La Peste del Siglo XIV: Desastre Universal en Epoca de Tinieblas

F. GUZMAN , MD, SCC.

Palabras claves: Peste bubólica, Templarios, Infecciones en el siglo XIV.

Introducción

La peste, la muerte negra, epidemia que devastó a Europa entre 1347 y 1351, se llevó 25 a 40 millones de personas (casi el 50% de la población), barrió del mapa más de 200.000 aldeas y marcó el comienzo del fin de la Edad Media. Este desastre, que puso a tambalear la historia misma de la raza humana y que se presenta episódicamente en algunos países (recientemente India), constituyó una verdadera colección de muerte, sufrimiento, desesperación, bajeza y ejemplo de supervivencia sin igual en épocas precedentes.

En la Edad Media constituyó un enorme desequilibrio ecológico de 300 años, cuyo mayor precio fue pagado por los seres humanos. Como bien afirma Smith Hall, compartimos 65 enfermedades con los perros, 50 con las vacas, 46 con las ovejas, 42 con los cerdos, 35 con los caballos, 32 con las ratas y 26 con las gallinas.

El Turbulento Siglo de la Guerra de los Cien Años y de los Templarios

El conflicto entre Inglaterra y Francia se origina en tierra flamenca, debido a la preferencia de Flandes por la corona inglesa y su venta de materia prima a bajo costo para los telares que la habían hecho famosa en toda Europa.

El grito flamenco de “Trabajo y Libertad” se vio respaldado por el reclamo de la corona francesa, por el rey Eduardo III de Inglaterra quien aplasta la flota francesa en el puerto de la Esclusa en 1340, para luego invadir territorio galo en 1346 y derrotar estrepitosamente a la caballería francesa en la batalla de Crecy.

Luego de una tregua de 7 años, Eduardo (heredero británico llamado el Príncipe Negro), vuelve a derrotar a los franceses en Poitiers (1356) a los ejércitos de Juan el Bueno, quien es llevado preso a Londres, en donde permaneció varios años.

Entre 1356 y 1360 tiene lugar la primera revolución burguesa (liderada por Esteban Marcel), la revuelta campesina (la jacquerie) y el primer intento parlamentario de la historia francesa obviamente sin éxito.

En 1360, bajo la regencia de Carlos el Malo, se obtiene la paz de Bretigny, mediante la cual se entregan al monarca inglés extensos territorios que llegan a abarcar casi la mitad del suelo francés. Este regente tiene que renunciar a su vez a muchas de sus pretensiones mediante el tratado de Avignon (1365), en favor del nuevo rey, Carlos V El Astuto, quien vuelve a desencadenar la guerra en 1370, esta vez con la nueva técnica de guerra de guerrillas del excelente militar Bertrand du Guesclin, quien arrebata numerosas plazas al invasor británico.

El resto del siglo transcurre paralelamente en ambos países con regencias de familiares de los monarcas, ambos menores de edad (Carlos VI de Francia y Ricardo III en Inglaterra).

La isla-nación sufre a su vez la rebelión popular de Walter Tyler. En fin, desastres militares, pobreza y crimen se adueñan de Francia e Inglaterra a fines del Siglo XIV.

Sin embargo, uno de los episodios históricos mas Importantes del siglo XIV fue el de los Caballeros Templarios.

La Orden de los Caballeros Pobres de Cristo y el Templo de Salomón fue establecida en 1118 por nueve caballeros, al mando de Hugues de Payen, ante el rey Balduino I de Jerusalén, con el objeto de proteger los caminos utilizados por los peregrinos en viaje hacia Tierra Santa.

Sus principios eran una mezcla de disciplina religiosa de abadía y costumbres de cuerpo militar. Tomaban votos de pobreza, castidad y obediencia; seguían una dieta estricta; vestían un hábito blanco con cruz roja en el pecho; no podían rendirse ante el enemigo y, en caso de caer prisioneros, no podían ser rescatados con dinero y mucho menos si éste provenía de la Orden. Por lo mismo, eran de enorme fiereza en el combate y arrogantes en la paz y, con el tiempo, se convirtieron en una especie de diplomacia internacional.

Su poder económico y territorial los convirtió en presa fácil de la envidia de los reyes, en especial del rey francés quien, a través de papas manejados directamente por él, determina la extinción de una comunidad que había servido al Cristianismo y a la Iglesia por espacio de casi doscientos años.

