Oración: “Maestros de la Cirugía Colombiana” 1992

Humanidades

Al aceptar agradecido esta honrosa designación, entendí que ella significaba un homenaje de nuestra Sociedad al Departamento de Cirugía de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana que este año cumple su primer cincuentenario. Esta bella alegoría nos lo recuerda.

! Cuántos maestros! ! Cuántas enseñanzas y cuánta gratitud!

Con algo de una sana nostalgia, con mucho de reflexión, he vuelto a recorrer los caminos del recuerdo. Es como cuando al final de un día pleno de actividad, rememoramos lo hecho y analizamos lo vivido: “hay un instante del crepúsculo en que las cosas brillan más”.

Principiaba el año de 1947 y en la nueva Facultad de Medicina fundada 5 años atrás, se iniciaba en el Hospital de la Samaritana el curso de Clínica Quirúrgica. Ocurría con nosotros lo que sucede con los viajeros de primera vez, que van de sorpresa en sorpresa. Los efectos de esa terapéutica y la manera de realizarla con ciencia y arte, cautivaban nuestra atención. La anestesia parecía como de un poder sobrenatural y la confrontación del diagnóstico y el hallazgo quirúrgico era otro motivo de análisis.

En aquel entonces nuestro primer Profesor de Cirugía, el Doctor Hernando Anzola Cubides era un personaje, famoso ya, pero para nosotros un tanto distante. Sin embargo, desde ese tiempo sembró una semilla de interés por la cirugía.

Para comprender mejor esta época se hace necesario tener presente que la Universidad otorgaba el título de Médico-Cirujano y luego la práctica lo hacía más idóneo en determinada rama. No existían los programas de especialización sino más bien una especie de tutoría.

El Hospital de San Juan de Dios era el área de docencia de la Facultad Nacional y prestaba asistencia general y de urgencias. La Samaritana había sido creada para el tratamiento de las enfermedades venéreas y su actividad principal era la Urología. La Misericordia atendía los niños. Santa Clara estaba dedicada a la tuberculosis y el Hospital de San José era un centro quirúrgico por excelencia. Allí concurrían quienes buscaban un adiestramiento en cirugía y allí volvimos a encontrar al Profesor Anzola.

Hay un segundo factor por considerar. Fundada por cirujanos en 1947, la Asociación Colombiana de Gastroenterología como se denominaba en ese entonces era, sin lugar a dudas, la más importante del país por la calidad de sus socios, por las actividades que cumplía y hasta por el estilo social con que las realizaba. La mayoría de sus asociados y, además los líderes, eran cirujanos y por lo tanto el temario de sus programas era quirúrgico. Este fue un escenario muy importante donde Anzola ejercía su liderazgo y dejaba sentir su autoridad.

Otro punto de reparo para captar la evolución de la cirugía fue la visita de la Unitarian Medical Misswn. Presidida por George H. Humphrys, Profesor y Jefe de Cirugía de Columbia University e integrada por 7 especialistas, visitó las Facultades de Medicina del país en octubre de 1948.

Hizo un diagnóstico acertado de la educación médica y la administración; propuso soluciones, señaló nuevos caminos, y fue a no dudarlo, un factor muy importante en la transformación médica que estaba ocurriendo en el país.

Como lo dije en ocasión reciente, la guerra había destruido Europa y las Escuelas de Berlín y Viena, de París y Montpellier habían perdido el liderazgo que ahora se ejercía desde Baltimore, Nueva York, Rochester y Boston.

En esos años cobró vida la cirugía torácica liderada por José Pablo Leyva, la cirugía vascular encontró en Guillermo Rueda, Augusto Britton y Alberto Bejarano sus entusiastas pioneros y la cirugía abdominal vivió una nueva época con Hernando Anzola Cubides y sus discípulos.

La anestesia que impulsaba Juan Marín sobre bases de autodidactismo, recibió de Volpitto, profesor de anestesiología de la Universidad de Georgia, una orientación moderna.

