Breves de la Academia, Carta al Editor

Bogotá, 01 de Agosto de 1990
Señores
Miembros del Consejo Editorial
Academia Nacional de Medicina
E.S.D.

Señores doctores:

Con toda consideración y respeto me permito agregar algunas anotaciones al escrito del Académico Alberto Cárdenas Escobar, aparecido en el No. 22 de Medicina, para destacar algunos aspectos de la personalidad del doctor Alberto Schweitzer galardonado con el Premio Nobel de la Paz.

A los 30 años de edad tomó una decisión dramática: Estudiar Medicina para trabajaren el África Ecuatorial. Cuando terminó sus investigaciones sobre enfermedades tropicales y sus prácticas hospitaLarias, partió para el Gabon al pequeño pueblo de Lambarené.

La tarea era desconsoladora; La atención médica había que prestarla al aire libre; iba con su esposa, como enfermera y amanuense, y no se encontraba ni un intérprete, ni un ayudante.

Cuando le llegaron la medicina y el equipaje hubo que acomodarlos en un viejo gallinero abandonado; el calor era insoportable y le venían enfermos de varias millas a la redonda, a pie o en Canoas. (Lea también: Breves de la Academia, Noticias de la Academia 1990)

Las enfermedades más difundidas eran Malaria, Disentería, estreptococias y la más mortífera, la Tripanosomiasis Gambiense, para la que empezaban a llegar medicinas nuevas eficaces y las medidas preventivas como el suministro de agua potable y enmallado de ventanas impedían muchas contaminaciones.

Pero la que causaba mayores dificultades y trabajo era la Mycobacteriasis Anestesiante, incurable, de difícil diagnóstico, afectando a varios miembros de la misma familia, de aspecto horripilante, con complicaciones neuríticas muy dolorosas, frecuente ceguera, e invalideces y procesos erisepelatososacrotéricos, que exigían acompañante para el cambio y lavado de vendas y suministro de alimentos.

A menos de un año de establecidos estalló la Primera Guerra Mundial y en su calidad de Alsacianos fueron internados en un campo de concentración y el Doctor empezó a escribir su Filosofía de la Civilización.

El Respeto a la Vida infundióle ánimo para soportar las dificultades que los abrumaron al ser remitidos a Europa al Campo de Concentración de Sr. Remy. Cuando se firmó el Armisticio habían almacenado fortaleza física y espiritual.

Estaba más decidido que nunca a ir a donde mas lo necesitaran yen 1924 volvió al África a su hospital haciéndose a fondos con recitales de órgano y dando conferencias para proseguir su obra en Lambarené. Tendría que pasar largos períodos reclutando dineros, dando conferencias y recibiendo distinciones en diversos países.

La ciudad de Francfort le confirió un premio en dinero, en memoria de Goethe, por “servicios a la comunidad” y la Reina Isabel lo honró con la Insignia de Miembro Honorario de la Orden del Mérito, que solamente había sido concedida a otro, no británico, el Presidente Eisenhower.

En 1939 se declaró la Segunda Guerra Mundial y las dos fuerzas, la de Vichy y la de Francia Libre, sobrevolaron con sus aviones sobre el pueblito de Lambarené, quedando los alsacianos como franceses; el trabajo en el hospital había disminuido mucho pero después de algún tiempo llegó como visitante distinguida la esposa del Doctor a quien éste le había agradecido mucho que le hubiera dejado volver solo. En mayo de 1945 terminó la guerra.

El hospital nuevamente iba creciendo. El Doctor trataba de escribir un poco cada noche, pero, si había enfermos graves, prefería atenderlos; en una sala se celebraban oficios religiosos y el doctor predicaba con dos intérpretes, que repetían sus palabras en las dos lenguas nativa” principales, sobre temas sencillos como las parábolas del hijo pródigo y el buen samaritano.

La nauseabunda medicación chalmúgrica oral y la dolorosa ineficacia de los esteres inyectados eran gran pesadumbre para el doctor por el número creciente de enfermos de mycobacteriasis, pero fue un glorioso amanecer la llegada del Promin, a pesar de su elevado costo, y luego, la de la sulfona, inexpensiva y oral, que permitía el tratamiento domiciliario, aunque la errónea creencia de que aumentando las dosis serían más rápidas las mejorías causaba en todo el mundo complicaciones difíciles de contrarrestar.

En 1948 regresa a Europa, muy cansado y enfermo; en Suiza encuentra a su hija casada, conoce los nietos, recibe visitas de amigos y accede a ejecutar en los mejores órganos.

En 1952 le fué concedido el Premio Nobel de la Paz que le fue entregado en Oslo en 1954, en sesión solemne; en el discurso de agradecimiento al recibirlo dijo: “He entendido que esta distinción me fue conferida por haber introducido en los pensamientos de nuestros tiempos la noción de Respeto por la vida que permita a todos los hombres y los pueblos alcanzar la Paz, a que todos aspiramos, y de la que depende que el futuro de la humanidad pueda quedar asegurado”.

En 1956 celebró su 85 cumpleaños; mas de la mitad de su vida había sido al servicio del pueblo africano; le sobrevino la muerte a los 90 años el 4 de septiembre de 1965.

Atentamente,

Daría Maldonado Romero
Académicode Número de la Nacional de Medicina
Correspondiente de la de Medellín

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