Compasión en Momentos de Crisis

Rodrigo Velasco Ortiz*

Resumen

Reflexionar es detener la marcha, escucharse a sí mismo y escuchar a otros para reconfigurar el sentido de la propia vida. El objeto de esta reflexión es el sentido que tiene la compasión en la vida humana y en particular en la enfermería de urgencias. La compasión es entendida como el deseo vehemente de disminuir al mínimo el sufrimiento propio y ajeno, basado en la creencia de que todo ser humano desea la felicidad y en el reconocimiento que hacemos de nosotros mismos como seres esencialmente iguales a cualquier otro ser nacido de mujer. La compasión como virtud es una conquista y como hábito facilita la buena vida. Por la sinergia que se da en todos los fenómenos humanos, el deseo de bienestar induce el bienestar físico.

Hablar de urgencias es referirse a crisis, momento de cambio en el que es preciso tomar decisiones. Las emociones, como mecanismos biológicos para enfrentar las crisis, pueden ser útiles o perjudiciales según su intensidad y según el tipo de sentimientos a los que estén ligadas. Los hay positivos, como alegría, gozo, paz, paciencia o compasión y los hay negativos como dolor, odio, celos, envidia o ira. Es preciso cultivar los primeros. La enfermera, como profesional del cuidado y de la cura, cultiva sentimientos positivos que se ven reforzados por la satisfacción que produce el ejercicio de la compasión; conoce y controla sus emociones y comprende los sentimientos y emociones dequienes la rodean, así momentáneamente estén descontrolados, y en especial los de sus pacientes, a quienes disminuye el sufrimiento con su acción.

Palabras clave: compasión, enfermería, urgencia, crisis, felicidad, reflexión.

Abstract

The process of reasoning means to make a stop, selflearning, and hearing others so as to reconfigurate the sense of one’s existence. The purpose of this reasoning in the sense inherent to compassion in human life, and especially in emergency nursing. Compassion is understood as the vehement desire to diminish suffering, based on the premise that all human beings seek happiness, as well as on the recognition that we make of ourselves beings that are equal to any others born out of a woman. Compassion as a virtue is a conquest, as a habit that facilitates the good things of life. Because of the synergy inherent in all human phenomena, the desire of wellbeing inducesphysical well being.

To speak of emergencies, in to refer to crises, moments of change when it becomes necessary to take rapid decisions. Emotions, as biological mechanisms to confront crises, can be useful or deleterious, according to insensitivity and to the feelings that become involved. Some are positive, such gaiety, pleasure, peace, patience or compassion, and

some are negative, such as pain, hatred, jealousy, envy, or wrath. It is necessary to cultivate the former. The nurse as the professional concerned with care and cure, cultivates positive sentiments that become enforced by the satisfaction derived from the exercise of compassion. She controls her emotions and understands the feelings and emotions of all that are around her, even if they are momentary un controlled, and especially those of the patients, whose suffering is diminished by her actions.

Key words: compassion, nursing, emergencies, crises, happiness, reasoning.

Reflexión

No es fácil reflexionar en los momentos actuales, debido al vértigo de actividades y distracciones que nos propone la vida urbana contemporánea. Desde todos los medios de comunicación se nos está proponiendo permanentemente que hagamos algo, que nos distraigamos viendo espectáculos, viajando, comprando cosas, disfrutando playas, bebiendo licores, bailando, entre otras múltiples actividades. Y detrás de ello, aunque no sea explícita, la gran actividad: conseguir dinero para lograr todo lo que el mercado ofrece. Si es mediante el trabajo, hay que hacerlo incansablemente, todos los días, a toda hora; y si no es trabajando, también hay otros modos de conseguir dinero, bien sea con la compra de rifas y loterías de toda laya o con las variadas formas de engaño para apropiarse de las riquezas de otros. Sea como sea, el multifacético mensaje es muy claro: para poder vivir bien es preciso estar haciendo siempre algo relacionado con obtener o gastar dinero, ojalá mucho.

La creencia en la verdad infalible y el poder omnipotente del nuevo dios, el Mercado, hace del mundo contemporáneo algo frenético, en el que las distancias y los tiempos se acortan hasta lo inverosímil, pues todo ha de hacer se ya, rápidamente, en una competen cia incesante, sin perder tiempo. Olvidamos que para los seres humanos vivir la vida implica pensarla, como lo reconocían los antiguos romanos, cuando distinguían el ocio del negocio. El primero, como antítesis del negocio, es el tiempo de la re flexión, de la contemplación, del dis frute de la vida misma y del instante presente, in que ello sea medio para ninguna otra cosa.

