Más allá de la movilidad: sostenibilidad, reputación y atracción de talento en empresas con flotas eléctricas

empresas con flotas eléctricas
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La transición hacia vehículos eléctricos (VE) en las empresas colombianas no debe verse únicamente como una decisión técnica o financiera. Si bien es cierto que estos vehículos reducen los costos operativos y cumplen con nuevas exigencias normativas, su impacto va mucho más lejos. La movilidad eléctrica es un catalizador de transformación organizacional, capaz de mejorar la reputación corporativa, atraer talento joven, abrir puertas en licitaciones con criterios ESG y fortalecer la cultura interna en torno a la sostenibilidad.

En un entorno donde clientes, inversionistas y trabajadores buscan empresas responsables con el medioambiente, migrar a una flota eléctrica es también una inversión estratégica en la marca y en el futuro del negocio.

Sostenibilidad como ventaja competitiva ante clientes e inversionistas

Hoy en día, los consumidores y aliados estratégicos valoran a las compañías no solo por la calidad de sus productos o servicios, sino también por el impacto que generan en el entorno. Según el Índice Global de Sostenibilidad 2024 de Deloitte, el 58% de los inversionistas prioriza empresas con políticas ambientales claras al momento de decidir dónde poner su capital.

En Colombia, donde los compromisos climáticos apuntan a reducir en un 51% las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030, las empresas que ya están electrificando su operación logística se adelantan a esta agenda y se posicionan como líderes en sostenibilidad. Una flota eléctrica comunica responsabilidad, innovación y visión de largo plazo.

Para sectores de alto impacto logístico —como retail, distribución, alimentos o transporte de última milla—, contar con vehículos eléctricos no solo reduce la huella de carbono, sino que fortalece la relación con clientes que cada vez exigen cadenas de suministro más limpias.

Sostenibilidad: un factor clave en la percepción de los clientes

En Colombia, el consumidor está cada vez más informado y exige que las marcas actúen con responsabilidad frente al cambio climático. Una encuesta de NielsenIQ (2023) reveló que el 73% de los colombianos prefiere comprar productos y servicios de empresas que implementan prácticas sostenibles. Esto demuestra que la sostenibilidad dejó de ser un valor agregado para convertirse en un criterio de decisión de compra.

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En el sector logístico y de transporte, esta tendencia es aún más visible. Los clientes corporativos que contratan servicios de distribución o última milla no solo evalúan precios y tiempos de entrega, también revisan el impacto ambiental de las operaciones. De hecho, cadenas de retail como Éxito y Alkosto ya han integrado en su estrategia el uso de transporte eléctrico para demostrar coherencia con sus políticas de sostenibilidad y responder a la presión de consumidores más conscientes.

Tener una flota eléctrica en operación se convierte en una carta de presentación poderosa. No es solo entregar un paquete, sino hacerlo de manera limpia y con menor huella ambiental. Esto refuerza la confianza de los clientes, fortalece la lealtad hacia la marca y abre la posibilidad de atraer cuentas que priorizan proveedores responsables.

Inversionistas: sostenibilidad como requisito para asignar capital

La percepción de los inversionistas frente a la sostenibilidad también ha cambiado radicalmente. Hoy no basta con mostrar rentabilidad financiera, las empresas deben demostrar que su crecimiento está alineado con criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG).

En América Latina, fondos de inversión como BTG Pactual y Sura Asset Management han desarrollado vehículos financieros específicos para proyectos sostenibles, priorizando empresas que reduzcan su huella de carbono.

En el caso colombiano, ya hay señales claras de esta tendencia. El Grupo Éxito y Alpina, por ejemplo, han recibido reconocimiento de inversionistas internacionales gracias a la inclusión de flotas eléctricas en sus operaciones, lo que refuerza su compromiso ambiental y mejora su posicionamiento en rankings de sostenibilidad.

