Obituario, El Académico Honorario José l. Barraquer Moner (1961-1998)
Hondo vacío configura para la Academia Nacional de Medicina la ausencia definitiva del Académico Honorario José I. Barraquer M., fallecido súbitamente el 13 de Febrero de 1998.
Pues él representaba no sólo una de las figuras más prestigiosas de la Oftalmología mundial, sino uno de los Académicos más asiduos en su asistencia y en su preocupación constante por los destinos de nuestra corporación, a la que dedicó gran parte de su intensa vida profesional.
Nacido en Barcelona dentro una familia que ha aportado valiosos oftalmólogos y neurólogos a la ciencia mundial, el Profesor Barraquer -como todo el mundo lo denominaba en Colombia y en el extranjero- llega a Colombia en 1953 y lucha, en sus primeros 10 años, por hacerse a un prestigio nacional como oftalmólogo de primera línea.
Se vincula desde muy temprano a la Clínica de MarIy donde adquiere una duradera y profunda amistad con el profesor Gonzalo Esguerra Gómez: a través de éste nacerán sus estrechos vínculos con la Academia, a donde ingresa como Miembro Correspondiente en 1970.
Diez años después será designado como Miembro Honorario. En 1965 funda el Instituto Barraquer de América y poco después, en 1968, inaugura la Clínica Barraquer, instituto de servicio e investigación, pionera de las instituciones de su género en nuestro continente, que celebra hoy 30 años de labor ininterrumpida. (Lea también: Obituario, El Académico Honorario Alonso Carvajal Peralta (1961-1998))
Creador de una veintena de técnicas quirúrgicas originales e inventor de 45 instrumentos oftalmológicos, autor de casi trescientos libros y artículos, paseó su prestigio científico por todo al mundo, enorgulleciéndose de su colombianidad y haciendo relumbrar al país que lo había acogido como uno de sus hijos.
Fue, además, un bastión de la ética y el rigor investigativo, que defendía con su voz discreta pero autorizada en cualquier ocasión.
La Academia, a cuyas sesiones asistía regularmente cuando sus compromisos nacionales o internacionales se lo permitían, estuvo siempre firme de su lado incluso en circunstancias aciagas, cuando una reportera sensacionalista trató de enlodar el renombre de la Clínica Barraquer y de su director egregio.
Y esta misma Academia le brindó un homenaje de solidaridad y de aprecio al cumplir sus 80 años, rodeado de una familia de profesionales ilustres que han compartido y heredado las virtudes del padre y del abuelo.
Por todo ello y por haber formado generaciones de oftalmólogos brillantes en el país y en el exterior, su pérdida definitiva enluta esta Academia y hace que se le recuerde con veneración y nostalgia, como a muchos otros colombianos ilustres que han aprestigiado la institución.
Efraím Otero-Ruiz
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