El Viaje a la Felicidad

El “extracto” adjunto corresponde a los primeros cuatro capítulos de un libro interesante: El Viaje a la Felicidad. Tuve la oportunidad de conocer en Toronto a Daniel Goleman, hace ya once años, cuando hacía la presentación de su libro “La Inteligencia Emocional”.

Pude inclusive recibir una bella dedicatoria inspirada en mis hijas Diana y Sofía, libro que perdí por la ingenuidad de compartir “tesoros” bibliográficos”. Ese best seller “El Viaje a la Felicidad” que después se ha difundido en “talleres” a toda clase de dirigentes por todo el mundo, empezando por los empresariales, me abrió, aún más la apetencia por estos temas, pero ya desde un punto de vista científico.

A pesar de mis limitaciones, empecé a conocer el papel del cerebro primordial (la amígdala) y del hipotálamo y la impronta que allí queda marcada ante la “primera” emoción, que. tiende a repetirse ante nuevos hechos que los maneja tal y como la primera.

El libro de Eduardo Punset, un divulgador científico que veo con frecuencia en TV española en sus diálogos con investigadores, nos cuenta de los avances que se siguen haciendo para entender el papel de las “emociones”. (Ver también: Librería Digital de Salud)

Ojalá esta primera parte de “El Viaje a la Felicidad” le sirva para reflexionar un poco sobre el “desconocimiento” de nosotros mismos y la necesidad de pensar en la felicidad ahora que la vida no termina a los treinta, sino que se prolonga dicen algunos científicos-inclusive hasta los cuatrocientos años.

Así lo dejemos en la cuarta parte, a mí me consta por mi padre, que se puede y se debe vivir en la búsqueda de la felicidad, pues en cierto modo es la felicidad misma.

Es cuestión de ser el mejor “administrador” de sus propias emociones, para lo cual -creo yo- hay que comenzar por vivir en un permanente aprendizaje de “uno mismo”.

El futuro ha dejado de ser monopolio de la juventud.

La sociedad moderna ha invertido demasiado en frigoríficos, lavavajillas, coches, grúas, carreteras o equipos digitales y demasiado poco en valores intangibles como el compromiso con los demás o la felicidad.

En algunas especies y organismos se produce demasiada inversión, al tiempo que se dedican escasos recursos al mantenimiento. La felicidad no depende tanto del nivel de inversión en la perpetuación de la especie y el equipamiento, como de algo menos tangible caracterizado por actitudes y valores vinculados al mantenimiento de la especie en condiciones sostenibles.

En la búsqueda, en la expectativa, radica la mayor parte de la felicidad…en suma la felicidad está escondida en la sala de espera de la felicidad.

De acuerdo con “El Viaje a la Felicidad” el problema del miedo necesario para sobrevivir radica en que ni nosotros ni el resto de los animales, calibramos con precisión la respuesta emocional que correspondería lógicamente, al grado de la amenaza.

Los animales nos enseñan no sólo que el miedo es la emoción básica, sino que está en contradicción con el dolor. La felicidad es la ausencia de miedo. El estado de alerta no debe llegar hasta la frontera del terror.

Por su parte, el cambio mental atenta contra las convicciones emotivas sentadas lo largo de miles y, a veces millones de años. El llamado prejuicio de la causalidad es una de estas convicciones. Los humanos y el resto de los animales tienden a creer que cuando una cosa ocurre después de otra, no es producto de un accidente, sino que existe una relación de causalidad entre los dos acontecimientos.

Vemos lo que esperamos ver. La mayoría de las personas, a diferencia de los autistas y de los animales no humanos, no ven los detalles: sólo les importa el conjunto, el esquema o la idea que se tiene de las cosas. Nosotros sólo vemos el bosque en detrimento del árbol y, además, lo consideramos un mérito.

Según los especialistas en el funcionamiento de sistemas complejos o caóticos, se trata de otra diferencia que nos distingue del resto de los animales, absortos en el detalle visual e inmediato.