Los métodos de asepsia y antisepsia quirúrgicas sufrieron entonces un benéfico cambio radical y la Enfermería profesional encontraba nuevos cauces académicos.

En muchos aspectos de la vida nacional supo destacarse el Profesor Hemando Anzola Cubides pero para nosotros fue especialmente el Maestro y Cirujano eminente.

Bogotano de nacimiento, se graduó en la Universidad Nacional. Si nos detenemos un momento ante su diploma de Médico-Cirujano encontramos en ese documento retazos de historia. La firma de Rafael Uerós nos recuerda que fue él quien hizo en Bogotá la primera gastrectomía, operación en la cual el graduando del año 27 iba a ser un artífice.

Pero, además, encontramos las de los doctores Pompilio Martínez, Juan N. Corpas, José del Carmen Acosta y José Vicente Huertas, que fueron maestros de la Cirugía Colombiana ya ellos debemos homenaje.

Más tarde se graduó de nuevo en la Universidad de París y tiempo después advertido que la brújula científica apuntaba hacia Norteamérica, marchó hacia la Mayo Clinic.

Su permanencia allí fue decisiva no sólo para complementar su formación científica sino también para orientar su ejercicio profesional y trasplantar a nuestros medios nuevos adelantos de la cirugía abdominal.

Si repasamos la historia, recordamos que Anzola hizo entre nosotros la primera resección de esófago en 1948. En esta cirugía mostró su temple de cirujano, su audacia de innovador, su visión de líder. Artífice de la gastrectomía, obtuvo su primacía sobre la gastroenteroanastomosis y la cirugía de las vías biliares alcanzó en sus manos niveles de perfección. Yo no podría afirmar si hubo o no innovaciones pero en este tema como en muchos otros captó ideas ajenas que bajo su dirección dieron óptimos frutos.

El trabajo en equipo es sin lugar a dudas un sistema que permite aprovechar muchas ventajas, neutralizar algunos defectos y sumar varios esfuerzos. Esta innovación fue muy importante para nuestra cirugía. La instrumentación realizada por un elemento femenino y no médico, fue otra modalidad que permitió al cirujano mayor orden y más fluidez en el acto quirúrgico. En este sentido también hizo camino al andar. Se ha comentado el preciosismo de su cirugía. Pero es necesario tener presente que en ese tiempo no existía el soporte quirúrgico del que hoy gozamos y las complicaciones eran de muy alto riesgo. Esto demandaba, limpieza del campo quirúrgico, orden de la técnica que se repetía siempre igual, delicadeza en el manejo de los tejidos y gran destreza.

Era una cirugía viva sin ser azarosa que Anzola realizaba con singular maestría dándole al acto quirúrgico una fluidez que le concedía apariencia de facilidad.

Pero era no solamente un técnico sino un Maestro y por eso su enseñanza se ponía de presente en todos los actos del vivir: Así en la cátedra como en la sala de hospital; en el quirófano como en el diálogo social; en la Academia y en el comentario que surge de improviso, ágil y auténtico durante el diario trajinar.

Saber tomar decisiones bajo tensión. Equilibrar el coraje y la prudencia. Sujetar la técnica al criterio. Apreciar el tiempo sin depender de él, fueron otras tantas lecciones que recibimos a su lado.

Pero también fue un maestro cuando nos inducía a pensar y a dudar. Cuando nos reunía en su casa para que cada cual sustentara su tesis; cuando robustecía nuestra confianza en el propio valor y también cuando frente a lo nuevo despertaba nuestro entusiasmo y atizaba nuestro análisis.

Entre las muchas anécdotas que podríamos traer a cuento hay una que pone muy de relieve la personalidad de Anzola: Inteligente, arrogante, seguro de sí mismo, hábil para el manejo de las situaciones.

