Crónica: Comentarios a un Desastre Anunciado

Eduardo Vallejo Mejía, M.D., neurólogo, Fundación Santa Fe de Bogotá.

No es posible estar de acuerdo con la tesis de que la Ley 100 es buena pero lo malo es su implementación y las estrategias diseñadas para aplicarla.

Esto no es cierto, por una sencilla razón: la Ley 100 fue concebida sin tener en cuenta los recursos del país y las posibilidades futuras de financiación para cumplir su cometido.

Es decir, es una ley diseñada para una especie de Arcadia millonaria con recursos infinitos para dedicarle al sector salud y no para un país muy pobre, con permanente estado de iliquidez como, el nuestro.

Son muchos los perjuicios ocasionados por dicha ley, pero, indudablemente, como lo menciona José Félix Patiño en su artículo: “La Ley 100: reforma y crisis de la salud “, “el principal peligro de la Ley 100 es el deterioro de la calidad en la atención, precisamente en momentos en que ésta debe ser óptima “.

Ya se había dicho hace siete años cuando emergió la Ley 100:

Que no cabía duda de que la eficiencia y el alto grado de calidad que había alcanzado la atención médica en nuestro país se derrumbaría para convertirse en una mediocre y deficiente practica médica, remolcada, empujada por unas codiciosas EPS, convertidas por la malhadada Ley 100 en agentes comerciales de la salud, algo que no puede ser comercial ni comercializable.

Pero en esto no pensaron los “orgullosos padres de la ley “. Volviendo al símil de la Arcadia y emulando a Víctor Hugo, pensaron de nuestra constitución del 63, “esta Constitución es para un país de ángeles “; y todos sabemos, por larga y repetida experiencia, que de ángeles no tenemos los colombianos nada.

Así que ésta es otra razón más del fracaso de la ley; somos los colombianos, con nuestra avivatada y marrullas, los encargados de ponerla en marcha.

Se convirtió al paciente en usuario, cliente y consumidor de un producto industrial.

Es la corporatización y la comercialización del acto médico, como lo expresa muy bien el Dr. Patiño, en el artículo ya citado. Con el agravante de que este usuario, este cliente, no tiene ni parámetros ni forma alguna para saber si el artículo que le ofrecen es bueno, malo, regular o peligrosamente deficiente.

Esto es, a todas las luces, un abuso, puesto que, para el público en general es de esperarse que la medicina sea óptima y los profesionales que la ejercen de la más alta competencia.

Así que el, público está siendo simple y llanamente engañado, puesto que cree que le están dando lo mejor y la verdad es todo lo contrario. Recibe una pobre e incompleta atención en salud.

No por mala fe de los médicos, odontólogos, enfermeras o el resto de personal de salud, sino porque el sistema comercial exige utilidades y bajos costos.

De lo contrario, no sería negocio y, claro, los prestadores del servicio tienen que atender muchos, bastantes clientes, para que el negocio sea rentable y los ingresos jugosos. Es la medicina de los diez minutos, como se la ha llamado acertadamente.

Todo es medido y regulado, no por la necesidad del paciente, sino por el factor ganancia vs. costo.

Ni aquí ni en ninguna parte, una atención médica montada sobre un andamio comercial:

Puede ser óptima. En los E.U. ya se están desmontando los HMO, y han quebrado y desaparecido muchas de las enormes y ricas EPS que manejaban la atención en salud de un alto porcentaje del pueblo americano.

Hoy día, hay un debate álgido en el Congreso Americano y en los medios de comunicación, sobre las tremendas deficiencias de la seguridad social en sus servicios de salud.

En Chile, país del cual copiaron buena parte de sus principios, los ideólogos de la Ley 100, están desmontando por ineficiente el sistema subsidiado de salud.

Pero no nos vayamos a otros países; fijémonos en lo que acaba de demostrar el estudio de Fedesarrollo: el 60% de la población colombiana no tiene cobertura médica.

Es decir, estamos muchísimo peor que antes de noviembre del 93, cuando fue promulgada la Ley.

Iba a facilitar la cobertura en salud al ciento por ciento de los colombianos

Entonces, para qué ha servido esa Ley que “iba a facilitar la cobertura en salud al ciento por ciento de los colombianos “después de siete años de implementación? Para quebrar a las IPS. Quebrar al ISS, para quebrar a los hospitales regionales. Para desmejorar la calidad de la atención médica, para desmotivar al personal de salud, que está abandonando sus profesiones para dedicarse a actividades totalmente ajenas a aquéllas para las cuales lo prepararon y por las que se educaron con tanta ilusión y elevado costo.

Para fomentar la fuga de cerebros, para acabar con un sistema de salud y una calidad de atención médica que fue una de las mejores de Latinoamérica, para eso ha servido la Ley 100.

Y, por favor, señores de la burocracia estatal, no digan tantas mentiras ni hagan el oso con las organizaciones internacionales diciendo que “Colombia tiene el mejor servicio de salud en el hemisferio “y que ” los colombianos estamos muy satisfechos con los servicios de salud “.

Ustedes no creen eso; ustedes dicen eso y están diciendo una flagrante falsedad.

Bibliografía

  • 1.Gúzman F., Alvarez H. Los RIAS del Ministerio de Salud:una violación constitucional. Rev Colomb Gastroenterol 2000; 15: 11-7.
  • 2.Gúzman F., Redondo H. Reforma de la salud y la seguridad social en Colombia. Medellín: Biblioteca Jurídica;1999.
  • 3.Patiño JF. Ley 100 de 1993: reforma y crisis de la salud. Santa Fe de Bogotá: Comisión de Salud de la Academia Nacional de Medicina de Colombia; 1999.
  • 4. Vallejo E. Análisis de la crisis actual de la medicina en Colombia. Acta Med Colomb 1996; 21: 38-43.

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