Importante Estudio Genético apunta a las causas del Autismo
El mayor estudio de la genética del autismo jamás llevado a cabo, que incluye ADN de casi 1,200 familias afectadas de todo el mundo, ya ha producido dos importantes pistas sobre este poco comprendido trastorno, según afirman los científicos.
Los descubrimientos en dos áreas del genoma, una región en la cromosoma 11 que se sospecha que está relacionada con el autismo, y las aberraciones de un gen para el desarrollo del cerebro conocido como neurexin 1, podrían impulsar una investigación más dirigida, anotan los expertos.
“Esa es la promesa real de esto”, afirmó el coinvestigador del Proyecto del genoma del autismo, el Dr. Stephen Scherer, director del Centro de genómica aplicada del Hospital de niños enfermos de Toronto. “Cuando se pueden identificar ciertos genes, se pueden desarrollar pruebas genéticas (en algunos casos prenatales y en otros postnatales), porque un diagnóstico precoz es crucial en esto”.
Scherer aseguró que los descubrimientos genéticos pueden avanzar también la investigación sobre una cura para el autismo.
“Cuando tenemos este tipo de conocimiento, podemos pensar realmente sobre diseñar mejores terapias sobre lo que sabemos que no va bien en la célula [del cerebro].
Podemos tratar de diseñar cosas que la hagan funcionar mejor”, explicó.
El Proyecto del genoma del autismo fue fundado por los U.S. National Institutes of Health y el grupo de defensoría sin fines de lucro Autism Speaks. Sus hallazgos fueron publicados en la edición en línea del 18 de febrero de Nature Genetics.
El autismo sigue siendo una verdadera crisis de salud. Recientemente, los U.S. Centers for Disease Control and Prevention anunciaron que uno de cada 150 estadounidenses de 8 años de edad tiene actualmente alguna forma de trastorno del espectro del autismo. Esa cifra es superior a cálculos anteriores y el debate continúa sobre exactamente por qué podría estar volviéndose más prevalente la enfermedad.
Los expertos concuerdan en que las causas del autismo siguen envueltas en el misterio, aunque investigaciones anteriores han apuntado a un fuerte componente genético. Por ejemplo, “hay una concordancia de alrededor del 90 por ciento [del autismo] entre los gemelos idénticos y esa es una contribución genética significativa”, apuntó Scherer.
Entonces, el Proyecto del genoma del autismo, que tardó cinco años en ser completado, buscó evaluar de manera mucho más profunda el ADN subyacente al trastorno. En el proyecto participaron más de 120 científicos que trabajaban en 50 instituciones de 19 países. Poco a poco, reunieron a casi 1,200 familias de todo el mundo en las que al menos dos miembros estuvieran afectados por el autismo.Entonces, los científicos recolectaron muestras de ADN de los familiares y analizaron esas muestras de la manera más avanzada y estandarizada, en búsqueda de “puntos comunes” genómicos.
Sus esfuerzos han sido un Verdadero Éxito.
“Primero, encontramos varias regiones del genoma, sobre todo en una región del cromosoma 11, que parecen estar altamente asociadas al desarrollo del autismo”, afirmó Scherer, que también es profesor de medicina en la Universidad de Toronto. Aunque las investigaciones anteriores habían sugerido que el cromosoma 11 era un punto álgido potencial para el ADN relacionado con el autismo, este estudio fortalece esa noción notablemente, señaló.
Los investigadores también utilizaron tecnología de punta para buscar lo que se conoce como “variaciones en el número de copias”, genes que no aparecen en pares (como la mayoría de genes heredados de los padres), sino como una sola copia, o como tres o más copias.
“Encontramos varias regiones del genoma (a veces la misma región que salía en individuos no relacionados) con 3 o más copias”, dijo Scherer. “No las vimos en los progenitores del individuo, lo que implica que esas regiones contienen genes de susceptibilidad para el autismo”.
Un gen en particular, conocido como neurexin 1, apareció en algunos casos como sólo una copia. “En una familia, a ambos niños que tenían autismo les faltaba ese trozo”, aseguró Scherer. “Eso hace bastante claro que el gen está implicado”.
Otro experto señaló que el hecho de que el neurexin 1 disfuncional pudiera tener algo que ver con los trastornos autistas tiene sentido intuitivo.
La proteína neurexin 1 y su familia “son muy importantes para la determinación de qué tan apropiadamente está conectado el cerebro de una célula a otra y en la transmisión química de información de una célula nerviosa a otra”, apuntó el Dr. Bradley Peterson, profesor de psiquiatría infantil del Centro médico de la Universidad de Columbia y del Instituto psiquiátrico del estado de Nueva York, en la ciudad del mismo nombre.
Peterson, que no participó en el proyecto, afirmó que los genes que afectan el crecimiento neuronal podrían ser claves para los trastornos autistas, pues “las contribuciones genéticas y no genéticas al autismo, por definición, tienen que ejercer su efecto desde el comienzo del desarrollo del cerebro, ya sea in utero o durante los primeros meses o años de vida”.
Aún así, tanto él como Scherer subrayaron que el reciente estudio sólo apunta a pistas potenciales para la investigación futura. Peterson explicó que, debido a la metodología particular del estudio, ninguno de los hallazgos alcanzó significación estadística. “Todo esto es evidencia muy contundente y un conjunto muy bueno de pistas, pero aún no podemos afirmar que hayamos probado la participación de estas regiones en el autismo”, aseguró.
Scherer señaló que, con la excepción de casos muy poco comunes, hay muy pocas probabilidades de que un solo gen sea responsable del autismo. En cambio, diversas anormalidades genéticas podrían funcionar en conjunto durante el desarrollo para crear algún nivel de autismo. Y los expertos tampoco descartan el papel potencial de las tensiones del ambiente sobre la mezcla.
“Recuerde, el autismo es en realidad un término genérico para una serie de trastornos distintos del desarrollo. Y lo que mostramos aquí es que varios genes podrían tener que ver, así como esas variaciones en el número de copias”, añadió Scherer. “¿Podría ser que el ambiente esté contribuyendo? Claro que sí”.
Sin embargo, una cosa es segura. La investigación actual sobre el autismo es mucho más promisoria que nunca antes, afirmaron los expertos.
“Todo el que está trabajando en esto puede usar esa información ahora y realmente ofrece una gran vía hacia delante en cuanto a cómo debemos hacer nuestros experimentos durante los próximos cinco años o algo así”, según Scherer. “Ahora tenemos todos estos nuevos genes candidatos (las neurexinas, las numerosas variaciones en el número de copias) y podemos atacar el problema de manera mucho más enfocada y organizada”.
HealthDay
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