Regresaba al país un brillante cirujano que con gran desempeño había dejado sobresaliente imagen en la Universidad de Ya le. Todo pronosticaba su éxito y por ello mismo despertaba recelo en los círculos Universitarios donde debía cumplirse su labor. Los jefes de los distintos servicios cautelosamente esquivaban su nombramiento.

Anzola dijo: Yo lo recibo en el servicio; si sabe más, le aprendo; si no, le enseño. Ese cirujano brillante, hoy también Maestro de la Cirugía Colombiana, era el doctor José Félix Patiño.

Los líderes son caracteres fuertes. Aman su misión. Irradian carisma, tienen confianza en sí mismos y por eso, capacidad de decisión. Son inteligentes y ojalá generosos; pero si son maestros, deben serlo.

La generosidad debe acompañar a quien enseña, es connatural con quien genera; esencial en la amistad; se entrega en el amor y se sublima en el heroísmo.

Con estas remembranzas rendimos homenaje al Maestro y un recuerdo afectuoso al amigo.

Y el fruto maduro deja el árbol.

El segundo Jefe y Profesor Titular de Cirugía que tuvo la Javeriana fue el doctor Mario Negret López.

Discípulo de Anzola y discípulo innovador, a él debo mucho de mi formación quirúrgica y es grato testimoniarle mi agradecimiento.

El Hospital de la Samaritana, pero especialmente el Hospital de San José fue el sitio de su mayor actividad.

Amplió los horizontes de nuestra cirugía abdominal y para comprobar este aserto recordemos que él practicó la primera Pancreatectomía total en 1951 y que sus trabajos sobre resección esofágica por cáncer lo colocan entre los pioneros de esa cirugía entre nosotros. Revisar sus comunicaciones sobre transposición para remplazo de esófago o estómago, es un deleite quirúrgico.

Pero además, hizo la primera resección hepática derecha y en la cirugía de vías biliares fue un decidido partidario de la vía transduodenal y la esfinteroplastia.

La cirugía fue su pasión. Cuando lo visité en la placidez de su hogar, hablando de su retiro, la contestación también pareció un tajo de bisturí. Me dijo casi textualmente: Al dejar de operar sentí como si dejara de ser médico.

Aparentemente frío, silencioso, talvez reservado pero siempre objetivo, siempre sereno, suave y analítico; prudente pero también decidido, Negret ha dejado una enseñanza indeleble y lo reconozco como uno de los Maestros de la Cirugía Colombiana.

Cuando visito la National Gallery en Washington, vuelvo a deleitarme en este cuadro del minero: en actitud de descanso pero vigilante, rodeado de un ambiente de discreción y dignidad que se traduce en los tonos oscuros, resaltan iluminadas sus manos y su cabeza. Sus manos y su mente que rescataron el metal precioso que otros gozarían.

Otro de los discípulos del doctor Anzola Cubides fue Alvaro Caro Mendoza cuya labor docente en la Universidad Nacional la testimonia el título de Profesor Honorario de Cirugía.

Podríamos decir que en el Hospital de San Juan de Dios se formó un grupo de cirujanos que han orientado la cirugía general durante un período muy importante.

Los médicos colombianos conocen su labor en el tratamiento quirúrgico del cáncer del páncreas y últimamente en la corrección del reflujo.

Descomplicado, franco, amigo leal, cirujano de altos quilates, hoy nos honra teniéndolo como Profesor del Departamento de Cirugía de la Universidad Javeriana.

y en este camino de recuerdos llegamos al año 65 en que nuestro Hospital San Ignacio tenía ya sus servicios básicos y el doctor Alberto EscaIlón Azcuénaga, discípulo predilecto del doctor Anzola y nuevo Director de Cirugía, reestructuro el Departamento.

Lo hizo con inteligencia, con constancia y gran tino venciendo muchas resistencias y aprovechando al máximo los escasos recursos.