Tenemos la capacidad de descubrir el funcionamiento de los sistemas complejos, pero no la utilizamos…….Cualquier búsqueda de la felicidad que dependa exclusivamente de las consabidas interacciones con el dinero, el trabajo, la etnia o la salud está condenada a fracasar estrepitosamente.

Según el libro “El Viaje a la Felicidad” la felicidad depende de la interacción con puntos que no están en el mapa inicial. Cuando Sapolsky se vanagloriaba de poder diagnosticar “on line” el estado anímico de un desconocido a partir de sus constantes hormonales, hacía una excepción: el odio y el amor son tan afines, que en caso de dos amantes no podría dictaminar si estaban haciendo el amor o acuchillándose.

A diferencia del resto de los animales, los humanos tenemos emociones mezcladas. Por eso los humanos no podemos hacer gala de la lealtad de un perro. Un perro es leal, básicamente, porque es incapaz de mezclar emociones distintas. En la lealtad a su dueño no hay ni rastro de odio.

En el viaje a la felicidad, muchos turistas se pierden o se quedan estancados a medio camino, al creer que las personas con las que interaccionan son idénticas a las hormigas, las abejas o las termitas…No adaptan su vida sentimental a la mezcla de ambiciones y ambivalencia que caracteriza al ser humano, y cometen errores irreparables al juzgar a los demás y a sí mismos.

Todo comienza con una emoción. Ya lo intuyeron algunos grandes hombres de acción… Pero el descubrimiento más reciente y revolucionario se lo debemos a científicos…al demostrar que las decisiones –todas las decisiones- son emocionales. ….

Si sólo contáramos con la razón, nunca decidiríamos nunca nada, dada la complejidad casi infinita que supone evaluar correctamente la selva de datos disponibles, eso señala el libro “El Viaje a la Felicidad”. Por otra parte, las decisiones puramente racionales no sólo se perderían en la inmensidad de datos disponibles, sino que, además, no responderían a nuestras necesidades emocionales.

Por ello, la presencia de las emociones es bipolar: están en el inicio y final de todos los proyectos humanos. Las emociones y la parte cognitiva del cerebro funcionan con circuitos separados, aunque interdependientes, e incluso relativamente especializados respecto a determinadas emociones, como por ejemplo el miedo y la repugnancia.

El miedo depende de circuitos muy complejos relacionados con la amígdala, el cerebro primordial. Las distintas partes de la amígdala se comunican entre sí. Una vez se establecen estos circuitos como respuesta al miedo, la reacción tiende a perpetuarse automáticamente….

Es muy difícil desprogramar estos circuitos por dos motivos básicos: en primer lugar, el miedo se almacena de forma casi indeleble en nuestro cerebro, y, en segundo lugar, reaccionamos de forma instintiva ante esta emoción.

Por otra parte, existe otra razón que explica la dificultad de desprogramar los circuitos del miedo. Existen muchos más circuitos celulares que van desde la amígdala, gestora de las emociones, hacia el córtex prefrontal –responsable en mayor medida de las capacidades de razonar y planificar-, que al revés…

Las conexiones neuronales que van del córtex hacia la parte inferior de la amígdala están menos desarrolladas que en sentido contrario. De manera que las pasiones ejercen una influencia mayor sobre la morada de la razón que viceversa. Una vez se ha enchufado la emoción, resulta muy difícil desenchufarla mediante el pensamiento lógico. Por eso es tan difícil controlar nuestras emociones.

Los marcadores somáticos son el repertorio de aprendizaje emocional adquirido a lo largo de nuestra vida y se utilizan instintivamente para tomar decisiones diarias. Este bagaje emocional tiñe de forma determinante nuestra percepción del Universo…

La ventaja que supone tomar decisiones a través de un sistema emocional es que constituye un atajo: respondemos de forma automática, comprobada por la experiencia, sin necesidad de pensar conscientemente.

