Indigenismo
Académico Hernando Forero Caballero
El hombre, por tendencia innata a través de los tiempos, se ha caracterizado por su impetuoso deseo de descubrir lo incógnito y el más allá, por su ambición de poder y riqueza, por su libertad personal y de la comunidad, por la conquista y el comercio para satisfacer su orgullo y para su sobre-vivencia.
Los primeros medios de traslado humano fueron valiéndose de sus propios medios y de la navegación.
Los fenómenos de la naturaleza, el deshielo, los vientos, las corrientes marítimas favorecieron el desplazamiento del hombre por los mares. Fue así, lo más probable, como se pobló el mundo.
Podemos afirmar que el factor genético se transmite a través de las generaciones, con algunas variantes dadas por la mezcla de genes afines o contrapuestos, las circunstancias de acoplamiento racial y las condiciones del medio ambiente en que evoluciona una comunidad. (Lea también: El Hospital de San Juan de Dios de Bogota)
Población inicial de la Nueva Granada
Los indígenas que habitaron la Nueva Granada como núcleo básico de la formación de la nacionalidad colombiana tuvieron origen marcadamente heterogéneo.
Los primeros pobladores de la Nueva Granada provenían:
a) De los imperios asiáticos costaneros del Pacífico: Chinos, Turcos y Mongoles, etc. que llegaron de la Beringia y navegando por la costa norte del Pacífico, penetraron al continente por tierra y por los ríos afluentes del Pacífico.
B) De las naciones vecinas del Mediterráneo, cuyos emigrantes arribaron por el Atlántico y ascendieron a los Andes por los ríos Magdalena, Orinoco, Meta y sus afluentes.
Las migraciones sucesivas que llegaron al territorio de Nueva Granada buscaron el medio geográfico más apto para su sobrevivencia, las altas planicies y hondonadas de los ríos. La región Cundi-boyacense y Santandereana por los muiscas; Nariño y Cauca por los cofanes, paeces, guambianos, etc. San Agustín y Tierradentro por los andaquíes y la Sierra nevada de Santa Marta por los arhuacos y koguis.
Otras inmigraciones se quedaron en las costas como los tumacos, los embera, los cunas, los caribes y los guajiros, etc.
En fin, otros se establecieron en los valles y las riberas de los ríos, como los Desana, los Tunebos, etc.
Durante siglos se acoplaron al ambiente natural y establecieron asentamientos, caseríos o pueblos y desarrollaron su propia cultura, basada en sus tradiciones, la influencia de la naturaleza de su entorno y la comunicación humana espontánea o por invasión de otras etnias.
La demostración de que eran originarios de diversos pueblos y que inmigraron en diferentes épocas está en sus asentamientos separados, con cierto aislamiento familiar y tribal y una gran variedad de modalidades lingüísticas y costumbres.
Las inmigraciones humanas de mayor trascendencia en el territorio de la Nueva Granada fueron las que llegaron por el occidente y noroeste que conformaron la familia muisca, posiblemente el núcleo primitivo.
Paulatinamente avanzaron por el norte y por el oriente los caribes, arawak, guahibos y otros, quienes poco a poco fueron invadiendo terreno para formar sus bases en el centro como los panches, muzos, pijaos y colimas. Se han observado notorias diferencias entre los dos grupos más importantes del poblamiento de la Nueva Granada tanto en su estatura y conformación física corporal como en sus costumbres, su acoplamiento social y ocupacional e inclusive su capacidad intelectual.
La familia muisca adaptada a la tierra alta con su estatura mediana y conformación propia a su ocupación y estado nutricional: calmados, lentos, trabajadores, con espíritu de progreso, civismo y solidaridad, con tendencias a analizar antes de actuar, apacibles, leales, obedientes a las normas impuestas, escépticos e introvertidos, místicos, responsables, con tendencias culturales y de vida sedentaria.
Los Caribes de estatura más alta y rasgos físicos más elegantes, tez bronceada, costumbres variables y nómadas, inquietos, inteligentes, individualistas, indisciplinados, de recia personalidad, valientes guerreros, festivos, habladores y extrovertidos.
Del mestizaje de estas dos células humanas ha surgido el auténtico germen de la base de la nacionalidad colombiana. El hombre orgulloso, altivo, talentoso, con notable vivacidad mental, romántico, de recia personalidad, idealista, con evidente indivi-dualismo y tendencia al grupismo, inclinación a aceptar las normas sociales y de espiritualidad, disposición al arte y a la cultura, con cierta obsesión por el poder y el dominio territorial, obstinados en sus decisiones pero con alguna plasticidad ante el concepto extranjero.
No obstante, cada grupo humano regional poseía sus características particulares de acuerdo con la pureza de la etnia y el mayor o menor mestizaje, la capacidad de comunicación intertribal, la influencia del medio ambiente y la densidad de la población activa; por tanto existieron numerosos cacicazgos y pequeños reinos con variables estructuras políticas y sociales y diverso desarrollo cultural.