Felipe IV el Hermoso (1265-1314), el último rey francés del siglo XIII, el mismo que ocasiona para su país el desastre de Courtai (1302) contra los flamencos; el mismo que expulsa a los judíos de su territorio en 1306; es el cerebro de la destrucción de la Orden, en una decisión que ulteriormente será el epitafio del período Capeto.

Había varias cosas que el rey Felipe IV el Hermoso no perdonaba a los Templarios: El rechazo del cual había sido objeto cuando se presentó como aspirante de la orden; su inmensa riqueza y el hecho de adeudarles dinero; la organización y disciplina militar templaria; su imparcialidad ante las instancias de acabar con los herejes; y su indepenencia intelectual, política y económica.

Basado en declaraciones de falsos renegados templarios, en informes tendenciosos de espías que logra introducir en la Orden y, muy especialmente, en la declaración de un tal Esquieu de Floyran, quien afirma haber escuchado una serie de infamias de labios de un templario prisionero en cárceles de Francia, el rey Felipe declara la guerra a los caballeros templarios, para lo cual envía órdenes selladas y simultáneas a todos los jefes de policía (Senescales) de Francia, con la voluntad expresa de ser cumplidas de inmediato en la madrugada del Viernes 13 de Octubre de 1307. Ellas conminaban a detener a todos los caballeros templarios, remplazarlos en sus funciones directivas por funcionarios leales al rey y confiscar todos sus bienes a favor de la Corona.

En marzo de 1308, el rey de Francia convoca los Estados Generales a la ciudad de Tours, reafirmando las acusaciones contra la Orden. Un año y medio después (agosto de 1309) se declara abierta la comisión eclesiástica en el monasterio de Santa Genoveva en París, compuesta por obispos vendidos al rey, quienes continúan la farsa y reafirman las acusaciones.

Las torturas continúan implacablemente. Los monjes fallecen por docenas. La defensa es confiada a los abogados Reinaldo de Provins, Pedro de Bolonia, Guillermo de Chambonnet y Bertrand de Sartigues. Ellos demuestran que las declaraciones tomadas bajo tortura son inválidas en el aspecto probatorio y denuncian el salvajismo de las mismas. El rey vuelve a tomar cartas en el asunto y nombra a Felipe de Marigny (hermano de uno de los consejeros conspiradores) como arzobispo de Sens y condena a muerte a cincuenta y cuatro templarios, quienes son asesinados en la hoguera y mueren gritando su inocencia.

Por fin, el 18 de marzo de 1314, bajo aprobación de la comisión papal compuesta por los cardenales Nicolás de Freauville, Arnaldo d’Auch y Arnaldo Novelli, se lee la sentencia en la que se condena a prisión perpetua a la plana mayor de la Orden: Jacques Molay (Gran Maestre), Hugo de Pairaud (Inspector de Francia), Godofredo de Charney (Preceptor de Normandía) y Godofredo de Gonneville (Preceptor de Poitou y Aquitania). Molay y Charney se levantan y protestan delante de la multitud la infame acusación. Por esto, son condenados a muerte esa misma noche.

Las tierras templarias fueron a parar en manos del rey y de la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan. Muchos miembros de la Orden del Temple lograron escapar y refugiarse en tierra británica, española, alemana y portuguesa. En este último país se los dejó subsistir organizados bajo el nombre de Caballeros de Cristo.

Dice la tradición que, cuando Jacques de Molay se encontraba en el suplicio, envió una estruendosa maldición contra el Rey Felipe, el Ministro Nogaret y el Papa Clemente, instándolos a responder por su infamia ante el tribunal de Dios, antes de 1 año. Estas fueron sus palabras:

“…Papa Clemente, Caballero de Nogaret. Rey Felipe, antes de 1año yo os emplazo para que comparezcáis ante Dios para recibir vuestro justo castigo. Malditos! Malditos hasta la decimotercera generación de vuestro linaje …”

Coincidencia o no, el papa Clemente murió al mes siguiente (18 de abril de 1314) y el Rey Felipe IV, antes de completarse el año (27 de noviembre de 1314) de la ejecución del Gran Maestre Molay, a la edad de 47 años.