Pero esto entraña serios problemas….como que induce a actuaciones excesivas muy difíciles de reprimir, o que los marcadores somáticos pueden estar programados con una carga innecesaria de emociones negativas, que pueden ser el resultado de emociones específicas de la infancia, y, por último, las emociones pueden convertirse, por su naturaleza automática, es un escollo a la hora de tomar decisiones conscientes que a medio o largo plazo favorezcan la felicidad..

“La felicidad no es más que una mala memoria y una buena salud” (Albert Schweitzer, médico y pacifista, premio Nóbel de la Paz en 1954)

La historia de la civilización es la historia de la progresiva automatización de los procesos… Todo indica que nos hallamos en una situación en la que la progresiva automatización de los procesos colectivos pone al descubierto la alarmante ineficacia de los que todavía no han sido automatizados.

El vendaval moderno de la infelicidad es la depresión (la tristeza maligna) Tiene dos efectos, como individuos y como sociedad: por una parte, limita o anula la capacidad de ser felices, y por otra, las enfermedades mentales y la depresión son responsables del 15% de las enfermedades en los países desarrollados.

La depresión aguda es la segunda causa de enfermedad en Estados Unidos… La depresión es la mayor causa de incapacidad del mundo… al analizar sus causas se ha hecho referencia, hasta ahora, al miedo, que a veces conduce a una ansiedad innecesaria y otras a la desesperación.

En el mismo contexto, se ha constatado la arrolladora primacía de las emociones sobre la razón. Al definir la felicidad como una emoción se está sugiriendo que, como todas las emociones, es efímera y que, por lo tanto, el primero en llegar a la meta de la infelicidad será el que haya pretendido ser feliz continuamente.

La búsqueda de la felicidad –como la búsqueda del éxito- implica siempre un compromiso y rendir homenaje a la naturaleza ambigua de los humanos. Hemos sobrestimado repetidamente –tal vez en el afán ridículo y prepotente de diferenciarnos del resto de los animales- la singularidad de nuestro cerebro…. incluso ha sido llamado “la máquina perfecta del universo”.

La verdad, no obstante, es otra. El cerebro tiene serias limitaciones… Esta limitación… para estructurar las experiencias vividas fue teorizada por Aarón Beck…y ha dado lugar a uno de los cuerpos más sólidos y exitosos, en el mundo de las terapias antidepresivas: las llamadas terapias cognitivas. Cada persona tiene una forma propia de pensar… y algunos lo hacen siempre con un prejuicio sistemático contra sí mismos. Una determinada manera de pensar consiste en pensar mal de uno mismo.

Entre las principales reacciones del cerebro primordial (la amígdala) figuran los flujos hormonales… que es una molécula diminuta, comparada con los ácidos nucleicos que provoca varios impactos trascendentes. Se trata de un mensajero químico que va de una célula o de un grupo de células a otras…

Se ha avanzado muchísimo en el estudio del papel que desempeñan los flujos hormonales en el estrés…sin embargo, seguimos sin entender por qué a los homínidos, a diferencia de los otros animales, les basta con imaginar que lo van a pasar mal para pasarlo mal y desencadenar idénticos impactos a los provocados por una amenaza real.

Al hablar de las causas internas de la felicidad, cada día resulta más difícil aceptar la desfasada concepción, otrora considerada progresista, según la cual, los factores determinantes son de orden externo y están modulados por la voluntad social,.. aunque no son los únicos que cuentan… ¿Los entornos adversos provocan grados elevados de inestabilidad temperamental o bien la inestabilidad temperamental heredada genera entornos violentos?

Es demasiado pronto para aventurar qué clase de gen o de grupo de genes – ¿los encargados de transportar la serotonina en el cerebro, quizá?- son responsables de la infelicidad que genera la depresión aguda.

Néstor Hernando Parra. Valencia, España
Punset Eduardo. El viaje a la felicidad, las Nuevas Claves Científicas, Ediciones Destino, Barcelona

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