Esto demuestra que la movilidad eléctrica en flotas empresariales no solo tiene un impacto operativo, sino también financiero. Al adoptar este tipo de soluciones, las compañías colombianas envían un mensaje claro a inversionistas: están preparadas para el futuro, gestionan riesgos ambientales y se alinean con las metas de reducción de emisiones globales.

En este escenario, la llegada de marcas como Farizon, respaldada globalmente por Geely y con el soporte del Grupo Vardí en Colombia, ofrece a las empresas locales una alternativa confiable y diseñada para responder a estas exigencias. Su portafolio de vehículos comerciales 100% eléctricos no solo reduce costos operativos, sino que también fortalece la narrativa de sostenibilidad que clientes e inversionistas esperan de sus proveedores.

Atracción de talento: el valor de ser un empleador sostenible

El talento joven en Colombia busca algo más que un salario competitivo: quiere trabajar en empresas alineadas con sus valores. Según una encuesta de ManpowerGroup (2023), el 49% de los jóvenes profesionales colombianos considera la sostenibilidad como un factor decisivo al momento de elegir empleador.

Tener una flota eléctrica es una señal clara de compromiso ambiental y social. Esto puede convertirse en un diferencial clave en la atracción de ingenieros, técnicos, conductores y profesionales de logística que valoran trabajar para empresas responsables.

Además, implementar vehículos eléctricos implica desarrollar nuevas competencias internas: conducción eficiente, gestión energética, análisis de datos de movilidad. Esto genera oportunidades de capacitación y desarrollo profesional que fortalecen la propuesta de valor al talento humano.

Certificaciones ESG y ventaja en licitaciones empresariales

Cada vez más, las empresas deben reportar indicadores ESG (Environmental, Social & Governance) como parte de su estrategia de sostenibilidad. Incorporar flotas eléctricas ayuda a mejorar los indicadores ambientales al reducir emisiones, consumo de combustibles fósiles y dependencia de insumos contaminantes.

Esto no solo impacta en la reputación internacional, sino que también abre puertas en procesos de contratación. En Colombia, la actualización de los Documentos Tipo de Colombia Compra Eficiente (2025) obliga a incluir criterios ambientales y sociales en los pliegos de licitación pública. De igual forma, en el sector privado, las grandes compañías con políticas de compras sostenibles están comenzando a priorizar proveedores que muestren esfuerzos reales de descarbonización.

En este escenario, electrificar la flota no es solo un movimiento operativo, sino una decisión estratégica que puede marcar la diferencia entre ganar o perder un contrato.

Migrar a eléctricos: un cambio cultural y estratégico

Migrar a eléctricos de Farizon

Cuando una empresa decide electrificar su flota, no solo está reemplazando motores de combustión por baterías. Está redefiniendo su forma de operar y de proyectarse ante el mercado. Los beneficios ocultos de este cambio se evidencian en distintos niveles:

  • Cultural: impulsa un sentido de orgullo interno por hacer parte de una organización innovadora y responsable.
  • Estratégico: abre nuevas oportunidades de negocio en mercados donde la sostenibilidad es requisito.
  • Reputacional: mejora la imagen de la compañía frente a inversionistas, clientes y comunidades.
  • Humano: atrae y fideliza talento que comparte valores ambientales.

Migrar a eléctricos es, en definitiva, una decisión que trasciende lo logístico. Es una apuesta por el futuro del negocio, la sostenibilidad del planeta y la competitividad empresarial en Colombia.

Conclusión

La movilidad eléctrica no debe verse únicamente como un cambio tecnológico. Para las empresas colombianas, electrificar sus flotas es un movimiento estratégico que refuerza su sostenibilidad, aumenta su atractivo como empleador, fortalece su reputación ante clientes e inversionistas y mejora sus posibilidades en licitaciones públicas y privadas.

En un mundo donde la sostenibilidad ya no es opcional, sino un requisito de competitividad, los vehículos eléctricos son mucho más que herramientas de transporte: son aliados estratégicos para construir empresas más fuertes, responsables y preparadas para el futuro.

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