Empatía, Neuronas en Espejo e Ilusión Incorporativa Extracorporal
La empatía
La empatía es la cualidad de la conducta animal de percibir e internalizar el estado anímico del congénere, o -en el caso humano- del interlocutor. Es la misma Teoría de La Mente a la cual nos hemos referido antes, pero el término empatía es específico para el sentimiento compartido. En lenguaje común, empatía equivale a compasión. La función mental de la empatía es crucial en el logro del bienestar y del progreso individual y social.
Es más importante que la inteligencia puramente cognitiva, que incluye la memoria, el lenguaje hablado, la habilidad de abstraer y la capacidad matemática. Puesto que si bien la capacidad de empatía no nos hace más inteligentes, sí nos hace, al menos, moralmente superiores.
Para hacer empatía no necesitamos ver (escuchar la descripción de una desgracia se puede sentir vivamente sin ver los detalles directamente); sin embargo, para hacerlo necesitamos hacer uso de una representación hipotética VISUAL IMAGINARIA en el cerebro. (Lea también: La Neurobiología del Prejuicio Social)
Para lo último tomamos ventaja y comparamos experiencias similares previas “pregrabadas” en nuestro patrimonio mental VISUOAFECTIVO… Más común es la representación empática directa, al comunicarnos con otro u otros cara a cara.
Para poder sentir al unísono:
Empleamos un programa psicofisiológico de “copiadora instantánea” de estados anímicos (la psico-copiadora). La base de dicha copia la constituye un conjunto de neuronas de la corteza cerebral, actuando en concierto, formando lo que se reconoce como una red o asamblea cortical.
Estas neuronas se denominan neuronas “en espejo” en cuanto ellas se caracterizan por la presencia de potenciales de acción de modalidad tónica o continua, en contraste a la modalidad clónica, que son idénticos a los potenciales de acción que exhiben las neuronas del interlocutor en su red cortical efectora sintónica y que posee una misma distribución anatómica.
Siempre existe un agente efector que envía el programa afectivo y un agente receptor o “aceptor “que empatiza o sintoniza el contenido afectivo de la experiencia. El rol de efector y de aceptor es mutuo, intercambiable y concurrente.
Las neuronas en espejo, en el caso de la corteza motora, son las mismas que reclutamos para movimientos espontáneos o volitivos específicos y las mismas que se activan cuando observamos movimientos idénticos en otros (como puede ser el movimiento de aprensión de un alimento para ingerirlo).
En teoría existen, al igual que neuronas en espejo visuomotoras, neuronas visuo afectivas, neuronas visuosensoriales, neuronas visuo-olfatorias, etc.
En la interacción humana común estas redes actúan en forma combinada, lo cual explica la pluralidad multisensorial de nuestras experiencias, sean ellas directas, aquellas que rescatamos de la memoria, o aquellas que nos imaginamos espontánea o voluntariamente.
De gran interés es el hallazgo de que las neuronas en espejo del lóbulo parietal inferior, incluyendo las del surco interparietal y la circunvolución angular, son las que nos permiten predecir, anticipar o reconocer las intenciones del agente efector.
En otras palabras, son la que probablemente constituyen la base psicofisiológica de la empatía (Teoría de la Mente). Aun más interesante es el hecho de que esas mismas neuronas parietales dan origen a las experiencias extra-corporales, como las alucinaciones autoscópicas en las cuales vemos un doble nuestro en frente de nosotros, mientras el Yo permanece en su localidad original o cuerpo primario.
Me pregunto ¿es la empatía un fenómeno intrasensorial pero extra-corporal (ilusión in corporativa) que nos permite “ponernos en el puesto de otro “y establecer la sintonía afectiva ? (Nakahara K, Machete Y: Understanding Intentions: Through the Looking Glass. Ciñese. 2005; 308:644-645)
Patología del lóbulo frontal
Para imitar un movimiento o acción –apropiadamente- en un círculo social hay que hacerlo en forma “encubierta” o sólo mental. Para ello la corteza frontal dorso lateral debe inhibir el movimiento mientras lo observa. A su vez debe inhibir la emisión de palabras durante una conversación.
Individuos con lesión o disfunción del lóbulo frontal experimentan desinhibición de sus impulsos motores corporales y articulatorios. En consecuencia exhiben ecopraxia o imitan como un mimo los movimientos del interlocutor o imitan su lenguaje lo que se denomina ecolalia.
Las personas impulsivas (de hecho somos muchas, en especial aquellas dentro del espectro autístico) no dejan terminar la frase lo cual constituye una ecolalia y ecopraxia parcial. Interrumpimos al interlocutor, lo cual produce irregularidades en la fluidez de la interacción lingüística.
A su vez no nos gusta que nos interrumpan porque nuestra memoria de trabajo es débil, fragmentándose fácilmente por falta de flexibilidad psicomotriz. La interrupción de nuestra acción pro social interfiere con el envío de copias efectoras a la corteza sensorial (“las cuales nos dicen que estamos diciendo lo que queremos decir”) originadas en nuestro lóbulo frontal.
Al mismo tiempo, las descargas corolarias efectoras inhiben la percepción consciente de los estímulos periféricos, que nos distraerían durante nuestra acción o enunciación de palabras. Si el interruptor o “switch frontal” es débil o por el contrario muy rígido u “oxidado” (¿recuerdan los experimentos oculomotores de sacadas y antisacadas “go”y“no-go”?) no hay fluidez en la interacción y se pierde el raciocinio.
La interacción será entonces apráxica o irracional o no se puede sostener.
No puede alternarse en ese caso con lógica cronológica ni semántica si no hay continuidad “on line” (acinética y silente) durante la interrupción.
En otras palabras, no se puede sostener la atención. El lector puede leer un artículo anterior mío en el que se describe el trastorno oculomotor que padecen los pacientes con el síndrome de Asperger.
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