El Desastre de la Peste

Europa fue afectada por dos episodios de peste. El primero, denominado “Peste de Justiniano”, que irrumpió hacia el año 541 de nuestra era, en la parte occidental del Asia, el norte de Africa y la totalidad de Europa; sólo en Constantinopla se llevó, en 4 meses, más de 200.000 personas y continuó en brotes episódicos hasta el año 700, arrasando el 40% de la población europea.

La peste del siglo XIV probablemente tuvo sus orígenes en Asia, en el desierto de Gobi, al infectar primero al pueblo Mongol. Llegó a China y mató, hacia 1331, al 70% de la población. Asoló India y Mesopotamia a través de los mercaderes italianos el mismo año, matando inicialmente 200 personas diarias, cifra que subió, en algunas ciudades a 7.000 muertos al día.

El registro histórico de la muerte negra afirma que varios países quedaron casi totalmente despoblados: India, Tartaria, Mesopotamia, Siria y Armenia, entre otros.

Los mismos mercaderes llevaron la peste al puerto de Mesina, Pisa y Génova. Se habla de la entrada de una docena de galeras a la ciudad portuaria de Mesina (Sicilia), con tripulantes contagiados en Asia Menor.

Las descripciones de Bocaccio son testimonio individual de algunos de los aspectos de la tragedia.

“…Tanta fue la crueldad del cielo y en gran medida del hombre, que entre marzo de 1348 y el siguiente mes de julio, se calcula que más de 100.000 seres humanos perdieron la vida dentro de los muros de Florencia…”

Ningún país de Europa se salvó del desastre. Italia, Francia, España, Inglaterra, los Países Bajos, repitieron la historia del Asia. Millones de personas cayeron en estos fatídicos años. El dolor social fue de una magnitud indescriptible, como lo atestiguan miles de documentos, entre otros el del historiador Agnolo di Tura:

“….las víctimas morían casi inmediatamente. Se hinchaban en los sobacos y la ingle y caían al estar hablando. El padre abandonaba al hijo, la mujer al marido y el hermano al hermano, pues esta enfermedad parecía atacar por el aliento y la vista. Y así morían. Y no podía encontrarse a nadie que enterrara a los muertos por amistad o por dinero…fallecían por centenares, de día y de noche… Y yo Agnoldo di Tura….enterré a mis cinco hijos con mis propias manos…Y así tantos murieron que todos creyeron que aquel era el fin del mundo…” (Fig. 1).

El Triunfo de la Muerte

Los ataúdes no alcanzaban. Los cuerpos se dejaban a la entrada de las casas y eran transportados en tablas queeran depositadas en fosas comunes.

En Montpellier sobrevivieron 7 de un total de 140 dominicos. Igual sufrieron los franciscanos, quienes perecieron en su totalidad. En Perpiñán murieron 8 de los 9 médicos del municipio y 15 de los cirujanos. En Oxford fallecieron el 40% de los estudiantes y en York, más de la mitad de los clérigos.

La Enfermedad

Yersinia pestis, causante de la peste bobónica, forma parte de las llamadas bacterias zoonóticas, grupo al cual pertenecen otros microorganismos como B. anthracis (ántrax), L. monocytogenes (listeriosis), F. tularensis (tularemia), B. melitensis (brucelosis), P. mallei (muermo), Leptospiras (leptospirosis), B. recurrentis (fiebre recidivante), Rothia (enfermedad por arañazo de gato) y S. minus (fiebre por mordedura de rata), entre otros.

Estas bacterias tienen como denominador común el poseer por lo menos un reservorio animal y se transmiten al humano por diversas vías a partir del huésped animal. En la actualidad se encuentra particularmente en ratas y ardillas.

Yersinia pestis es un bacilo Gram negativo, que crece rápidamente en cultivos. Se transmite al humano por picadura de pulgas del animal infectado, generalmente ratas. Esta pulga se denomina Xenopsilla cheopis. La bacteria puede ser destruida inicialmente por los polimorfonuclears, pero sobrevive en los mononucleares gracias a la presencia de sustancias antifagocitarias en su estructura microscópica. Llega a los ganglios linfáticos regionales y a partir de allí al organismo entero. En casos de epidemia, la pulga humana (Pulex irritans), también puede ser un vector transmisor de la infección. Una vez en las secreciones, puede transmitirse mediante saliva, esputo, sangre y prácticamente cualquier líquido o tejido. Además permanece por largos períodos de tiempo en secreciones desecadas en el suelo.

y. Pestis prolifera rápidamente en el organismo susceptible, ocasionando una extensa necrosis celular y trombosis microvascular. Posee además una muy activa toxina Gram negativa. Luego de un período de latencia de 1 a 6 días de su ingreso al organismo humano, el paciente presenta fiebre, deterioro general, taquicardia, cefalea, mialgias y delirio.

