Editorial: Calixto Torres Umaña
Hago uso de esta tribuna en mi doble carácter de residente de la Academia Nacional de Medicina y por la gentil invitación que me hiciera el Coordinador del Comité Organizador de esta celebración, el Académico Jorge Camacho Gamba.
y lo hago por dos motivos fundamentales: porque la Academia no podía dejar de hacer oír su voz en esta solemne ocasión y porque no podía estar ausente en el sentido homenaje en que se honra la memoria de uno de sus hijos más ilustres: el Profesor Calixto Torres Umaña.
Me asalta, eso sí, el temor de no poder cumplir a cabalidad mi propósito de enaltecer su nombre o hacer siquiera, una síntesis aproximada de sus eximias cualidades humanas y de sus grandes virtudes ciudadanas.
Pero otros mucho más capacitados que ye en el uso del idioma y del conocimiento, se encargarán de transmitir a los oyentes, en frases grávidas de justicia y sentimiento, los extraordinarios méritos que colmaron y enriquecieron la vida del Profesor Calixto Torres Umaña.
No soy el más calificado para juzgar la personalidad atrayente y la extraordinaria labor que desarrolló durante su existencia. Ni tampoco para hacer un breve comentario de su brillante hoja de vida y de sus numerosas publicaciones, lo cual harán los oradores que me siguen, muy bien documentados y calificados para ello.
Me limitaré, pues, a destacar con la mejor intención posible y mayor deseo de acertar, los rasgos más sobresalientes que llamaron mi atención y que lo destacaron como pensador y maestro, como investigador y científico; como profesional y colega; como hombre y como amigo.
El ilustre profesional que respondió al nombre de Calixto Torres Umaña, nació en Tunja el 13 de
agosto de 1885. Vástago de una ilustre familia, inició sus estudios de bachillerato en el Colegio Boyacá y luego pasó a la Universidad Nacional, de donde egresó como Doctor en Medicina y Cirugía en el año de 1913.
Desde esa época de estudiante se destaca Torres Umaña como un agudo observador y publica en el
año de 1910 sus conclusiones sobre “Contagio de la Tuberculosis en el Hospital” en la Gaceta Médica, y dos años más tarde su trabajo sobre “Signos Urinarios de la Insuficiencia Hepática”, que lleva al 20. Congreso Médico Nacional reunido en la ciudad de Medellín.
En el año de 1913 publica su estudio sobre el Metabolismo Azoado en Bogotá y desarrolla su tesis de grado sobre el mismo tema.
Al año siguien te viaja a los Estados Unidos de Norte América, en donde hace su estudio de especialización en Medicina Infantil en la Universidad de Harvard; termina en el año de 1917, obteniendo su grado en esta Universidad en donde llega a ser Médico Asistente e Instructor por su trabajo sobresaliente, y por los estudios que realiza sobre la realización entre la reacción de la orina y la dieta de los infantes y los niños.
Por los años de 1916 se reunía el Segundo Congreso Científico Panamericano y el Gobierno Nacional resolvió abrir un concurso para nombrar los delegados de Colombia a ese certamen: fue Torres Umaña quien ganó el Primer Premio en Medicina. Desde ese año adquiere merecida fama de investigador y de científico.
Su carrera docente no puede ser menos admirada. Se inicia como Jefe de Clínica Infantil; llega a Profesor Agregado en 1933 y obtiene el título de Profesor Titular, todas posiciones adquiridas por riguroso concurso, por la imposición espontánea de su talento.
Fue nombrado Rector de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, cargo que desempeñó con singular acierto, dándole un impulso extraordinario y perfeccionando los concursos para el personal docente que tanto elevaron el nivel científico y la categoría intelectual de los aspirantes a estas posiciones. Esta fue, sin duda, una de sus grandes iniciativas.
Su vida académica lo registra como Miembro de la Sociedad Colombiana de Pediatría, de la Academia Americana de Pediatría y de las de París, Bolivariana, de Cuba, de Venezuela, del Perú, de la Academia Germano-Ibero-Americana y como Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina en 1927, cuando presentó como trabajo de ingreso “La Acidosis Infantil Primitiva” siendo Presidente de la Corporación el doctor Pompilio Martínez; la Academia le otorgó el Premio Manuel Forero en los años de 1934 y 1942.
Sea esta la oportunidad de recordar que el Premio Manuel Forero es el galardón que la Academia Nacional de Medicina otorga a los científicos colombianos y fue creado el 26 de junio de 1931 por la institución en un acuerdo que dice:
1. “Serán acreedores al Premio los colombianos que en medicina o ciencias de ella conexas, especialmente en investigaciones experimentales, hayan cumplido meritoria y reconocida labor, útil y benéfica para la República.
