Introducción
Durante años, la movilidad eléctrica fue vista como una promesa lejana, limitada a países desarrollados y a sectores experimentales. Hoy, esa percepción ha cambiado. En Colombia, la electrificación de flotas ya no es una apuesta arriesgada ni una moda pasajera. Es una respuesta concreta a las necesidades de competitividad, sostenibilidad y eficiencia del transporte empresarial.
De acuerdo con la Asociación Nacional de Movilidad Sostenible (ANDEMOS), en 2023 se matricularon 10.273 vehículos eléctricos nuevos en Colombia, un crecimiento del 16,3% frente al año anterior, y el segmento de vehículos comerciales eléctricos ha ganado participación gracias a políticas públicas, reducción de costos operativos y mayor oferta en el mercado (ANDEMOS, 2024).
Las grandes ciudades, los centros de distribución, las empresas de mensajería, logística y servicios están comenzando una transformación silenciosa, pero estratégica. Porque electrificar no es un acto simbólico: es una decisión empresarial informada.
Más allá de la sostenibilidad: una necesidad competitiva
Aunque muchos relacionan la movilidad eléctrica con la lucha contra el cambio climático —una causa justa y urgente—, hay un argumento igual de poderoso para las empresas: la rentabilidad.
Reducir la dependencia del diésel y otros combustibles fósiles es, ante todo, una decisión económica. El precio del diésel en Colombia ha escalado progresivamente, pasando de niveles subsidiados a cifras por encima de los $10.000 por galón en 2024, como parte de un plan del Gobierno Nacional para cerrar el déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (FEPC) (Minenergía, 2024).
A esto se suma el mantenimiento. Los vehículos eléctricos (VE) tienen menos partes móviles, no requieren cambios de aceite ni tienen sistemas complejos de transmisión. Esto representa una disminución de hasta un 40% en mantenimiento, según BloombergNEF.
Y si hablamos de sostenibilidad como herramienta de posicionamiento, no podemos ignorar que cada vez más empresas incluyen criterios ambientales en sus decisiones de compra o licitación. Tener una flota eléctrica puede ser la diferencia entre ganar o perder un contrato.
Las regulaciones ya marcan el camino
La transición energética no es solo deseable: ya está en curso a nivel normativo. Las autoridades locales y nacionales han empezado a establecer medidas que impulsan la migración hacia tecnologías limpias, especialmente en el transporte urbano y de última milla.
Bogotá, por ejemplo, implementa zonas de bajas emisiones (ZBE), donde progresivamente se restringirá la circulación de vehículos contaminantes. El Plan de Ordenamiento Territorial (POT) aprobado en 2022 incluye objetivos claros hacia la descarbonización del transporte.
Medellín, a su vez, ha desarrollado incentivos para flotas eléctricas a través de Empresas Públicas de Medellín (EPM), facilitando acceso a cargadores, leasing de vehículos y formación para técnicos y conductores.
A nivel nacional, la Ley 1964 de 2019 establece incentivos tributarios como exención del IVA para los vehículos eléctricos, tarifas reducidas de impuesto vehicular y beneficios en peajes. Estos estímulos están activos y han sido renovados recientemente.
Empresas que esperen hasta que la regulación obligue al cambio, llegarán tarde. Las que se anticipan, ganan.
Las cifras no mienten: rentabilidad y eficiencia
La evidencia económica a favor de los vehículos eléctricos es abrumadora. Más allá de su impacto ambiental, los números muestran que son una opción financieramente viable y sostenible para empresas.
- Hasta un 60% de ahorro en combustible: Recorrer 100 km en un vehículo a diésel puede costar $40.000, mientras que hacerlo en un eléctrico ronda los $12.000–$15.000, dependiendo del costo del kWh y la eficiencia del vehículo.
- Menores costos de mantenimiento: Según la consultora McKinsey & Company, los costos de mantenimiento de los VE pueden ser entre 30 y 50% menores que los de los vehículos de combustión interna, dependiendo del uso.
- Menos tiempo fuera de operación: Los VE tienen menos paradas técnicas, menos riesgos de avería por calor o fricción, y en modelos de carga rápida, pueden estar operativos nuevamente en menos de una hora.
El análisis del Costo Total de Propiedad (TCO) demuestra que, a mediano plazo (3–5 años), el VE no solo se iguala, sino que supera al vehículo a combustión en términos de rentabilidad.
El momento estratégico es ahora

Toda transformación empresarial comienza con una decisión. Y en este caso, postergar puede ser más costoso que actuar. La transición hacia vehículos eléctricos representa una ventaja competitiva clara:
- Alineación con metas de sostenibilidad (ODS, políticas ESG).
- Mayor aceptación social y de consumidores conscientes.
- Beneficios tributarios reales.
- Reducción de exposición al alza en combustibles.
- Imagen corporativa innovadora.
Retrasar la transición a vehículos eléctricos ya no es una opción neutra: es una desventaja competitiva. El contexto económico, regulatorio y tecnológico en Colombia ha generado una ventana de oportunidad única para que las empresas actualicen sus flotas de forma inteligente, rentable y alineada con las exigencias del mercado actual. Hacerlo ahora significa anticiparse, ahorrar y diferenciarse.