Existen, en su forma grave, tres tipos de presentación:

1. Peste bubónica, cuya puerta de entrada es la piel y se caracteriza por la aparición de “bubas” o “bubones”, que constituyen ganglios linfáticos con infarto y necrosis.
2. Peste neumónica, sea por avance de la peste bubónica o por transmisión a través de saliva, ocasiona una severa bronconeumonía necrotizante de suma gravedad clínica.
3. Peste septicémica, por diseminación linfática sistémica, con necrosis masiva y cuadro de coagulación intravascular diseminada, que lleva rápidamente a la muerte.

El escritor Giovanni Boccaccio describe el cuadro clínico agudo:

“…al empezar la enfermedad, salíanles a las hembras ya los varones unas hinchazones en las ingles y los sobacos que a veces alcanzaban el tamaño de una manzana común … Vulgarmente se les llamaba bubas. Las mortíferas inflamaciones iban surgiendo por todas partes del cuerpo en poco tiempo, y seguidamente se convertían en manchas negras o lívidas que surgían en brazos, piernas y demás partes del cuerpo, grandes y diseminadas, o apretadas y pequeñas. Y así como el buba primitivo era signo, y aún lo es, de muerte inmediata, también éranlo esas manchas …”

Posición de los Médicos Medievales Frente a la Peste

La medicina se declara totalmente impotente ante la tenebrosa enfermedad. Veamos el informe oficial de la Facultad de Medicina de París (a instancias del rey Felipe IV el Hermoso):

“Nosotros los miembros del Colegio de Medicina de París, tras profundas meditaciones y discusiones sobre la muerte existente, y tras consultar la opinión de nuestros viejos maestros hacemos aquí una clara descripción de las causas de esta peste existente según las reglas y claves de la astrología y las ciencias naturales. Si en algún lugar está el agua emponzoñada con peces muertos, el calor del sol no puede eliminarlos ni transformarla en agua curativa o granizo o nieve o escarcha, sino que los vapores se dispersan en el aire y rodean de nubes muchas zonas …Esto sucederá en todas las regiones sobre las que llegue el aire apestado del mar Indico y además, todo el tiempo en que el sol esté en el signo de Leo. En caso de que los habitantes no quieran cumplir las siguientes instrucciones o similares, les anunciamos una muerte segura …

…. Las comidas frías húmedas y acuosas son en su mayoría perjudiciales. Es peligroso salir de noche hasta las tres de la madrugada debido al rocío. No hay que comer pescado; el exceso de movimiento puede perjudicar, hay que ponerse ropa caliente y protegerse del frío, la humedad y la lluvia, no cocinar nada con agua lluvia … el aceite de oliva para las comidas es mortal. La gente obesa deberá ponerse al sol. Los arrebatos, la ira y la embriaguez son peligrosas. También son un peligro los baños y mantener abierto el cuerpo con lavativas. El trato con mujeres es de consecuencia mortal; no habría que cohabitar ni dormir con ellas en una cama … ”

La Bajeza Humana Ante la Epidemia de la Peste

El hambre en los años anteriores a la epidemia de la peste era de tal intensidad que fue necesario colocar guardias armados frente a los patíbulos, para evitar que la hambrienta población devorara los cadáveres (Fig. 2).

La muerte Bebiendo la Sangre

En plena epidemia, se observaron cuadros de locura masiva, como el caso de los chipriotas cristianos, quienes asesinaron a todos los presos y esclavos musulmanes, para evitar que cayera en manos islámicas la isla, en el caso de que muriera el último cristiano debido a la enfermedad.

El misticismo fanático se toma Europa; aparecen sectas de flagelantes, grupos autistas e histéricos colectivos. Como tenía que encontrarse un responsable, se le atribuyó a los judíos y sólo en Estrasburgo fueron quemadas 2.000 personas y en Mentz fueron asesinadas 18.000. En España, Alemania y Suiza la población judía fue exterminada en forma mostruosa. Y aunque aparecieron conatos de resistencia, como en la ciudad de Maguncia, en donde los judíos se defendieron en una batalla que cobró la vida de unos 200 “cristianos”, la población semita fue víctima de un verdadero genocidio. Hacia 1351 unas doscientas diez comunidades judías habían sido acabadas en más de trescientas cincuenta matanzas colectivas. Los judíos emigraron entonces a Polonia y Rusia.

