Síntesis de la evolución histórica del Hospital San Juan de Dios
Dr. Hernando Forero Caballero*
La evolución del hospital de San Juan de Dios, como entidad de carácter asistencial para la salud del pueblo colombiano, se puede dividir en 5 etapas, correspondientes al progreso médico, histórico y cultural del país.
La primera etapa, fetal o “de crisálida” como la llamó el Profesor López de Mesa, se inició en 1564 con la organización de la colonia española en Santafé y consistió en el establecimiento de una casa con unas camas destinadas a atender a los españoles que padecían alguna enfermedad, por circunstancias climáticas o infectados de bacterias importadas por ellos mismos.
La atención médica, si tal puede llamarse, la ofrecían los monjes que, por intuición o por poseer alguna cultura generala mística religiosa, eran las únicas personas con ciertas condiciones para proporcionar algún alivio a los enfermos.
El hospital nació de la necesidad de proteger la salud de los conquistadores y sus familias y sobre todo del terror que les inspiraban las epidemias.
Así el primer hospital fue un verdadero convento hospital de carácter privado, para servicio de los españoles; administrado y dirigido por los monjes, pues la primera casa cerca a la Catedral, fue donada por Fray Juan de los Barrios.
Sobrevivió el hospital en lo económico por la sensibilidad social de los religiosos y de algunas personas económicamente poderosas, quienes prodigaban donaciones, regalos y limosnas para su establecimiento y luego para el sostenimiento; la ayuda de las autoridades virreinales fue mínima.
En aquella época, en todas las colonias españolas cualquier actividad debía tener autorización de la
Real Audiencia y del Virrey; por tanto el establecimiento del hospital tuvo el permiso del gobierno español, sin que éste participara en la iniciativa, sostenimiento o control.
La medicina practicada fue de carácter higiénico, superficial y de reposo, con algunas aplicaciones externas, tisanas, tablillas y curaciones. No obstante prestó gran ayuda a los heridos y enfermos. Constituyó el núcleo para el desarrollo de la medicina colombiana y con el tiempo logró la vinculación de algunos médicos extranjeros establecidos en Santafé para el servicio del Virrey o como protomédicos, quienes poco a poco le inculcaron cierta orientación médica.
La segunda etapa pudiéramos llamarla “de la revolución científica”.
El establecimiento del sabio José Celestino Mutis en la Nueva Granada, como en un inmenso laboratorio con enormes recursos naturales y humanos, despertó en él una obsesión de investigación y progreso científico. Bajo su dirección se organizó el centro más grandioso de estudios de la naturaleza, y quizá sin pensarlo, proporcionó las luces que muy pronto encendieron la llama de la revolución y la libertad.
Mutis, que representa el emblema y guión de las ciencias naturales, con su ejemplo logró inculcar en el religioso santafereño Miguel de Isla y en otros estudiantes granadinos la pasión científica y el espíritu de servicio a la comunidad.
Correspondió al padre Isla imprimirle al hospital el carácter científico y de institución hospitalaria. Instaló en él la organización propicia para el desarrollo de la medicina asistencial y preparó con sus enseñanzas a eminentes profesionales granadinos que continuaron con decoro y entusiasmo su labor científica y también portaron en alto la llama de la revolución y de la libertad, para cumplir a cabalidad su cometido histórico, con innumerables sacrificios.
En el curso de la guerra por la Independencia, el hospital, aunque en condiciones de penuria económica y aún bajo la cruel dictadura de Sámano, atendió a los numerosos heridos y enfermos y sirvió de cárcel a los médicos patriotas.
En el convento hospital de Santa Inés los médicos tuvieron la oportunidad de ofrecerles a nuestros soldados y oficiales patriotas, el alivio de la salud corporal y el estímulo espiritual para continuar la lucha por la Independencia. Así surgió esa generación de ilustres galenos que con fervorosos ideales netamente americanistas dieron vida y nacimiento a nuestra medicina.
