Revolución gloriosa de 1688: un cambio decisivo en la historia de Inglaterra

Revolución gloriosa de 1688

La revolución gloriosa de 1688 fue uno de los eventos más significativos en la historia de Inglaterra, y marcó un cambio radical en la estructura política del país. Este movimiento, aunque en gran medida no violento, supuso la deposición del rey Jacobo II y el ascenso de Guillermo de Orange y su esposa, María II, al trono inglés. Lo que lo hace especialmente notable es que representó el fin de la monarquía absolutista en Inglaterra y el surgimiento de un nuevo sistema en el que el poder real quedaba limitado por las leyes y el Parlamento. La Revolución no solo tuvo repercusiones en Inglaterra, sino que también afectó a Escocia, Irlanda y las colonias británicas, cambiando para siempre la forma en que se gobernaba el país.

Causas de la revolución gloriosa

La Revolución Gloriosa se originó en un conflicto entre el rey Jacobo II y varios sectores de la sociedad inglesa. Jacobo, quien había subido al trono en 1685, era católico en un país que se había vuelto predominantemente protestante después de la Reforma. A lo largo de su reinado, Jacobo tomó medidas que alarmaron tanto al Parlamento como a la población en general, como su intento de promover el catolicismo a expensas de la religión anglicana, que era la oficial.

Entre las acciones más controvertidas de Jacobo se encontraba el uso del poder real para suspender leyes y nombrar católicos en puestos clave del gobierno y el ejército. Esto generó una gran oposición, ya que los ingleses temían una vuelta al absolutismo y a los conflictos religiosos que habían afectado al país durante el siglo anterior. El temor aumentó cuando el rey tuvo un hijo en 1688, lo que indicaba la posibilidad de una dinastía católica en el trono.

Invitación a Guillermo de Orange

Con el país en un estado de creciente descontento, varios miembros del Parlamento y nobles influyentes decidieron actuar. En junio de 1688, un grupo de siete nobles envió una carta a Guillermo de Orange, esposo de María, la hija protestante de Jacobo II. Guillermo, que ya era un destacado líder en los Países Bajos y un firme defensor del protestantismo, fue invitado a invadir Inglaterra para proteger las libertades protestantes y el Parlamento inglés. Esta invitación fue vista como la solución a una crisis que, de no resolverse, podía haber sumido al país en una guerra civil.

Guillermo aceptó la invitación, no solo por su conexión familiar, sino también porque veía una oportunidad para fortalecer su posición contra Francia, que en ese momento era el principal enemigo de los Países Bajos y de Inglaterra. La invasión de Inglaterra en noviembre de 1688 fue bien recibida por gran parte de la población y las fuerzas armadas, lo que facilitó la rápida caída de Jacobo.

Abandono del Trono por Jacobo II

Jacobo II intentó resistir la invasión, pero pronto quedó claro que no contaba con el apoyo necesario. Su ejército se desmoronó, y muchos de sus generales desertaron para unirse a Guillermo. Además, su política religiosa lo había aislado de una gran parte de la sociedad, incluidos los nobles y el Parlamento. Ante esta situación, Jacobo intentó huir a Francia en diciembre de 1688, lo que efectivamente dejó el trono vacío.

Este evento fue clave para evitar un conflicto armado a gran escala. El Parlamento, sin un monarca en funciones, convocó una convención que ofreció la corona a Guillermo y María, pero con la condición de que aceptaran una serie de límites a su poder. Este acuerdo se formalizó en la Declaración de Derechos de 1689.

Declaración de Derechos de 1689

Uno de los resultados más importantes de la Revolución Gloriosa fue la aprobación de la Declaración de Derechos (Bill of Rights) en 1689. Este documento limitaba los poderes de la monarquía y aseguraba que el Parlamento fuera una parte central del sistema de gobierno inglés.

Entre las disposiciones clave, la Declaración de Derechos prohibía al monarca suspender leyes, imponer impuestos sin el consentimiento del Parlamento, y mantenía el derecho a las elecciones libres y la libertad de discurso dentro del Parlamento.