Ventajas económicas, normativas y tecnológicas alineadas
Desde el punto de vista económico, los costos operativos de las flotas tradicionales han aumentado significativamente en los últimos años, especialmente por el alza sostenida del precio del diésel, que ha perdido subsidios gradualmente. En contraste, el costo de cargar un vehículo eléctrico se mantiene bajo y estable gracias a la diversificación energética nacional, el impulso de energías renovables y las tarifas preferenciales para carga nocturna. Esto hace que cada mes de demora en la transición represente una pérdida tangible en términos de eficiencia operativa.
A nivel regulatorio, Colombia ha adoptado una política firme de apoyo a la movilidad sostenible. Leyes como la Ley 1964 de 2019 —que promueve el uso de vehículos eléctricos— y programas como el Plan Nacional de Electromovilidad brindan beneficios tributarios, simplificación de trámites y estímulos para las empresas que adopten tecnologías limpias. Además, algunos entes territoriales han empezado a exigir puntajes de sostenibilidad en licitaciones públicas y contratos de provisión de servicios. Esto implica que las empresas con flotas eléctricas tendrán mayores probabilidades de ganar contratos en sectores como salud, logística urbana, alimentos, transporte escolar o servicios públicos.
En términos tecnológicos, los vehículos eléctricos han superado muchas de las barreras iniciales: hoy tienen mayor autonomía, mejores prestaciones, tiempos de carga más rápidos y más modelos disponibles en Colombia para distintas necesidades empresariales. También ha aumentado el número de proveedores y talleres especializados, reduciendo la percepción de riesgo operativo. Además, la infraestructura de carga ha crecido: empresas como Enel X, Celsia, EPM y Terpel Voltia están desarrollando redes públicas y soluciones empresariales que facilitan la operación diaria de flotas eléctricas.
Liderar la transición ahora es ganar competitividad
Finalmente, hay un factor reputacional y estratégico: las empresas que lideran la transición energética elevan su valor de marca, se diferencian ante clientes, inversionistas y aliados estratégicos, y mejoran su posicionamiento frente a entornos cada vez más exigentes en sostenibilidad. En mercados internacionales, muchas multinacionales exigen que sus proveedores implementen políticas de carbono neutral. Incluso en Colombia, sectores como retail, manufactura, salud o logística ya han empezado a medir su huella de carbono y buscan alianzas con empresas responsables.
En este escenario, esperar puede significar perder liderazgo, licitaciones, márgenes y reconocimiento. El momento para dar el primer paso hacia una flota más limpia, eficiente e inteligente es ahora.
¿Qué hacen las empresas líderes?
Varias compañías ya iniciaron el camino. En Colombia:
- Coordinadora ha implementado vehículos eléctricos en rutas urbanas para reducir sus emisiones y mejorar eficiencia en entregas.
- Rappi y TCC han iniciado pilotos de electromovilidad para entregas de última milla.
- Empresas del sector energético como Celsia o Enel X no solo ofrecen soluciones de carga, sino que las adoptan internamente en sus operaciones.
Incluso marcas internacionales han ingresado al país con productos diseñados para el entorno colombiano. Farizon, por ejemplo, de la mano de Geely ha desarrollado vehículos eléctricos especializados en logística urbana y carga, adaptados a las necesidades de rutas empresariales. Aunque es una marca nueva en el mercado, su presencia creciente muestra que la electromovilidad también atrae a innovadores globales.
Retos reales… y cómo superarlos
No todo es sencillo. La transición hacia vehículos eléctricos implica superar barreras:
- Costo inicial: Aunque más alto que el de vehículos tradicionales, puede resolverse con financiamiento. Bancóldex, BBVA, Bancolombia y otras entidades ofrecen líneas verdes, leasing y crédito para movilidad sostenible.
- Infraestructura de carga: La planeación es clave. Instalar cargadores en sedes propias o alianzas con estaciones públicas ya es viable en Colombia.
- Cultura empresarial: Cambiar hábitos operativos, capacitar técnicos y conductores, y ajustar la logística son parte del proceso. Pero muchas empresas ya lo han hecho.
Aunque la transición hacia vehículos eléctricos presenta enormes beneficios, también implica enfrentar barreras logísticas, culturales y financieras que no deben subestimarse. La clave no está en evitarlas, sino en entenderlas y superarlas de forma estratégica. Aquí exploramos los principales obstáculos y cómo las empresas colombianas pueden resolverlos de manera práctica.
Infraestructura eléctrica insuficiente
Una de las principales preocupaciones es la disponibilidad de energía y la capacidad de las sedes para soportar puntos de carga, especialmente si se trata de cargadores rápidos. Muchas empresas, al analizar su sede operativa, descubren que sus instalaciones no están preparadas para un aumento en la demanda eléctrica, o que los transformadores disponibles son insuficientes para cargar varios vehículos simultáneamente.
