Relación Barrio-Cárcel: Estudio de Caso en dos Prisiones Chilenas

Resumen

Las cárceles han llamado la atención de la sociología al ser una institución dentro de la sociedad. Y al mismo tiempo, comportarse como una sociedad en sí misma, con sus propios códigos y normas. Sykes la llamó “sociedad de los cautivos”. Por cuanto asume que los procesos de adaptación tenían que ver con aspectos endógenos de la propia prisión y no con características exógenas, como las trayectorias de las personas encarceladas o los barrios de los que provienen.

Esta investigación, realizada en dos cárceles chilenas usando una metodología cualitativa, analizó cómo se conforman los roles entre internos, para explorar la vigencia de lo señalado por Sykes.

Nuestros hallazgos sugieren que:

(i) las relaciones entre internos se caracterizan por fuertes asimetrías de poder 

(ii) los roles y funciones están marcados por lo que ocurre en los barrios de proveniencia. Lo que sugiere que en el siglo XXI barrio y cárcel tienen fronteras porosas.

Finalmente, discutimos las implicancias de esta porosidad para repensar los programas de reinserción.

Palabras clave:

Prisión, prisionero, estudio de caso (fuente: Tesauro de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – UNESCO), barrio, conexión, Chile, internos (fuente: autor).

Abstract

Prisons have attracted the attention of sociology for being an institution within society and, at the same time, behaving as a society in its own right, with its own codes and norms. Sykes called it a “society of captives”, as he assumes that the adaptation processes had to do with endogenous aspects of the prison itself and not with exogenous characteristics, such as the trajectories of the incarcerated persons or the neighbourhoods they come from.

This research, carried out in two Chilean prisons using a qualitative methodology, analysed how roles are shaped among inmates, in order to explore the validity of Sykes’ findings.

Our findings suggest that: (a) relationships between inmates are characterised by strong power asymmetries and (b) roles and functions are shaped by what happens in the neighbourhoods of origin, suggesting that in the 21st century, neighbourhood and prison have porous boundaries. Finally, we discuss the implications of this porosity for rethinking reintegration programmes.

Keywords:

Prison, prisoner, case study (source: United Nations Educational, Scientific and Cultural Organisation – UNESCO thesaurus), neighbourhood, connection, Chile, inmates (source: author).

Fecha de recepción: 2021/08/23 – Fecha de evaluación: 2022/09/19 – Fecha de aprobación: 2023/01/25

Introducción

Las cárceles han llamado la atención de la sociología al ser una institución dentro de la sociedad. Y al mismo tiempo, comportarse como una sociedad en sí misma, con sus propios códigos y normas de funcionamiento. La pena de prisión se impone de modo tal que quienes la sufren están forzados a convivir e interactuar con otros contra su voluntad. Lo que se suma a condiciones precarias que existen en varias cárceles de la región. Visto de otro modo, podría decirse que la estructura social y la agencia humana se tensionan en el día a día de la prisión (Crewe, 2007).

Asimismo, se dice que al visualizar las cárceles de un país se puede visualizar también cómo es la sociedad que las cobija. En América Latina, las cárceles se caracterizan por sus problemas de infraestructura, altos niveles de violencia y la presencia de crimen organizado y bandas de narcotráfico. Incluso en algunos casos, las autoridades penitenciarias se alejan del trato directo con la población penal. De modo que opera un autogobierno de los propios internos (Matthews, 2011).

En Chile

Se reconocen diversos problemas relacionados con infraestructura y condiciones materiales (INDH, 2013), maltrato institucional a internos (Espinoza et al., 2014), violencia entre internos (Sanhueza et al., 2020). Entre otros. Se sabe que en Chile las cárceles albergan mayoritariamente a individuos relativamente desaventajados respecto a la población general (Fundación Paz Ciudadana, 2016).

No obstante, un aspecto que no se conoce en profundidad es cómo las condiciones carcelarias interactúan con aspectos externos a la prisión y dan forma a la vida en el interior de las cárceles. Más específicamente: a las interacciones entre internos.

