.
Resumen
Se revisa la polémica sobre si el problema del bocio fue conocido por los pueblos americanos antes de la llegada de los españoles. Fue motivo de preocupación científica desde la época colonial, pero especialmente en los siglos XVIII y XIX.
Se conocen citas muy antiguas sobre el origen y tratamiento de los cotos, pero fueron las observaciones hechas en el Nuevo Reino de Granada, hoy República de Colombia, a comienzos del siglo XIX, las que resultaron en el descubrimiento del yodo como factor etiológico y como agente terapéutico en el problema del bocio.
Las primeras publicaciones colombianas sobre tiroides datan de 1794 y finales del siglo XVIII, por José Celestino Mutis y Gil de Tejada, entre otros. En 1808 y 1809 se hicieron publicaciones en el
Semanario de la Nueva Granada, bajo la dirección de Francisco José de Caldas, en que se mencionan curaciones con la ingestión de sal llegada de ciertas regiones del país. Humboldt en 1824 registró la ocurrencia de bocios en los Andes y observó que algunos habitantes utilizaban sal traída de lugares distantes, como tratamiento del bocio.
Se reconoce en la literatura médica que fue el joven agrónomo francés, J.B. Boussingault, quien recomendó por primera vez, en 1813, la adición de pequeñas cantidades de yodo a la sal como medida preventiva contra el bocio. Boussingault encabezó la misión científica que viajó a la Gran Colombia por encargo del Gobierno del General Francisco de Paula Santander, y sus cuidadosas observaciones fueron presentadas a la Academia de Ciencias de Francia en tres monografías clásicas, en cuya síntesis dice: “Estoy seguro de que el coto desaparecerá de la Nueva Granada si las autoridades tomaran medidas para establecer en cada catón donde el coto es endémico depósitos de sales yodíiferas en las que los habitantes pudieran surtirse de la sal necesaria a su consumo”.
En la tercera década del siglo XIX se produjo la famosa polémica que sostuvieron los doctores José Félix Merizalde y Miguel Ibáñez a través de publicaciones de inusitada agresividad, en las cuales hicieron importantes observaciones sobre las causas y el tratamiento de los cotos.
Las repetidas observaciones de Caldas y de los autores de comienzos del siglo XIX sobre el efecto de las aguas como agentes bociógenos cobran especial actualidad a la luz de las modernas observaciones de Eduardo Gaitán.
Como importantes fuentes de información, se revisan tres monografías provenientes de la biblioteca del Doctor Nicolás Osorio:
• Semanario del Nuevo Reyno de Granada, Memoria 2a. “Sobre las causas y curación de los cotos”. Por José Joaquín Camacho, Santa Fe, Enero de 1810. (Ganó el premio No.30 del Semanario del Nuevo Reyno de Granada. Jueces Diego Martín Tanco y Francisco José de Caldas).
El bocio en al antiguedad y en Suramérica pre-hispana
Algunos cronistas de la Conquista y de la Colonia española mencionan el coto o paperas, enfermedad que luego fue tan prevalente y que se constituyó en motivo de enorme preocupación en los siglos XVII y XIX.
Dos valiosos documentos, el Lienzo de Tlaxcala de México (Fig. 1) y la Primera Nueva Crónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala del Perú, (Fig.2), constituyen importante fuente de información sobre los sucesos prehispánicos y de la Conquista. Ambos documentos presentan pinturas que, en cuadros y estampas, describen sucesos de la vida diaria y de los encuentros entre las culturas autóctonas de América y las del Viejo Continente.
.
El historiador médico peruano Juan B. Lastres ha analizado los aspectos médicos de la obra de Guaman Poma, escrita en 1587 y 1615 y no encuentran mención específica del bocio. Sin embargo, Lastres (1954) se refiere a las ilustraciones de la “Octava Coya” (Fig. 3) y a la “Tercera Señora” (Fig. 4), en las cuales cree reconocer en la primera, una enana con bocio y en la segunda, una facies hipotiroidea en esta señora que “de puro gorda quedó fea que todos de la casta son gordísimas y floxas incapaces pucinanimes..”. Personalmente he revisado mi copia de la obra de Guaman Poma, en la cual hay estampas referentes a la medicina aborigen y a las enfermedades. La ilustración relativa al “Onceno Capitán”, Rumiñaui Cinchicona Auca, “el traidor”, muestra una prominencia en el cuello que podría representar un bocio (Fig.5).
Figura 5. El Onceno Capitán, “el traidor”, con cuello prominente (de la obra de Guaman Poma de Ayala).
Según Maisterrena y colaboradores, el bocio era conocido en México antes del siglo XV. Los aztecas lo llamaban Quechpezahuailiztli y los mayas Pjadsisi. El Lienzo de Tlaxcala, un documento jeroglíflico de gran importancia, contiene pinturas ejecutadas por los indios que sobrevivieron a la Conquista. La lámina 11 (Fig.6) representa la primera conversación entre Monteczuma y Cortés a través de Marina (La Malinche).