Por otro lado, la acertada sospecha de algunos acerca de las ratas como vectores de transmisión de la peste, dio origen al oficio de “cazador de ratas”, inmortalizado por el famoso cuento de “El flautista de Hamelin”, escrito precisamen te en el siglo XIV.

Quizás quien más perfectamente ha interpretado la reacción humana ante tragedias masivas es Albert Camus, en su obra “La Peste”, inspirada en el brote de peste de Argelia en 1945, a través de su personaje narrador (el Dr. Bemard Rieux). Allí se describe la indiferencia de los hombres hacia el dolor ajeno mientras el mal no afecte a su propio cuerpo o al de algún ser querido. Indiferencia que es remplazada por la desesperación de ver que la peste ingresa al sancta sanctorum de su propio hogar y luego por el fenómeno del conformismo, al vivir rodeado de la muerte por todos lados.

Simultáneamente desaparecen las diferencias sociales, al sentirse en las mismas circunstancias de incertidumbre y dolor. El heroísmo es algo innecesario y primitivo; de nada sirve que un hombre muera por un ideal, lo importante es vivir y morir por lo que se ama. En un momento de la vida, un momento de gran dolor, el hombre espera, hasta llegar a desear la muerte, para acabar con el sufrimiento que le trae la vida. Por esto es importante tratar de disfrutar todos los momentos de la vida al máximo, pues nada en la vida, aparte de la muerte es definitivo y, por lo tanto, nada nos debe impedir el ser felices.

Consecuencias de la Epidemia de Peste

Después de tan horrenda mortandad el mundo no volvió a ser el mismo. Los valores sociales y personales cambiaron por completo. La gente comenzó a reflexionar sobre ciertos placeres antes olvidados por efectos de la influencia religiosa. El trabajo ya no se consideró como uno de los objetivos de la vida humana y comenzaron a exigirse jornadas laborales racionales, como en el caso de los trabajadores textiles de Gante en 1349. El individualismo comenzó a sofisticarse en todos los campos.

Como bien dice R. Gottfried en su obra “La Muerte Negra:”… En términos generales puede decirse que los hombres santos, islámicos o cristianos, no pasaron la prueba.” Esto fue cierto. la mayor parte de los religiosos huyeron de la peste, dejando abandonados a los moribundos y enfermos. Esto llevó a la búsqueda de nuevos santos dignos de veneración y a la aparición de un nuevo tipo de “Misticismo laico”, dominado por la obsesión por la muerte y su exaltación mediante nuevos monumentos.

Por último, la economía europea cambió radicalmente. La despoblación de campos y ciudades llevó a un nuevo tipo de equilibrio entre precios y salarios, se reforzó la ganadería, se especializaron los cultivos y se creó un nuevo sentimiento de identidad entre las clases populares y comenzaron a aparecer las revueltas contra los antiguos señores. Prueba de ello fueron la rebelión de la Jacquerie en Francia, el levantamiento campesino en Inglaterra y el alzamiento de los Ciompi en Florencia.

Todo esto replanteó las formas de gobierno medievales y la teoría misma del Estado, que abriría las puertas al Renacimiento del siguiente siglo.

Referencias

1. Guzmán F: Posición y Contribuciones Sociales de los Cirujanos en la Historia. (Primera Parte). Rev Col Cirug 1993; 8:80-4
2. Guzmán F: Posición y Contribuciones Sociales de los Cirujanos en la Historia. (Segunda Parte). Rev Col Cirug 1993; 8: 153-8
3. Guzmán F: Los cirujanos en la historia. En: Instrumental quirúrgico básico. F. Guzmán et al. Esc Col de Medicina, 1993
4. Guzmán F: La Peste: Azote del Medievo y comienzo de la Edad Moderna. Salud P6A, Enero 21/96
5. Guzmán F: Medicina e Historia en el siglo XIV: El caso de los Caballeros Templarios. Salud P6A, Enero 28/96


Doctor Fernando Guzmán Mora, Cirujano Cardiotorácico, FSFB; Prof Titular de Cirugía, Miembro de la Consiliatura del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Santafé de Bogotá, D.C., Colombia.

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