Esta investigación aporta a llenar parte de esta brecha indagando cómo se conforman las relaciones entre los internos en las cárceles chilenas. Pues, si bien no se puede desconocer que existe una influencia del contexto social, político y económico en lo que sucede en las cárceles, también hay componentes internos del sistema carcelario que van formando lo central de la vida en la prisión (Goodman et al., 2015).

Para ello se realiza un estudio de caso de dos cárceles (Rancagua y Valparaíso), por factibilidad de acceso y porque ambas cárceles cuentan con criterios de semejanza y diferencia que las hacen atractivas como estudios de caso. Se optó por incluir la perspectiva de funcionarios penitenciarios por medio de entrevistas semiestructuradas porque ellos participan en la cotidianidad de la cárcel (Liebling, 2004; 2011; 2015). De modo que son actores privilegiados para observar las dinámicas, roles y funcionamiento de los internos.

Revisión de literatura

La manera de lidiar con los infractores ha evolucionado desde formas de castigo públicas asociadas al dolor físico hasta la prisión, como un modo de disciplinar separado y oculto al resto de las personas (Foucault, 1975; Goffman, 1968). Sykes (1958) llamó a la cárcel una “sociedad de cautivos”. Puesto que tiene su propia forma de funcionamiento y valores; en la que se forman determinados roles que van a hacer más tolerable la permanencia en ella; y donde toman lugares diversos “dolores del encarcelamiento”.

Estos últimos se refieren al sufrimiento que significa para las personas estar en una cárcel, incluyendo la pérdida de libertad de movimiento (tanto para salir de la cárcel como dentro de esta); la pérdida de autonomía (en tanto capacidad de tomar decisiones o al menos obtener alguna explicación de las decisiones que toman otras personas sobre la propia vida); la pérdida de bienes; el ser separado de sus familiares y amigos; perder el contacto con la comunidad; perder la posibilidad de tener relaciones heterosexuales; vivir en inseguridad por ataques de otros internos. Así como la pérdida de respeto por parte del resto de la sociedad.

Estudios recientes

Han incluido también “nuevos dolores de encarcelamiento”, como el aburrimiento, el arrepentimiento y la ansiedad por el futuro (Rocheleau, 2013).

Goffman (1968), por su parte, describe las cárceles como instituciones totales, en las que residen numerosas personas en forma aislada de la sociedad durante un periodo considerablemente largo. En ellas, la administración del recinto tiene el control de la población recluida, estructura su rutina y actividades. Lo que genera una total separación del recinto de la sociedad exterior. Se trata entonces de lugares cerrados, remotos, impenetrables, que se constituyen a partir de sus prácticas internas y se rigen por sus propios códigos.

Las personas pierden su individualidad, pues son reconocidas como un número; cualquier intrusión externa es mirada con rechazo. Y lo realmente importante es lo que pasa adentro de la institución, no afuera, lo que se justifica en la promesa de una reintegración a la sociedad, una vez que la persona esté “curada”.

Farrington (1992) cuestiona esta visión y argumenta que las cárceles son más bien una institución “no-tan total”. Ya que tienen influencia del contexto exterior, su comunidad y la sociedad en general.

En primer lugar, los funcionarios de los recintos penales, guardias de prisión y profesionales de otras áreas entran y salen. Con lo cual llevan el mundo exterior a la cárcel.

También destaca la relevancia de la historia de la persona antes de entrar a la cárcel, su personalidad e historia criminal, sus redes de contacto y afiliación en bandas. Sin embargo, lo central de la cárcel sigue siendo que los internos no se escapen, y para eso se vigilan y controlan todas sus actividades.

Por lo tanto, a pesar de que las cárceles fueron diseñadas como instituciones totales. Actualmente no se puede desconocer que existe una influencia del contexto social, político y económico en lo que sucede en ellas. Sin embargo, no todo se explica según el contexto, también hay componentes internos del sistema que en tensión van formando la vida en prisión (Goodman et al., 2015).