2. Las candidaturas al premio “Manuel Forero” serán propuestas ante la comisión de la mesa de la
Academia por tres académicos honorarios o de número o por las Directivas de Universidades,
Academias de Medicina o Sociedades Científicas Nacionales.
3. Las postulaciones estarán acompañadas de exposición de motivos, con el recuento de la obra
científica y de los méritos de los postulantes, adquiridos en servicio del país.
4. La comisión de la mesa o la autoridad con quien se asesore, estudiará los documentos, los agrupará por orden de materias afines y los someterá a comisiones. Las candidaturas calificadas en reunión conjunta por dichas comisiones serán presentadas a la Academia en sesión especial con exposición de motivos. La Academia según su leal saber y entender señalará la que juzgue sobresaliente
La producción científica de Torres Umaña llega, según uno de sus biógrafos, a cerca de 240 publicaciones
sobre temas de medicina e higiene, cifra superior a la que hemos podido conseguir en los archivos
colombianos, pero que puede ser una realidad admirable ya que publicó muchos trabajos en
inglés, francés y alemán en revistas científicas de otros países, muchas de las cuales nunca llegaron
hasta nosotros. (Lea también: Síntesis de la evolución histórica del Hospital San Juan de Dios)
Fue autor de varias obras entre las cuales no puedo dejar de mencionar:
“Nutrición en la altiplanicie de Bogotá”, “Problemas de nutrición infantil”, “Sífilis congénita en el
niño”, “Distrofias del lactante” , “Enteritis microbiana y parasitarias en los niños”, y el tratado “Diagnóstico en pediatría”.
Su ansia del saber lo llevó a visitar Inglaterra, Francia, España, Suiza, Estados Unidos, Alemania, Bélgica y Venezuela para acrecentar sus conocimientos y valorar mejor los adelantos de la pediatría en estos países. En varios de ellos fue invitado a dictar conferencias sobre diversos temas y a exponer su experiencia clínica, que le valió muchos honores y puso muy en alto la medicina colombiana.
Como profesional, su esfuerzo se tradujo en obras; en acción, su asistencia a los servicios hospitalarios, en donde bajo su dirección se instalaron métodos y tecnologías nuevas, precursoras de nuestro desarrollo pediátrico.
Su espíritu batallador y perseverante lo hizo desempeñar una activa actuación en el conglomerado social; los frutos de ese trabajo han sido beneficiosos para la colectividad, pero mucho más lo han
sido sus virtudes cívicas y sus cualidades morales, que sus numerosos estimadores aprecian en todo su valor.
La Academia Nacional de Medicina le profesa respetuoso carilla y admiración y le debe múltiples beneficios; contribuyó a su desarrollo y adelanto; enriqueció su labor con trabajos originales que forman página de oro en los anales de la institución y fue siempre en ella consejo, autoridad y acierto.
Pero hay una razón de más peso para que aquí se le estime con especial deferencia. Muchos de los miembros aquí presentes, fuimos sus discípulos y otros muertos que veneramos como glorias patrias, dieron bajo su dirección los primeros pasos en la vida profesional.
Enamorado de la verdad, que buscó solícito en todos los campos de su actividad, fue consecuente con ella en palabras y actos; las conveniencias podrían hacerle callar, mas no mentir.
La sinceridad era en él talismán de su carácter; la honradez, apenas una condición de su ser; la benevolencia, un goce del alma; la caridad, un ejercicio de su corazón.
Para juzgar a los hombres sujetaba su juicio a severas probanzas y su opinión era una sentencia respaldada por la justicia. Ayudaba al necesitado, a más no poder, con el consejo sincero y cuando la intransigencia desencadenaba las furias de los hombres, su admonición era un salmo de cordura y de prudencia.
Pasó por los honores sin envanecerse y continuó siendo el amigo de antes a pesar de su alta jerarquía. Así probaba el mérito intrínseco de su personalidad. No necesitaba del ceño adusto ni del gesto altivo para aparentar la dignidad del cargo.
Honran al maestro, al ciudadano, al caballero, al hombre de ciencia y al colega, múltiples virtudes que acrecientan su personalidad y lo destacan como uno de los grandes de la medicina colombiana.
Al rendirle este homenaje en nombre de la Academia Nacional de Medicina, temo no haber sido capaz de relievar y dar una imagen fiel del Profesor Calixto Torres Umaña, pero permitidme señores que en memoria de esas virtudes y en honor de esa vida, os invite a seguir su ejemplo e imitar las cualidades excelsas de su espíritu, para que viva su recuerdo entre nosotros eternamente.
Mil gracias.
Profesor Pablo Gómez Martínez
Académico de Número
* Discurso del Presidente de la Academia Nacional de Medicina en la sesión solemne con la cual se conmemoró el primer centenario del natalicio del ilustre médico y académico, profesor Calixto Torres Umaña. Bogotá, agosto de 1985
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