Y esto es así por nuestro carácter simbólico, por nuestra enorme capacidad para imaginarnos mundos y construir sentidos. Precisamos detenernos devez en cuando, dejar de hacer lo que hacemos cotidianamente, no hacer nada y pensar. Abrirnos a nosotros mismos y al entorno, oír voces diferentes y compararlas con nuestra propia voz; comprender ideas ajenas y comprender las propias para mejorarlas, para ampliarlas, para afinarlas.

Reflexionar es una doble flexión, una doble vuelta en la que, desde el presente, nos devolvemos al pasado y desde allí volvemos otra vez al presente para imaginar el futuro; es reconocer nuestro propio yo, escuchar con atención nuestros sentimientos, nuestras ideas, desde allí abrirnos hacia otras personas, otras maneras de sentir y de mirar, dejarnos impresionar por ellas y regresar nuevamente a nuestro yo para tomar decisiones. Hoy nuestro tema de reflexión como enfermeras de urgencias es el papel de la compasión en los momentos habituales de nuestro trabajo, que son críticos para nuestros pacientes. Como ejercicio mental, lo haremos en tres pasos, jugando con las palabras y los sentimientos asociados con lacom pasión, con las crisis y el trabajo de en fermería.

Compasión

Habitualmente se acostumbra entender por compasión una actitud lastimera y despectiva que considera con cierta misericordia la situación de alguien muy inferior a nosotros, ante quien nos dignamos ofrecer algo que nos sobra. Es algo parecido a como muchos entienden la caridad, como sentimiento de conmiseración, de piedad hacia los miserables. Ciertamente una actitud despectiva hacia los otros nace de la creencia en nuestra superioridad, reforzada las más de las veces por la pertenencia a una clase social privilegiada o, cuando no es así, por el deseo arribista de lograrlo algún día.

Pensadores como Nietzsche, consideran la compasión como un afecto enfermizo, un instinto depresivo, débil y contagioso, que genera melancolía, obstaculiza las leyes naturales de la evolución y propaga el sufrimiento en el mundo. Precisamente el exceso de compasión constituye una de las causas de la muerte de Dios, como se muestra en el diálogo de Zaratustra con el último papa, ya jubilado. “¿Sabes cómo murió (Dios)? ¿Es verdad… que fue la compasión la que le estranguló?”, pregunta Zaratustra. A lo que el papa jubilado, tras narrar la evolución de Dios, responde: “Un día se asfixió con su excesiva compasión”. Por el contrario, poetas místicos como Santa Teresa de Jesús, centran en la compasión el motivo de su acción:

“ No me mueve, mi Dios, para quererte/ el cielo que me tienes prometido,/ ni me mueve el infierno tan temido/ para dejar por ello de ofenderte. /Tú me mueves, Señor; muéveme el verte/ clavado en una cruz y escarnecido,/ muéveme ver tu cuerpo tan herido,/ muévenme tus afrentas y tu muer te./Tú me llamas a tu amor, y en tal manera,/que aunque no hubiera cielo, yo te amara,/y aunque no hubiera infierno, te temiera./No me tienes que dar porque te quiera,/porque aún cuanto yo espero no esperara,/lo mismo que te quiero, te quisiera”

La compasión es el deseo vehemente de disminuir al mínimo el sufrimiento propio y ajeno, basados en la creencia de que todo ser humano desea la felicidad y en el reconocimiento que hacemos de nosotros mismos como seres esencialmente iguales a cualquier otro ser nacido de mujer; en la acep tación del otro, tan igual y tan distin to. Un ejercicio que ayuda al reconocimiento del otro como igual es una pequeña reflexión alrededor del saludo en las grandes ciudades. En los encuentros permanentes con des conocidos a lo largo del día, las per sonas no sólo no se saludan por cues tiones prácticas sino porque suponen que cada uno tiene intereses propios y diferentes; sin embargo, cuando uno madruga a caminar para hacer ejercicio y se encuentra a algunas de esas mis mas personas desconocidas, fácilmen te sale de los labios la ex pre sión de buenos días. El saludo es un movi miento inspirado y productor de sim patía.