Por un lado, el régimen debe estar al alero de lo que es permitido por el Estado, y por otro ser considerado legítimo por las personas que se encuentran dentro de las cárceles, funcionarios e internos. Teniendo en cuenta su especificidad moral (Matthews, 2011).Liebling (2004) utiliza el concepto de desempeño moral para caracterizar lo que sería una cárcel “más vivible” desde la propia experiencia de los que allí se encuentran.

Sus hallazgos

Han encontrado que las relaciones de amistad y ayuda entre los internos sirven como un medio para mitigar los problemas asociados a estar encarcelado, mediante una red de apoyo y seguridad (Liebling, 2015). Una cárcel con un buen desempeño moral es cuando el trato entre internos se basa en respeto, humanidad y confianza.

Sin embargo, en cárceles de alta complejidad es posible que esta relación se invierta y muchos internos prefieran aislarse del resto para sentirse seguros. En este cuerpo de literatura aparecen temas como la nacionalidad, las distinciones éticas, las distintas religiones, los grupos musulmanes radicales (Liebling, 2015).

El enfoque de desempeño moral viene a hacerse cargo de la idea de que la cárcel es un “lugar moral especial”, en que el sentido de justicia o del bien y del mal se viven de manera distinta (Liebling, 2004).

Este concepto amplía el foco de las condiciones materiales de infraestructura carcelaria y de habitabilidad, y agrega los aspectos relacionales (Martí, 2017). Ya que se argumenta que no es suficiente observar las cárceles desde indicadores clásicos de infraestructura o de control de gestión, sino que las cárceles tienen un componente moral que es central en la calidad de vida de los internos (Liebling, 2004).

Este enfoque es relativamente nuevo y ha sido catalogado como uno de los más promisorios en el estudio de cárceles (Harding, 2004), lo que ha llevado a académicos de distintas partes del mundo a utilizarlo, por ejemplo en Noruega, Holanda, España y Chile (Martí, 2017).

No obstante, fue pensado en prisiones del Reino Unido, por lo que se debe tomar con cautela si se quiere utilizar en países con contextos políticos, sociales y culturales distintos, y llama así a una adaptación de dicho concepto para cada realidad (Liebling, 2015).

A pesar de la especificidad de lo que sea el desempeño moral de una cárcel, este enfoque ha sido un aporte al estudio de las prisiones al relevar la importancia de los aspectos relacionales como un elemento clave desde lo que se constituye la experiencia de encarcelamiento (Liebling, 2004, 2011, 2015).

Estos aspectos morales se constituyen a partir de las relaciones interpersonales, principalmente entre internos y funcionarios, y entre los mismos internos.

En este sentido, lo que hace una cárcel diferente a la otra es la manera en que los internos son tratados por los funcionarios, así como el modo en que se tratan entre ellos (Liebling et al., 2011). Un buen desempeño moral de una cárcel hace que la condena sea menos dolorosa (Liebling, 2004). Y desde ahí se puede esperar que sea más favorable a la rehabilitación del interno (Auty y Liebling, 2019).

La vida carcelaria y las interacciones entre internos: la violencia como característica

Las cárceles están conformadas por grupos de personas, confinadas en contra de su voluntad y forzadas a interactuar entre sí (Crewe, 2007). Se trata de personas que están sujetas a una serie de privaciones de bienes y servicios, además de la desconexión de las relaciones humanas que tienen fuera de la cárcel (Sykes, 1958).

Para Sykes (1958), la manera de paliar estos “dolores de encarcelamiento” es a partir de relaciones con los demás internos, relaciones que se dan a partir de roles y se rigen por normas específicas y acuerdos informales que resume según cinco máximas: “no interfieras en los asuntos de otros internos”; “no ser un soplón”; “quédate tranquilo y cumple tu sentencia”; “no te aproveches de otros internos”; “sé rudo y nunca te asocies a favor de los oficiales”.

