Esta vez con la colaboración del laudista Edin Kamarazov, Sting entreteje canciones, pasajes instrumentales y unas cuantas recitaciones cortas (de una carta autobiográfica escrita por Dowland en 1595). Sting y Kamarazov crean juntos este ciclo único que nos ofrece, como el mismo Sting lo afirma, “un sentido del verdadero hombre… una banda sonora de la vida de Dowland”.
De esta manera, con total honestidad y después de haber sido “perseguido” varios años por la fuerza musical de John Dowland ( 1563-1623) toma la decisión de grabar estas canciones que hacen parte de la más alta tradición poética y musical del Inglaterra , su acercamiento, como él mismo lo confiesa es humilde, pues Sting se considera así mismo un aprendiz de cantante, este álbum de canciones , son la visión de un mundo como el isabelino, que dista ya varios siglos del presente y que tiene en John Dowland uno de sus mas singulares creadores, poeta y músico que vio desde su perspectiva la condición humana.
“Para mí estas son canciones pop escritas en los comienzos del siglo XVII, y es así como me relaciono con ellas: tienen hermosas melodías, fantásticas letras, grandiosos acompañamientos… Espero poder darles un poco de frescura”. Sting.
El ex vocalista de The Police logra en este disco asombrar por su delicadeza y sutileza en cada una de las canciones, a su vez estamos frente un trabajo tremendamente conmovedor, pues en cada instante nos encontramos no solo con John Dowland, Sting, y Edin Kamarazov en una perfecta asociación, si no que en contacto con un álbum que escapa a cualquier definición, pues escucharlo es oír una pequeña obra maestra, discreta y sin prepotencia que demuestra el talento y capacidad de uno de los artistas pop más importantes de la historia de la música como lo es Sting.
“Pareció adecuado que Edin y yo termináramos esta grabación justo donde comenzó, con las imperiosas disonancias de In darkness let me dwell (Déjame vivir en la oscuridad). Es una destacada pieza de trabajo con un angustioso texto y complejo contrapunteo a cargo del laúd, que la convierten en un final sorprendente y teatral. Si bien la profundidad y complejidad de la canción podrían sugerir que es única, ella toma su lugar entre los otros grandes soliloquios de la época isabelina, lo que nos recuerda que aunque puede haber tragedia en la vida, la vida por sí sola no es una tragedia”. Sting
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