La compasión nace del respeto, palabra que en su origen latino, “respicere”, significa mirar atentamente algo. Mirar atentamente es considerar con interés y cuidado, es comprender la situación en que alguien se encuentra,no como quien juzga desde afuera sino como quien mira desde adentro. Aunque la compasión tiene su origen en sentimientos espontáneos, como virtud es una conquista, es un hábito cuyo ejercicio perfecciona moralmente a la persona que lo cultiva, le apro xima al otro y esta proximidad al sufrimiento ajeno es requisito indispensable para la conducta ética. Como toda conducta moral, su valor depende del grado de responsabilidad, de la cantidad de participación personal en la decisión tomada. Por eso, la compasión estática de quien se siente afectado por el sufrimiento ajeno, se la menta de su situación, pero no inteioriza su dolor y no lo traduce en acción solidaria, es una falsa compa sión.

Contrariamente a lo que cierta manera de concebir la felicidad nos ha enseñado, la compasión por el otro no sólo debe estar anclada en la propia com pasión, sino que su cultivo y ejercicio produce en quien la desarrolla una de los efectos más hondos de satisfacción y bienestar. Esto se explica por el carácter y la dinámica que generan ciertos sentimientos como el amor, la paciencia o la comprensión, los cuales ensanchan el campo del individuo, lo descentran de lo inmediato en el espacio y en el tiempo y lo lanzan a mundos más amplios, de comunión con el universo. No en vano identificamos al individuo generoso como alguien noble, grande de al ma, y al egocéntrico como pequeño de alma y mezquino, palabra esta última que el diccionario castellano identifica con necesitado, falto de lo necesario, que escatima excesiva mente en el gasto, falto de nobleza de espíritu, pequeño, diminuto, desdichado, desgraciado o infeliz.

Cada vez que comprendemos a otro, que deseamos auténticamente su bienestar, una fuerza interna se genera en nosotros a la manera de las endorfinas, incrementando nuestro propio bienestar. Son bien conocidos los estudios que apoyan la conclusión de que el desarrollo de la compasión y el altruismo tiene un efecto positivo sobre nuestra salud física y emocional., tales como el experimento de la universidad de Harvard, en el que un grupo de estudiantes, al ver una película sobre la Madre Teresa trabajando entre los enfermos y los pobres de Calcuta, sienten estimulados sus sentimientos de compasión y luego, al efectuárseles exámenes de saliva, se descubre un incremento en el nivel de inmunoglobulina A. También en la universidad de Michigan los investigadores descubrieron que realizar trabajos de voluntariado con regularidad, e interactuar con los demás en términos de benevolencia y compasión, aumentaba la sensación de entusiasmo, de energía, de autoestima, una especie de euforia, que incidió de manera notoria en las expectativas de vida.

Esta relación entre desear el bien a los otros y experimentar el propio bienestar físico confirma dos cosas: la interdependencia entre nuestras dimensiones corporal y espiritual y la interdependencia entre la autoestima y el altruismo. Mucho daño han hecho en nuestra cultura el contraponer como excluyentes el espíritu y la materia (desconociendo de paso el papel complementario de fuentes de felicidad físicas, mentales, externas e internas) el deseo de la propia felicidad y el deseo de la felicidad ajena. También ha sido equivocado y un poco irresponsable considerar la felicidad como un asunto de suerte y no como un trabajo, como el entrenamiento del cuerpo de la mente, ignorando que obtener lo que deseamos vale tanto como desear lo que tenemos. La propia experiencia, reflexionada, nos muestra a todos que cuando somos crueles con alguien, cuando lo humillamos o le deseamos el mal, la sen sación de triunfo es superficial y no nos hace sentir íntimamente mejores.

En Momentos de Crisis

La palabra crisis tiene un origen griego, “crinein” que significa cernir, colar o separar. Una situación crítica es un tiempo distinto al ordinario; es una ocasión de cambio. Por eso en la vida, que es cambio incesante y continuo, llamamos críticos el momento del parto, las épocas de la adolescencia o la menopausia, los inicios de la vejez y el proceso o el instante de la muerte. Todos esos cambios los podemos asumir de diversas maneras, según el grado de comprensión y de aceptación y según la capacidad que tengamos o no de influir sobre ellos.