Solución: Antes de comprar los vehículos, se debe hacer un diagnóstico eléctrico con un proveedor experto. Empresas como Celsia, Enel X o EPM ofrecen este servicio, incluso con modelos de instalación financiada o leasing de infraestructura. En zonas con capacidad limitada, una opción viable es instalar cargadores lentos (AC) y organizar la operación de tal forma que los vehículos se carguen en turnos nocturnos. También existen soluciones como paneles solares complementarios, baterías de respaldo y sistemas de gestión de carga inteligente que distribuyen la energía según prioridades operativas.
Miedo a la autonomía y la planificación de rutas
El temor a “quedarse sin batería” sigue siendo una de las barreras más frecuentes, sobre todo en operaciones que no están centralizadas o donde los recorridos varían. Esto se conoce como “ansiedad de autonomía” y puede generar resistencia por parte de los conductores y gerentes de operación.
Solución: Existen plataformas de telemetría y software de gestión de flotas que permiten planificar rutas óptimas considerando autonomía, puntos de carga y pendientes. Algunas herramientas incluso ajustan las rutas en tiempo real según el consumo. Además, es clave iniciar la transición con rutas predecibles y controladas (como entregas urbanas o transporte entre bodegas) para ganar confianza. Una vez probado el rendimiento real del vehículo en condiciones locales, la empresa puede ampliar su operación eléctrica sin temor.
Inversión inicial elevada
Aunque el Costo Total de Propiedad (TCO) es favorable a mediano plazo, el desembolso inicial para adquirir una flota eléctrica puede ser una barrera para muchas pymes o empresas en crecimiento. Además, algunas entidades financieras todavía desconocen el comportamiento financiero de estos activos, lo que dificulta el acceso a crédito especializado.
Solución: Como se mencionó, existen líneas de crédito verdes (como Sostenible Adelante de Bancóldex), esquemas de leasing y modelos “as a service” que permiten pagar por uso sin necesidad de compra. La clave está en diseñar un flujo de caja proyectado realista que evidencie los ahorros mensuales, y presentarlo como respaldo ante entidades financieras. Algunos fabricantes también ofrecen paquetes que incluyen vehículo, mantenimiento, seguros y cargador en una sola cuota mensual.
Resistencia al cambio por parte del personal
La cultura organizacional puede ser un obstáculo silencioso. Conductores que desconfían de la tecnología, técnicos que temen quedarse sin trabajo por no conocer la mecánica de los VE, o gerentes que dudan de la confiabilidad operativa de esta nueva forma de transporte, son barreras comunes.
Solución: La capacitación temprana es fundamental. Muchas marcas ofrecen entrenamientos técnicos y operativos al momento de entregar los vehículos. Además, incluir al personal en las fases iniciales del piloto ayuda a reducir la resistencia. Mostrar datos reales —como autonomía, tiempos de carga, ahorro en combustible— construye confianza. En empresas exitosas, incluso se han creado incentivos para conductores que optimizan el consumo energético de sus vehículos.
¿Y si no cambio ahora?
Esperar puede parecer prudente, pero tiene costos ocultos:
- Perder licitaciones o clientes que valoran sostenibilidad.
- Pagar más por diésel en los próximos años.
- Quedar por fuera de zonas restringidas.
- Pérdida de competitividad frente a empresas más ágiles.
En cambio, actuar ahora permite hacer pruebas, evaluar modelos, negociar con anticipación y aprender antes que otros.
Conclusión
La electrificación de flotas no es moda, ni idealismo ambientalista. Es estrategia. Es visión. Es eficiencia.
Cada empresa colombiana tiene hoy la oportunidad de marcar la diferencia: no solo en sus balances financieros, sino en su impacto ambiental, su imagen corporativa y su capacidad de adaptación ante un mundo que ya cambió.
El mejor momento para actuar es ahora.
Preguntas frecuentes sobre electrificación de flotas empresariales
- ¿Los vehículos eléctricos son adecuados para operaciones intensivas?
Sí. Muchos modelos actuales permiten autonomía de más de 300 km, ideal para rutas urbanas o logísticas. Además, la carga rápida permite ciclos operativos más continuos. - ¿Qué pasa si mi operación incluye zonas rurales?
Depende del modelo. Existen opciones con tracción 4×4 y baterías de mayor capacidad. Lo importante es hacer un análisis de autonomía y evaluar puntos de carga disponibles. - ¿Cuánto se tarda en recuperar la inversión?
En promedio, entre 2 y 5 años, dependiendo del uso diario, tipo de operación y condiciones del financiamiento. - ¿Puedo usar subsidios o créditos verdes?
Sí. Entidades como Bancóldex, FENOGE o programas municipales como los de Medellín y Bogotá ofrecen incentivos y líneas preferenciales de crédito. - ¿Qué vehículos eléctricos están disponibles para empresas en Colombia?
Actualmente están disponibles modelos comerciales de Renault, BYD, Maxus, JAC, Hyundai, y nuevas marcas como Farizon enfocadas en logística y carga.