En la iniciación de la República el Presidente Santander, justamente llamado el Genio del Orden, le imprimió una nueva dirección, al suspender el monopolio que sobre el convento hospital ejercían los religiosos y reglamentar las funciones de los síndicos y mayordomos bajo el mandato del Gobernador de la Provincia de Cundinamarca.
Desde entonces, el hospital quedó como institución del Estado (1828) y en 1835 la Cámara Provincial de Bogotá nombró la primera junta administradora del hospital y se expidieron nuevos decretos reglamentarios, con el fin de darle orientación asistencial y científica.
Los numerosos decretos dictados por la Cámara de la Provincia de Bogotá sobre su organización administrativa y económica y la determinación de las relaciones con los Religiosos, con el fin de imprimirle una estructura propia de un Hospital oficial de caridad, lo con• vierte en institución adulta, al finalizar el decenio de 1850.
Esta segunda etapa correspondió a la infancia y adolescencia de nuestra medicina, época en la cual a pesar de las luchas internas, el hospital situado en el convento de Santa Inés logró notables adelantos en su organización y progreso científico, aunque debió afrontar grandes dificultades económicas y locativas para cumplir con su misión de atender a los enfermos comunes y a las víctimas de las devastadoras epidemias, además de los heridos de las luchas fratricidas.
Entre los invaluables servicios prestados a la comunidad debemos destacar la iniciación de la práctica de las grandes intervenciones quirúrgicas y la adecuada atención de los heridos de las guerras, entre ellos el teniente José Hilario López y el general José María Obando.
La tercera etapa se inicia en el decenio de 1860 con la instalación en el Hospital de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, las escuelas de Medicina y Ciencias Naturales y el nombramiento de los primeros practicantes. Con ello adquirió un verdadero carácter docente y asistencial científico, por la organización de las clínicas en el seno de sus pabellones y enfermerías.
Desde 1870, el hospital quedó bajo la dirección de la Junta de Beneficencia de Cundinamarca, entidad creada por el Estado Soberano de Cundinamarca; dicha Junta, en la actualidad, funciona como dependencia del Departamento y desde entonces hasta 1981 rigió el destino del hospital de caridad San Juan de Dios.
Para procurar mayor eficiencia en su función docente y asistencial se estructuró la organización de las clínicas más importantes en el Hospital hacia 1887; ellas fueron Patología General y Cirugía Menor, Patología Interna, Patología Externa, Cirugía Especial y Clínica Obstétrica e Infantil. Más tarde se abrieron la de Enfermedades Venéreas y en 1903 la de Gineco-o bstetricia, independiente.
Hasta 1873 las Hermanas de la Presentación iniciaron la prestación de sus servicios. En esta época las guerras ~ternas entorpecieron los progresos científicos y docentes; sin embargo las eximias generaciones de médicos nacionales entre 1870 y el Centenario (1910), descollaron con indiscutible éxito sobre todo en el ejercicio de la medicina familiar y acoplar en la ciencia contemporánea europea, con los estudios médicos y de ciencias naturales en Colombia.
Así esta tercera etapa de nuestra institución médica transcurre con enormes sacrificios y se inicia la estabilización de la medicina “adulta”, que culmina bajo la influencia de las generaciones de graduados en Francia, quienes iniciaron las grandes especialidades: cirugía general, medicina tropical, obstetricia y ginecología, urología, bacteriología y aún la anestesia.
Surgieron los primeros laboratorios particulares de bacteriología y química, los Institutos de Radiología, el Nacional de Radium, los de Fisiología y Psicotécnica, de Ciencias Naturales, de Nutrición y otros.
En el Hospital se practicaron por primera vez en el país, algunas importantes intervenciones, como mastectomía, parotidectomía, resección de maxilares, trepanación, esplenectomía, gastrectomía, etc.
La medicina ya adulta, dio a luz los primeros hijos: la clínica de Marly, el Hospital de la Misericordia, el Hospital de San José, etc.