El diccionario castellano muestra los diversos sentidos del término, bien como “Mutación considerable que acaece en una enfermedad, ya sea pa ra mejorarse, ya para agravarse el enfermo o, en un contexto más amplio, como mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de or den físico, ya históricos o espirituales cuando está en duda su continuación, modificación o cese. Es un momento decisivo, de consecuencias graves pa ra algo importante y muchas veces li gado a dificultades y complicacio nes. También asocia el término al discerni miento, como juicio que se hace de una cosa después de haberla exami nado cuidadosamente.

Quiero detenerme en este último sentido, el original en griego, porque, además de las carreras de la vida contemporánea, por las cuales no solemos reflexionar ni pensar mucho, otra causaprofunda dificulta el pensamiento: el temor a sus consecuencias. Pensar es peligroso; pensar implica abandonar el paraíso, el útero, la costumbre, la verdad, lo conocido, para acogernosa lo que descubra o invente el pensamiento. Es más fácil continuar con lo que ya sabemos, aceptar las claridadesde la verdad y las certezas de lo establecido para evitarnos los problemas derivados de la incertidumbre o de la duda. Por eso nos cuesta comprender las tensiones de la vida, las complejidades y entrelazamientos de la existencia y fabricamos caricaturas sencillas, realidades definidas que contraponemos ingenuamente. Por no pensar, somos inteligentes o brutos; buenos o malos; espirituales o materiales; muchas de nuestras decisiones se basan en la premisa del “todo o nada” y, cuando se trata de asuntos colectivos, sentimos con preocupación que se trata de “nosotros o ellos”

Por esa tendencia a polarizar y a mantener las cosas como están, el significado de la crisis tiende a ser negati vo, malo, indeseable. En el lenguaje ordinario, criticar a alguien no es discernir acerca de lo que él o ella hacen o significan, sino denigrar, mostrar a los demás sus facetas vergonzosas. Igualmente solemos referirnos a las crisis como algo que se debería evitar porque sus consecuencias son in de seables.

Por estar referidas al cambio, las crisis están necesariamente ligadas al tiempo:

son épocas o momentos y, en no pocas ocasiones, instantes. De ahí su asociación con la urgencia, término que el diccionario castellano define con tres denotaciones: “Necesidad o falta apremiante de lo que es menester para algún negocio” “Actual obliga ción de cumplir leyes o preceptos” y la más cercana a nosotros, “Sección de los hospitales en que se atiende a los enfermos y heridos graves que necesitan cuidados médicos inmediatos” Cuando hablamos de urgencia nos referimos a una situación que nos exige actuar rápidamente, con prisa, ante la inminencia de algo que deseamos evitar o lograr. La urgencia nos recuer da conceptos como obligación, necesidad, exigencia. En nuestra reflexión confluyen perfectamente los dos sen ti dos: el moral de la obligación y el prác tico de la rapidez en el actuar. Aunque en un sentido parezca obvio y no merezca aclaraciones, conviene precisar el papel de las emociones y los sentimientos como fuerzas orienta doras de la acción humana, los cuales están muy presentes en las situaciones que nos interesan y operan de muy diferente manera en cada uno de los actores que intervienen en los servi cios de urgencias: pacientes, familia res, funcionarios, médicos, enfermeras.

Comprender su sentido y sus diferencias es conveniente para que el ejercicio de la enfermería o de la medicina no sea o no parezca deshumanizado, más allá de los efectos de otros factores como la masificación, la excesiva especialización o la burocratización, que aumentan la distancia entre profesional y enfermo y le quitan a la relación terapéutica el encuentro interpersonal de la comunicación cara a cara.

Nuestro interés en precisar algunos aspectos de las emociones y los sentimientos tiene un doble sentido: mostrar los efectos positivos o negativos que puede tener su presencia y distinguir claramente la situación de los diversos actores. Las emociones, como formas de adap tación que forman parte de la maqui naria con la que los organismos regulan su supervivencia son mecanismos de regulación de la vida interpuestos entre el patrón básico de supervivencia y los mecanismos de la razón superior. Son como una especie de filtro que reduce apreciablemente la cantidad de información, optimizando aquellas alternativas de respuesta que, al me nos aparentemente, permiten al organismo adaptarse mejor a las exigencias del medio ambiente. Las emociones tienen dos componentes que van completamente unidos como una forma integral de vivencia; el cognitivo, como representación mental y el corporal, como funciona miento y sensaciones físicas, los cambios fisiológicos de la emoción (dilatación de pupilas, liberación de azúcar o de hormonas hacia el torrente sanguíneo, aumento del ritmo cardíaco o de la respiración, vasoconstricción o vasodilatación, sudoración, aumento o disminución de la motili dad intes tinal, entre otros muchos) aumentan la percepción y el estado de alerta, facilitan la acción rápida, bien sea pa ra huir o para atacar en situaciones de peligro, o protegen disminuyendo la circulación periférica en caso de heridas.

