Sección Editorial: La Salud y la Cultura de Paz
En los primeros días de septiembre de 2000 se clausuró en Nueva York la llamada “Cumbre del Milenio” en la que participó la mayoría de las naciones del mundo, incluida obviamente Colombia. En esta magna Asamblea se debatieron temas de interés común, entre los cuales se destacó el de la salud, como quiera que ésta sigue siendo una necesidad y un derecho fundamental para el ser humano y un pilar en la restauración y robustecimiento de la cultura de paz que tanto anhelamos y necesitamos los colombianos en particular y el género humano en general.
La “Cumbre del Milenio” avaló el “Manifiesto 2000 para una Cultura de Paz y de no Violencia“, escrito por los Premios Nobel de Paz y suscrito por más de 100 millones de firmas, de las cuales 7 millones son de ciudadanos colombianos; para quienes no la han estampado podrían hacerlo en la página de Internet www3.unesco.org/manifiesto2000, en respaldo al contenido del trascendental documento que aboga por el respecto a la vida y a la dignidad de las personas, por la práctica de la no violencia y por el rechazo de ésta en todas sus formas: física, sexual, sicológica, económica y social, especialmente hacia los más débiles y vulnerables, como los niños y los adolescentes; por el hábito de la generosidad; por la costumbre de escuchar para comprometerse; por la decisión de preservar el planeta y revivir la solidaridad en todas sus manifestaciones.
En la declaración final, la “Cumbre del Milenio” no sólo ratifica la defensa de los principios y derechos fundamentales del hombre, sino que pregona varios compromisos concretos en los que prevalecen los temas médicos relacionados con la salud: reducir por lo menos en 50% el número de personas que en la actualidad carecen de agua potable; reducir la mortalidad materna en 75% y la infantil en 65%; detener la propagación del virus del SIDA, el paludismo y otras enfermedades graves; suministrar asistencia y trato especial a los huérfanos del SIDA mientras este flagelo persista. Todo lo anterior asociado con un plan intenso de educación y de fijación de un ingreso mínimo diario per capita para los menos favorecidos económicamente.
Las instituciones médicas y los médicos en particular no podemos ser indiferentes ante los planteamientos formulados por esta importante asamblea mundial, a fin de ayudar a prevenir y combatir el círculo vicioso que se origina en la violencia, de la cual ya han sido víctimas inocentes varios profesionales de la medicina sometidos a la sevicia horripilante de los violentos, sufrida entre otros, por el joven cardiólogo Miguel Alberto Nassif con quien se cometieron delitos atroces en sucesión diabólica: heridas graves en asalto sorpresivo, secuestro con fines de extorsión, tortura, abandono en estado crítico y muerte.
No obstante, para las campañas enunciadas debe primar la solidaridad de quienes más pueden colaborar en la mejoría de la calidad de vida y en la lucha contra la muerte de nuestros semejantes, en cuya vanguardia se destaca el cuerpo médico universal al que pertenecemos con eficiencia y decoro.
Joaquín Silva Silva, MD.
Editor
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