No podemos negar que ignoraban la existencia del hierro, el vidrio, la rueda, la pólvora y el torno, y por sus creencias no domesticaron animales.
Para la movilización de cuerpos pesados empleaban la palanca y la fuerza.
Moldearon el oro, el bronce y el cobre.
Su organización social se iniciaba con la familia y luego la tribu, que se acrecentaba y construían caseríos o pueblos, muchos de los cuales estaban compuestos por plazas, templo, estadio de deportes, casas para peregrinos o enfermos, casa para el cacique y su familia y diferentes casas para sus habitantes.
Así construyeron numerosos pueblecitos donde posteriormente los españoles fundaron sus ciudades.
Como ejemplo tenemos Bacatá (Hunza), Tunja, San Agustín, Sogamoso, El Pueblecito y la Ciudad Perdida, aunque muy pocos con materiales perdurables.
En relación con la organización política la mayoría fueron cacicazgos aislados, con un cacique autónomo, que se comunicaban con otras tribus para asuntos comerciales, de matrimonio de personas de las tribus vecinas, de festividades especiales y para la cooperación en caso de guerra contra una tercera nación de intereses comunes.
A pesar del escaso espíritu de integración de los pequeños reinos y sus frecuentes guerras por disputas de terrenos, o por odios infundados de contiendas anteriores, o por el orgullo y la venganza del cacique en asuntos particulares, existía cierto respeto y aprecio intertribal.
Los Muiscas lograron su organización federativa entre los pueblos con compromisos socio-económicos, de cooperación en las contiendas, de participación gubernamental y religiosa y de intercambio familiar, bajo un jefe superior: el Zipa en Bacatá, el Zaque en Hunza y los Usaques en Sugamuxi, Tundama y Guanentá. Significaba una confederación de pequeños estados.
Es de suponer que los Taironas de la Sierra Nevada de Santa Marta y los Andaquíes de San Agustín tuvieron una organización político-social avanzada para desarrollar tan importantes obras de arquitectura y estatuaria en piedra.
La estructura de la monarquía despótica de los muiscas con sus jefes regionales el Zipa y el Zaque y el Cacique de Sogamoso como sacerdote vinculado al Zaque, a quienes consideraban de origen y poderes divinos, contaban con sus pueblos súbditos, su ejército independiente y guarniciones en las fronteras como vigilantes de su territorio; tal como existía en los imperios de entonces en otros continentes.
Es cierto que permanecían en luchas abiertas por el poder y la defensa de sus vecinos belicosos, particularmente los Caribes, los Panches, pero debemos recordar que en el mundo entero en todas las épocas han existido luchas internas y de invasión.
Es interesante el hecho de las guerras de grupos aislados sin la integración de un ejército poderoso ni un caudillo militar, como sucede con las guerrillas en la actualidad. Colombia no ha contado sino con un caudillo militar dominado al fin por el civismo.
En el aspecto industrial llegaron hasta el periodo pretécnico; varios pueblos lograron un adelanto notable en la industria de los tejidos, la orfebrería, el arte cerámico y estatuario y la construcción de una extensa red de caminos, de puentes y puertos fluviales y marítimos.
Los caminos son hoy carreteras y los puertos ciudades importantes de intenso comercio. Una de las industrias actuales es la de los tejidos, de gran importancia en la exportación y la utilización nacional.
La demostración laboral artística de la enorme producción de orfebrería y también de la desmedida generosidad está representada en el Museo de Oro y en el tesoro Quimbaya y Muiscas expuestos en el Museo de las Américas de Madrid y en otros países de Europa como Inglaterra, Holanda, Suecia, Dinamarca, Suiza, Alemania, Francia, Italia y particularmente en los Estados Unidos.
La imperecedera y muda historia de nuestro pasado artístico la contemplamos en la majestuosa estatuaria de San Agustín, Tierradentro y en la sólida arquitectura de la Ciudad Perdida.
El arte cerámico es un ejemplo de la expresión manual y de la imaginación, que nos enternece y enorgullece como la variada producción cerámica de Boyacá, Santander, Tumaco y Cundinamarca.
La ocupación principal de los muiscas quizá fue la agricultura de plantas alimenticias en los campos y medicinales en las huertas.
Colombia continúa siendo un país eminente-mente agrícola.
Los indígenas celebraban fiestas entusiastas con su música, quizá un tanto melancólica pero expresiva, con motivo de acontecimientos sociales de alguna trascendencia, donde liberaban su espíritu y apacentaban sus sueños.
El encanto de la música y el folclor continuamos admirándolo especialmente en todas las regiones de la Costa y del Tolima.
