El motor detrás de una flota no se limita a mover mercancías: tiene un impacto directo en la salud de las personas que viven y trabajan cerca de las vías. Cada escape, cada bocanada de dióxido de nitrógeno (NO₂) o de partículas finas (PM2.5) entra en la cadena que conecta transporte, calidad del aire y enfermedades respiratorias y cardiovasculares. La electrificación del parque vehicular no es solo una cuestión climática o de costos: es una medida de salud pública. Cambiar motores de combustión por motores eléctricos reduce emisiones locales, baja niveles de ruido y puede prevenir enfermedades y muertes prematuras.
Pero no es una solución mágica: hay efectos colaterales (fabricación de baterías, emisiones no-exhaust) que también deben gestionarse. En este artículo exploramos —con evidencia científica y datos aplicables a Colombia— los impactos en la salud de ambos modelos y las decisiones prácticas que las empresas pueden tomar para maximizar beneficios sanitarios.
Cómo dañan a la salud las emisiones del transporte a gasolina/diésel
Los motores a gasolina y diésel emiten una mezcla de contaminantes que afectan la salud a corto y largo plazo: partículas finas (PM2.5 y PM10), óxidos de nitrógeno (NOx, medidos como NO₂), monóxido de carbono (CO), compuestos orgánicos volátiles (COV) y partículas ultrafinas.
La evidencia epidemiológica es sólida: la exposición prolongada a PM2.5 y NO₂ aumenta la mortalidad por enfermedades cardiovasculares (infarto, accidente cerebrovascular), enfermedades respiratorias crónicas (EPOC, asma), infecciones respiratorias en niños y problemas perinatales (bajo peso al nacer, parto prematuro).
A escala global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la contaminación del aire exterior está asociada a miles de muertes evitables anuales y la carga de enfermedad es comparable a otras grandes causas de morbilidad. (Organización Mundial de la Salud)
En Colombia, estudios locales confirman el impacto. Un análisis del “burden” ambiental en ciudades principales encontró miles de muertes atribuibles a PM2.5 y concluye que la reducción de esta contaminación tendría beneficios sanitarios significativos para la población urbana. Por ejemplo, estudios a nivel municipal/city-level han asociado variaciones de PM2.5 con hospitalizaciones por EPOC y otras enfermedades respiratorias en Bogotá. Esto conecta directamente el rendimiento de las flotas urbanas con la salud pública local. (PMC)
¿Qué cambia con los vehículos eléctricos? Beneficios directos para la salud
1) Menos emisiones locales, menos enfermedad
Los vehículos eléctricos (VE) eliminan las emisiones de escape en el punto de uso. Esto significa una reducción inmediata de NO₂, CO y de la fracción de PM2.5 procedente del tubo de escape en zonas urbanas densas.
Las estimaciones de salud pública muestran que desplazamientos masivos hacia vehículos eléctricos reducen la carga de enfermedades relacionadas con la contaminación del aire y su coste sanitario asociado: menos ingresos por asma, menos exacerbaciones de EPOC, menos eventos cardiovasculares agudos y menos muertes prematuras. Revisiones integradas sobre electrificación urbana y salud documentan reducciones substanciales en costos sanitarios cuando la flota se electrifica como parte de políticas integradas. (PMC)
2) Menor exposición en puntos críticos (paraderos, centros de distribución)
Las personas que más se benefician son quienes trabajan o viven cerca de carreteras, terminales logísticos, estaciones de buses y centros de distribución. Reducir emisiones locales en esos puntos mejora la calidad del aire de forma inmediata, con efectos medibles en síntomas respiratorios y ausentismo laboral entre trabajadores expuestos.
En entornos urbanos, la sustitución de flotas de reparto por VE puede reducir concentraciones locales de NO₂ y PM en calles comerciales y barrios residenciales adyacentes.