Sin embargo, y todos conocemos el fenómeno, cuando tales cambios son extremos, no solo no facilitan la adaptación sino la dificultan, bien sea paralizando la acción o llevándola a dimensiones exageradas. En situaciones de urgencia, cierto grado de emoción nos vuelve más eficientes y cuando es muy fuerte nos anula. Los senti mientos, ligados indirecta men te a la supervivencia por cuanto depen den de los deseos y en último término del deseo de bienestar, tienen mayor duración en el tiempo, se pue den culti var y no están ligados direc tamente a cambios fisiológicos. Tam bién los sen timientos, como impulso res de la ac ción, pueden favorecer o entorpecer la adaptación y el logro del bienestar.

Algunos autores como McDougall diferencian emociones y sentimientos en que las primeras han aparecido an tes en el desarrollo filogenético, mientras que los sentimientos son el resultado del funcionamiento cogni tivo, una peculiaridad del ser humano. Por otraparte, es evidente que en los servicios de urgencia la experiencia emocional y los sentimientos de los diversos actores son muy diferentes y no tienen por qué igualarse, así todos busquemos la compasión, ya que ésta, por ser una virtud producida por el trabajo de la propia voluntad, no consiste en experimentar las mismas emociones de los semejantes, aunque pueda presentarse el caso, sino en estar dispuestos a disminuir su dolor.

Los pacientes, según su estado de conciencia, experimentan un cierto tipo de emociones y sentimientos, tanto como sus parientes o acompañantes, derivados de lo inesperado y peligroso de la situación que viven y en muchos casos pierden el control, actuando ina decuadamente. Cosa diferente sucede con el personal administrativo, los médicos y enfermeras, para quienes la situación de urgencia es la habitual y no suelen haber tenido ninguna relación con los pacientes, por lo que su reacción emocional es mucho más débil, y en quienes salen a relucir los sentimientos que han cultivado a lo largo de su vida y, en razón de su responsabilidad, pueden controlar y aprovechar mejor las emociones que experimentan. En manera algunaes deseable el que las enfermeras sientan igual angustia que las personas a quienes atienden.

Para el asunto que nos interesa, habremos de distinguir las emociones positivas, relacionadas con la vida (paz, alegría, gozo, paciencia, compasión) de las negativas, relacionadas con la muerte (dolor, ira, celos, odio, envidia) Hemos de considerar sus efectos po sitivos (agudización de los sentidos y la inteligencia, impulso para la acción) y los negativos (obnubilación mental, parálisis) según el grado de conmo ción.

Igualmente es preciso saber que, en la medida en que los sentimientos y las emociones tienen un fuerte componente cognitivo que los configuran, avanzar en el conocimiento es también avanzar en el manejo de los afectos, por lo cual podemos educar nues tros sentimientos, cultivando los buenos deseos, asociados con la expan sión de la vida, y evitando aquellos que buscan la destrucción y la muerte.

Se trata de estar atentos para com prender los sentimientos y emociones de los pacientes y de sus familiares; imaginar el sufrimiento y la angustia que se esconden detrás de los gritos o las recriminaciones que nos hacen, descubrir el dolor y la inseguridad, que se disfrazan de insultos o de movimientos bruscos y agresivos, y controlar nuestras expresiones emocionales para que sirvan al logro de nuestros buenos deseos.