Es cierto que no lograron la verdadera expresión de la escritura, no obstante encontramos sus símbolos jeroglíficos dispersos en numerosas piedras enterradas en diversas regiones del país, con un profundo significado de su imaginación y el deseo de transmitir sus ideas a la posteridad. Recordemos que el gran pensador artífice de la filosofía, Sócrates, no escribió.
En el aspecto de la organización jurídica y la imposición de la rígida disciplina de los despóticos jerarcas, con normas de origen mítico, se iniciaron con la enseñanza de Bochica, las leyes moralizadoras del príncipe legislador Nompanen, quien prohibía matar, hurtar, mentir y quitar la mujer ajena y para completar se estableció una sabia legislación con el código del Zipa Nemequene, quien implantó las bases de una legislación civil y política de gran trascendencia y aplicación ejemplar para un pueblo en evolución civilizadora, que establecía la plena armonía entre los individuos de la comunidad.
Definitivamente Colombia desde su génesis ha sido un país de leyes y civilista por excelencia a través de los tiempos. Ya en los albores de la independencia se contaba con eminentes cultores del Derecho. Los pueblos indígenas poseyeron la estructura de la nación bajo el concepto de personas de un mismo origen étnico, que generalmente hablaban el mismo idioma y tenían una tradición común, aún más, estaban llegando a la organización del estado confederado regido por un mismo gobierno, el del Zipa o el del Zaque.
Como la mayoría de los pueblos primitivos cuya comprensión del universo y de los fenómenos de la naturaleza era un tanto misteriosa, eran profundamente religiosos, creían en un ser superior o dios creador como Chiminigagua; adoraban el sol que les prodigaba luz y calor, a la luna que les traía los cambios del tiempo y las lluvias y veneraban imágenes de sus dioses. Creían en la inmortalidad del alma y la existencia de otra vida. Ese tipo de creencias religiosas predominaban en casi todas las naciones primitivas.
En general sus creencias tenían muchas semejanzas con la de la religión católica de los españoles, razón por la cual se adaptaron fácilmente sin traumatismos ideológicos; como ejemplo tenemos que el adivino Popon llegó a ser sacristán católico.
La filosofía recóndita propia el hombre primitivo, inspirada en la frondosidad de la selva como nutriente de los seres vivos que conviven en ella, en la inmensidad de los valles, en la intrépida corriente de los ríos y en la impotencia de los escarpados cerros; y el hombre como rey dominante en armonía con las leyes de la naturaleza y el reconocimiento de la superioridad, majestad y magnanimidad de las divinidades, no podría ser menor que mítica y fantástica con lucubraciones de grandeza de espíritu y a la vez de un real equilibrio natural.
En la Nueva Granada existieron filósofos de la naturaleza desde un principio, que a través de múltiples generaciones han transmitido el reflejo íntimo de su pensamiento.
Posiblemente la filosofía de los pueblos aborígenes fue la que sufrió el impacto más tremendo con motivo de la conquista, al ver destrozado lo más íntimo de los ideales humanos, la ecuanimidad social y los sueños dorados de varios siglos, dejando en lo más profundo un resentimiento impredecible. Afortunadamente las leyes genéticas también perduran en el espíritu y se renuevan a través de las generaciones.
Fue así como esas raíces retoñaron en busca del aire vivificante de la libertad del pensamiento y de la igualdad social durante las guerras de nuestra independencia; posteriormente se han proyectado en las mentes del pensamiento puro, como en la de los filósofos, sociólogos, poetas, historiadores y escritores que enaltecen la intelectualidad de nuestra república.
La medicina de nuestros indígenas seguramente fue la que más factores significativos de salud aportó no solo en la Nueva Granada sino también en el mundo entero.
La medicina indígena en la América, aunque empírica, con prácticas mágicas de hechicería y adivinación, también aplicaba tratamientos ortopédicos, quirúrgicos superficiales, lo mismo que suministraba elementos vegetales, animales, minerales a los enfermos.
No podemos llamarla medicina científica por no poseer verdaderos conocimientos anatómicos, ni fisiológicos, ni métodos verídicos de comprobación de sus efectos en el organismo, pero si sabia y producto de tradiciones y experiencias durante varios siglos que proporcionaron salud y vida a varias generaciones.
Transcendencia en la Salud
Las normas de higiene, ayuno y abstinencia, el cultivo, respeto y aplicación apropiada de las plantas medicinales, los baños en aguas puras y la práctica del deporte, constituyeron la base del desarrollo de la medicina preventiva y de la salud pública.
El concepto de que la enfermedad no era sola-mente individual sino que comprometía a la comunidad, dio nacimiento a la medicina social y preventiva.
El respeto a la selva, la preservación de la flora y la fauna y la veneración de las fuentes hidrológicas, representan la iniciación y la estabilización de las normas ecológicas, tan afectadas y de tanta trascendencia en el mundo moderno.