3) Menos ruido = menos estrés y mejor salud cardiovascular
El ruido del tráfico es un factor de estrés crónico que se asocia con trastornos del sueño, aumento de la presión arterial y mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. Los VE son más silenciosos en régimen urbano (especialmente a bajas velocidades), lo que reduce exposición al ruido y mejora la calidad de vida en barrios densamente movilizados por transporte comercial. La OMS publica directrices sobre ruido ambiental que relacionan la exposición a ruido de tráfico con efectos en la salud mental y cardiometabólica. (Organización Mundial de la Salud)
Límites y riesgos: lo que no se arregla solo con cambiar a eléctrico
Emisiones no-exhaust (partículas por fricción)
Gran parte de la contaminación por partículas en ciudades no procede exclusivamente del escape: proviene de desgaste de frenos, de neumáticos y de la abrasión del pavimento (las llamadas partículas non-exhaust).
Aunque los VE reducen la emisión de partículas por escape, y la frenada regenerativa baja considerablemente el desgaste de las pastillas de freno (y por tanto la fracción de partículas de freno), el aporte por desgaste de neumáticos puede permanecer o incluso aumentar si el vehículo es más pesado (baterías) o si la dinámica de conducción es distinta.
Revisiones recientes indican que, aunque la regeneración reduce emisiones de freno, las partículas de neumáticos siguen siendo un problema urbano que requiere soluciones integradas (mejores compuestos de neumáticos, mantenimiento de pavimento, gestión de pesos).
Salud ocupacional y cadena de suministro de baterías
La fabricación y la extracción de materiales para baterías (litio, níquel, cobalto, grafito) plantean riesgos ambientales y ocupacionales que deben gestionarse. Estudios recientes señalan que la minería y el procesamiento pueden exponer a trabajadores y comunidades a metales pesados y compuestos tóxicos si no hay controles adecuados; además existe preocupación por residuos industriales y por sustancias persistentes empleadas en procesos de producción (PFAS y otros químicos).
Estas etapas del ciclo de vida pueden producir impactos de salud que requieren regulación, trazabilidad y esquemas de reciclaje responsables para minimizarlos. Es importante entender que el balance final de salud favorece la electrificación cuando la energía de recarga es limpia y la cadena de suministro y reciclaje se administra de forma responsable. (BioMed Central)
Contaminación asociada a la generación eléctrica (si no es renovable)
Si la electricidad que carga la flota proviene en gran medida de combustibles fósiles sin controles de emisiones, parte de los beneficios de salud local por eliminar escapes se trasladan a los puntos de generación (plantas termoeléctricas).
No obstante, el impacto sanitario suele distribuirse geográficamente y, en general, la centralización de emisiones en plantas (con controles) produce menos exposición poblacional comparada con miles de escapes en calles urbanas. Sin embargo, para maximizar el beneficio sanitario es crítico privilegiar fuentes renovables o tarifas/contratos que garanticen energía limpia para carga. (PMC)
Evidencia cuantitativa: cuánto se puede ganar en salud
Varios estudios modelan los beneficios sanitarios de electrificar flotas o parte del transporte urbano. Revisiones de impacto en países urbanos muestran reducciones de muertes y hospitalizaciones cuando disminuyen NO₂ y PM2.5 locales; estimaciones en escenarios urbanos indican que cambios masivos en flotas de reparto y buses pueden reducir miles de muertes y millones en costes sanitarios en décadas.
Un estudio de caso en ciudades latinoamericanas proyectó caídas significativas en carga de enfermedad al aplicar políticas combinadas de electrificación y energía renovable. En Colombia, los análisis de carga de enfermedad atribuible a PM2.5 (miles de muertes anuales atribuibles) muestran que mejorar la calidad del aire tiene un beneficio sanitario grande y urgente.
Cómo maximizar el beneficio para la salud: recomendaciones prácticas para empresas y flotas
1. Cargar con energía limpia:
Negociar contratos PPA (power purchase agreements) o programar carga en horas donde la matriz sea menos intensiva en combustibles fósiles, o mejor aún, emparejar cargadores con paneles solares y almacenamiento en baterías para disminuir el impacto en la generación. Esto traslada los beneficios de salud local sin externalizar emisiones a plantas no controladas.
