Intervención del Presidente de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina

Académico Dr. Efraím Otero Ruiz

La Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina quiere asociarse a la solemne celebración del cincuentenario de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, cuya brillante y duradera conmemoración intelectual la constituye la publicación del libro de nuestro directivo y miembro de número, el Académico Ricardo Salazar.

Cumplimos así la doble función de la Academia y de los libros históricos, cual es la de revivir y atraer, aunque sea por fugaces momentos, las personas y los hechos que han constituído y siguen constituyendo la medicina colombiana, en la más noble acepción de la palabra.

Hace unos años al responder la pregunta de un autor inglés sobre si se justifican las Academias Nacionales de Medicina, escribía yo que en cierta etapa de la vida, más temprana para unos que para otros, los médicos y los de algunas profesiones afines nos acogemos a las Academias.

Porque ellas, además del clima de altura y de respeto intelectual que brindan, ofrecen la oportunidad de volver a encontrarse.

Y no sólo con amigos y colegas que pueden haber tomado rumbos institucionales y profesionales distintos, sino con aquellos que, al exponer acá sus experiencias intelectuales o científicas, tienen la capacidad de hacer nos vibrar al unísono, compartiendo las mismas nostalgias y las mismas preocupaciones por la gallarda profesión que escogimos y que, en las últimas décadas, conglomerados oficiales y económicos tratan cada vez más de arrancarnos de las manos.

Esa función acogedora la cumplen al máximo conmemoraciones como ésta. Porque en el caso de la Sociedad que hoy exaltamos, trasciende el puñado de cirujanos plásticos que por coincidencia o necesidad se cruzaron en nuestras vidas y nos trae a escena, como lo hacen el libro y los elocuentes expositores que me han precedido, a una sociedad como un conglomerado humano coherente y vibrante; que a partir del idealismo de unos pocos trató de congregarse y formar se, padeciendo por varios años los dolores de nacimiento que toda asociación científica ha experimentado.

Y que al cabo de medio siglo se nos presenta ya como un grupo unido y poderoso, con seccionales y afiliaciones en todo el país, con referencias nacionales e internacionales y con un cuerpo sólido de publicaciones e innovaciones originales que vienen contribuyendo de manera decisiva al prestigio de nuestra ciencia en el exterior.

Y eso lo logra el libro trayéndonos, narrativa o icono gráficamente, las figuras de quienes sentaron esas bases, muchos de los cuales permanecen, si no en la presencia física, sí en la inmanencia espiritual con nosotros.

Por eso la historia va más allá de las bellas definiciones de Santiago Díaz y de Laín Entralgo citadas por el Académico Patiño en su prefacio.

La historia de las actividades médicas, como lo pedía André Malraux en sus Antimemorias “debe incluír esos momentos -unas veces humildes, otras resplandecientes- en que el enigma fundamental de la vida se muestra a cada uno de nosotros, como se revela a casi todas las mujeres en el rostro de un niño y a casi todos los hombres en el rostro de un muerto”.

Y esto no lo podría cumplir en forma más exultante sino el Académico, Ex-Presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica y miembro fundador de nuestra Sociedad de Historia, Ricardo Salazar López, a quien acabamos de oír. (Ver: Conmemoraciones: Bodas de Oro Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica Sesión Solemne del Jueves 20 de Abril de 2006)

Criado en ejemplar hogar congregado por su padre, el ilustre cirujano y profesor universitario Augusto Salazar Sánchez, puede decirse que sus genes y su formación influyeron para que fuera buen cirujano, buen profesor, buen investigador y buen amigo.

Profesor de cirugía plástica de varias generaciones de javerianos, entre ellas las de dos de mis hijos, todos lo recuerdan con afecto como la persona que es y que ni los años ni la fama han podido cambiarle: sencillo, amable, fácil transmisor del conocimiento sin estridencias ni pedanterías, trabajador, organizador y lector incansable.

Así lo hemos visto en la Sociedad de Historia de la Medicina a la que se incorporó como fundador en 1982. Donde como Tesorero “perpetuo” ha tenido que sufrir por muchos años lo que él mismo describe en el capítulo 17 de su libro reconociendo la labor ímproba de la doctora Rosarito Gómez: “Años en los cuales la infraestructura y los recursos de la Sociedad eran mínimos, lo cual hacía que todas las gestiones, trámites y comunicaciones… debieran hacerse con recursos propios”.

A Dios gracias, en los últimos 15 años nuestra Sociedad de Historia ha contado con el apoyo indefectible de esta Academia Nacional de Medicina, a la que pertenecen la mayoría de sus miembros.

Ricardo ha cumplido a cabalidad lo que por allá a finales de los 80s., durante la presidencia de Ernesto Andrade Valderrama, propusimos en carta dirigida a todas las Sociedades científicas, en el sentido de que cada una de ellas debía designar su propio historiador para que, en los vaivenes o en los cambios de sedes, no se perdiera ni la documentación ni la tradición oral de las mismas.

Además de sus múltiples trabajos científicos Ricardo ha publicado desde 1982 capítulos diversos de historia de la especialidad, así como una Evolución Histórica de la Cirugía Plástica en Colombia publicada en “Temas Médicos” de la Academia en 1995.

Digno sucesor de Andrés Soriano Lleras, se ha convertido también en un experto en la historia de la formulación médica, teniendo en su poder recetas manuscritas de algunos de nuestros precursores médicos más notables.

El mérito especial del libro, a mi manera de ver, radica en que Ricardo se rehusa a desprender la historia de la cirugía plástica de la historia misma de la medicina en Colombia. Por eso comienza en la medicina aborigen o precolombina, continuando con la de la conquista, resaltando a través de las octavas reales de Castellanos la reconstrucción plástica hecha a don Pedro de Heredia, conquistador al que todos los alumnos bartolinos del Padre Granaditos recordábamos como “aquel que perdió las narices en una reyerta”.

Después de 14 enjundiosos capítulos sobre la historia de la medicina y la cirugía nacionales, dedica los 10 siguientes a la de la cirugía plástica, desde su conformación como Sociedad hasta la efeméride que hoy celebramos.

El libro, profusa y bellamente ilustrado, termina con un capítulo a manera de epílogo titulado “Los retos”, a cargo del Dr. Luis Felipe Pardo Posse, actual Vice presidente de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, Estética, Maxilofacial y de la Mano, como hoy se la conoce.

El largo nombre es un símbolo de sus meritorias realizaciones y de algunos de los retos que se le esperan en el futuro. Uno de los cuales, cubierto a profundidad y con insistencia por los autores, es el de la bioética de su práctica, sometida a las suplantaciones e infracciones que con relativa frecuencia tenemos que enfrentar los magistrados de los Tribunales de ética médica.

Para terminar en lo personal, para mí es un honor que en dos ocasiones haya tenido que hablar ante tan distinguido grupo, refiriéndome a temas de cirugía plástica en las que el personaje sobresaliente ha sido mi amigo Felipe Coiffman.

La primera fue hace 20 años cuando, como Ministro de Salud, hube de dar la bienvenida a la publicación de su magno tratado sobre la especialidad, que hoy lleva más ediciones y más volúmenes añadidos y difundidos internacionalmente.

La otra es hoy, cuando se le reconoce como egregio fundador y promotor de una Sociedad de una especialidad que, en más de medio siglo, ha aportado lo mejor de sí y de su gente para mejorar la salud y el bienestar de nuestros compatriotas y del género humano.

Loor y gratitud imperecedera a quienes, temporal o definitivamente hoy presentes o ausentes, colocaron su grano de arena para construir de una profesión un arte que hoy enorgullece a Colombia!

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