Figura 6. Ilustración del Lienzo de Tlaxcala.
Algunas de estas pinturas representan indios con cuellos más gruesos que los de los españoles, pero no se puede decir que haya una representación clara de un bocio, como lo he podido comprobar a través de la revisión personal de mi copia de esta obra.
Aun cuando se conocen citas más antiguas sobre el origen y tratamiento de los cotos (Callejas 1966; Dobyns 1969; Langer 1968; Ucrós 1960) que van desde los antiguos hindúes, chinos y egipcios en los años 2000 a 1500 a.C., a través de Plinio El Viejo en su Historia Natural y de Vitruvio (arquitecto romano, también del siglo I, a.C.), de Galeno en el siglo II, de Esta memoria describe la distribución de los cotos en las diferentes regiones del país y está escrita para probar el factor etiológico del aire impuro y viciado. Pero en la página 7 se encuentra lo que bien puede ser el primer enunciado de la literatura médica sobre la verdadera etiología de los cotos: “Se observa que los Cotos desaparecen ácia las costas del Reyno, donde la mayor presión atmosférica facilita la respiración, y donde las poblaciones se hallan más expuestas a los vientos generales, que no se interrumpan por las cordilleras. Puede ser, que á esto contribuya el uso de la Sal marina, más pura y más fundente que la tierra, que se usa en lo interior del Reyno.
En la ciudad de Pamplona había muchos cotos, que desaparecieron, según se dice, desde que aquellas gentes comenzaron a usar la Sal de la mar en lugar de la gemma que consumían antes. Una circunstancia de este género puede contrarrestar a las otras causas que favorecen las congestiones, crasitud y viscosidad de humores.
• Semanario del Nuevo Reyno de Granada. Memoria 6a. “Sobre la naturaleza, causas y curación del coto” por el D.D. Jose Luis Fernández de Madrid. Santa Fé Junio de 1810. En esta memoria el autor apenas hace mención del uso de polvos esponjas de mar calcinadas, según recomendación de autores franceses, en el tratamiento del coto.
“Memoria sobre la naturaleza, causas, verdadera teoría y mejor método curativo del coto” por el Dr. Juan Francisco Córdoba. Bogotá. En la Imprenta de la Universidad por Nicolás Gómez. 1834. El autor hace una revisión histórica sobre el yodo como factor etiológico y sobre su utilización terapéutica, así como sobre el tratamiento quirúrgico. Las observaciones de Francisco José de Caldas y de los autores neogranadinos sobre las aguas como causa del bocio cobran particular actualidad frente a las investigaciones de Eduardo Gaitán sobre la existencia de factores bociógenos ambientales.
A este respecto, ya en Siglo I, Marco Lucio Vitruvio, observaba: ” En Aquiculas, en Italia y en los Alpes, en la nación de los Médulos, hay una clase de agua que a los que la beben les produce bocio” (28). Similar planteamiento hizo Plinio, quien se refiere al bocio que estaba extendido en el Africa: “La inflamación del cuello se da solo en los hombres y en los cerdos y la motiva fundamentalmente el agua que beben”.
Se incluyen dos de las Acuarelas Costumbristas de Juan Francisco Mancera, tomadas de una publicación de S. Díaz Piedrahita.
Arnoldo de Villanueva en el siglo XIII, de Lafranchi en el siglo XVI(Dobyns 1969) fueron realmente las observaciones hechas en el Nuevo Reino de Granada, hoy Colombia, a comienzos del siglo XIX, las que sentaron las bases para el descubrimiento del yodo como factor etiológico y para su utilización en el tratamiento del bocio.
Lastres, Ucrós Cuéllar, Callejas y otros autores, entre ellos Fierro Benítez y Lastres, revisan la historia del bocio en Suramérica, donde popularmente se lo llama coto. El vocablo bocio, derivado del bajo latín al francés medioeval, bosse, fue cambiado al de coto, palabra que tiene su origen en el vocablo Quéchua Kcoto.
Juan B. Lastres realizó la más minuciosa investigación histórica. Basado en el estudio lingüístico del Quéchua y del Aymará, cuyas voces Ccoto o Kcoto indican aumento de tamaño de la glándula tiroides, y en la revisión de descripciones de autores de los siglos XVI y XVII, como Fray Domingo de Santo Tomás y Fray Bartolomé de las Casas, demuestra la existencia del bocio en el Perú antes de la llegada de los españoles.
La primera descripción de la endemia en el altiplano fue hecha por Fray Bartolomé de las Casas, nacido en Sevilla en 1471, hijo de don Pedro de las Casas, quien se alistó en el segundo viaje de Colón. Fray Bartolomé, Obispo de Chiapa en México, denunció violentamente el abuso del poder de los españoles, por lo cual se le conoce como el Apóstol de los Indios.
Poseo en mi biblioteca particular la interesante
CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO