Historia de la Endocrinología en Colombia
Académico Alfredo Jácome Roca
La especialidad clínica de la endocrinología lleva ya más de medio siglo en nuestro país, y si nos ponemos a ver la actividad de algunos precursores, esta historia bien puede remontarse al siglo XIX.
El académico Antonio Ucrós Cuellar se puso en la tarea de recopilar las actuaciones de los especialistas en problemas hormonales y en las actividades de las asociaciones científicas de este ramo de la medicina y para ello contó con la ayuda editorial de los endocrinólogos y discípulos suyos, Eric Hernández y Stella Acosta.
Ucrós ha participado personalmente en el devenir histórico de la endocrinología en Colombia, como investigador de la problemática del bocio, como fundador de la Asociación Colombiana de Endocrinología y de la sección de endocrinología del Hospital de San José, que recientemente cumplió sus Bodas de Oro, y en la cual se han formado numerosos y distinguidos especialistas que ejercen en el país su profesión.
Comentar esta obra viene como anillo al dedo en este número especial sobre endocrinología que publica la revista “Medicina” de la Academia.
Este libro de 230 páginas recoge en su parte inicial los antecedentes históricos y los estudios sobre el bocio en el país que el autor tan elegantemente lideró, finaliza esta parte inicial con su propia versión de la endocrinología en Colombia, que comienza con él y otros eminentes especialistas como Hernán Mendoza Hoyos, Tomás Quintero, Alonso Gutiérrez, Jaime Cortázar, Efraím tero, Mario Sánchez Medina (en el campo de la diabetes), Iván Molina en Medellín, Alberto Jamis en Barranquilla, y el importante grupo de Cali donde figuraron entre otros Eduardo Gaitán, Heins Wahner (actualmente en la Clínica Mayo), William Jubiz y Matilde de Bernal, todos de talla internacional.
Mi interés por la endocrinología se inició con las magistrales clases de Mendoza Hoyos en la Javeriana, sobre el tema de la Fisiología Endocrina, seguida por la investigación sobre auto anticuerpos tiroideos realizada en la sección de endocrinología del Instituto Nacional de Cancerología, la que se realizó bajo la tutela de Cortázar, Otero y César Mendoza, la que sirvió para nuestra tesis de grado.
Ya a mi regreso de los Estados Unidos, y gracias a la vinculación a la entonces llamada Sociedad Colombiana de Endocrinología, pude conocer más de cerca el trabajo de todos estos pioneros y de los que nos iniciamos posteriormente en estas lides. (Lea: Endocrinología en la Javeriana, Recuerdos de una época)
Reseñas Bibliográficas
Así que el libro hace entonces un recuento de las actividades realizadas por los diferentes servicios existentes en Colombia, algunas de gran connotación por sus adelantos tecnológicos, vocación educativa y proyectos de investigación.
San Juan, Cancerológico, San José, Militar y San Ignacio han sido muy destacados, al igual que San Vicente en Medellín y el Universitario del Valle. Posteriormente se han venido desarrollando otros servicios de endocrinología en los hospitales de tercer nivel existentes en el país, y en las escuelas de medicina de mayor trayectoria.
Aquella sociedad de otrora se encargó de editar una importante Revista, que mereció que se incluyeran tres de sus artículos del número inicial en el benemérito “Year Book of Endocrinology”, donde sólo los grandes investigadores tienen cabida.
Recoge este libro además la historia de los congresos nacionales, ya muy numerosos, y los internacionales, dentro de los que se destacan los llamados Congresos Bolivarianos, en los que Colombia ha ocupado un rol muy destacado.
Como es lógico, campo tan grande como este de las hormonas, produjo una serie de especialidades afines muy bien definidas, como la endocrinología pediátrica, la ginecológica, la quirúrgica, la obesidad, la diabetes, el metabolismo mineral, la microcirugía de hipófisis, y por esto existe hoy en día varias asociaciones de tipo científico o de atención médica especializada como la tradicional Asociación Colombiana de Diabetes, fundada por el Académico Mario Sánchez Medina y por sus progenitores.
Se le da un especial reconocimiento al científico francés Juan Bautista Boussingault, traído a estas tierras por el gobierno colombiano de la época de Bolívar, para aconsejarnos sobre los cultivos realizados en las diferentes áreas del país.
El General Urdaneta le pidió de contera al galo que estudiara el problema del cretinismo en Colombia, pues aunque este tipo de retardados mentales no causaban problema alguno pues no se amotinaban, tampoco entendían las órdenes militares.
Boussingault encontró que los caciques locales sabían cómo prevenir los bocios endémicos asociados con el cretinismo, pues usaban ciertas sales del Valle y de Antioquia en vez de usar la sal de Zipaquirá.
Coindet a la sazón ya había mencionado en París la importancia del yodo en la generación del bocio, así que envió a la capital francesa una muestra de la sal curativa del Cauca para su análisis, encontrándosele yodo.
No dudó entonces don Juan Bautista en recomendar al gobierno que a la sal de Zipaquirà se añadiese agua donde se cristalizaba la sal de Guaca, lo que vino a hacer sino hasta 1955. Boussingault, quien era un agrónomo, no estaba seguro de la relación yodo-bocio, y para él resultaba difícil pensar en que se tratase de una enfermedad carencial, pero de todos modos hizo aquella recomendación.
La endemia bociosa es un fenómeno más bien controlado en nuestros días. Aunque son muchas las investigaciones que se han realizado en el campo de la diabetes, por ejemplo, queda aún mucho que averiguar sobre numerosas patologías endocrinas que nos afecta, como la prevalencia de la osteoporosis, de la obesidad, de la hipertensión endocrina, de la influencia de las hormonas sobre la estatura y de muchas otras situaciones en donde la opoterapia esté recomendada, o donde estos mensajeros químicos que constituyen el mundo de las secreciones internas, puedan jugar algún papel.
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