La cuarta etapa o de apogeo se inicia con el traslado del Hospital a los predios de La Hortúa, en 1926, bajo la dirección de la Beneficencia de Cundinamarca y la orientación científica de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional.
Se celebran contratos con la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, por los cuales la parte científica docente y asistencial queda a cargo de la Facultad de Medicina.
Surgió la pléyade de médicos investigadores, muchos de los cuales se trasladaron a los campos a estudiar en fuente propia nuestra patología tropical, con profundos trabajos científicos que hacen honor a la ciencia colombiana.
A partir de la segunda guerra mundial, nuestra medicina recibió la influencia de la norteamericana y se estimuló la organización de nuevas especialidades, las cuales precisamente se iniciaron y tuvieron feliz culminación en el Centro Hospitalario San Juan de Dios.
Se destinaron grandes pabellones para las diferentes especialidades. Se establecieron los estudios de postgrado con adiestramiento y alta docencia para la formación de especialistas en las múltiples ramas de la medicina.
Se incorporaron al hospital exalumnos de la Universidad especializados en otras escuelas de países desarrollados, y los médicos locales se superaron hasta competir científica y técnicamente con los más adelantados de los grandes centros científicos médicos.
También se vincularon al hospital escuelas de estudios especializados de medicina y paramédicos; se establecieron escuelas técnicas paramédicas, como las de terapias, radiología y auxiliares de enfermería.
Pudiéramos decir que cada especialidad constituía un departamento, una verdadera escuela de pre y postgrado.
De allí surgieron especialistas para los más importantes hospitales del país y también para los pequeños de provincia, conservando siempre la conexión científica y de consulta con su centro matriz, el Hospital de San Juan de Dios.
En el campo de la investigación este período fue francamente fructífero. Se elaboraron estudios sobre los diferentes temas de la patología nacional, los cuales dieron brillo y honor a los congresos nacionales e internacionales y merecieron ser publicados en las revistas más destacadas. (Lea también: Compendios de la Literatura Médica)
La quinta etapa es de crisis.
Cuando el hospital estaba aparentemente en pleno auge asistencial y docente, como uno de los más importantes de la América Latina, en 1973 principió a debilitarse su base económica y a desmoralizarse en sus estamentos.
La enorme solicitud de servicios por la clase socioeconómica más baja de nuestra población, la fama de atención especializada y acertada, y la vinculación de los exalumnos que diariamente enviaban pacientes de los diferentes hospitales y poblaciones donde no les podían brindar la adecuada atención, congestionó inmensamente los servicios médicos y quirúrgicos.
La administración, dependiente funcional y jerárquicamente e la Junta General de la Beneficencia y de la oficina administrativa del Centro Hospitalario, organizada por la Universidad con cierta dualidad de mando, fomentó la inconformidad del personal docente y asistencial.
Las influencias político-sociales de los estamentos dirigentes, los celos de mando personales e institucionales y el aumento progresivo de los costos de sostenimiento, Socavaron paulatinamente la estructura organizativa y crearon un estado de zozobra económicosocial, que culminó en 1974 con la toma del hospital (con sana intención) por el Decano y los estudiantes de la Facultad de Medicina a la cual se agregó el paro médico nacional, que condujo al hospital a la anarquía y crisis total.
En las épocas de crisis del hospital, el espíritu médico no ha podido resignarse a la frustración local, sino se ha superado y buscado otras áreas dónde continuar regando su semilla científica y asistencial; así han surgido otras famosas instituciones hospitalarias y facultades de medicina.
Los médicos y el personal paramédico, en un principio desconcertados, se mantuvieron al margen de los acontecimientos y luego poco a poco fueron imprimiéndole nuevo impulso al hospital que, venciendo poderosos obstáculos, logró reabrir sus puertas para brindarle salud y vida a nuestras gentes necesitadas, especialmente madres y recién nacidos.
* Académico de Número
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