2. Priorizar vehículos con regeneración eficiente:
La frenada regenerativa reduce partículas de freno; elegir vehículos y configurar estilos de conducción/telemetría para maximizar regeneración baja las emisiones non-exhaust. Estudios recientes demuestran reducciones importantes en la fracción de polvo de freno gracias a esta tecnología.
3. Gestión de peso y selección de neumáticos:
Minimizar peso no esencial (evitar sobrecarga), elegir neumáticos de baja emisión de partículas y realizar mantenimiento de pavimentos y estrategias de limpieza urbana para reducir emisiones de desgaste.
4. Políticas de fin de vida y reciclaje de baterías:
Exigir proveedores con planes claros de reciclaje y trazabilidad; participar en esquemas de retorno y recuperación de materiales para minimizar riesgos ambientales y ocupacionales asociados a residuos. Revisiones científicas insisten en que el reciclaje y el rediseño de baterías reducen considerablemente el impacto humano del ciclo de vida.
5. Medición y transparencia:
Monitorear calidad del aire local en zonas de operación y reportar indicadores de salud/sostenibilidad. Estos datos sirven tanto para mejorar operaciones como para comunicar impactos reales a clientes y comunidades.
6. Capacitación y salud ocupacional:
Implementar protocolos de seguridad para quienes trabajan en plantas de carga y talleres (control de polvo en instalaciones de batería, EPP en tareas de manejo y reciclaje). Estudios sobre riesgos ocupacionales en plantas de baterías recomiendan controles de ingeniería y monitorización ambiental estricta.
Mensaje para Colombia: por qué esto importa aquí y ahora
Colombia enfrenta una doble realidad: ciudades con problemas de calidad del aire y un interés creciente por la electrificación.
Los estudios locales muestran impactos relevantes en salud por PM2.5 y otros contaminantes; reducir las emisiones urbanas del transporte tendría efectos medibles en mortalidad y morbilidad. Por tanto, la electrificación de flotas (cuando se implementa con una estrategia energética responsable y manejo del ciclo de vida de baterías) representa una oportunidad de salud pública: menos hospitalizaciones respiratorias, menos eventos cardiovasculares y mejor calidad de vida en zonas urbanas.
Además, medidas complementarias (gestión de neumáticos, reciclaje de baterías, uso de energías renovables) permiten que la transición sea sanitaria y ambientalmente positiva en todas sus etapas. (PMC)
Conclusión: electrificar por la salud — una decisión empresarial con retornos sociales
La evidencia científica es consistente: reducir emisiones locales del transporte salva vidas. Los vehículos eléctricos eliminan las emisiones de escape, reducen el ruido y, combinados con energía limpia y buenas prácticas de cadena de suministro, producen un claro beneficio para la salud pública. No obstante, para que la electrificación sea realmente “saludable” en todo su ciclo de vida, las empresas deben gestionar la cadena de suministro de baterías, apostar por reciclaje responsable, favorecer regeneración y reducir emisiones non-exhaust. Para los gestores de flotas en Colombia, la electrificación no es solo una oportunidad para ahorrar: es una herramienta para mejorar la salud de las comunidades donde operan. Actuar bien produce beneficios económicos, reputacionales y, sobre todo, sanitarios.
En este contexto, la entrada de marcas como Farizon, representa un aporte real a la salud urbana. Sus vehículos comerciales 100% eléctricos eliminan emisiones de escape en los entornos donde más importa —centros urbanos y logísticos—, contribuyendo a mejorar la calidad del aire y reducir la exposición de trabajadores y comunidades. Al combinar tecnología inteligente, soporte local y cero emisiones, Farizon no solo ofrece una alternativa de eficiencia logística, sino también una herramienta empresarial para cuidar la salud pública.