Se insta a resolver los conflictos con violencia, nunca mostrar debilidad, ser leal al grupo al cual se pertenece.

Los internos castigan a los que rompen el código en sus propias maneras. Se han profundizado por otros autores las distintas definiciones de violencia sexual que opera en las cárceles e incluso cómo se legitima dicha violencia como una forma de castigo a quienes no cumplen con las reglas (Fowler et al., 2010).

Muchas de las dinámicas que se dan en el encierro entre los internos pueden describirse como violentas, de explotación y dominación. En que muchas veces las interacciones entre internos, más que una ayuda, son una doble condena y terminan siendo, en muchos casos, lo que hace la cárcel menos vivible (Matthews, 2011).

Algunos autores incluso argumentan que proviene de la naturaleza humana cuando grupos humanos se encuentran divididos en un contexto de difícil sobrevivencia. Una respuesta natural es organizarse para tener ventaja uno sobre el otro.

Es así como las bandas de prisión se protegen y organizan para tener un mejor pasar y obtener bienes y servicios dentro de la cárcel (Trulson et al., 2006).

De este modo, si bien la violencia no es toda la interacción entre internos, ella ocupa y ha ocupado un lugar importante en la literatura sobre recintos de encierro para comprender cómo es la vida en el interior.

Dos corrientes teóricas ayudan a explicar la violencia carcelaria: una de ellas plantea que son las condiciones precarias de la cárcel las causantes de la violencia (deprivación). O, por otro lado, quienes postulan que dicha violencia viene de afuera hacia adentro, es decir, los internos serían quienes portan la violencia (importación).

La “sociedad de los cautivos” de Sykes y el enfoque de desempeño moral de Liebling son más afines a la idea de deprivación, ya que pone el énfasis en las condiciones de la cárcel en sí misma.

La deprivación se relaciona con el sufrimiento producto del encarcelamiento, causado por la separación de los seres queridos, vivir en condiciones precarias y estar privado del acceso a bienes y servicios. Por lo que lo principal son las condiciones de la cárcel y no las características individuales de la persona. De esta manera, la violencia desde de los internos sería una respuesta debido al strain o frustración causada por estas situaciones (Sykes, 1958; Clemmer, 1940).

Por ello, cárceles con mejor infraestructura, menor hacinamiento, menor nivel de seguridad, más facilidad de acceso a visitas y servicios contarían con condiciones más propicias para tener buenas relaciones entre internos.

El enfoque de importación, por otra parte, pone en duda el peso de los aspectos organizacionales o estructurales de la cárcel como los de mayor relevancia. Ya que las personas que se encuentran internas tienen rasgos de personalidad y una historia que son parte fundamental de la interacción carcelaria (Irwin y Cressey, 1962).

Por ello, uno de los aspectos centrales de las cárceles es la composición de sus internos, es decir, el tipo de personas que recibe, en cuanto a su compromiso delictual, conducta y adaptación al sistema. Esto influye en su predisposición a la violencia entre ellos y también incide en su actitud respecto a las autoridades (Irwin y Cressey, 1962).

En este sentido, el “tipo de interno” se puede relacionar con el trato de los funcionarios hacia ellos, y también las relaciones entre los mismos internos.

Además de dicha composición, y cómo esta puede afectar al ambiente de cárcel. También las características individuales configuran la frustración con la que la persona enfrenta la percepción de su calidad de vida en prisión, respecto a la historia criminal de la persona (Wildeman et al., 2014).

Las personas que tienen condenas más largas que otras o que llevan más tiempo de su vida presos viven la experiencia de manera distinta a quienes ingresan a la cárcel por primera vez o tienen sentencias cortas. Lo que se refleja en la frustración que sienten con el sistema y en respuestas más violentas (Liebling, 2011).

Para comprender nuestro caso de estudio, en primer lugar, se debe situar a Chile en la región latinoamericana, que es una de las regiones con mayores índices de delito y violencia del mundo (Varat y Garland, 2006). Además de presentar problemas de corrupción que atraviesan la sociedad y a múltiples instituciones, tanto políticas como penitenciarias (Matthews, 2011).