El cultivo y aplicación apropiada de plantas medicinales proporcionaron el estímulo investigativo de varias ciencias: la botánica, la farmacopea, la química, la fisiopatología y la medicina naturalista, después de la Conquista.
Las prácticas mágicas y los rituales de curación, sin duda alguna, fueron el principio de la psicología y la psiquiatría (para los enfermos), ciencias de particular importancia en la medicina moderna.
El éxtasis producido por las hierbas alucinógenas tuvieron el efecto de sedación, analgésico y también el principio de la hipnosis y de anestesia.
Los tratamientos de los traumatismos y las heridas fueron tan efectivos, que los conquistadores no encontraron nativos inválidos y se valieron de sus métodos para la curación de los heridos y víctimas de accidentes.
En el campo de la salud son múltiples los aspectos que influyeron en el bienestar corporal y mental de la comunidad que sería largo enumerar y debemos recordar que muchos métodos son aún incomprensibles y dignos de investigación.
Existió cierta semejanza entre la medicina Griega primitiva y la de nuestros indígenas, pues también consideraban las enfermedades como castigo de los dioses y que ellos eran los que las podían curar mediante rituales y sacrificios.
Me pregunto si los conceptos y tradiciones griegas llegaron a la América por inmigración de esa nación o simplemente existió una manera de reacción similar de los pueblos primitivos ante los fenómenos de la naturaleza en las mentes de todo el mundo.
La medicina con prácticas tradicionales ha persistido y aún en la actualidad la practican con éxito los campesinos y en las ciudades los teguas, naturalistas y, por que no decirlo, algunos médicos.
Su inteligencia y capacidad de adaptación son manifiestos en la fácil y rápida acogida del idioma español. Sus dialectos, profundamente interpretativos, nos han dejado numerosas palabras y proverbios sabios, que han sido incorporados al acervo lexicográfico y posteriormente aceptados por la Academia de la Lengua y enriquecen el idioma castellano.
La grandeza de la base indígena de nuestra nacionalidad quizá no la hemos sabido interpretar y menos rescatar, por múltiples circunstancias, entre otras porque las noticias recibidas de algunos cronistas, particularmente por sus enemigos de lucha durante la Conquista.
No obstante, otros más reales llegaron a comprender sus virtudes, la importancia de su personalidad y la actividad que desarrollaban, pero no la podían expresar abiertamente porque significaba disminuir la fama de sus hazañas y daban pie a comentarios peligrosos en contra de las órdenes militares de conquista a toda costa.
Hasta estos días ha quedado impresa como marca indeleble de esa raza y su descendencia, la frase de afrenta “malicia indígena”, cuya interpretación siniestra para algunos es de perversidad y malignidad; afortunadamente la mayoría le ha dado la justa acepción de penetración, sutileza y sagacidad, que sí puede corresponder a las características de nuestros indígenas.
Si analizamos a conciencia la evolución de nuestros antepasados indígenas en la época de la conquista debemos elogiar el temple de su personalidad, la profundidad de su filosofía, el intrépido valor y el coraje en los momentos apremiantes como lo sucedido en varias ocasiones en que un solo campesino panche se enfrentaba y desafiaba a todo un ejercito armado, sacrificando la propia vida por su pueblo.
También la convicción íntima de sus creencias superiores y presagios, la nobleza de carácter y la responsabilidad de los muiscas, quienes esperaron al parecer apaciblemente, pero con exasperación intensa al invasor invencible, convencidos de la inferioridad de sus fuerzas y capacidad para aceptar la fatalidad del destino, antes que sacrificar a su pueblo en una guerra cruenta, ya perdida real y psicológicamente, pues se trataba del enfrentamiento de unos hombres, solo con sus defensas naturales y sin disciplina guerrera contra un ejército entrenado en múltiples batallas contra los moros, que disponían de elementos desconocidos para los indígenas, como eran la pólvora, el hierro, el caballo y el perro adiestrados para el ataque.
Esas circunstancias nos inducen a pensar que nuestros indígenas, poseedores de suficientes bizarría y coraje como también razonamiento y responsabilidad, en las épocas de crisis, pecaron por el individualismo, la desconfianza grupista, la carencia de reflexión coherente, de solidaridad, de cooperación intertribal, del análisis sereno de la situación y de la decisión de unión para la defensa.
Posiblemente si su espíritu y voluntad hubieran sido iluminados con las luces del raciocinio colectivo de la integración, aunque vencidos, no habría decaído tanto la moral, ni arrasada la cultura aborigen a tal extremo.
Me pregunto si no continuamos con el mismo estigma en los momentos cruciales de la historia.
Referencias
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12. Triana, Miguel: La Civilización Chibcha. Talleres Gráficos Banco Popular, Bogotá. 1984.
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