La Declaración de Derechos también garantizaba una serie de libertades civiles para los súbditos, incluidas la prohibición de castigos crueles y la protección contra detenciones arbitrarias. Este documento fue fundamental para establecer la monarquía constitucional en Inglaterra, en la que el rey o la reina gobernarían, pero siempre dentro de los límites de la ley y con el Parlamento como socio en el gobierno.

Consecuencias políticas y sociales de la revolución gloriosa

La Revolución Gloriosa no solo tuvo un impacto inmediato en Inglaterra, sino que también tuvo repercusiones a largo plazo. En primer lugar, estableció un precedente para la soberanía parlamentaria, que se convertiría en un principio fundamental del sistema político británico. A partir de la Revolución, el Parlamento tendría un papel preponderante en el gobierno del país, y la monarquía, aunque seguía siendo importante, se convirtió en un símbolo más que en una fuerza dominante.

En segundo lugar, la Revolución Gloriosa reafirmó el carácter protestante de Inglaterra. Al garantizar que el monarca debía ser protestante, la Declaración de Derechos evitó que futuros monarcas intentaran reinstaurar el catolicismo como religión oficial. Esto ayudó a estabilizar la situación religiosa del país y a poner fin a las luchas sectarias que habían dominado gran parte del siglo XVII.

Por último, la Revolución también tuvo un impacto en las colonias británicas, especialmente en América del Norte, donde reforzó el compromiso con los derechos y libertades de los colonos. La Carta de Derechos inglesa sirvió de modelo para futuras demandas de los colonos de representación y libertades, influyendo indirectamente en la Revolución Americana un siglo después.

Impacto de la revolución gloriosa en las colonias británicas

El impacto de la Revolución Gloriosa de 1688 en las colonias británicas fue profundo, ya que este evento no solo cambió la relación entre la monarquía y el Parlamento en Inglaterra, sino también en los territorios coloniales.

Uno de los efectos más importantes fue el fortalecimiento del control parlamentario sobre las colonias. Antes de la Revolución, los monarcas tenían más libertad para gobernar las colonias de manera autoritaria, pero tras el ascenso de Guillermo de Orange y María II al trono, el Parlamento británico empezó a supervisar más de cerca la administración colonial, asegurando que las leyes y derechos ingleses también se aplicaran en las Américas.

Además, la Revolución Gloriosa inspiró a los colonos a exigir más derechos y libertades. La Declaración de Derechos de 1689, que limitaba el poder de la monarquía y garantizaba ciertos derechos fundamentales, fue vista como un modelo en las colonias.

Los colonos comenzaron a exigir un gobierno representativo y mayores libertades civiles, lo que fomentó una mayor resistencia a las políticas absolutistas que los gobernadores coloniales intentaban imponer. Este espíritu de autonomía política contribuyó a crear un ambiente de creciente descontento que, décadas más tarde, culminaría en la Revolución Americana.

Finalmente, la Revolución Gloriosa influyó en la política religiosa de las colonias. Al asegurar que Inglaterra seguiría siendo un país protestante, el evento reforzó el carácter protestante de las colonias.

En particular, en Nueva Inglaterra, los puritanos vieron la Revolución como una victoria para su causa religiosa y se sintieron más respaldados para defender sus creencias. Al mismo tiempo, en otras colonias, como Maryland, donde los católicos habían tenido una mayor presencia, la Revolución resultó en una mayor presión para limitar el poder de los católicos y reforzar el dominio protestante en la región.

Conclusión

La Revolución Gloriosa de 1688 marcó un punto de inflexión en la historia política de Inglaterra. Al poner fin al absolutismo y sentar las bases de una monarquía constitucional, transformó la relación entre el rey y el Parlamento y aseguró un gobierno basado en leyes y derechos.

Este evento no solo tuvo un impacto duradero en Inglaterra, sino que también influyó en el desarrollo de las democracias parlamentarias en todo el mundo. El equilibrio de poder logrado en 1688 continúa siendo una característica central del sistema político británico hasta el día de hoy.

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