Creó la residencia de especialidades de Cirugía General, Ortopedia, Urología, Otorrino y Oftalmología, y así nuestro departamento inició una nueva y fructífera etapa. Tan meritoria labor lo llevó a la Decanatura de la Facultad de Medicina que supo servir con dignidad y eficacia sin dejar de lado sus labores quirúrgicas.

Hoy continúa su actividad docente y la Universidad, para reconocerlos méritos lo ha nombrado Profesor Distinguido en Cirugía.

Amigo de siempre y compañero de muchos años y esfuerzos; simpático y gentil, cirujano de rara habilidiad y JUICIO, siempre vive con alegría y una aparente despreocupación que le concede su personal elegancia. Hombre de diálogo, sabe oír, dar y recibir consejo.

Muchos factores e influencias han incidido en nuestra cirugía: lejanas unas, y muy recientes otras; fundamentales o de orientación pero todas importantes.

Humphreys y Pack, Clagett y Nyhus, cuántos caminos nuevos nos mostraron.

Uno de nuestros Directores, el doctor Assaad Matuk transmitió al selVicio mucho de su formación en el New York Medical College. 

Y la escuela argentina con Iván Goñi Moreno y José María Mainetti, cuánta ayuda nos brindaron en cirugía esofágica y cuán bellos ejemplos nos dieron.

Y don Pablo Mirizzi, de grata recordación y Rodolfo Mazzariello, cuántos errores nos han ayudado a corregir en cirugía biliar. Y Joaquín Aldrete de Birminghan, Alabama, cuánto apoyo nos han brindado para la formación de nuevos docentes.

Así se ha formado, con el concepto y el ejemplo, si no una escuela sí una modalidad para vivir, sentir y ejercer la cirugía. Si no una escuela, sí un talante quirúrgico que ha adquirido con los años una personalidad muy definida. Un talante de estudio y de disciplina, de pertenencia, de orden y de honestidad; de libertad de pensamiento y de respeto mutuo, donde se cumpla el aserto del filósofo de la investigación Karl Popper: La verdad científica es un concepto transitorio que debe renovarse en un ambiente de libertad y tolerancia.

Cuánta labor demanda un Departamento de Cirugía y cuántos operarios para cumplirla. Quiero unirlos a todos en un solo recuerdo que es un homenaje, repitiendo el verso de Neruda:

… Es como el viejo vino de mi Patria
No lo hace un hombre sino muchos hombres
y no una uva sino muchas plantas;
y no es una gota sino muchos ríos;
no un capitán sino muchas batallas.

Señor doctor Patiño:

Usted ha sido noble y generoso en mi presentación. Nos ha dado una lección de tradición y de hidalguía más bella aún que las lecciones quirúrgicas. Estas son la técnica, aquellas la ética.

José Félix: En nombre de Celmira, de mis hijos y en el mío propio, mil gracias.

Queridos cirujanos:

En mi reciente visita a la casa del doctor Anzola, tuve la sensación de que el maestro estaba por llegar; tal es el espíritu con que se venera su recuerdo.

Entre los muchos títulos, diplomas y pergaminos me encontré con éste que lleva su nombre y es un mensaje para los cirujanos, y dice así:

“Recordad que la vida y la salud de vuestros enfermos dependen de vuestro saber y vuestra conciencia.
No permitáis jamás que los intereses materiales y personales sean la guía de vuestra conducta.
Recordad que es vuestro deber buscar sin pausa el perfeccionamiento profesional.
y no olvidéis nunca el respeto que debéis a vuestros colegas”.


* Oración pronunciada por el Profesor Jorge R. Segura Vargas, con motivo del XVIII Congreso de la Sociedad Colombiana de Cirugía, el 14 de agosto de 1992 en el Salón Rojo del Hotel Tequendama en Bogotá, Colombia. El orador fue presentado por el Profesor José Félix Patiño.

Revista de Cirugía

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