En algunos países de Centroamérica, principalmente Honduras, Guatemala y El Salvador, la corrupción ha llevado a las prisiones incluso a un autogobierno. Debido al abandono de las autoridades de los centros penitenciarios. En los países de América del Sur, la corrupción carcelaria está principalmente ligada al tráfico de drogas y de celulares y otros bienes de parte de funcionarios a internos (UNODC, 2013).

El caso chileno

Las prisiones de Latinoamérica desde sus inicios han concentrado altas tasas de personas en calidad procesal, por lo que no tuvieron un rol de rehabilitación. Sino más bien de contener a personas que se asumía que eran delincuentes (Matthews, 2011).

Así, es posible observar en aquellas a personas abandonadas por el Estado, pobres y desposeídos en varios sentidos. Se ha documentado en distintos países que las personas que terminan encarceladas tienen historias de vida llenas de deprivación, abuso y violencia (Bradley y Davino, 2007; Young y Reviere, 2006; Wolff y Siegel, 2009), que en países en vías de desarrollo se caracterizan por carencias materiales (Young y Reviere, 2006).

Desde la criminología crítica se argumenta que las personas que están privadas de libertad son quienes han sufrido mayores desventajas económicas en sus vidas, desventajas que solo aumentan en su paso por la prisión (Waqcuant, 2000).

En Chile existen cerca de 45 000 personas privadas de libertad (Gendarmería, 2023), de las cuales alrededor del 30 % corresponde a población en prisión preventiva (“imputados”). Y un 70 % a población que cumple condena.

La mayoría son hombres (93 %), condenados por delitos contra la propiedad, drogas y daño contra la integridad física. Según la evidencia disponible para Chile, las personas encarceladas provienen en su mayoría de una población desaventajada y socialmente excluida desde temprana edad, lo que se expresa en niveles educativos e ingresos más bajos, falta de trabajo y acceso a salud, abandono del hogar paterno antes de los 18 años, y estadía previa en hogares de menores (Fundación Paz Ciudadana, 2016).

En promedio, un 50 % de quienes entran a la cárcel volvería a ella dentro de los tres próximos años y un 71 % tiene un nuevo contacto con el sistema penal.

La reclusión femenina se relaciona fuertemente con delitos por ley de drogas (Fundación Paz Ciudadana, 2016), lo que trae una serie de nuevas complejidades. Sobre todo en cuanto a la preocupación y cuidado de los hijos que quedan en los barrios (Valenzuela et al., 2012).

Existen actualmente cerca de 90 recintos carcelarios en todo el país, de los cuales ocho son concesionados. Es decir, se trata de una empresa privada que se hace cargo de la construcción, mantención de la infraestructura, alimentación, aseo/ornato y oferta de reinserción social. Mientras que el servicio penitenciario se hace cargo de la custodia y la supervisión de la atención psicosocial (Fundación Paz Ciudadana, 2016).

Se ha documentado que las cárceles chilenas enfrentan una serie de problemas relacionados con infraestructura deficiente, condiciones sanitarias y de higiene precarias, y con dificultades para que los internos/as accedan a programas de reinserción, atención psicosocial y servicios médicos (Sanhueza y Candia, 2019; Mertz, 2015; Espinoza et al., 2014; INDH, 2013; Navarro et al., 2012).

La política penitenciaria en Chile, comparada con otras de América Latina, se ha caracterizado por enfatizar las mejoras en la infraestructura. Aunque, paradojalmente, esto ha ido acompañado de un aumento en el número de personas privadas de libertad (Matthews, 2011).

El presente estudio

A pesar de que ha habido importantes progresos en materia de reducción del hacinamiento y mejoras en la infraestructura carcelaria para el caso chileno (Sanhueza y Pérez, 2017), existen diversos problemas referidos a altos niveles de violencia y maltrato institucional que afectan a las cárceles chilenas (Espinoza et al., 2014). Sin embargo, son pocos los estudios que han abordado los aspectos relacionales de la vida en prisión.