La Profesión de la Enfermera

La esencia de la profesión es el cuidado para la curación de los enfermos, términos con los cuales también podemos jugar para terminar con nuestra reflexión. Cuidar es un verbo polisémico, cuya raíz etimológica se relaciona direc ta mente con el término de origen latíno “cura”. M. Heideggerllama la atención sobre un doble sentido del término “cura”, según el cual o sólo significa “esfuerzo angustioso”, sino también “solicitud”, “entrega”, lo que significa que el ejercicio de cuidar se puede definir como un trabajo de entrega, de solicitud, de respuesta a necesida des ajenas. Practicar la “cura” es, en el fondo, esforzarse solícitamente por algo o por alguien. En la cultura romana, el término “cura” se relaciona directamente con el cuidado del cuerpo y del espíritu, un proceso complejo ycontinuo que tiene efectos en todas las dimensiones del ser humano, como lo expresa el conocido adagio: “Mens sana in corpore sano”.
La cultura del medioevo, en la que el ser humano se concibe como una dualidad de cuerpo y espíritu, reduce la semántica del término “cura” al cuidado del alma, fundamental para su salvación definitiva y el goce de la vida eterna. En este contexto, cuidar es también curar de la enfermedad producida por el pecado, por lo que losdos términos se muestran mutuamente interrelacionados. El cura cuida y cura las almas.

Lo propio de la enfermería, como profesión autónoma en el conjunto de las ciencias de la salud, es la investigación y la praxis de los cuidados; pero el cuidar como tal no es patrimonio exclusivo de una determinada profesión de la salud, pues también el médico debe practicar los cuidados para con su paciente, y el fisioterapeuta y el auxiliar de clínica… Y no sólo en el mundo de los servicios de salud, sino en todos los campos de la actividad humana, el ejercicio del cuidar es fundamental, en las instituciones deportivas, educativas, políticas y de cualquier índole. Para curar a alguien, es necesario cuidarle y para evitar que su fra una enfermedad, es decir, para prevenir, también es necesario cuidarle.

La acción de cuidar, inclusive practicada en los enfermos denominados incurables, tiene efectos curati vos, aunque sólo fueran perceptibles en el plano de la interioridad del enfermo. Para curar bien es necesario cuidar. Volviendo al inicio de la reflexión, el cuidado y la cura no pueden ser únicamente de los otros sino, en primer lugar y como condición, de nosotros mismos. Tener compasión de sí y evitar el sufrimiento propio para vivir una vida plena, es garantizar la calidad de vida de quienes nos rodean.

Porque nadie puede ser feliz si no siente que con su trabajo participa y favorece la felicidad de otros. La busca del propio bienestar pasa por el cultivo de la paciencia, la tolerancia, el cuidado de sí mismo, tanto como por la búsqueda de acuerdos para mejorar las condiciones colectivas.

En este último sentido, vale la pena hacer alguna consideración acerca de la adecuada organización del servicio, la cual constituye una virtud institucional, más allá del bienestar o la virtud individual de la enfermera, en la medida en que hace más eficaz y más gratificante el trabajo y disminuye el estrés laboral.

Aunque los estudios realizados no indican que la enfermería de urgencias produzca niveles de estrés superiores al común de las profesiones que fomentan las relaciones interpersonales intensas con los beneficiarios del propio trabajo (se ha acuñado el término “burnout ” para este fenó me no) se han establecido algunos facto res determinantes de estrés, que una buena organización puede controlar o disminuir, tales como la falta de personal para cubrir adecuadamente el equipo o el servicio, no tener tiempo suficiente para dar apoyo emocional al paciente, ver sufrir a un paciente, interrupciones frecuentes en la realización de sus tareas, realizar demasiadas tareas que no son de enfermería o no tener tiempo suficiente para realizar las correspondientes, recibir información insuficiente del médico acerca del estado clínico de un paciente.

Básica mente se trata de desequilibrios entre las demandas del trabajo y las capacidades personales e institucionales para satisfacerlas, lo cual genera excitación y angustia en las enfermeras y se constituyen en peligro para la salud.

Para finalizar, podríamos decir que una buena enfermera de urgencias, en cuanto se conoce y se ama a sí misma, cultiva sentimientos positivos, los cuales que ven reforzados por la satisfacción que produce el ejercicio de la compasión; conoce y controla sus emo ciones y comprende los sentimientos y emociones de quienes la rodean, así momentáneamente estén descontrola dos, y en especial los de sus pacientes, a quienes disminuye el sufrimiento con su acción.

Bibliografía

• Dalai L y Cuttler H. El arte de la felicidad. Barcelona: Grigalbo Mondadori. 2003. pp. 105.
• Yegler Velasco MC, Diez Fernández T, Gómez González JL, Carrasco Fernández B, Miralles Sangro T, Gómez Carrasco JA. Identificación de los estresores laborales en el personal sanitario enfermero de una urgencia hospitalaria, Departamento de enfermería. Universidad de Alcalá. Alcalá de Henares. Madrid, 2002.

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