Estos aspectos relacionales entre internos y funcionarios y entre los mismos internos son, de acuerdo con Liebling, lo que hace una cárcel diferente de otra (Liebling et al., 2011). Un buen desempeño moral de una cárcel hace que la condena sea menos dolorosa (Liebling, 2004). Y desde ahí, se puede esperar que sea más favorable a la rehabilitación del interno (Auty y Liebling, 2019).

De este modo, inspirados en el trabajo seminal de Sykes y en los trabajos recientes de Liebling. Este estudio pretende aportar conocimiento y profundizar respecto a las relaciones e interacciones entre internos de dos cárceles chilenas, desde una metodología cualitativa. Analizando cómo se conforman las relaciones y roles entre los internos para mirar la vigencia de lo señalado por Sykes y Liebling en recintos chilenos y explorar la influencia de elementos externos a la prisión como potencialmente determinantes respecto a lo que ocurre dentro de ellas.

Diseño metodológico

Se realizó un análisis de caso empleando una metodología cualitativa de recolección de datos para explorar cómo funciona la relación entre internos dentro de cada cárcel. Se seleccionaron dos recintos: las cárceles de Rancagua y Valparaíso, por la facilidad de acceso y las características similares de ambos penales. Un análisis de caso tiene la potencialidad de observar y explicar un fenómeno real sin separarlo de su contexto. Utilizando variadas fuentes de datos (Yin, 1981), donde la validez se encuentra en la profundidad de los análisis más que en el poder de generalización desde lógicas de inferencia estadística (Jiménez-Chaves, 2012).

En este análisis de caso se buscaron dos recintos comparables –en cuanto a ciertas variables– y que a la vez ofrecieran diferencias en una variedad de criterios: ambos son recintos masculinos; albergan internos de alta complejidad. Además poseen una cantidad de reclusos más o menos similar y albergan personas de distintas localidades (de Santiago y regiones). Por otra parte, se diferencian en cuanto Valparaíso es una cárcel pública, mientras que Rancagua es operada por privados. Se buscó conocer cada recinto y, fruto de la comparación entre ambas, lograr comprender lo que es general (Collier, 1993). A continuación, se presentan los elementos del diseño metodológico cualitativo, usando como guía el texto Designing Social Research (Blaikie, 2000).

Técnicas de recolección de datos

Se realizaron 15 entrevistas semiestructuradas para dar cuenta de cómo los funcionarios de la cárcel construían su percepción de lo que era importante en esta. Y no desde lógicas impuestas desde el investigador (Glaser y Strauss, 1967). La conversación siguió ciertas directrices, pero abierta a lo que el entrevistado quería decir y a lo que iba pasando en el momento (Roulston et al., 2003).

Siguiendo a Liebling y sus colegas (2011) y la metodología apreciativa, se les pidió en primer lugar a los entrevistados que describieran un buen día de su trabajo en la cárcel, para que emergieran los temas más importantes para ellos.

Luego se les pidió describir la cárcel y explicitar aquello que la diferencia de otras cárceles que conocían. Posteriormente se les consultó respecto a los resultados de una encuesta realizada a internos respecto al desempeño moral en esa cárcel. De modo de conocer su interpretación respecto a dichos resultados. La idea fue posibilitar un diálogo que tuviera un foco, pero no imponerlo (Roulston et al., 2003).

Hacer estas entrevistas en cárceles conlleva siempre importantes desafíos; el primero fue el acceso.

Si bien el proyecto contaba con autorización del servicio penitenciario, fue necesaria una serie de acuerdos y reuniones para realizar las entrevistas en septiembre de 2017 (Valparaíso) y enero de 2018 (Rancagua).

Una vez dentro, el siguiente desafío era que las personas tuvieran el tiempo y la disposición de participar. Debido a que las cárceles son ambientes cerrados, donde los externos son vistos con sospecha (Goffman, 1968).

Otro desafío fue hacer entrevistas con personas en sus lugares de trabajo, ya que se suscitaban contingencias que requerían la atención de oficiales y/o suboficiales (Pizarro, 2008). Durante las entrevistas ocurrieron interrupciones y ruidos molestos que dificultaban la conversación.

En otros casos, ocurrían contingencias que les imposibilitaban participar (Roulston et al., 2003). Sin embargo, se aprovecharon dichas interrupciones para capturar la cotidianidad, generar conversaciones en escenarios del día a día. Donde se abrían espacios de diálogo distintos a las entrevistas formales (Wood, 2012). Finalmente, estas entrevistas tocaron temas sensibles, como el maltrato y la corrupción.

Así, la generación de confianza y darle el espacio al entrevistado para expresar sus opiniones fueron claves para la obtención de la información. Siempre manteniendo el respeto cuando estos no quisieron tocar ciertos temas (Roulston et al., 2003).

Se decidió entrevistar a funcionarios con cargos variados dentro de cada cárcel. Debido a que los diferentes roles suelen generar distintas maneras de relacionarse con los internos y entender en forma diferente el sistema penitenciario (Mawby y Worrall, 2013). Las características de los entrevistados se presentan en la tabla 1. 

Tabla 1. Caracterización de los entrevistados

"Tabla

Análisis de la información

Se realizó un análisis temático a partir del método comparativo constante de la teoría fundamentada. Debido a que interesaba ahondar en las percepciones de los sujetos de investigación, y no en categorías previamente establecidas en la teoría.

En primer lugar, se realizó una codificación abierta de tipo descriptivo. Luego codificación axial, para comparar, relacionar y armar conceptos. Y, finalmente, selectiva, de manera más abstracta para armar la categoría central de la investigación (Glaser y Strauss, 1967). Sin embargo, esta codificación fue guiada a partir de la teoría conocida con anterioridad y los conceptos de desempeño moral. Por lo que se habla de un análisis temático.

Se utilizó el software Atlas-T, ya que permite manejar un buen volumen de datos de manera ordenada, marcar las citas, reutilizar códigos y relacionarlos entre sí.

En el campo de la calidad de vida penitenciaria, se considera como fuente de validez cuando los testimonios de los funcionarios e internos coinciden, pues así muestran lo que sucede en la cárcel (Martí, 2017). Se buscó la triangulación de los testimonios de los funcionarios de custodia y de reinserción, además de la comparación entre ambas cárceles. Sin embargo, en este campo no se busca que los testimonios refieran a lo mismo. Sino que se tensionen y muestren también como cada uno la experimenta en forma particular.

Aspectos éticos

En la investigación cualitativa, los aspectos éticos aparecen con más fuerza que en otros tipos de investigación. Porque se da una interacción más cercana con los sujetos a quienes se investiga (Rosenblatt, 1995).

En primer lugar, es importante realizar el trabajo de campo de manera auténtica, no mediante una instrumentalización de los sujetos de investigación (Kvale, 2006). Lo central en este trabajo fue dejar claro que la participación en el estudio era voluntaria y confidencial; que nada de lo que conversaran sería revelado a sus superiores ni podría ser usado en su contra. Tampoco les traería beneficios directos (Tracy, 2010).

Se entregó a cada entrevistado un consentimiento informado en el que se explicaba la investigación. Esto es relevante porque en la institución las relaciones de poder son marcadas y se pueden utilizar de manera discrecional (Brander y Sanhueza, 2016). Dadas esas asimetrías, era muy importante clarificar los temas de confidencialidad, honestidad y consentimiento (Karlsson, 2008). Se solicitó a los entrevistados ser grabados para facilitar la transcripción, a lo que algunos accedieron y otros declinaron. En estos últimos casos se tomaron notas en el momento. Continue leyendo los resultados del estudio aquí.

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